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'La casa del dragón': una precuela digna para resarcir a los fans de 'Juego de tronos'
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'La casa del dragón': una precuela digna para resarcir a los fans de 'Juego de tronos'

¿Volverá el universo creado por George R.R. Martin a conquistar a los espectadores o habrán perdido los dragones el fuego que logró conquistar a la audiencia mundial?

Foto: El trono de hierro de los Siete Reinos, en 'La casa del dragón', la precuela de 'Juego de tronos'. (HBO)
El trono de hierro de los Siete Reinos, en 'La casa del dragón', la precuela de 'Juego de tronos'. (HBO)

'Juego de tronos' es ya historia del audiovisual moderno. Emitida entre 2011 y 2019, sus ocho temporadas metieron en prácticamente todas las casas el universo medieval de espadas y fantasía creado por George R. R. Martin en su largo e inacabado ciclo de novelas 'Canción de hielo y fuego', que comenzó a escribir en 1991, publicándose a partir de 1996. Lo que primero fue 'bestseller' entre los lectores de 'fantasy' (que no es exactamente lo mismo que la literatura fantástica, ojo) se vio transformado por la magia de la televisión en fenómeno sociológico. Durante meses y meses, millones de espectadores de todo el mundo siguieron las violentas maquinaciones en torno al Trono de Hierro, convertido en símbolo icónico, y los Siete Reinos de Westeros, sazonadas con dragones y ejércitos de siniestros zombis. Nunca antes el género de fantasía épica había conseguido un impacto tan profundo en el público general, con la relativa excepción de las películas de 'El Señor de los Anillos' de Peter Jackson.

¿La clave de su éxito? Una fórmula tan vieja como Hollywood. De hecho, tan vieja como el mundo, bien conocida ya por Homero: intrigas, violencia y sexo. Algo que raramente aparece descrito con el realismo e intensidad aportados por Martin en un subgénero muchas veces destinado a un público juvenil. Inspirándose en episodios históricos como la Guerra de las Dos Rosas y en las novelas de Maurice Druon sobre ' Los reyes malditos', los libros y después la serie se benefician de algo que le está vedado a la novela histórica realista: dragones. Y, con ellos, buenas dosis de magia y hasta horror que, sin embargo, novelas y serie dosifican de forma inteligente y sutil, para no romper la suspensión de la incredulidad del público ajeno a la temática, al tiempo que satisfaciendo a este.

Aunque se pueden encontrar ejemplos anteriores parecidos en literatura, no así en cine o televisión. David Benioff y D. B. Weiss, creadores de la original 'Juego de tronos', supieron ver el inmenso potencial de una combinación inédita: los enredos políticos y de alcoba, las traiciones y romances propias de series como 'Yo, Claudio' o 'Los Tudor', aderezadas con dragones y fantasía. Lo mejor de dos mundos, enganchando al público de culebrones y dramas “realistas” a un universo fantástico de lagartos gigantes y muertos vivientes, y al público de espada y brujería a uno de adulterios, intrigas políticas y de cama. Y todos contentos, gracias, por supuesto a las generosas dosis de sexo, sangre y violencia explícitas tradicionales de las mejores (y las peores) producciones de HBO. Elementos, sobre todo el primero, que irían diluyéndose conforme avanzara la década y, con ella, fenómenos como el Me#too y la conciencia woke.

La última temporada de 'Juego de tronos' suscitó polémica, duelos y quebrantos

Como todo tiene un final, y Martin no parece tener demasiada prisa en concluir su ciclo de novelas, parado desde 2011 en su quinta entrega, mientras rellena huecos con precuelas, 'spin-offs' y otras hierbas que entretienen a sus desesperados fans, la serie llegó al suyo por su cuenta y riesgo en mayo del 2019, con una última temporada que suscitó polémica, duelos y quebrantos entre sus seguidores, pese a la aquiescencia más o menos renuente del propio Martin. Pero mientras tenga el más mínimo atisbo de éxito, el 'show' debe continuar. Y desde el momento mismo en que Daenerys Targaryen moría apuñalada en brazos de su amado Jon Snow, empezaban los rumores sobre una nueva serie, ahora, posiblemente, una precuela.

Poco más de tres años después los rumores dejan paso a 'La casa del dDragón', la serie de HBO que viaja 200 años hacia atrás en la historia de los Siete Reinos, aceptando el desafío de satisfacer a una horda de fanáticos del mundo de Martin, que va desde frikis que han leído y analizado cada punto y coma de la saga hasta familias enteras, amas de casa y poligoneros que no se habrían acercado a un libro de fantasy ni con un palo. ¿Logrará su objetivo?

