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"Soy masajista y estoy harta de que me pidan un 'final feliz'"
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EL ACOSO ES HABITUAL EN LA PROFESIÓN

"Soy masajista y estoy harta de que me pidan un 'final feliz'"

Muchos quiromasajistas lidian en su día a día con proposiciones sexuales, tocamientos y escenas incómodas por parte de clientes que buscan algo más que el servicio que ofrecen

Foto: Recibir clientes en casa conlleva más riesgo que en centros especializados. (Reuters)
Recibir clientes en casa conlleva más riesgo que en centros especializados. (Reuters)

Cuando Marga Mayol acabó sus estudios de quiromasajista no podía permitirse montar una clínica. Como muchos colegas, empezó a atender a sus primeros clientes en su propio domicilio. Preparó una habitación solo para este propósito y puso anuncios para promocionarse en internet: "Me fijé que muchos ponían 'no final feliz' y yo también lo puse".

Al poco tiempo, le pidió cita un chico con una contractura. Nada más entrar se dio cuenta de que no iba a ser una sesión fácil. "Siempre les digo a los clientes que se queden en ropa interior pero él se quitó todo", explica. Comenzó el masaje y, al rato, Marga le pidió que se diera la vuelta. "Ahí ya vi que había 'izado la bandera'… Entonces era ingenua y pensé que igual no lo había podido controlar, pero seguía muy incómoda". Continuó con el masaje hasta que el cliente se quitó la toalla con la excusa de que le agobiaba. "Ahí me puse seria y le dije que se la volviera a poner, seguí trabajando, se la volvió a quitar y me dijo que es que tenía una erección. Le contesté que me daba igual, que se la volviera a poner". Como pudo, Marga acabó el masaje y cuando el cliente se marchó, fue directa al baño a vomitar. "Tardé horas en poder entrar en la habitación", recuerda.

Más acoso en domicilios

Para muchos masajistas, que un cliente "se pase de la raya" es un problema con el que tienen que lidiar con resignación como parte de su trabajo. El acoso sexual es una rutina que desde las academias les enseñan a evitar, aunque con escasos resultados. De manera más sutil, afrontan insinuaciones y proposiciones indecentes, pero también tocamientos y hasta intentos de violación en los casos más graves.

Cuando me preguntan si puede haber 'final feliz' les digo que el final feliz es que se vayan a su casa sin dolor y yo con mis 25 euros

Es lo que le pasó a María José, una zaragozana que acabó denunciando a un cliente. "Vino un hombre con dolores lumbares. Me dijo que le ayudase a tumbarse y me tocó los pechos. Le pedí que se fuera y su respuesta fue que a ver si por 25 euros creía que había venido a que le hiciera cuatro cosas por la espalda. Insistí en que se fuera y no quiso, se empezó a bajar los pantalones y a perseguirme alrededor de la camilla, hasta que se la tiré a los pies para que parase. Me agarró de la camiseta y me la rompió. Entonces salí al rellano y mi vecino, que lo había oído, salió de su casa y lo sacó a rastras". Pero la insistencia del cliente no acabó ahí. "Al rato salí de casa y me estaba esperando abajo. Me dio un puñetazo y empezó a llamarme de puta para arriba, hasta que los de un bar que está debajo de mi casa llamaron a la Policía".

A partir de ese momento María José dejó de coger citas en su domicilio y empezó a hacerlo en un centro de terapias alternativas. Atender en pisos particulares es un factor de riesgo que aumenta los casos de acoso y la vulnerabilidad de las masajistas. Aun así, en el caso de María José las insinuaciones no pararon cuando se pasó a un sitio oficial y las sorteaba según el ánimo con el que le pillase cada día: "Cuando me preguntan si puede haber 'final feliz' les digo que el final feliz es que ellos se vayan a su casa sin dolor y yo con mis 25 euros. Otras veces les contesto que si les gusta el final del cuento de Rapunzel".

"También ha habido momentos divertidos, gente que se ha ido corriendo sin zapatillas porque cuando preguntaban por el 'final feliz' les decía ¡claro! y llamaba a mi padre, que estaba en la recepción", explica María José. Cuando la situación se ponía más tensa, hacía lo que le enseñaron en academia: no cobrar nunca la sesión si tiene que detenerla: "Si no, te pueden demandar por no dar el servicio".

