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Cómo me hice fan de Ismael Serrano (después de años insultándole)
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la última frontera del hipsterismo

Cómo me hice fan de Ismael Serrano (después de años insultándole)

Su doble concierto en el Apolo de Madrid completa mi proceso de deshipsterización

Foto: Ismael Serrano en directo. (EFE)
Ismael Serrano en directo. (EFE)

Durante años, detesté profundamente a Ismael Serrano. Yo era hípster talibán y acudía a sus recitales por 'imperativo profesional', como la izquierda 'abertzale' jura la Constitución española. Ponía verde al cantautor de Vallecas por lo previsible de sus versos, por imitar demasiado el vibrato de Serrat, por salir a escena con ropa de calle, en plan qué-campechano-soy-y-qué-poco-lo-digo. “Solo existe una gremio más vanidoso que los rockeros y esos son los cantautores”, me decía Igor Paskual, guitarrista y compositor de Loquillo. Yo me partía de risa y mandaba mis crónicas demoledoras a la sección de Cultura de ‘La Razón’, donde eran bastante celebradas.

Me sentía el crítico pop más ingenioso, implacable y demoledor del mundo. También me burlaba de mi novia, de forma machista, por ser tan boba como para disfrutar de este tipo de sentimientos 'buenistas' y 'oenegeros' (Serrano era su cantante favorito y yo me creía un bolchevique por escuchar a grupos de rock alternativo tipo Nirvana). Ahora, cuando Serrano viene a Madrid, la llamo para quedar y verlo juntos. Y me lo paso tan bien o mejor que ella. ¿Cómo puede haberse dado un cambio tan radical?

Foto: Russian Red, icono hipster. (Efe)
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Quitarse la tontería

Primero, la mutación obedece a un proceso de deshipsterización (hablando en plata: quitarte la tontería). Ya no utilizo la música como signo de distinción, sino como herramienta de disfrute y relación social. Segundo: porque Ismael Serrano vive su mejor momento creativo. El disco 'La llamada' (2014) es un salto notable, lo más intenso y contagioso que ha grabado en sus 20 años de carrera. Para empezar, combate la solemnidad típica de su gremio con suaves ráfagas de cumbia, candombé y reguetón. Desde la primera vez que lo escuché, me enganchó el himno que da título al álbum. “Ya nadie hace canciones sobre cajeras de supermercado”, me había dicho días antes el Dylan catalán Xavier Baró. Pues bien: Ismael Serrano es una de las pocas excepciones. La protagonista de esta pieza es una cajera precaria, madre soltera con hijo, que nunca será rescatada por Christian Grey (el de 'Cincuenta sombras...'). Cuando sale del trabajo encuentra personas rebuscando en el contenedor de basura y se alegra de no estar en esa situación. Lo mismo hasta se siente un poco 'clase media'. ¿Les suena la situación?

'La llamada'

Amor y revolución

A pesar del guion dickensiano, que retrata la realidad social de España en 2016, la canción contagia una inmensa alegría y ganas de cambiar el mundo. "Que el miedo cambió de bando / que el precariado se haga visible / que no se olviden de tu alegría / que la tristeza si es compartida / se vuelve rabia que cambia vidas”. Invita a sindicarse, salir a las plazas, mirarnos a las caras como en 'Plástico' de Rubén Blades. En el concierto del lunes cayeron 'La casa y el lobo', una celebración de la existencia de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. También sonó 'Rebelión en Hamelín', sobre la repolitización de la sociedad española después del 15-M. Completó con 'Los invisibles', sobre nuestra capacidad olímpica para ignorar los problemas de los pobres y excluidos. Lamenté que no tocara 'El día de la ira', que me parece más poderosa que las tres anteriores. “Llegará por fin el día en que despiertes / temblarán por fin los templos de la usura”, dice uno de los mejores versos. ¿Cuánto hacía que no escuchaban una llamada a la revolución en una canción popular?

