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El lodazal del 92: cómo Felipe y Juan Carlos cavaron sus tumbas en 100 días frenéticos
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La trastienda de una fecha icónica

El lodazal del 92: cómo Felipe y Juan Carlos cavaron sus tumbas en 100 días frenéticos

1992. El "año que España asombró al mundo" vio también al país entrando en recesión, a González atrapado en las redes de la corrupción y al rey dando los primeros síntomas de operar al margen del Estado. De la euforia al mal rollo

Foto: Felipe González y Juan Carlos I en la Expo 92. (Fundación Felipe González)
Felipe González y Juan Carlos I en la Expo 92. (Fundación Felipe González)

Versión oficial: La cumbre del 92 como año mágico español tuvo lugar el 8 de agosto de 1992. Fermín Cacho gana el oro olímpico en los 1500 metros con una demoledora recta final. Entre los 65.000 enardecidos espectadores del Estadio Olímpico de Montjuic estaban el rey Juan Carlos I y su hijo Felipe; las eufóricas celebraciones de la familia real llenaron esos días telediarios y revistas del corazón.

Versión olvidada: La cumbre del 92 como año aciago español tuvo lugar el 30 de diciembre de 1992. Comida en Casa Lucio con Juan Carlos I, la reina Sofía y Sabino Fernández Campo, jefe de la Casa del Rey y fontanero mayor del reino. Según diversas fuentes, el Rey soltó de pronto: "Sofía, ¿sabes que Sabino se nos va?". Ni Sofía ni Sabino sabían que Sabino se les iba. Fue una de las ejecuciones laborales más gélidas de la historia de la democracia.

Sabino, el cancerbero que había burlado al general Armada el 23-F y logrado que el rey no se metiera en líos (o si se metía, al menos que la prensa no se hiciera eco de los follones sentimentales y financieros del monarca) era purgado al final de un año que, en teoría, había sido la apoteosis de la Marca España. Todo eran alabanzas a la familia real por su papel en la Expo de Sevilla y en los Juegos Olímpicos, pero en Zarzuela rodaban cabezas al más alto nivel. Raro.

Juan Carlos I felicitó personalmente a Fermín Cacho tras ganar el oro olímpico. "He sufrido mucho durante la carrera", confesó el monarca al atleta. No menos sufrió Sabino Fernández Campo para que el Borbón no descarrilara durante el extasiado 92.

"Juan Carlos quiso plena libertad en el 92 para cometer sus desmanes de todo tipo"

Esos meses, Sabino advirtió en privado que el rey acabaría haciendo daño a la monarquía si no se controlaba. En 2022, con Juan Carlos I achicharrado por los escándalos, el tiempo parece haber dado la razón a Sabino, pero la realidad del 92 era la que era: el 'establishment' español iba con el turbo puesto, el rey quería carta blanca y Sabino acabó descabezado. La larga noche del 92.

Pasados los momentos álgidos de ferias y olimpiadas, la vuelta al cole del 92 fue una de las más bajoneras y revueltas que se recuerdan. Los últimos cien días del 92 estuvieron marcados por la recesión, la corrupción, la conflictividad y las purgas reales; con los dos grandes prohombres de Estado, Juan Carlos I y Felipe González, dando muestras de desconexión con la realidad que acabarían siendo irreversibles.

Esta es la historia de dos líderes alfa que cayeron en la autocomplacencia en el momento de mayor gloria propagandística de su país. Ocurrió hace 30 años.

Foto: La esfera bioclimática, uno de los símbolos de la Expo 92. (EFE/Julio Muñoz)

La dama del rumor

Las relaciones entre Juan Carlos I y Sabino Fernández Campo se tensaron mucho las semanas previas a Barcelona 92, cuando el rey desapareció del mapa coincidiendo con un cambio de ministros frenado porque el monarca no estaba en España para despachar con González.

La escapada suiza de Juan Carlos acabó llegando (sesgada) a los medios en lo que pareció una filtración de los guardianes de Zarzuela para darle un toque al rey. 'El País' tituló: "El rey, en Suiza para someterse a un chequeo médico" y la Casa del Rey admitió que el monarca estaba pasando unas "breves vacaciones en la montaña": Poco a poco conocimos la verdad: el rey estaba en Suiza con una de sus amantes, Marta Gayá, de su pandilla mallorquina.

placeholder Una portada histórica. (Cedida)
Una portada histórica. (Cedida)

La ausencia del rey saltó a los medios el 18 de junio. Dos días antes, Sabino comió con Emilio Alonso Manglano, director del CESID (ahora CNI). Las notas privadas de Manglano, recogidas en el libro 'El jefe de los espías', plasmaron así el contenido del almuerzo: "Suiza: mal. Parece que M [Marta Gayá] influye negativamente".

