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'Para cuatro jinetes': el folclore del futuro será queer o no será
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'Para cuatro jinetes': el folclore del futuro será queer o no será

La compañía Mucha Muchacha cuestiona la danza tradicional de herencia franquista en una pieza creada junto a Los Voluble que se representa en el Conde Duque de Madrid

Foto: Las cuatro bailarinas de 'Para cuatro jinetes'. (Mario Zamora)
Las cuatro bailarinas de 'Para cuatro jinetes'. (Mario Zamora)

“El país de ustedes es una cantera inagotable para cualquier persona que se interese por los temas populares”, le dijo Alan Lomax a un periodista español en 1952. El etnomusicólogo, que trabajaba entonces para la BBC y Columbia Records en distintos proyectos de investigación, había llegado a Palma de Mallorca para asistir como invitado a un congreso y una muestra de folclore organizados por la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera, que en 1939 había fundado un área de Coros y Danzas por eso de construir “una España que, olvidados ya los horrores sufridos, pudiese estar alegre y volviese a cantar y a bailar sus danzas y canciones de siempre, las que habían prendido en las entrañas del pueblo”. Lomax se quedó seis meses y visitó Andalucía, Aragón, Navarra, Galicia, el País Vasco, Cataluña, Extremadura o Castilla y registró cerca de 75 horas de grabaciones de campo que se alejaban mucho de esa imagen tan uniforme, rígida y fotogénica que difundió durante décadas el NO-DO, que también usaría el folclore como un instrumento de adoctrinamiento político. Lomax, que pagaba doscientas pesetas a sus “informantes”, recogió esas grabaciones en el álbum Spain Folk Music (1955), dentro de la antología Columbia World Library and Primitive Music, un material que forma parte del ingente y legendario archivo que grabó por todo el mundo y que acoge la web culturalequity.org, una especie de paraíso para músicos e investigadores de acceso gratuito desde 2012.

La memoria de Lomax, las ficciones del NO-DO, la tradición como arma política, esa uniformidad que excluye la mezcla y cómo dimos por bueno que las jotas o las muñeiras se bailaban de una manera y no de otra nutren Para cuatro jinetes, la segunda pieza de gran formato de la compañía de danza Mucha Muchacha, un espectáculo que se estrena este viernes en el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque creado junto a los hermanos Pedro y Benito Jiménez, Los Voluble, con la codirección y asesoría artística de Celso Giménez y Violeta Gil, miembros de la compañía La Tristura y con Carlos Marquerie en el diseño de luces.

¿Es el reguetón el folclore de hoy?

Mucha Muchacha son Ana Botía, Marta Mármol, Belén Martí Lluch y Marina de Remedios, cuatro bailarinas, coreógrafas y directoras de escena formadas en el conservatorio que en esta pieza invocan el pasado para proponer otras ficciones alejadas de ese intento de “domesticar y academizar la celebración, las costumbres y la vida”. Si en su trabajo anterior y homónimo Mucha Muchacha rendía homenaje a las mujeres de la Generación del 27, las Sinsombrero, en este se interrogan acerca de cómo será el folclore del futuro y si seremos capaces de imaginarlo y crearlo juntas. “Esa fue la pregunta inicial”, explica Belén Martí Lluch a este diario, “cómo será ese folclore que está unido a unas músicas, a unas formas de hacer, a unas plazas y escenarios, una danza folclórica que es la danza del pueblo, esa danza que nos hace reunirnos”.

placeholder La compañía Mucha Muchacha en 'Para cuatro jinetes' .
La compañía Mucha Muchacha en 'Para cuatro jinetes' .

¿La danza del pueblo hoy podría ser el perreo?, preguntamos al resto del equipo. “Claro, de hecho, esa fue la primera respuesta, el folclore del futuro es el reguetón”, dice Celso Giménez. Pedro Jiménez, de Los Voluble, también a su lado en esta conversación a tres bandas, explica que “en realidad, no es tanto cuál es la danza o el folclore del futuro, sino esa idea de lo popular, lo popular en términos de qué es lo que puede ser nuestro, qué es lo que nos pertenece, qué es lo que nos es propio. El folclore se ha construido a partir de alguien que sabe y te enseña y que nosotros asumimos desde una realidad completamente contemporánea en la que estamos recopilando aprendizajes académicos, pero en la que también estamos inventando cómo mezclar todo eso. O sea, no es tanto una cuestión de ciencia ficción, sino de toda esa capacidad de asumir información tan impresionante que tenemos”.