Pero no solo de política vive Serrano, que también compone agridulces declaraciones de amor como 'Absoluto', donde pide a su chica que no le cuente nada si algún día tiene una noche loca. También dejó fuera la preciosa 'Mi problema', otro precioso retrato de relaciones destempladas. Empezó el concierto con 'Las cuatro y diez', para celebrar el alta de Luis Eduardo Aute, brilló con 'Ojalá' de Silvio Rodríguez e invitó al cantautor de culto Javier Bergia para animar la recta final.

'Mi problema'

Errejón y Clara Lago

Admitámoslo: un concierto de cantautor, Serrano incluido, tiene mucho de misa izquierdista, con sus rituales inevitables. A las puertas del teatro nos esperan dos activistas de Amnistía Internacional para pedir nuestra firma en favor de que la Unión Europea acoja a los refugiados. Tienen más éxito en 12 minutos que en 12 horas pateando la calle Preciados. Suena a activismo del siglo XX, pero alegra que haya gente que se siga preocupando por los más vulnerables cuando dejan de salir en los telediarios. El público parece de treinta y muchos para arriba, con el 'look' típico de Pozuelo, Majadahonda y Las Rozas (municipios ricos del cinturón de Madrid). Las celebridades más visibles son Dani Rovira, Clara Lago e Íñigo Errejón.

En alguna de las frases, como impulsado por un resorte, Errejón se levanta de la butaca con el puño en alto

El momento estelar del último llega en 'Papá, cuéntame otra vez' (1997), la canción donde Serrano impugna el relato político de la Transición por demasiado edulcorado. En alguna de las frases, como impulsado por un resorte, Errejón se levanta de la butaca con el puño en alto (nada de la uve de victoria habitual). Hay que agradecer mucho a los 'cansautores' (término peyorativo de la época) que mantuvieran la llama de la crítica social mientras tantos perdíamos el tiempo con grupos anglosajones sin nada que decir sobre nuestros problemas vitales inmediatos (o sin nada que decir, directamente). Serrano también fue una de las primeras voces en denunciar el vacío posmoderno de La Movida.

Foto: Nacho Vegas e Ismael Serrano (Enrique Villarino)
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Fronteras estéticas

Durante años, he defendido a artistas muy impopulares, de Camela a Daddy Yankee, pasando por Los Chikos del Maíz. Nunca me han caído más broncas que por decir que admiraba a Ismael Serrano. El crítico Carl Wilson explica, en el espléndido libro ‘Música de mierda’, que su proceso de deshipsterización pasó por aprender a entender y apreciar las canciones de Céline Dion y las motivaciones de su público. El mío pasó, en parte, por hacer lo mismo con las letras y seguidores de Serrano. Recuerdo recibir una regañina épica de Jota de Los Planetas cuando dije en algún sitio que me encantaba 'La llamada'. Nacho Vegas, en cambio, aceptó debatir con Serrano y declaró admiración por piezas como 'Mi problema'. Quizás Ismael Serrano sea la última frontera de la deshipsterización. Si no les vale, prueben con Pablo Guerrero, Luis Pastor, Víctor Jara o tantos otros. Canciones de abajo para demoler tu sensación de superioridad estética y política. Para empezar a sentir fraternidad.

'El día de la ira'

Ismael Serrano toca el día 7 en Miranda de Ebro, el 8 en Aranda de Duero, el 10 en Sevilla y el 26 y 27 de noviembre en Barcelona

Durante años, detesté profundamente a Ismael Serrano. Yo era hípster talibán y acudía a sus recitales por 'imperativo profesional', como la izquierda 'abertzale' jura la Constitución española. Ponía verde al cantautor de Vallecas por lo previsible de sus versos, por imitar demasiado el vibrato de Serrat, por salir a escena con ropa de calle, en plan qué-campechano-soy-y-qué-poco-lo-digo. “Solo existe una gremio más vanidoso que los rockeros y esos son los cantautores”, me decía Igor Paskual, guitarrista y compositor de Loquillo. Yo me partía de risa y mandaba mis crónicas demoledoras a la sección de Cultura de ‘La Razón’, donde eran bastante celebradas.

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