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Depeche Mode: estribillos del montón, poses de perro agonizante y narcisismo
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'Spirit’ es el disco más mediocre de su carrera

Depeche Mode: estribillos del montón, poses de perro agonizante y narcisismo

Hablemos claro: Depeche Mode no son un buen grupo. Carecen de la potencia vanguardista de Kraftwerk, de la carga subversiva de Laibach y de la profundidad poética de The Smiths.

Foto: Dave Gahan, de Depeche Mode en un concierto en Polonia el pasado verano. (EFE)
Dave Gahan, de Depeche Mode en un concierto en Polonia el pasado verano. (EFE)

Una de mis ambiciones profesionales es entrevistar alguna vez a un miembro de Take That, Backstreet Boys o New Kids On The Block. La pregunta que más ganas tengo de hacerles es si les da mucha rabia el triunfo de los británicos Depeche Mode, un grupo que funciona prácticamente igual que cualquier ‘boy band’, pero que escogió vestirse de negro en vez de usar el blanco. Su trayectoria de casi cuarenta años demuestra que el truco para que una banda de fans no caduque jamás consiste en prohibir las letras optimistas, impedir las sonrisas en las fotos y convencer a los oyentes de que sufres como un perro agonizante. A ellos ni siquiera se les exige ser guapos. Éxitos como 'I Just Can’t Get Enough', 'People Are People' y 'Everything Counts' encajarían problema en el repertorio de Wham! o Justin Bieber. Considerarles un grupo “de culto” en vez de uno “de fans” es la distinción más artificial de la historia del pop. El prestigio poético de las letras oscuras, solemnes y atormentadas solo puede ser un error, pero uno muy común, que los adictos a la música solo corregimos cuando nos da por madurar.

Foto: Martin Gore, Andrew Fletcher y David Gahan en una imagen promocional de Depeche Mode | Anton Corbijn

En el fondo, Depeche Mode se adelantaron a un descubrimiento sísmico de la industria editorial y cinematográfica. Me refiero a darse cuenta de que la típica historia de ‘príncipe azul’ puede revenderse con fuerza redoblada si cambiamos al protagonista por un vampiro (saga ‘Crepúsculo’) o por un sádico sexual (saga ’Cincuenta sombras de Grey’). Que poco sospechaban su condición de pioneras culturales las chicas que bailaban 'Master & Servant' en 1984.

Estribillos del montón

Hablemos claro: Depeche Mode no son un buen grupo. Carecen de la potencia vanguardista de Kraftwerk, de la carga subversiva de Laibach y de la profundidad poética de The Smiths. También les falta la capacidad de mutación que imprimió Robert Smith a The Cure, seguramente la banda con quien comparten más seguidores. Como en el caso de U2, Depeche Mode llevan más de un cuarto de siglo sin entregar un álbum en condiciones. 'Music For The Masses' (1987) y 'Violator' (1990) son los últimos discos del grupo que aportan algún himno a la historia del pop del siglo XX. Ya les vale. Cuando te pones a contar, su media de buenas canciones es más baja que la New Order, Devo o Camela, si se trata de compararles con otros grupos tecno-pop.

Dave Gahan siempre apostó por cantar de la manera más uniforme posible. Un simulador de voz podría clavar sus escasos matices

De hecho, me atrevo a decir que alumnos como OBK han grabado tantas canciones disfrutables como sus maestros. Y mucho más humanas, en el sentido de compartir los conflictos cotidianos de sus seguidores. Depeche parecen pensar en sí mismos como parientes directos de las tragedias griegas, pobladas de reyes, dioses y semidioses. O sea: seres por encima del resto de los mortales. El mayor honor de la carrera del grupo, sin duda alguna, fue que un gigante de la música popular como Johnny Cash se animase a grabar su 'Personal Jesus', en una versión que -sin ser grandiosa- mejoraba la letra, dotándola de humanidad y matices. Dave Gahan siempre apostó por cantar de la manera más uniforme posible. Un simulador de voz podría clavar sus escasos matices y previsibles inflexiones.

Razonamientos defectuosos

Siempre han sido una ‘boy band’, ni mejor ni peor que las demás. Quienes pasamos de los cuarenta crecimos viendo como Dave Gahan era el oscuro objeto de deseo de las lectoras de Bravo y Superpop. Ni siquiera es guapo, pero su eterna pose de chico torturado, en permanente conflicto interior, es droga dura para las adolescentes. Recuerdo especialmente la carta de una fan en Superpop que decía: “Estoy enamorada de Dave Gahan. ¿Qué puedo hacer?’ Posiblemente es el texto más desolador que he leído en mi vida. Creo recordar que la chica era de Huelva. Por supuesto, algunos me dirán que Depeche Mode tuvieron su etapa de fans y luego se volvieron un ‘grupo serio’ , que aportó cosas cruciales a la historia de la música. Es un razonamiento profundamente defectuoso, basado en considerar que si escribes letras sobre lo mucho que sufres estás haciendo algo más valioso que si compones 'You Are The Sunshine Of My Life' o 'I Just Called To Say I Love You', de Stevie Wonder. Llamadme insensible, pero nunca me han conmovido los sufrimientos de las estrellas pop globales, que en general llevan vidas bastante satisfactorias. Dudo que Depeche sean una excepción.

