El drama de los loteros ludópatas de la ONCE: "No podemos huir del juego"
Según CCOO-ONCE hay empleados que piden bajas laborales para huir de su puesto y dejar de jugar. En ONCE reconocen algún caso aislado de ludopatía, pero niegan que sea un problema endémico
Cuando Montse empezó a trabajar en ONCE ya tenía problemas con los juegos de azar hacía algún tiempo. "Ahora creo que, quizás, todo empezó cuando tenía unos veinte años", trata de recordar. Gastaba mucho en las tragaperras y en lotería, sobre todo, y "aunque era consciente de que jugaba mucho, no me veía ningún problema". Con los años, su ludopatía fue en aumento, en nada favorecida por su puesto de vendedora de cupones en ONCE. "Pasas muchas horas sola y a veces te cuesta mucho vender y llegar a los objetivos que te piden. Entonces un día te autocompras unos cupones o te haces unos rascas, para llegar al objetivo y, de paso, ver si te sacas algo extra. Y es ahí cuando la cosa empieza a empeorar".
La ludopatía no es solo la adicción más compleja de detectar, según muchos expertos, sino que, además, es quizás la más difícil de abandonar, como demuestran las tasas de recaída. Según los datos de FEJAR (Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados), de cada 100 personas que comienzan, solo 64 terminan el tratamiento (que suele durar unos dos años), y apenas 30 consiguen rehabilitarse completamente.
Pero si un ludópata lo tiene difícil para recuperarse hoy en día, con la ingente cantidad de estímulos y publicidad diaria sobre juego que martillea radio, internet y televisión, imaginen a un ludópata que trabaje ocho horas al día encerrado en una caseta rodeado de monedas, cupones y rascas de la ONCE. ¿Cómo creen que acaba la historia?
Esta fue durante muchos años la vida de Montse. Ludópata y recuperada desde hace más de siete años, Montse estuvo más de una década compaginando su adicción y su trabajo como vendedora de juego en ONCE. Ella no considera que la gente se haga ludópata por trabajar en ONCE, pero no entiende que la ludopatía no se considere riesgo laboral "en una institución que, aunque tiene una labor social, es a la vez una operadora de juego y tiene productos a los que la gente se puede enganchar." Ahora, ya desligada de la organización, quiere poner su cara para visibilizar lo que ella asegura que es un problema que no se quiere ver en ONCE, "pero que afecta a más gente de la que nos pensamos".
El 6 de mayo de 2011 era viernes. El viernes que eligió Montse para confesarle a Carlos, su marido, que hacía muchos años que tenía problemas con el juego. Para decírselo, tuvo que armarse de valor y tomarse cuatro pacharanes. Tenía miedo de lo que pensaría de ella tras saber la verdad. Pero lo que peor llevaba era la vergüenza. “Sentía vergüenza por tener que reconocer la cantidad de cosas terribles nos había hecho, a mí y a mi familia, solo por mis ganas de jugar”, recuerda Montse desde el sofá del comedor de su casa.
Autocompra para no perder el trabajo
Montse entró en ONCE en 1996, con un contrato de seis meses que le renovaban si conseguía unos objetivos mínimos de venta. “No era muy buena vendiendo, la verdad, y el puesto que tenía asignado tampoco me facilitaba conseguir los objetivos”, recuerda. Así que no tardó mucho en recurrir a la “autocompra” cada vez que veía peligrar su trabajo. “Si me daban seis tiras y solo vendía tres, para poder llegar a los mínimos, me quedaba con las otras tres tiras y me las jugaba”.
La autocompra es algo relativamente común entre los vendedores de cupones, como explica Santiago Mallo, secretario general de CCOO-ONCE. “Los vendedores tienen unos objetivos de venta mínimos que están en torno a los 4.500 euros mensuales. Si no consigues esos objetivos, ves peligrar tu puesto de trabajo. Y no es lo mismo tener el punto de venta en Sol que en la Casa de Campo. Así que hay gente que se autovende el producto, por lo que termina por pagar su salario de su propio bolsillo e incluso llegando a endeudarse con la organización”.
