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La Expo 30 años después: la Cartuja pelea por ser un referente indiscutible de Sevilla
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TURISMO Y TECNOLOGÍA

La Expo 30 años después: la Cartuja pelea por ser un referente indiscutible de Sevilla

Los planes y ayudas para la sostenibilidad son las claves para acometer la nueva transformación que requiere un enclave que sigue siendo una isla y al que gran parte de la ciudad vive de espaldas

Foto: La esfera bioclimática, uno de los símbolos de la Expo 92. (EFE/Julio Muñoz)
La esfera bioclimática, uno de los símbolos de la Expo 92. (EFE/Julio Muñoz)

Hace 30 años que se inauguró la Expo de Sevilla y en la ciudad todavía hay quienes se refieren con este nombre al territorio singular que ocupó la muestra. Lo que en su día albergó los pabellones de la exposición es hoy el parque científico y tecnológico que más crece de España y que encierra tesoros por descubrir, en primer lugar, por los propios sevillanos. Sevilla no ha sabido aún tender los puentes necesarios para que la Cartuja deje de ser una isla, a la que gran parte de la ciudad vive de espaldas, si bien acoge uno de los principales motores económicos de la capital, pues representa un 7,8% del PIB de la provincia y el 1,9% del andaluz.

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Hoy el gran potencial para que Sevilla acometa una nueva transformación se encuentra en la Cartuja donde, tres décadas después, aún hay vestigios del 92 que despiertan la nostalgia de quienes vivieron los fastos. También las quejas por su estado de conservación de quienes transitan en una tecnópolis donde conviven más de 536 empresas y entidades que emplean a más de 23.700 trabajadores y facturan casi 3.000 millones de euros, superando ampliamente al segundo parque andaluz, Málaga TechPark.

A ello se suman 10.000 alumnos y otras 20.000 personas que acuden a diario a la isla para hacer usos de sus servicios. Sin duda, una ciudad a pequeña escala que cuenta, además, con tres hoteles, dos de ellos de cinco estrellas, un mirador privilegiado de 180 metros de altura, dos parques y jardines junto al río, con pantalanes para el atraque de embarcaciones de recreo, un centro comercial y varios escenarios culturales de primer nivel, desde un auditorio al aire libre para 8.000 personas, a dos museos y otros tantos teatros, además de un parque temático y un estadio deportivo de primer nivel.

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¿Cuál es el problema? “El contenido está muy por encima del continente”, explica Luis Pérez, director del Parque Científico y Tecnológico Cartuja que ha aprovechado esta semana un foro con el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, para reivindicar una mayor visibilidad de la realidad que encierra Cartuja. Los terrenos que albergaron la Expo del 92 sufren un déficit de infraestructuras de transporte, con escasas líneas de autobús y una estación de tren infrautilizada, y también de mantenimiento urbano.

Y resulta difícil de entender cómo, a pesar de reunir todos los requisitos necesarios, siguen sin ser un distrito tecnológico reconocido como tal, pues administrativamente esta zona depende del distrito Triana-Los Remedios y no cuenta ni siquiera con un presupuesto propio. En la gestión del conjunto de la isla hay otro hándicap: hay elementos, como el canal de la Expo, que son titularidad de la Administración autonómica, además de edificios privados de gran valor patrimonial sin protección. Es solo un ejemplo que demuestra la dificultad del gobierno de un enclave que es referente de la Sevilla tecnológica, de vanguardia e innovación que vive, en un elevado grado, de espaldas a la ciudadanía.

placeholder Monasterio de La Cartuja, centro neurálgico de la Expo 92. (EFE/José Manuel Vidal)
Monasterio de La Cartuja, centro neurálgico de la Expo 92. (EFE/José Manuel Vidal)

Una novedad ahora es que, por primera vez, Cartuja y el legado de la Expo del 92 figuran en la agenda política. El nuevo alcalde, Antonio Muñoz, ha incorporado con fuerza a Cartuja en su estrategia de promoción de un destino que no sólo busca atraer más visitantes, también inversiones. En este nuevo enfoque de la gestión turística de la ciudad, la tecnópolis y el conglomerado de empresas que forman parte de ella son una pieza fundamental. Y ya se trabaja en este sentido. El reto es abrir la Cartuja al visitante y también al sevillano y para ello hay que integrar en la ciudad a una isla que ya es también un distrito cultural y musical importante: al Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, donde también se programan conciertos, se suma el Teatro Central, la Fundación Tres Culturas, los auditorios de la SGAE, Rocío Jurado y Caixafórum y salas como Cartuja Center o Box.