Buscó contacto desde el principio: poniéndome la mano en la pierna, rozándome el pecho cuando le estiraba…

Pero el acoso diario ha hecho que deje por el momento la camilla y ha retirado todos sus anuncios de internet. Hace unos meses vivió un episodio que ha sido un punto de inflexión en sus 14 años ejerciendo: "Un día estábamos en casa de mi suegra, con los sobrinos, y alguien me mandó a mi WhatsApp un vídeo porno. Yo no sabía lo que era y cuando lo abrí empezó a sonar. Después mi pareja me dijo eso de 'el trabajo o él'".

María José ahora solo da masajes a conocidos o recomendados y lo compagina con su trabajo en una residencia. Muchos masajistas solo atienden a domicilio si son personas de confianza o que vienen a través de conocidos. Pero a Rosa*, sin embargo, eso tampoco le ha evitado sufrir acoso. Lo lleva en secreto y pide no revelar su identidad porque se trata del padre de una amiga. "Mientras estaba su mujer delante todo muy cordial, pero en cuanto nos quedamos solos ya sentí que las miradas eran diferentes. Buscó contacto físico desde el principio: poniéndome la mano en la pierna, intentando rozarme el pecho cuando le estiraba los brazos… Empezó a darme asquete", cuenta esta madrileña. "Cuando acabamos me dio un abrazo más apretado de lo normal y dos besos muy cerca de la boca. Después de eso me ha llamado muchas veces pero siempre le ponía excusas, ahora solo sé de él cuando mi amiga me cuenta que le ha preguntado por mí”.

Anuncios clasificados y gabinetes orientales

placeholder Página de anuncios clasificados.
Página de anuncios clasificados.

Buscar un masajista por páginas de anuncios clasificados es un ejercicio complejo. La oferta sexual se mezcla con la de profesionales y los nombres de técnicas de quiromasajes acompañan a enunciados de "masajista guapa", "chica agradable" o "sitio discreto". Por eso, los masajistas profesionales detallan lo máximo posible sus especialidades y dejan claro que no dan masajes eróticos o hasta cuidan el tipo de fotografías que suben. "Yo no pongo ni una foto donde se me vea", cuenta Begoña Pablo. "Con el tiempo vas aprendiendo lo que puedes poner y lo que no. Por ejemplo, un tiempo puse como complemento al masaje 'descanso adicional' porque había mucha gente que quería quedarse un rato sola en la camilla después de la sesión. Tuve que quitarlo porque me llegaba de todo..." explica esta masajista de Valencia. "Al final da igual que pongas 'no erótico', 'no sexo', te siguen llamando o intentándolo, porque si cuela, cuela. Hay hombres, por ejemplo, que te dicen que se les ha olvidado ponerse los calzoncillos ese día".

Por eso, a la hora de coger cita muchas confiesan haber desarrollado un sexto sentido para detectar en la primera toma de contacto los que pueden traerles problemas. "Si veo algo raro directamente no los cojo. Por ejemplo, si te hablan por WhatsApp como si te conocieran de toda la vida, o por el tono que te ponen al teléfono", explica Yolanda López, una masajista de Zaragoza. Los fines de semana son cuando más peticiones indecentes reciben, sobre todo a través de las páginas de anuncios clasificados, por lo que algunos se están pasando a portales de planes de ocio, tipo Groupon o Let's Bonus.

En una oferta del paro me mandaron a un centro de chinas. En el gabinete solo había un somier con un colchón

La profesión de masajista no está regulada con ningún título oficial. Cualquier persona con un curso mínimo de tres meses puede acreditar formación para dar masajes, aunque muchos sigan formándose para especializarse en las distintas técnicas. Además, los hay que juegan también al despiste. "En una ocasión llamé a una masajista porque buscaba a alguien para trabajar y no me respondió. Al rato me mandó un mensaje con sus tarifas con paja incluida. Yo respeto la opción de cada cual, pero así nos meten a todos en el mismo saco", explica Begoña Pablo.