Tras el follón mediático, el rey regresó a España para despachar con González, se hizo unas fotos... y volvió a Suiza esa misma tarde, como reveló 'El Mundo' dos días después. Había tomate.

El 31 de agosto de 1992, la revista (conservadora) 'Época' se tiró a la piscina y aireo la relación entre el rey y Gayá (con un titular inolvidable por su delicada maliciosidad eufemística: "La dama del rumor").

Foto: El fiscal Yves Bertossa. (EFE/EPA/Martial Trezzini)

Dos días después de la portada de 'Época', Manglano despachó con Julián García Vargas, ministro de Defensa. Anotación de Manglano: "Hay preocupación por los temas económicos del rey. Los de faldas no tienen importancia. Hay veces que dice chorradas”.

¿Cuáles eran los preocupantes temas económicos del rey? Según anotaciones de Manglano previas al 92, Sabino había deslizado a su entorno que el monarca cobraba comisiones (vía Manuel de Prado y Colón de Carvajal) y tenía "5000 millones en Suiza". El dinero suizo del rey fue un mito 'underground' en los noventa; el 'establishment' siempre lo negó... pero resultó ser cierto, aunque tardara tres décadas en demostrarse.

Manglano, por cierto, conocía el 'affair' Gayá (y la separación de facto de los reyes) desde 1990. El 6 de septiembre de ese año, tras comer con José Joaquín Puig de la Bellacasa, secretario general de la Casa del Rey, el jefe de los espías anotó: "El rey está mal. Dedicado completamente a M. [Marta Gayá] y con sus amigos golfos. Se desentiende de todo".

El periodista

El autor de la información de 'Época' sobre la amante del rey fue el periodista Juan Luis Galiacho. Hablamos con él.

"Yo cubría los veranos en Mallorca y conocía la relación entre el rey y Gayá. El escándalo del viaje a Suiza del rey precipitó todo. Me puse a intentar atar la historia. Conseguí unas fotos de Gayá para hacer un perfil (tras publicarse el reportaje hubo una caza de brujas para buscar al filtrador, entre la burguesía mallorquina, clanes muy reservados en los que se protegía mucho a Marta)".

"Había que tener cojones para sacar una portada así en el año 92"

"Yo tenía preparado un segundo disparo para la semana siguiente, con nueva información sobre Gayá, pero nunca se publicó. Sabino Fernández Campo llamó a Jaime Campmany [director de 'Época'], al que conocía hacía tiempo, y le pidió detener el asunto como un favor personal. Sabino le dijo a Campmany: 'La reina Sofía no para de llorar, está completamente hundida, si volvéis a sacar algo la vais a matar. No te lo pido como jefe de la Casa del Rey, sino como amigo: no publiquéis nada más'".

"Hay que reconocer que Campmany le echó un par de huevos publicando esa portada. Había que tener cojones para sacar algo así en el año 92. Ahora bien: nadie siguió el hilo. A partir de esa portada, no se volvió a publicar nada similar sobre el rey durante varios años. Se paró todo", zanja Galiacho.

Piquito de oro

El rey Juan Carlos se abrió en canal ante dos reporteros/escritores en 1992. Primero a la periodista británica Selina Scott, que en el documental 'A year in Spain', sobre el 92 español, mantuvo la siguiente conversación con el monarca:

—Usted es un rey que paga impuestos como todo el mundo…

—¡Y cómo!

—No me diga usted que, como todos los españoles, intenta no pagar impuestos...

—No puedo decirlo, pero probablemente…

Carcajadas de Selina y el Borbón. ¡Eran los noventa!

La declaración viralizó en 2021 tras reconocer fraude fiscal el rey emérito (pagó una regularización de varios millones de euros para evitar embrollos judiciales).

Pero si la conversación con Selina Scott genera incomodidad retrospectiva (sobre todo) por el flirteo del entrevistado, fue la entrevista del rey con José Luis de Vilallonga la que generó una crisis seria en Zarzuela.