Danzad, malditas

Para cuatro jinetes se abre con la voz de Anna Lomax leyendo un texto escrito por su padre en el que dirá que “estamos a punto de barrer de la tierra el folclore que aún queda sin estropear y mañana, cuando sea demasiado tarde y todo el mundo se aburra con la música automatizada distribuida de forma masiva, nuestras hijas nos despreciarán por haber tirado a la basura lo mejor de nuestra cultura”.

Las cuatro bailarán durante 20 minutos muñeiras, tangos, sardanas, un aurresku, unas malagueñas o una danza de los locos

Es entonces cuando esas hijas, las cuatro integrantes de Mucha Muchacha, salen a escena junto a Los Voluble y, mientras ellos se cubren con ropas oscuras, ellas se van despojando de sus camisetas y sus pantalones cortos, ocupando un escenario tan desnudo como ellas, vestidas tan solo con bragas y unas zapatillas negras con cintas rojas entrelazadas en las piernas. Y ese cuerpo desnudo sin ornamento alguno será el único traje regional en este primer acto de la pieza titulado Mi tatarabuela, en el que las cuatro bailarán durante 20 minutos muñeiras, tangos, sardanas, verdiales, un aurresku, unas malagueñas o una danza de los locos, como si estuvieran compitiendo en aquella maratón de la película Danzad, danzad, malditos.

Veinte minutos que serán una exhibición salvaje de todo ese aprendizaje de años basado en esa memoria promovida en parte por el franquismo, transmitida entre generaciones y fijada por la academia. Pero no solo, porque no bailarán en parejas ni exhibirán virtuosismo, sino que construirán con los distintos pasos un solo baile, una pieza de danza feroz, mientras Los Voluble mezclan y samplean esa otra memoria, la de Alan Lomax y Joaquín Díaz, otro gran folclorista español, con bases electrónicas y voces extraídas de vídeos caseros, de gente que graba las fiestas de su pueblo y las cuelga en internet. Y esta es la primera ficción, quizá también la primera mentira, que propone esta pieza, pero no es la única.

Cuando Lennon le plagió 'Imagine' a una señora de Ibiza

En Para cuatro jinetes no solo hay danza. También hay un programa de radio llamado Seré folclore o no seré, una especie de "pódcast Jumanji", como lo llama internamente la compañía. En esa mesa de mezclas de Los Voluble, que a veces parece una nave espacial que acaba de tomar tierra, se retransmite en directo una pelea de danzas tradicionales entre dos bailarinas, como si aquello fuera una partida de Street Fighter, con una muñeira final y grupal que bailarán todos siguiendo el ritmo de otro videojuego, Just Dance.

placeholder 'Para cuatro jinetes'.
'Para cuatro jinetes'.

A esa pelea plagada de referentes noventeros, que pone sobre la mesa la ficción de una identidad folclórica normativa y asociada a lo puramente geográfico, Mucha Muchacha responde en ese programa de radio con otro fake, con otra ficción que tiene a John Lennon, Yoko Ono y una mujer llamada Catalina como protagonistas. Y jugarán en escena con la idea del mockumentary o falso documental para contarnos que tal vez, por qué no, Lennon conoció en Ibiza (en el mismo viaje en 1971 que le llevó a Mallorca con Yoko Ono para secuestrar a Kioko, hija de ella) a una mujer que interpretaba un cant redoblat y se quedó tan fascinado que se lo plagió cuando escribió Imagine.