'La casa del dragón'

Después de ver un buen puñado de episodios de la primera temporada de 'La casa del dragón', que constará de un total de diez, una cosa está clara: Ryan J. Condal, nuevo showrunner de la serie, Miguel Sapochnik, director de alguno de los mejores episodios de la original y del primero de esta, y George R. R. Martin, mucho más implicado esta vez en el proceso de escritura y producción, han hecho todo lo posible para recuperar el espíritu y estilo de las primeras entregas de 'Juego de tronos'.

placeholder Paddy Considine es el rey Viserys Targaryen en 'La casa del dragón'. (HBO)
Paddy Considine es el rey Viserys Targaryen en 'La casa del dragón'. (HBO)

'La casa del dragón' toma como punto de partida la segunda mitad del libro de Martin 'Fuego y sangre' (Debolsillo), a su vez, primero de dos que han de servir —el segundo aún sin publicar— como marco cronológico a su saga. De hecho, no se trata exactamente de una novela, sino de una suerte de “crónica histórica” que recorre los principales acontecimientos que preceden 'Juego de tronos'. Si 'El Señor de los Anillos' tiene en el ' Silmarillion' su libro sagrado, su mitología y teología, 'Canción de hielo y fuego', con su apego al “realismo”, tiene aquí su Gibbon, su Barbara Tuchman o, mejor aún, su Geoffrey de Monmouth. Lo cierto es que este mamotreto metaficcional, que oscila entre lo entretenido y lo abrumador, no fue muy bien recibido por parte de la crítica, ya que carece de todas las virtudes narrativas de las novelas.

Pero posee por el contrario una virtud cardinal para su traslación a la pantalla: funciona más como el esqueleto de un guion que como una narrativa completa. Proporciona a los guionistas una guía general y un elenco de personajes, sin obligarlos a guardar fidelidad extrema a unos acontecimientos que apenas se desarrollan sumariamente en el libro. De ahí, la libertad casi total de estos para convertir sus páginas narrando la decadencia de la Casa de Targaryen, que conducirá a la guerra dinástica por la sucesión al trono conocida como la 'Danza de dragones', en una intrincada trama plagada de traiciones, conspiraciones, alta política, bajos instintos, líos de alcoba, asesinatos, batallas y dragones.

'La casa del dragón' sigue el trágico final del reinado del rey Viserys I Targaryen, quinto monarca de los Siete Reinos

'La casa del dragón' sigue el trágico final del reinado del rey Viserys I Targaryen (Paddy Considine), quinto monarca de los Siete Reinos, cuyos problemas para tener un hijo varón que le suceda llevarán a que, contra la tradición, nombre heredera del trono a la carismática princesa Rhaenyra Targaryen (Milly Alcock en su juventud y Emma D´Arcy en la edad adulta). Una decisión que no hace especialmente feliz al hermano del rey, el violento y conspirador príncipe Daemon Targaryen (Matt Smith), teórico heredero de la corona, situación que se complicará aún más cuando Viserys, casado en segundas nupcias con la hija de su consejero, Ser Otto Hightower (Rhys Ifans), tenga por fin un hijo varón. El banquete está servido, bien condimentado con brutales torneos poco o nada deportivos, un parto no apto para corazones sensibles, piratas y reinos independientes complicando la existencia pacífica de los Siete Reinos, orgías en tabernas y casas de lenocinio, más unas cuantas intervenciones de dragones a cual más espectacular. Lo cierto es que no se han escatimado esfuerzos para atrapar al espectador y devolverle a las emociones fuertes propias de las primeras temporadas de 'Juego de tronos'.

Mayor implicación de Martin

La mayor implicación de Martin es evidente en algunos aspectos que habían suscitado sus quejas anteriormente. Tanto los dragones como las banderas y estandartes de las diferentes Casas han ganado colorido, para estar más acordes con la descripción y el papel que juegan en los libros, una demanda hecha directamente por el escritor. Por otra parte, los años transcurridos entre 'Juego de tronos' y 'La casa del dragón' pasan también su impuesto inclusivo: la casa de Velaryon, la más antigua de los Siete Reinos, descendiente, como los Targaryen, de la mítica Valyria, ha pasado de ostentar una “piel blanca, un pálido cabello espectral y unos ojos púrpura” a ser representada por el actor británico de color Steve Toussaint, como Lord Corlys Velarion. La respuesta indignada de algunos fans no se ha hecho esperar, pero hay que reconocer que, al menos, no solo Toussaint interpreta espléndidamente su papel, sino que el resto de su Casa también es negra o mestiza —está casado con la blanca princesa Rhaenys Velarion (Eve Best), una Targaryen—, evitando el ridículo de otras series como 'The Witcher', donde los personajes de color surgen de la nada.

La siempre agradecida hipocresía anglosajona nos permite disfrutar de unos momentos de erotismo gráfico en los primeros episodios

Por otro lado, pese a la promesa hecha por los showrunners de que “no habrá ninguna violencia sexual durante la primera temporada”, la siempre agradecida hipocresía anglosajona nos permite disfrutar de unos cuantos momentos de erotismo gráfico en los primeros episodios, cuyo grado de violencia queda a juicio de cada cual, igual que su necesidad o gratuidad. En cualquier caso, son aspectos siempre muy presentes también en las páginas de Martin, no sin motivo: es la Edad Media, qué demonios. O, por lo menos, algo parecido.