A principios de los noventa, Juan Carlos I autorizó a Vilallonga a escribir su biografía oral. Era la tercera vez que se intentaba: Miguel de Grecia y Baltasar Porcel llegaron a tener los manuscritos avanzados, pero acabaron rotos. Al artificiero Sabino, que veía poco que ganar y mucho que arriesgar, le hizo menos gracia todavía el tercer intento: Vilallonga, actor berlanguiano en 'Patrimonio nacional' e icónico 'bon vivant' aristocrático, era parte del bullanguero entorno mallorquín del monarca que estaba dando grandes quebraderos de cabeza a Sabino.

En la biografía autorizada de Sabino —'La sombra del rey', Manuel Soriano, 1995— el fontanero real contó que mantuvo "profundas discrepancias" con Juan Carlos sobre el encargo a Vilallonga. Cuando alguien tan amigo del eufemismo público como Sabino, admite "profundas discrepancias", uno puede fácilmente ponerse en lo peor.

placeholder Párrafos de la edición francesa de la biografía del rey que no aparecen en la edición española.
Párrafos de la edición francesa de la biografía del rey que no aparecen en la edición española.

Vilallonga y el rey tuvieron largas conversaciones en Zarzuela en 1992. En un clima de desahogada camaradería masculina —eran compañeros de correrías— y en un tono de confidencias campechanas; lo que quizá explique que el rey acabara hablando más de la cuenta…

El día que Vilallonga se presentó con el manuscrito, hubo incendio en Zarzuela, como se cuenta en la biografía de Sabino: "Al leerlo, Sabino se alarmó… El jefe de la Casa creía que la obra sería contraproducente para la corona y así se lo hizo saber a don Juan Carlos. A Sabino lo que le parecía más grave era que el rey apareciera hablando de los entresijos y de los personajes del 23-F": lo que, en opinión del fontanero real, "podían dar lugar a una demanda de revisión de las sentencias" de los golpistas.

Al ser un proyecto de una editorial francesa, la casa real tuvo poco margen para retirar las indiscreciones del rey, que se acabarían publicando en Francia. ¿Y en España? Justo después de la defenestración de Sabino, la Casa Real presionó a Plaza & Janés para que no publicara el ensayo. Pero la editorial había pagado un adelanto enorme por el libro: medio millón de euros al cambio actual. Hubo pacto: el texto se publicó, pero una versión pulida (sin los comentarios del rey sobre Armada y el 23-F, entre otras cosas). La biografía —titulada 'El rey'— se publicó en España en la primavera de 1993 y fue un gran éxito: vendió 300.000 ejemplares.

El confidente

Si a ojos de Sabino el biógrafo Vilallonga llevaba escrita la palabra "peligro" en la frente, la amistad de Juan Carlos I con Mario Conde era más tóxica que el reactor cuatro de Chernóbil (el Gobierno encargó esos meses un informe a unos detectives para conocer las intenciones políticas y los trapicheos de un Mario Conde que acudía a Zarzuela con asiduidad).

Mario Conde cayó en desgracia en diciembre de 1993, tras la intervención de Banesto, pero en 1992 era una de las personas de confianza de Juan Carlos I, amigo, confidente y asesor financiero del monarca. Conde pagó el tratamiento contra el cáncer del padre del rey, don Juan, colocó a su hermana (la Infanta Pilar de Borbón) en la Fundación Banesto y nombró presidente de Asturiana del Zinc al empresario Paco Sitges, amigo íntimo del monarca. Entre otras cosas.

Foto: El rey Juan Carlos, con el emir de Baréin. (Getty)

Que las relaciones entre Sabino y Conde fueron turbulentas —uno intentaba acercarse al rey y el otro que no se acercara demasiado— quedó claro en los libros de memorias de Conde, donde se narran episodios como una cena, el 27 de agosto de 1992, en la que el rey le "pidió encarecidamente" que Sabino no supiera nada porque todos los días me insiste en que no comente nada contigo".

El banquero, en definitiva, malmetió contra Sabino, el hombre que solo quería que el monarca no jugara con fuego.

El 13 de octubre de 1992, el rey despachó con Manglano. Palabras de Juan Carlos según las notas del jefe de los espías: "He llegado a la conclusión de que Sabino habla demasiado. Son muchas las personas que me han dicho que cuenta cosas de mí… indiscreciones. No sé si me es leal… Hay que buscar el relevo". Según el rey, Pedro J. Ramírez le había confesado que la fuente de varias informaciones de 'El Mundo' sobre las correrías del monarca era Sabino.

