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Remedios Zafra: "La paradoja de la época es sentirnos conectados y solos al mismo tiempo"
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Remedios Zafra: "La paradoja de la época es sentirnos conectados y solos al mismo tiempo"

En 'Frágiles', su nuevo libro, la científica del Instituto de Filosofía del CSIC ahonda en esos aspectos sobre los que no hay tiempo para pensar del binomio vida-trabajo

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Remedios Zafra

La historia rara vez se escribe desde el presente de forma acertada. La excepción que confirma la regla es, de nuevo, Remedios Zafra y su 'Frágiles' (Anagrama, 2021). La voz propia de esta científica del Instituto de Filosofía del CSIC vuelve a dar en un clavo que cada vez arde más. Como si de una respuesta esperanzadora a 'El entusiasmo' (Anagrama, 2017) se tratara, Zafra ahonda en aspectos de los que no hay tiempo para pensar, binomios invisibilizados en la vida-trabajo: tecnología y conectividad, dinero y visibilidad, cuerpo y aguante, solidaridad e individualismo, vocación y creatividad, espacios y tiempos, libertad y vigilancia, hiperproducción y estabilidad.

El ensayo, escrito desde una primera persona tan honesta como cauta y cuidada, interpela a un público que va desde el tú al yo y, si nos paramos unos segundos a vernos en este espejo, también al nosotros.

placeholder 'Frágiles' (Anagrama)
'Frágiles' (Anagrama)

PREGUNTA. Presenta la solidaridad como un lazo necesario para “sabernos comunidad” frente al sistema, a la máquina. ¿Qué papel juega este factor, esta manera de estar y vivir la realidad, respecto a la ansiedad, estrés y agobio que provoca el ritmo laboral en el que estamos inmersos?

RESPUESTA. Frente al estrés y la angustia vividos como algo individual cabe la tentación de resignarnos o medicarnos, pero cuando son compartidos con los otros (que también la sufren) como parte de una fragilidad que busca empatizar con los otros y crear vínculo social, pueden generar lazos de solidaridad y voz comunitaria, voz política.

Una de las propuestas que se plantean en 'Frágiles' es que la ansiedad derivada de las vidas-trabajo contemporáneas solo puede afrontarse desde la verbalización o autonarración a otros. De forma que en el compartir lo que nos hace vulnerables es más fácil reconocerse en la fragilidad común que cada cual esconde o sobrelleva. Cuando el malestar individual que resulta doloroso se comparte y hace de espejo a otros puede surgir una comunidad cohesionada por aquello que oprime y es compartido. Así nace la solidaridad de vernos reconocidos y acompañados en un problema que no es personal ni coyuntural, sino que se extiende y entrelaza como estructura de las formas de vida y trabajo contemporáneas. No extraña que la prisa favorezca contactos superficiales.

Frente al estrés y la angustia vividos como algo individual podernos resignarnos o compartirlos con los otros y crear vínculo social

P. Defiende que el tópico punk 'hazlo tú mismo' ha metamorfoseado hacia un neoliberal 'hazte tú mismo'. Ahí se entrelazan ciertas cuestiones que aborda en la obra, como el pago con reconocimiento, la explotación de la vocación y las herramientas tecnológicas que facilitan el no poder escapar del trabajo. ¿Hemos pasado de lo material a la imagen?

R. Creo que señalas dos cuestiones interesantes. De un lado, la comparación entre estas dos consignas me parece ilustrativa de dos formas distintas de entender nuestra implicación en el mundo. Por una parte, la que incentiva la cultura del compartir conocimiento, aprendizaje y autocreación mediante “do it yourself”, algo muy propio de la primera cultura digital y de muchos espacios online. Por otra, la que defiende el mantra neoliberal de las personas “hechas a sí mismas”, con consignas que ensalzan al individuo y a su poder para lograr éxito y triunfo por sí mismo (entendiendo por éxito modelos patriarcales de triunfo basados en dinero, sexo y poder). Creo que este mensaje tan normalizado en las industrias digitales contribuye a repetir visiones conservadoras e individualistas del mundo y pasan de largo por la importancia de tener un suelo de garantías sociales.

De otro lado, pienso que la transición hacia el trabajo inmaterial ha sido paralela a la transición hacia un mundo más estetizado (más imagen) en tanto transición mediada por pantallas. Hoy los sujetos se presentan y representan en ellas dedicando más tiempo a retocar sus fotos, como si las imágenes les vistieran más que la propia ropa. La apariencia se ha sobrepuesto a la materialidad y se corre el riesgo de caer rendidos a la impostura del parecer frente al ser o al hacer con sentido.

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Remedios Zafra

P. La impostada aunque a la par real necesidad de elección entre la “pobreza con tiempo” o el “trabajo sin vida” deja entre medias biografías repletas de dudas y cuestionamientos. ¿Existe el término medio? ¿Dónde está la virtud?