La base de público del grupo son los estudiantes de clase media atormentados, que viven en suburbios confortables de Europa o Estados Unidos

La base de público del grupo son los estudiantes de clase media atormentados, que viven en suburbios confortables de Europa o Estados Unidos. Más claro: los adolescentes ricos de cualquier edad que se sienten incomprendidos. Casi todos son incapaces de distinguir una canción con valor poético de una que carece de él. Himnos como 'Walking In My Shoes', 'Never Let Me Down' y 'Barrel Of a Gun' son cáscaras ampulosas, vacías de contenido. En cambio, 'World In My Eyes' es un prodigio a la hora de capturar la esencia el narcisismo. Apuesto que la compusieron sin grandes esfuerzos. Seguramente estamos ante su única canción infravalorada. Esa letra son ellos, el himno de la gente que se cree muy especial (admito que a mí me gusta).

Suelo creativo

Su último trabajo, 'Spirit', es el punto más bajo de su carrera. Puedo decirlo con seguridad, ya que -por imperativo profesional- me he visto obligado a escuchar todos. La especialidad de la casa, fingir o exagerar sufrimiento existencial, ya no les parecía suficiente. Entonces decidieron que este iba a ser su disco político. Se podría escribir mucho sobre lo forzado del propósito, pero ya lo ha dicho todo Andy Gill, crítico pop del diario británico The Independent: “En este álbum, el grupo se pone serio y político, algo que no les pega nada. Se las apañan cuando hablan de romance, perversiones y noches oscuras del alma, pero escuchar a Dave Gahan en 'Poorman' acusando a las corporaciones de las trampas de la economía neoliberal es absurdo, insensible y de mal gusto. 'Going Backwards' suena como un subproducto de Devo, donde acusan a la humanidad de su escasa evolución, sin el ingenio del grupo al que copian. Los ritmos pulsantes y sintetizadores oscuros de 'Where Is The Revolution?' son desperdicios en un tema dedicado a constatar obviedades sociales”. No se puede expresar mejor.

Nunca les ha preocupado la política, ni los conflictos sociales, por eso suenan más falsos que un billete de tres euros

Resumen: los Depeche Mode de 2017 intentan convertirse en Ismael Serrano. Así, sin anestesia, de la noche a la mañana. El problema es que todos sabemos que nunca les ha preocupado la política, ni los conflictos sociales, por eso suenan más falsos que un billete de tres euros. De hecho, en 'Where’s The Revolution?' regañan a los oprimidos del mundo por no alzarse contra sus explotadores. Han leído bien: les regañan. “Venga, gente, me estáis decepcionando”, canta Gahan desde un púlpito en el vídeoclip. Cuesta imaginar una letra más idiota o miserable. A pesar de todo, ahí siguen, llenado estadios con entradas entre 60 y 250 euros. Este sábado actúan en el Palacio de los Deportes de Madrid y el próximo 14 de julio serán cabezas de cartel del festival Mad Cool de Madrid. Tenemos Depeche Mode para rato.

Una de mis ambiciones profesionales es entrevistar alguna vez a un miembro de Take That, Backstreet Boys o New Kids On The Block. La pregunta que más ganas tengo de hacerles es si les da mucha rabia el triunfo de los británicos Depeche Mode, un grupo que funciona prácticamente igual que cualquier ‘boy band’, pero que escogió vestirse de negro en vez de usar el blanco. Su trayectoria de casi cuarenta años demuestra que el truco para que una banda de fans no caduque jamás consiste en prohibir las letras optimistas, impedir las sonrisas en las fotos y convencer a los oyentes de que sufres como un perro agonizante. A ellos ni siquiera se les exige ser guapos. Éxitos como 'I Just Can’t Get Enough', 'People Are People' y 'Everything Counts' encajarían problema en el repertorio de Wham! o Justin Bieber. Considerarles un grupo “de culto” en vez de uno “de fans” es la distinción más artificial de la historia del pop. El prestigio poético de las letras oscuras, solemnes y atormentadas solo puede ser un error, pero uno muy común, que los adictos a la música solo corregimos cuando nos da por madurar.

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