La hora de Cartuja llega acompañada de una financiación que permitirá poner en marcha una estrategia turística y sostenible

La herencia de la Expo ha dejado un abanico de arquitectura moderna de interés que, a partir de ahora, se protegerá con un catálogo ampliado a 24 pabellones y algunas avenidas y jardines. “En Cartuja hay elementos no sólo arquitectónicos, también culturales, patrimoniales, comerciales, deportivos, paisajísticos, de ocio y de innovación que convierten a estos terrenos en un polo atractivo para la ciudad”, explica Muñoz, que se plantea como reto conseguir que la ciudad que fue clave en el éxito de la Expo del 92 vuelva a sacar su orgullo para hacer de Cartuja un referente en el mundo.

La hora de Cartuja llega acompañada de una financiación que permitirá poner en marcha una estrategia turística y sostenible. En principio, el Ayuntamiento de Sevilla ha recurrido al plan turístico de grandes ciudades, una herramienta que cuenta con un presupuesto de 5 millones de euros cofinanciados por la Junta de Andalucía. Y está pendiente de la convocatoria de los planes de sostenibilidad para acudir con un nuevo proyecto que permita sumar más dinero a la promoción del parque científico y tecnológico y al legado del 92, una labor que requiere de un centro de interpretación que muestre y explique qué ha pasado en esa isla en los últimos 30 años. Y también qué ocurrirá en las próximas décadas.

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La isla es ya hoy un laboratorio urbano donde se ensayan y ponen en marcha proyectos que revolucionarán la ciudad y la gestión de sus recursos. La Cartuja que viene contará en unos meses con el proyecto Qnat, que convertirá un bulevar en un oasis contra el calor, una iniciativa de la empresa pública de aguas Emasesa que utiliza un sistema milenario para la refrigeración natural del ambiente y recuperar en parte los principios del microclima que ya se aplicó con éxito a las calles del recinto en el 92.

Con este mismo concepto vanguardista y sostenible se levantará un nuevo hito arquitectónico en Cartuja, la nueva sede del Centro Común de Investigación (JRC por sus siglas en inglés) de la Comisión Europea. Se trata de una de las mayores inversiones que tendrá lugar en este territorio desde el 92, pues son 25 millones de euros, que se destinarán a un edificio diseñado por el danés Bjarke Ingels, ganador de un concurso internacional y que incorpora elementos capaces de producir más del doble de la energía que necesita el complejo para funcionar, construcción baja en emisiones de carbono y acero reciclado que, sin duda, cambiará la estética de una isla que muta al verde.

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De hecho, otro de los grandes proyectos del futuro se llama #eCity Sevilla y está ya en marcha para convertir la Cartuja en un territorio 100% autosostenible y descarbonizado antes de 2025. La propuesta es de Endesa y en ella está implicada también el Ayuntamiento de Sevilla y la Junta de Andalucía.

El próximo mes de septiembre Cartuja tendrá la ocasión de abrir su gran escaparate al mundo, pues acogerá la Asamblea General de la Asociación Internacional de Parques Científicos y Tecnológicos y Áreas de Innovación (IASP), una cita suspendida que tenía que haberse celebrado en Silicon Valley en 2021 y que brinda a Sevilla la oportunidad de consagrarse como referente tecnológico y turístico.

Hace 30 años que se inauguró la Expo de Sevilla y en la ciudad todavía hay quienes se refieren con este nombre al territorio singular que ocupó la muestra. Lo que en su día albergó los pabellones de la exposición es hoy el parque científico y tecnológico que más crece de España y que encierra tesoros por descubrir, en primer lugar, por los propios sevillanos. Sevilla no ha sabido aún tender los puentes necesarios para que la Cartuja deje de ser una isla, a la que gran parte de la ciudad vive de espaldas, si bien acoge uno de los principales motores económicos de la capital, pues representa un 7,8% del PIB de la provincia y el 1,9% del andaluz.

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