R. Tengo la sensación de que ese término medio es el que más prolifera en tanto es el que buscamos diariamente, mientras transitamos en el gradiente de los tiempos que dan la vida y de los trabajos que dan el sueldo. De hecho, creo que nos manejamos siempre en ese juego de fuerzas que buscan esquivar estos extremos. El asunto apunta a la gran importancia que hoy supone “tener el control de nuestro propio tiempo”. A mí me parece un elemento más importante si cabe que el acceso a la tecnología, en tanto la desigualdad que genera puede anular al sujeto que sucumbe al enganche tecnológico y laboral. Esa virtud por la que preguntas estaría en mi opinión en recuperar ese imprescindible “control del tiempo propio”, y socialmente en favorecer que las personas dispongan de él.

P. Su libro también aborda la casuística que ha propiciado la pandemia en cuanto a espacio de trabajo se refiere. Un espacio íntimo y privado se convierte en centro laboral de operaciones, pero va más allá al afirmar que “allí donde estén nuestros aparatos conectados, allí trabajamos”. ¿A quién benefician los adelantos tecnológicos?

R. En líneas generales todos los avances tecnológicos pueden beneficiar a la humanidad en su conjunto, cosa distinta es su uso. La pregunta por “a quién beneficia” va de la mano con “quién tiene el poder para gestionar y rentabilizar esa tecnología”. En una cultura dominada por la mercantilización de los avances prima sacar partido económico como primer objetivo frente a otros relacionados, por ejemplo, con atender emergencias sanitarias como la que estamos viviendo.

En este sentido, el poder de la industria tecnológica pensada como negocio y la insuficiencia de códigos deontológicos lleva a favorecer intencionadamente, por ejemplo, formas de adicción pensadas para beneficiar a las empresas que rentabilizan al tiempo que ensanchan el “tiempo de uso”, independientemente de si esto perjudica a las personas. Podemos pensar que quienes usamos la tecnología tenemos poder en ese uso, pero claramente quien idea, programa y gestiona esa tecnología tiene un doble poder: sobre la tecnología que programa y sobre los sujetos convertidos en engranajes de esa tecnología.

Quien idea la tecnología tiene un doble poder: sobre la tecnología que programa y sobre los sujetos convertidos en engranajes suyos

P. Su tesis defiende que el trabajador, actualmente, es carcelero de sí mismo y retoma la idea de la solidaridad para romper la “domesticación de grupos sociales”. ¿Cuál es la importancia del sindicalismo en esta realidad?

R. Hay una perversión cuando aceptamos sin más que somos responsables de nuestra propia subordinación. Y en esa aceptación hay algo que recuerda al patriarcado y a cómo también se proyectaba en las mujeres la responsabilidad de reproducir un sistema que las sometía y se naturalizaba dicha consideración. Así, movilizados por las expectativas puestas en el trabajo para lograr mayores dosis de autonomía, motivados también por los esfuerzos que los padres invierten en nuestros estudios, fragmentado el trabajo en multitud de tareas y colaboraciones mediadas por tecnología y derramadas en nuestros tiempos, estando permanentemente activos o disponibles online, es fácil caer en una autoexplotación que sentimos como algo provocado por nosotros mismos, teniendo mucho de engranaje e inercia social.

Y claro que la representación colectiva es esencial para una mejora de la situación. A poco que observemos la vulnerabilidad de los trabajadores en los países donde el papel de los sindicatos es residual, nos damos cuenta de la gran importancia que tienen en la lucha colectiva y de cómo son esenciales para un sistema público por la justicia social. Sin embargo, muchos de los nuevos trabajos o de los que orbitan alrededor del ámbito cultural y creativo no tienen tradición sindical ni contexto propicio para la articulación colectiva desde la idealización del trabajador/artista solitario. Hay algo de paradoja de época en esta coyuntura de sentirnos conectados y sentirnos solos al mismo tiempo.

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Remedios Zafra

P. “Todo trabajo necesita un cuerpo. Todo cuerpo necesita un trabajo. Sentimos que hay trabajos que enferman los cuerpos y que los hay que los sanan”, enuncia en el libro en relación a la vida-trabajo. Cabría pensar que las personas desempleadas ni siquiera se plantean esta cuestión, pues el no tener empleo (dinero) directamente enferma el cuerpo. Qué prima, ¿la vida o el trabajo, o lo peligroso es que todo es uno?

R. En el mundo contemporáneo las personas desempleadas son definidas también por el trabajo, por su carencia de trabajo y bajo esta “ausencia” se les propone hacer tareas para buscar trabajo, es decir su trabajo es su búsqueda. Pasa también con las personas sin recursos empujadas en muchos casos a la economía informal y a un trabajo no regulado ni identificado como empleo. De hecho, pobreza y desempleo suelen ir unidas, pero que carezcan de empleo no significa que no trabajen. Las enfermedades del cuerpo ansioso están presentes en unos y otros pero sin duda hay más vulnerabilidad en quienes viven en el límite (o en el fondo) de la pobreza. Diría que es un signo de la economía que tiende a enriquecer a unos pocos mientras precariza a la mayoría en la temporalidad o en el desempleo.

P. Dedica varias páginas a teorizar sobre la felicidad y su instrumentalización como propósito que moviliza, pero nunca como estado, y dice que este sentimiento se otorga “a los marginados del sistema por mantener la paz social y seguir siendo productivos”. ¿De qué forma se construye la felicidad?