Foto: Miguel Boyer y Villa Meona. (Montaje: Carmen Castellón)

De la manita

Hablamos con la periodista Pilar Eyre, autora de varios libros sobre la familia real, de la trastienda monárquica del 92. Conversación resumida en cinco píldoras:

1) "La familia real se instaló en el Palacio de Pedralbes durante las olimpiadas. Venían todos los reyes y presidentes del mundo a rendirles pleitesía. Parecían los reyes del mundo. Daban una imagen de familia unida, pero su vida era un desastre, había peleas todas las noches, insultos entre el rey y la reina a grito pelado, se tiraban cosas, una situación horrible. Los empleados del servicio nos lo contaban a los periodistas, aunque luego no podíamos publicarlo, pero bueno".

"El rey cortó amarras con Sabino en el 92. No necesitaba que le reprocharan su vida privada"

2) "Durante las olimpiadas, me encontré al rey en el reservado de un restaurante de Barcelona, Via Veneto. Estaba cogido de la mano de una mujer que no era ni la reina Sofía ni Marta Gayá, sino una señora de la alta sociedad barcelonesa que yo conocía bien porque había ido con ella al colegio. Al verme, el rey no se ocultó, me saludó con total normalidad; se quedó tan tranquilo porque sabía perfectamente que no contaríamos nada porque no podíamos".

3) "El rey decía mucho que estaba harto de abuelos y de tutelas. Había tenido a Sabino, había tenido a Mondejar, había tenido a Franco, los viejos los llamaba él. Estaba harto de los abuelos y quería que dejaran de controlarle. Quería plena libertad para cometer sus desmanes de todo tipo, sentimentales, económicos, etc. Como el rey era muy listo, primero jugó a engatusar a esas figuras paternales, como niño que estaba solo en España (su padre, don Juan, estaba en el extranjero). Franco era el abuelito. Con los sucesivos ayudantes y preceptores que tuvo, jugó a ese juego, hasta que se cansó, y cuando se sintió fuerte, en el 92, cortó amarras. Hay que tener en cuenta que en el 92 era prácticamente un rey absoluto. Le decían que había traído la democracia, todo el mundo le adoraba, se vio poderoso, no necesitaba que le cortaran las alas o le reprocharan su vida privada. En el 92 sabía que no le iba a pasar nada, llevaba una vida amorosa desenfrenada, con amantes en varias ciudades, y todas las cosas económicas que luego hemos visto".

placeholder Sabino y Juan Carlos en Zarzuela en 1992. (EFE)
Sabino y Juan Carlos en Zarzuela en 1992. (EFE)

4) "Cuando Sabino vio que el rey se desmadraba, comenzó a utilizar a la prensa para, vía filtraciones, advertir al rey de que los medios podían fiscalizarle y hacerle daño. Hasta entonces la prensa no había contado prácticamente nada. Sabino filtraba pequeñas cosas para frenar al rey. Pero Juan Carlos se enteró de que Sabino hablaba con la prensa. La gota que colmó el vaso fue la filtración a 'El Mundo' del viaje suizo del rey en 1992. El rey también sospechaba que Sabino le pasaba información a la reina".

5) "La prensa sabía que Sofía era la esposa oficial y Gayá la esposa oficiosa (a la que llegó a presentar a su padre), pero en general había poca crítica a la Casa Real y toneladas de incienso. Y cuando la prensa hacía insinuaciones sobre su desordenada vida amorosa, la reacción más común era: "Bueno, sí, es un rey un poco mujeriego, pero qué cantidad de cosas buenas hace por el país". Tampoco es que estuviera mal visto ser mujeriego, más bien era una medalla", zanja Eyre.

Una historia de amor

Dicen algunos republicanos indómitos que la monarquía en España durará hasta que el PSOE quiera. Dentro de las fluidas relaciones entre el partido progresista y la casa real, no exentas de tensiones los últimos años, el buen 'feeling' entre Juan Carlos I y Felipe González quizá sea irrepetible.