Habrá pruebas de ello en escena y, de tan delirantes, las compraremos porque es fácil responder con ficciones propias y distintas a esas otras que construyeron otros y que se han mantenido, casi inmutables, a lo largo de tanto tiempo. Y esto tiene que ver también con eso que hemos llamado apropiación cultural y que explica Pedro Jiménez: “Miras las notas de Lomax en su cuaderno de Ibiza, las transcripciones y las grabaciones, y te das cuenta de que lo que registra es todo improvisación. ¿Hay algo más contemporáneo y posmoderno que la improvisación libre? No se trata de decir '¡oh! lo moderno era lo antiguo', sino cómo destruir ciertas categorías de superioridad moral en la cultura y entender todo como un espacio, yo diría, apropiable, en el sentido de que nosotros podemos apropiarnos de un cant redoblat y hacer uno nuevo, por ejemplo”.

El futuro: otras plazas y un folclore queer

Tras el fake, una propuesta de futuro, la de una danza abierta, bastarda y contaminada, entendida como un espacio político de reunión y encuentro en el que dejar de ser para estar juntos. Pero ¿dónde? ¿En qué plazas nacerán esos otros ritos, ese otro folclore? “No creo que sea en el Sónar ni tampoco en una iglesia donde inventaremos otros ritos”, dice Belén Martí Lluch, “pero siento que nosotras, humildemente, proponemos un universo y todo un magma con las herramientas que tenemos, que son bailar, pinchar y lanzar imágenes”.

"Probablemente estemos hablando de la identidad, de una identidad trans, entendiendo lo queer y lo trans como una remezcla de todo"

Y ese magma, en escena, será una danza alrededor de un pandero cuadrado de tres por tres metros, que tocarán las cuatro bailarinas mientras interpretan una canción de trabajo cuya melodía firma María Rodés y en cuya letra se mezclan los textos de dos temas de Björk. En pantalla, un mundo fragmentado a partir de imágenes de una mujer saharaui que también canta, de caballos sin jinete, de lava de volcán, pero también de la policía alemana atrapada en un lodazal de barro al intentar desalojar un campamento ecologista o de aquel delirio de carnaval histórico de Vox con toreros, reyes y conquistadores.

Y sobrevolando todo el relato, la gran pregunta, esa que propone una identidad diferente y otras formas de construirla: “Sí, probablemente estemos hablando de la identidad, pero de una identidad trans, entendiendo lo queer y lo trans como una verdadera remezcla de todo, como una manera de entender el proceso cultural. Un folclore trans, un folclore queer, sí. Nosotros le hemos puesto sonido de muñeira a un vídeo de Just Dance y con eso queremos decir que nuestras identidades están en un proceso de búsqueda, pero creo que quizá no queremos definirlas”, dice Pedro Jiménez.

Para cuatro jinetes, creada y dirigida por Mucha Muchacha. Codirección: Celso Giménez. Intérpretes: Ana Botía, Marta Mármol, Belén Martí Lluch, Marina de Remedios y Los Voluble. En el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, Madrid, del 24 al 26 de febrero.

“El país de ustedes es una cantera inagotable para cualquier persona que se interese por los temas populares”, le dijo Alan Lomax a un periodista español en 1952. El etnomusicólogo, que trabajaba entonces para la BBC y Columbia Records en distintos proyectos de investigación, había llegado a Palma de Mallorca para asistir como invitado a un congreso y una muestra de folclore organizados por la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera, que en 1939 había fundado un área de Coros y Danzas por eso de construir “una España que, olvidados ya los horrores sufridos, pudiese estar alegre y volviese a cantar y a bailar sus danzas y canciones de siempre, las que habían prendido en las entrañas del pueblo”. Lomax se quedó seis meses y visitó Andalucía, Aragón, Navarra, Galicia, el País Vasco, Cataluña, Extremadura o Castilla y registró cerca de 75 horas de grabaciones de campo que se alejaban mucho de esa imagen tan uniforme, rígida y fotogénica que difundió durante décadas el NO-DO, que también usaría el folclore como un instrumento de adoctrinamiento político. Lomax, que pagaba doscientas pesetas a sus “informantes”, recogió esas grabaciones en el álbum Spain Folk Music (1955), dentro de la antología Columbia World Library and Primitive Music, un material que forma parte del ingente y legendario archivo que grabó por todo el mundo y que acoge la web culturalequity.org, una especie de paraíso para músicos e investigadores de acceso gratuito desde 2012.

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