"Es una profesión estigmatizada", cuenta María José, que según sus cálculos se ha gastado 9.000 euros en todos sus diplomas como quisomasajista y osteópata. "En una oferta del paro me mandaron a un centro de chinas. En el gabinete donde debía dar masajes solo había un somier con un colchón. ¡Y a eso me mandó el paro!". Ella, como otros masajistas consultados para este artículo, apuntan precisamente a la proliferación de centros de masajes orientales como una de las razones que más han afectado a su día a día.

"Cuando llegaron, hará como cinco años, empezaron a hacer una competencia muy agresiva. Perdí a varios clientes fijos por esas fechas. No voy a decir que todas las chinas hagan masajes sexuales pero desde que empezaron a abrir ha sido la hecatombe. Recuerdo a uno, que además fue mi primer cliente tras titularme, que de repente dejó de venir. Un día volvió con la espalda llena de marcas de dedos. Me confesó que por el mismo precio, además del masaje, le estaban haciendo 'algo más' en un centro cercano de chicas orientales", recuerda María José.

placeholder Una conversación reciente de una masajista.
Una conversación reciente de una masajista.

También a hombres

Aunque la mayoría de los masajistas que sufren acoso sexual son mujeres, también hay hombres que han tenido malas experiencias. "En los 21 años que llevo, al menos he tenido una por año", confiesa David Almela, masajista en un centro deportivo de Madrid. "Varias veces me ha pasado de ir a dar un masaje a una mujer en una casa y que me pidan que el marido se quede delante 'para aprender'. Al rato el hombre se la saca y empieza a masturbarse… Les pregunto qué hacen y contestan que es la única manera que tiene de excitarse. ¡Y a mí qué! Yo no tengo por que aguantar eso, yo vengo a dar un masaje porque le duele la espalda", se indigna.

"También ha habido mujeres que me han dicho que como les he visto las tetas yo también he disfrutado y que no me pagan, aunque la verdad es que la mayoría de problemas han sido con hombres". David recuerda especialmente un episodio desagradable con un antiguo alumno. "Cuando acabo un curso dejo mi teléfono a los alumnos por si tienen alguna duda o necesitan algo. Uno de ellos me llamó al tiempo preguntándome que si podía darle un masaje. Quedamos y cuando acabé me preguntó si me podía dar a mí uno para que le corrigiese. Le dije que bueno, que diez minutos, y cuando le digo que apriete más me suelta que se está poniendo mucho. Miré y estaba con los pantalones bajados y empalmado. Me levanté de un salto y empezó a perseguirme, dando vueltas por la camilla. Al final llegamos a las manos y me fui sin cobrar".

placeholder Los hombres masajistas también sufren acoso, sobre todo de otros hombres. (Reuters)
Los hombres masajistas también sufren acoso, sobre todo de otros hombres. (Reuters)

Bromas del entorno

Asumir que su profesión conlleva algo sexual no es cosa solo de clientes depravados. También en su entorno se encuentran a diario con comentarios y bromas que les hacen poca gracia y que no ayudan a mejorar la imagen de su gremio. "Los amigos te dicen que si vas mal de dinero es porque quieres… O cuando conoces a alguien nuevo te dice que si le haces un masaje integral. Pero por otra parte, si no dices nada, y un día ven la camilla creen que ocultas algo...", explica María José.

"Cuando dices que eres masajista mucha gente te dice 'Uy te debes poner las botas a ver cuerpazos', pero tú vas a la patología, no a ver cuerpos. De hecho lo cierto es que hay veces que acabas harto de tanto contacto físico", comparte Marga. "Parece que va unido a estar desnudo al sexo porque hay contacto físico pero hay que saber separar el trabajo de una persona con una relación sexual", comenta David. Por eso ponen en valor la profesionalidad de su trabajo diario. "Al final te estás esforzando, estudias, haces cursos, te especializas, y luego que te pasen estas cosas pues es denigrante. Yo no he estudiado para esto", se queja Yolanda.

* El testimonio de Rosa tiene un nombre ficticio por voluntad de la entrevistada, mientras que María José ha pedido que no se publique su apellido.

Cuando Marga Mayol acabó sus estudios de quiromasajista no podía permitirse montar una clínica. Como muchos colegas, empezó a atender a sus primeros clientes en su propio domicilio. Preparó una habitación solo para este propósito y puso anuncios para promocionarse en internet: "Me fijé que muchos ponían 'no final feliz' y yo también lo puse".