Por si el 92 del rey no fue ya lo suficientemente movido, el felipismo entró ese año en una crisis de credibilidad de la que ya nunca saldría. Hablando claro: la posibilidad de que el PSOE perdiera las siguientes elecciones (1993) en favor del PP no eran buenas noticias para el rey. En efecto, esta contundente afirmación merece una explicación detallada…

En 'Con el rey y contra el rey', libro de referencia sobre un siglo de relaciones entre los socialistas y la monarquía, Juan Francisco Fuentes cuenta que cuando González amagó con no ser candidato socialista en 1990, el rey maniobró para que reconsiderara su decisión: "Como caso de borboneo hay que reconocer que resultaba doblemente anómalo, puesto que la intervención regia no se producía para provocar la caída de un primer ministro, sino para evitar su marcha, y que el agraciado por el favor real era un presidente socialista".

¿Por qué a Juan Carlos le gustaba tanto Felipe?

Los intereses de Juan Carlos y Felipe se alinearon en muchas ocasiones esos años. La revista 'Tribuna', de Julián Lago, sacó un par de reportajes atrevidos sobre cómo los entornos de Juan Carlos I y Felipe González se estaban enriqueciendo. Interpretación de Fuentes: "La actualidad informativa fue colocando en un mismo bando al rey y al presidente del Gobierno, criticados en algunos casos por los mismos medios de comunicación y a veces con idénticos argumentos". Cuando un sector de la prensa empezó a atacar a González por la corrupción, "el jefe del Estado optó por hacer causa común con el gobierno", rapapolvo real incluido a la propiedad episcopal de la COPE por las críticas al Ejecutivo.

Cuando el felipismo entró en crisis, los discursos navideños del rey enfadaron a veces a la derecha, al interpretarse que el monarca minusvaloraba la corrupción y ponía el foco sobre la crispación, como si estuviera más interesado en reprender a la oposición que al Gobierno.

Además de tener intereses políticos en común, el rey apreciaba la laxitud socialista hacia las costumbres desenfrenadas del monarca. El control de la vida privada del rey había generado tensiones desde la Transición. El general Armada, preceptor del monarca, llegó a advertirle que "un rey no hace negocios", y el presidente Adolfo Suárez admitió que "a veces, al rey hay que defenderle de sí mismo".

Visto lo visto, el PSOE decidió que la gestión del 'marrón' se la comiera Sabino Fernández Campo, porque "en ningún lugar estaba escrito que entre las funciones del ejecutivo estuviera fiscalizar lo que el jefe de Estado hiciera en sus ratos libres", según Fuentes. El PSOE, en definitiva, se puso de perfil/miró hacia otro lado. Al mismo tiempo que "González y Guerra ponían un especial interés en que la familia real se sintiera debidamente atendida", el gobierno "se mantuvo al margen de los asuntos relacionados con el monarca que pudieran resultar en conflictos y, en consecuencia, el control de su vida privada recayó en exclusiva sobre Sabino Fernández Campo", lo que quizá explique el enamoramiento socialista del monarca.

Pero en 1992 Felipe comenzó a cavar su tumba, y aunque su caída se demoró hasta 1996, no hubo Borbón que pudiera frenar aquello...

A Felipe no le va mejor

A principios de los noventa, estalló una crisis económica internacional por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en Japón, las tensiones petroleras de la Guerra del Golfo y el parto del tratado de Maastricht.

La gigantesca inversión pública española para la Expo 92 y las olimpiadas de Barcelona, con sus millonarias infraestructuras asociadas (tren de alta velocidad, autovías, etc.), retrasó lo suficiente la crisis como para que no se visibilizara con crudeza hasta apagarse la antorcha olímpica. La economía española entró en recesión el último trimestre de 1992 (primer crecimiento negativo en 11 años) y no se recuperó hasta mitad de década.

placeholder Juan Carlos, Sofía y Felipe en 2017. (EFE)
Juan Carlos, Sofía y Felipe en 2017. (EFE)

Por si la crisis económica no fuera suficiente, el Gobierno empezó a enredarse en diversas tramas de corrupción.

En los últimos meses de 1992, el PSOE colisionó a diario con el juez que instruía el caso Filesa (creación de una red de empresas para financiar la campaña electoral socialista de 1989).

El caso Ibercorp —banca de inversión trucha de la 'beautiful people', clase social adinerada del milagro socialista— salpicó a Miguel Boyer, exministro de Economía, y calcinó a Mariano Rubio, gobernador del Banco de España.

