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Así hace escuela El Confidencial
  1. Comunicación
José Antonio Zarzalejos

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Así hace escuela El Confidencial

Transmitir el estilo de hacer periodismo, eso que se denomina praxis, solo es posible en la universidad y bajo la docencia de los que han vivido el pasado inmediato, pero alientan el entusiasmo por el presente y el futuro

Foto: Imagen: EC.
Imagen: EC.

¿Cuándo un periódico se hace adulto? ¿Cuándo consolida su posición en el sector mediático? ¿Cuándo forma parte del ecosistema de la información, el análisis y la referencia en la sociedad? ¿Cuándo, en definitiva, se consolida? Cuando crea escuela con su estilo y está en condiciones de transmitirlo en el aprendizaje de los nuevos periodistas. En ese punto se encuentra El Confidencial y esa es la razón por la que, en colaboración con la Universidad Rey Juan Carlos, sienta sus reales en el territorio universitario.

El periodismo reclama a gritos valor añadido. Y por mucha inteligencia artificial que irrumpa en el oficio —en el nuestro y en otros muchos—, el capital esencial de un medio de comunicación es el talento colectivo de sus profesionales. Rota la intermediación que entregaba al periodista una misión casi mística en las sociedades democráticas, su labor profesional reclama mayores exigencias. Son las que se pusieron encima de la mesa en el acto de inauguración del máster de la URJC y El Confidencial el pasado lunes. Datos, verificación, investigación… son los retos que los directores académicos del proyecto —los veteranos y expertos Antonio Rubio y Manuel Gertrudix— destacaron en sus intervenciones. Se trata de lograr la excelencia en el ejercicio de una profesión —la "más bella del mundo"— que pelea contra una tormenta de dificultades, en un mundo casi distópico, con poderes, instituidos y meramente constituidos, que entrecruzan sus intereses en maniobras oscurantistas.

En el acto académico captaron la atención dos trabajos de investigación con los que algunos alumnos del máster culminaron el curso pasado. Uno de ellos se refería, con abundancia de datos, a las prácticas clínicas del aborto y al haz de derivaciones mercantiles que asedian esos episodios dramáticos para tantas mujeres. Ejemplar. La segunda de las investigaciones resultó aún más impactante: la ludopatía en los vendedores de la ONCE. Cualquiera de esas averiguaciones —realmente rigurosas— merecería ser publicada y debatida. Porque, con un salto de pértiga, renuncian a lo obvio y penetran en el trastero de los asuntos, en el espacio en semisombra que parecía no merecer la luz de un candil.

Foto: Oteyza y Escoriaza. (Imagen cedida) Opinión

El camino que debe recorrer el periodismo es empinado y pedregoso. Difícil. La profesión se debate en el ser o no ser, en encontrar una nueva dimensión y un renovado sentido a lo que los periodistas hacemos. No basta con contar lo que ocurre. Hay que explicar por qué sucede y cuáles son las consecuencias de lo que acontece. Para eso no solo se requiere libertad en el ejercicio del oficio. Es precisa una formación cada día más cualificada, con nichos de especialidad, con contactos constantes con fuentes acreditadas y solventes, con lecturas provechosas (sabios los consejos de los directores académicos del máster) y con un modelo de trabajo profesional que apueste por los equipos sin que eso suponga renunciar a la individualización de las tareas.

Muchas de estas variables para proyectar el periodismo del siglo XXI están en el fenotipo de El Confidencial. La ventaja de la juventud —poco más de 20 años— es que deja una huella indeleble de lo que en ese tiempo tan fugaz se aprende. Y lo que se aprende es un poso, una cultura profesional, un modo de contar y enfrentarse a la realidad. En esa forma peculiar de conducirse —cada uno y todos a la vez— podría estar la fórmula de éxito de este periódico y de otros que han sobrevivido a ciclos históricos convulsos. En el sector de los medios se producirá, antes o después, un proceso de selección darwinista. Los editores que no apuesten por el talento, por la formación de sus profesionales y por su dignificación laboral caerán.

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Transmitir el estilo de hacer periodismo, eso que se denomina praxis, solo es posible en la universidad y bajo la docencia de los que han vivido el pasado inmediato, pero alientan el entusiasmo por el presente y el futuro; y de los jóvenes periodistas bregados en las dificultades del día a día: el cuerpo docente. Va a ser interesante esta aventura para El Confidencial y para sus profesionales, como subrayó en ese acto tan provechoso del lunes pasado Nacho Cardero, el director.

Cuando un periódico pisa el territorio universitario con el propósito de mostrarse en su entendimiento del oficio —que es la suma de una experiencia—, se hace adulto. Porque late en su intención crear escuela. Ese es el paso que acaba de dar El Confidencial. No hay mayor ni mejor síntoma de afirmación en el proyecto que mostrarlo a las jóvenes generaciones de profesionales, porque esa docencia implica la pretensión de continuar, de perdurar, de persistir.

¿Cuándo un periódico se hace adulto? ¿Cuándo consolida su posición en el sector mediático? ¿Cuándo forma parte del ecosistema de la información, el análisis y la referencia en la sociedad? ¿Cuándo, en definitiva, se consolida? Cuando crea escuela con su estilo y está en condiciones de transmitirlo en el aprendizaje de los nuevos periodistas. En ese punto se encuentra El Confidencial y esa es la razón por la que, en colaboración con la Universidad Rey Juan Carlos, sienta sus reales en el territorio universitario.

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