R. En el libro abordo este asunto desde los trabajos de Lauren Berlant y Sara Ahmed, que consideran la felicidad como un consenso y por tanto como algo que se construye culturalmente en cada época y contexto. En un libro como este que especula sobre cómo convivir con el malestar de la conciencia sin resignarnos y sin equiparar malestar a infelicidad, me parecía interesante analizar las formas en que hoy se construyen e instrumentalizan determinadas nociones de felicidad que interesan a determinado sistema.

Apoyándose en los estudios feministas, queer y negros, Ahmed establece una interesante relación entre la felicidad como modelo que contribuye a neutralizar a determinados sujetos. Por ejemplo cuando habla del «ama de casa feliz» y de la crítica negra del mito del «esclavo feliz». Me parece llamativo cómo los modelos más conservadores se esfuerzan por identificar como felices a los que se resignan en la sumisión, y por marcar como amargados e infelices a los desleales y críticos con el sistema (feministas o activistas, por ejemplo), cuando su felicidad como sujetos emancipados es algo que nace del interior y de su conciencia, es decir, que no es proyectado desde fuera por un determinado poder.

Los modelos más conservadores marcan como amargados e infelices a los desleales y críticos con el sistema

P. Toma de referencia al feminismo para ejemplificar cómo en los últimos años y a partir de la conciencia de la opresión se han roto tabúes, se han dado a conocer muchas más realidades que la hegemónica y la autonarración de experiencias negativas ha sido catalizadora de hermandad. ¿De qué forma podríamos concienciarnos de nuestra vida-trabajo y lo que suponen?

R. A lo largo de todo el libro me valgo del ejemplo feminista como una compañía inspiradora para este proceso de reflexión y muy especialmente para hacer una lectura propositiva sugiriendo un necesario paralelismo. Creo que la sororidad feminista es un referente que vale como estímulo y metáfora cuando hablamos de afrontar la transformación de esas vidas-trabajo en tanto resultan opresivas. Así como el feminismo se valió de hacer público lo íntimo que cada mujer sentía angustioso pero había normalizado, y que en ese compartir creó lazo colectivo porque entre unas y otras se hicieron de espejo, así mismo creo que en la identificación de que no somos únicos y que compartiendo lo que nos hace frágiles nos hacemos fuertes.

P. Plantea el libro como una respuesta esperanzadora a 'El Entusiasmo'. ¿La esperanza es lo último que se pierde?

R. Que exista esta frase y la reiteremos denota la importancia y el gran valor que la esperanza tiene para los humanos, y es curiosa que pueda incitar tanto a la rebeldía como a la sumisión. La esperanza permite proyectarnos hacia lo indefinido de manera activa, nos implica en la vida porque permite proyectar un futuro. La esperanza nos sostiene en el mundo cuando lo vemos cargado de dificultades y nos hace pensar que hay posibilidad de cambiar las cosas. Si la esperanza es ese estado de ánimo que nos lleva a creer que lo que deseamos es posible, la esperanza habita no solo en uno mismo (y en lo que podemos cada uno de nosotros) sino en la sociedad, en creer que la sociedad está también trabajando para ayudar a las personas que sufren.

La esperanza nos sostiene en el mundo cuando lo vemos cargado de dificultades y nos hace pensar que hay posibilidad de cambiar las cosas

P. Por último, relata que “nadie puede estar prevenido ante lo que ni siquiera se imagina”. ¿Cómo se imagina usted que viviremos dentro de 15 años?

R. Creo que vidas y planeta sufren las consecuencias de un sistema que acelera los ritmos primando lograr mayores beneficios para unos pocos a costa de aumentar la desigualdad y dañar la casa donde vivimos. Imagino, pero más que imagino deseo, que cambie esta forma de vivir que prima capital a vida, y que dificulta pensar en el futuro como manera de responsabilizarnos no solo como individuos sino como especie.

Para mí la imaginación es un gran valor también para la política y creo que junto a las estadísticas que hoy ayudan a predecir y pronosticar futuro, precisamos usar la imaginación para contrastar esa deriva, para especular otras alternativas e intervenir en ellas como sujetos que tienen agencia y voluntad, que son capaces de no repetir atontadamente los mismos errores, recordando que los humanos somos ese tipo de animales que pueden planificar e imaginar antes de hacer.

La historia rara vez se escribe desde el presente de forma acertada. La excepción que confirma la regla es, de nuevo, Remedios Zafra y su 'Frágiles' (Anagrama, 2021). La voz propia de esta científica del Instituto de Filosofía del CSIC vuelve a dar en un clavo que cada vez arde más. Como si de una respuesta esperanzadora a 'El entusiasmo' (Anagrama, 2017) se tratara, Zafra ahonda en aspectos de los que no hay tiempo para pensar, binomios invisibilizados en la vida-trabajo: tecnología y conectividad, dinero y visibilidad, cuerpo y aguante, solidaridad e individualismo, vocación y creatividad, espacios y tiempos, libertad y vigilancia, hiperproducción y estabilidad.