"Dirigentes del PSOE reconocen que el 92 es un año catastrófico por los casos de corrupción", tituló 'El País' el 17 de diciembre de 1992. En efecto, en una reunión de la ejecutiva federal socialista para hacer balance del año, se reconoció internamente que las continuas denuncias habían causado al PSOE "un daño irreparable moral y político".

Foto: Guillermo Galeote, exsecretario de finanzas del PSOE.

En las notas de Manglano sobre los primeros casos de corrupción (asunto Juan Guerra), tras despachar con varios ministros, el jefe de los espías perfiló a un Felipe González irritado con la prensa, con dificultad para aceptar las críticas y con gran sensación de agravio. ¡Con lo que él había hecho por el país! Pero la ola de la corrupción no había hecho más que empezar y ya sabemos que Felipe se puso aún más a la defensiva con los años.

Al acabar las olimpiadas, 'El País' entrevistó a Juan Carlos I. Titular: "Salimos reforzados ante el mundo".

Foto: El expresidente del Gobierno, Felipe González. (Getty/Europa Press/Isaac Buj)
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No obstante, basta echar un vistazo a las portadas de 'El País' las últimas semanas del 92 para saber que se había acabado el buen rollo. Selección de titulares: "Barbero [juez del caso Filesa] cree que el PSOE oculta datos y registra de nuevo su sede". "Condena de un año de cárcel a Juan Guerra por un delito fiscal". "Felipe González reconoce que él y su Gobierno han perdido credibilidad". "KIO anuncia la suspensión de pagos de Torras y el abandono de sus empresas". "Violenta protesta en defensa de la naranja". "España perdió en tres meses un tercio de sus reservas para apoyar a la peseta". "Solchaga pronostica que la crisis durará hasta entrado el año 94". "Industria mantiene los 9.700 despidos del acero pero revisa las jubilaciones". "Dura actuación policial en la Puerta del Sol". "La retirada de la inversión extranjera hunde la Bolsa y el mercado de deuda pública". Etc., etc., etc.

Contra la tendencia a recordar el 92 como una Arcadia feliz, los datos: según una encuesta de 'El País', dos de cada tres españoles pensaban que la situación económica era "mala o muy mala" en otoño de 1992. El periódico lo calificó de "el estado de opinión más pesimista en 20 años".

Que gane el mejor

El 5 de noviembre de 1992, la revista 'Hola' publicó un reportaje histórico. Titular: "La casa de Isabel Preysler y Miguel Boyer, habitación por habitación". Lo siguiente eran 31 páginas de fotografías anonadantes de su mansión en Puerta de Hierro, bautizada como "Villa Meona" por sus 13 cuartos de baño.

"Es una casa grande, pero a la vez recogida", afirmó 'Hola' con su finura habitual; Isabel Preysler asintió: la casa era "un poco grande, sí, pero por encima de todo, es muy acogedora". La villa, con 1370 metros cuadrados, fue objeto de escarnio popular durante años.

Foto: Isabel Preysler en el entierro de Miguel Boyer, junto a uno de los nietos del ex ministro, Hugo.

El del 'Hola' fue un reportaje negro del felipismo cultural. Si las sucesivas reconversiones industriales y huelgas obreras habían dejado la O del PSOE colgando de un hilo, el impacto popular de Villa Meona la decapitó del todo.

El 92 marcó, por tanto, el principio del fin del felipismo. Aunque la decadencia era ya imparable, contra todo pronóstico, González ganó a Aznar las elecciones en 1993… para alivio de algunos: según las notas del jefe de los espías, seis días antes de la votación, Juan Carlos I confesó a Manglano: "Prefiero que gane Felipe".

Juan Carlos era felipista y Felipe era juancarlista. De hecho, en 1992, el que no era juancarlista o felipista era o un pobre diablo o un titán alternativo, pero la fiesta del juancarlismo/felipismo tenía fecha de caducidad.

Versión oficial: La cumbre del 92 como año mágico español tuvo lugar el 8 de agosto de 1992. Fermín Cacho gana el oro olímpico en los 1500 metros con una demoledora recta final. Entre los 65.000 enardecidos espectadores del Estadio Olímpico de Montjuic estaban el rey Juan Carlos I y su hijo Felipe; las eufóricas celebraciones de la familia real llenaron esos días telediarios y revistas del corazón.

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