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'Fauda': un 'thriller' pasional y apasionante en el que los israelíes tampoco son tan buenos
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'Fauda': un 'thriller' pasional y apasionante en el que los israelíes tampoco son tan buenos

La cuarta temporada de la serie israelí se traslada a Molenbeek y al Líbano, pero insiste en el carisma de su estrella, Lior Raz, y enfatiza las ambigüedades de un conflicto inextricable e irresoluble

Foto: Fotograma de la serie israelí 'Fauda'.
Fotograma de la serie israelí 'Fauda'.

No está claro quién es el amigo ni quién es el infiltrado. Ni tampoco quién es el árabe, ni el judío. Ni quién es tu marido, ni tu esposa. Ni quién es el terrorista. Ni dónde termina el mal ni empieza el bien. Ni quién tiene razón o la ha perdido en el eterno retorno del conflicto de Oriente Medio.

Las crisis de las últimas semanas revisten de actualidad la cuarta temporada Fauda. El sustantivo significa caos. Y el caos define de manera elocuente la irritabilidad de un problema irresoluble, precisamente porque los extremos que agitan el avispero —el terrorismo islamista y el terrorismo de Estado— conspiran para malograr la cohabitación de Palestina e Israel.

placeholder Imagen promocional de la cuarta temporada de 'Fauda'.
Imagen promocional de la cuarta temporada de 'Fauda'.

Y no es que Fauda —ni la cuarta temporada ni las anteriores— pretenda aportar las grandes claves geopolíticas, pero la perspectiva interior, local, familiar del conflicto redunda en la percepción de un fatalismo irremediable.

Cambia de escenario la serie israelí, pero no de protagonistas. Quiere decirse que el actor, guionista y exsoldado Lior Raz traslada su valentía y sus pulsiones destructivas al barrio musulmán de Molenbeek (Bruselas) y al estado sin estado de Líbano. Se trata de infiltrarse en la fontanería de Hezbolá y de rescatar a un altísimo funcionario de la inteligencia de Tel Aviv, aunque la trama también involucra a una policía árabe que trabaja en la policía israelí y que es utilizada para localizar a su hermano terrorista.

Foto: Imagen promocional de la tercera y última temporada de 'Fauda'

Puede entenderse así mejor el salto cualitativo, argumental y geográfico de Fauda. Y la frustración con que el comando de operaciones especiales observa las limitaciones de un estado de derecho en Bélgica. No puede entrar a su antojo en una mezquita, ni puede organizar secuestros ni disparar a quemarropa, aunque la tecnología —los drones, las telecomunicaciones, los programas de suplantación, el armamento más sofisticado— y la diplomacia sobrepasan los límites más triviales que se vulneran en Oriente Medio.

El mayor acierto se localiza en el dominio de las escenas de acción, en la construcción psicológica de los personajes y en la indagación de la zona de grises. No hay buenos del todo ni malos absolutos. Ni se le identifica uno y otro bando con la razón o con la verdad. Es cierto que la serie se resiente de una cierta condescendencia y un cierto paternalismo hacia las angustias árabes o palestinascomo si los israelíes fueran superiores y el Estado les otorgara razones y poderes extraordinarios—, pero se agradece que la serie eluda los antagonismos perfectos y el esquema maniqueo de los indios y vaqueros.

No hay buenos del todo ni malos absolutos, ni se identifica a uno u otro bando con la razón

Ni siquiera se diferencian claramente los rasgos étnicos ni los fonéticos. Entre otras razones porque el 20% de la población de Israel es árabe. Y porque proliferan las semejanzas socioculturales. Y porque las pasiones amorosas y las ambigüedades en la lealtad decantan espacios de promiscuidad que redundan en el desconcierto de la trama.

Tan complejos son los matices del laberinto medio-oriental que Fauda cumple su cuarta temporada —¿habrá quinta?— después de haber expuesto no ya la dinámica mutante y provisional del agresor o del agredido —Palestina o Israel, Israel o Palestina—, sino las guerras internas del mundo árabe.

placeholder El actor Lior Raz, interpretando el personaje de Doron Kabilio en 'Fauda'.
El actor Lior Raz, interpretando el personaje de Doron Kabilio en 'Fauda'.

Empezando por la colisión de la Autoridad Palestina y Hamás en sus respectivas áreas de influencia territorial (Cisjordania y Gaza). Y por el papel incendiario que representa la ramificación chií y proiraní de Hezbolá, involucrada en el propósito maximalista de exterminar el Estado de Israel. El ímpetu de Lior Raz convenció a su amigo

Superhéroe o antihéroe atípico

Avi Isaacharoff para ofrecer a las televisiones privadas el guion pirotécnico de Fauda. Isaacharoff sabía de lo que hablaba porque había sido corresponsal de Defensa en el diario de izquierdas Haaretz. Y porque pensaba que la hipertrofia del género medio-oriental —libros, películas, ensayos, panfletos— necesitaba una perspectiva menos pretenciosa y más caliente, procurando evitar el reparto de honores y condenas. Y recurriendo al carisma de un superhéroe o antihéroe totalmente atípico: calvo, gordo, cabreado, mayorzón.

En 'Fauda', la línea divisoria de la razón y la sinrazón es tan delicada como la que diferencia al derecho de la venganza por los siglos de los siglos

Hablamos del personaje creativo-destructivo de Doron Kabilio. Y del actor que ha sabido construirlo con todos los matices que caracterizan la tetralogía de Fauda. Lior Raz, nacido hace 48 años en un asentamiento judío de Cisjordania, es hijo de sefardíes exiliados en Irak y Argelia. Su padre ejerció de militar. Su madre lo hizo de profesora. Su novia de juventud resultó asesinada en Jerusalén a manos de una terrorista palestina. Y él mismo se alistó en el ejército de Israel, tanto en las fuerzas regulares como en los equipos antiterroristas y de operaciones especiales.

Se explica así mejor la credibilidad que aporta la trama de Fauda. Y el reparto equitativo de victorias y de desgracias, hasta el extremo de que la línea divisoria de la razón y la sinrazón es tan delicada como la que diferencia el derecho de la venganza por los siglos de los siglos.

No está claro quién es el amigo ni quién es el infiltrado. Ni tampoco quién es el árabe, ni el judío. Ni quién es tu marido, ni tu esposa. Ni quién es el terrorista. Ni dónde termina el mal ni empieza el bien. Ni quién tiene razón o la ha perdido en el eterno retorno del conflicto de Oriente Medio.

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