Una vez más, efectos especiales, decorados, vestuario, diseño de producción y fotografía brillan próximos a la perfección. Rodada en Inglaterra, España y Portugal, se aprovechan bien castillos y conventos, montes, costas y llanuras, y ya el tercer episodio regala una espectacular batalla contra los piratas a mayor gloria de un estupendo Matt Smith. Estamos, además, en la época de esplendor de los Targaryen, por lo que la vida cortesana, las ciudades y fortalezas están más llenas de color, lujo y riqueza que en el bárbaro mundo de 'Juego de tronos'. Si bien resulta extraño que, pese a transcurrir casi doscientos años antes, vestuario, armas y parafernalia sean muy similares a los de la primera serie, como si estuviéramos eternamente congelados en el siglo XV. Eso sí: los fans de los dragones disfrutarán de ellos desde el primer momento, pues es también un tiempo en el que vuelan a sus anchas por los cielos, sirviendo a sus “amos” como artillería en todo combate que se precie.

placeholder Matt Smith, en 'La casa del dragón'.
Matt Smith, en 'La casa del dragón'.

Por supuesto, el reparto principal sigue siendo inveteradamente británico. Paddy Considine ofrece un retrato simpatético del enfermo, paciente y honesto Viserys I, con matices del viejo rey Lear de Shakespeare, referencia obligada, mientras Rhys Ifans hace lo propio como la Mano del Rey, corriendo suerte parecida a la que sufriera Thomas Wolsey, Lord Canciller de Enrique VIII. Las jóvenes Milly Alcock y Olivia Cooke resultan convincentes en sus respectivos papeles como amigas de infancia y futuras enemigas, mientras Fabien Frankel, como el apuesto, trágico y romántico Ser Criston Cole pone una nota de belleza masculina, viril pero sensible (así le irá…).

Sin embargo, siguiendo la regla de que “una película vale lo que su villano”, la parte del león es para Matt Smith como el visceral Daemon Targaryen (a veces la sutileza de Martin bautizando personajes puede resultar dudosa). Cambiando su vis excéntrica y filogay del Dr. Who por la no menos filogay pero más violenta, decadente, luciferina y gótica de este intrigante seductor, aficionado a la tortura y la mutilación, al vino y las putas, pero también guerrero sin par, capaz de abrirse paso a espadazo limpio entre cientos de piratas, de cabalgar dragones y cortar cabezas de un solo tajo, es el personaje que proporciona más alegrías y despierta más interés de toda su familia.

Un retorno feliz

Queda mucho por ver de 'La casa del dragón' antes de poder emitir más juicios pero, visto lo visto, supone un feliz retorno a la fórmula original que convirtiera 'Juego de tronos' en éxito de masas. También, por supuesto, posee algunas de sus carencias y defectos: poco o nulo sentido del humor (mucho más abundante en el libro), la reiteración de situaciones y diálogos (que generalmente aportan poco al desarrollo de la acción) y cierta tendencia a ralentizar morosamente los momentos cumbre, no tanto para subrayar su dramatismo, como para elongar innecesariamente la dilatada duración de episodios y temporadas. Más allá de estos previsibles defectos, que lo son en parte del actual formato serial mismo, estamos ante una precuela que no defraudará a los seguidores de Martin ni de 'Juego de tronos', menos aún a quienes añoraban la violencia, erotismo e intrincadas intrigas amorales de sus primeras entregas.

¿Conservarán los próximos episodios y temporadas este brío? Pronto lo sabremos. ¿Supondrá un fenómeno global y sociológico equiparable a la serie original? Difícilmente. Los fenómenos solo se dan una vez, por eso lo son. Confiemos, sin embargo, en que el universo de Martin deje de expandirse hasta convertirse en una aburrida parodia de sí mismo, como les ocurre a tantos otros. De momento, 'La casa del dragón' es una digna extensión de 'Canción de hielo y fuego', que bien podría y quizá debería ser también su muy digna despedida, al menos por un largo tiempo.

'Juego de tronos' es ya historia del audiovisual moderno. Emitida entre 2011 y 2019, sus ocho temporadas metieron en prácticamente todas las casas el universo medieval de espadas y fantasía creado por George R. R. Martin en su largo e inacabado ciclo de novelas 'Canción de hielo y fuego', que comenzó a escribir en 1991, publicándose a partir de 1996. Lo que primero fue 'bestseller' entre los lectores de 'fantasy' (que no es exactamente lo mismo que la literatura fantástica, ojo) se vio transformado por la magia de la televisión en fenómeno sociológico. Durante meses y meses, millones de espectadores de todo el mundo siguieron las violentas maquinaciones en torno al Trono de Hierro, convertido en símbolo icónico, y los Siete Reinos de Westeros, sazonadas con dragones y ejércitos de siniestros zombis. Nunca antes el género de fantasía épica había conseguido un impacto tan profundo en el público general, con la relativa excepción de las películas de 'El Señor de los Anillos' de Peter Jackson.

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