Con este método, Montse consiguió mantener su puesto de trabajo hasta que la hicieron fija en 1999. Mal que bien fue controlando sus gastos hasta 2008, cuando tuvo “la suerte” de quedarse con el punto de venta de un compañero que se jubilaba y donde se vendía mejor. “Y pensé que como iba vender más, pues jugaría menos. Pero me subieron los objetivos y terminé jugando más, y perdiendo más, porque te metes en la dinámica de jugar para recuperar las pérdidas”.
Hay gente que recurre a la autocompra, por lo que termina por pagar su salario de su propio bolsillo
Y cuando en 2010 llegaron ‘los rascas’ al catálogo de productos de ONCE, el pozo de Montse se hizo todavía más profundo. “Con los rascas me descontrolé. Cuando me llegaba el sueldo mensual, yo ya me lo había jugado.”
El juego de la ONCE se calienta
“Si antes la ludopatía era muy residual entre nuestros vendedores, creemos que con los rascas empeoraron bastante la situación, porque es un tipo de apuesta muy caliente,” reflexiona Santiago Mallo de CCOO. “Hemos tenido casos de compañeros que han recogido los rascas y se los han jugado ellos en casa, sin siquiera pagarlos. Ahora tenemos casos de deudas a la empresa que van de los 2.000 a los 10.000 euros, en solo tres meses, porque con los rascas, la cosa se va de las manos más rápidamente,” asegura.
En la misma línea se expresa Juan Lamas, director técnico y fundador de FEJAR, uno de los organismos que colaboran con ONCE en temas de ludopatía. “Es un producto con un altísimo caudal adictivo, porque es de muy fácil acceso, de bajo coste y de solución inmediata."
"Llegó un momento que jugaba muchísimo. Entre rascas y cupones creo que podía gastarme, fácilmente unos 90-105 euros, cada día", confiesa Montse.
Y así llegó ese 6 de mayo de 2011 en que Montse terminó por pillarse definitivamente los dedos y se delató. “Le debía dinero a una de esas personas a las que, digamos, no les puedes deber dinero”. Era viernes y el lunes tenía que liquidar a la ONCE sus ventas y no tenía ni producto ni dinero.
Deudas, bajas laborales y despidos
"En ONCE ocurre que se producen despidos basados en expedientes por deudas", según afirma Santiago Mallo. "Se deja que se acumulen estas deudas y mientras se les insta a pagarlas. Se les quita el producto preventimante y se les pide el dinero. Si no pagas, te vas a la calle. Pero esto no debería ser así, porque se debería investigar bien a fondo qué ocurre para que esa persona que liquidaba bien ahora te deba dinero."
De hecho, Montse encubría su ludopatía en su cumplimiento religioso con sus liquidaciones. “Jamás le debí dinero a ONCE. Nunca. Tenía deudas por todos sitios, pero jamás con la empresa. Ya me las apañaba para liquidar siempre”.
Tanto Mallo como Montse ven inconcebible que ONCE permita que sus vendedores le deban dinero sin sospechar que pueda haber ludopatía detrás. "
Con la ayuda de Carlos, Montse solicitó la baja laboral a su médico de cabecera. Una vía que, según Santiago Mallo, algunos toman para "poder desengancharse de su puesto de trabajo y así poder cobrar la baja para pagar las deudas contraídas con la empresa".
Cuando a Montse le dieron la baja, "no por ludopatía, sino por depresión”, matiza, fue cuando recibió la llamada de los servicios sociales de ONCE para preguntarle por aquella baja. "Fue entonces cuando conocieron de mi ludopatía por mi primera vez".
Rápidamente, Montse recaló en APAL (Asociación para la Prevención y Ayuda al Ludópata), una de las asociaciones de tratamiento de la ludopatía de FEJAR y en la primera sesión, para su sorpresa, coincidió con un compañero de ONCE, quien apenas duraría un año antes de abandonar las terapias. "Las últimas noticias que tengo es que recayó de nuevo en el juego y ahora está jubilado", cuenta Montse.
La recuperación fue más dura de lo esperado y Montse intentó suicidarse hasta en dos ocasiones. “Me sentía un lastre. Me sentía fatal, me sentía mala persona por todo lo que había hecho. Y también sentía muchísima vergüenza al contarlo”.
Les cuesta muchísimo admitirlo", apunta Diana Alonso, psicóloga de APAL. "De hecho, la víctima, incluso viniendo a terapia, puede tarder meses hasta que reconoce realmente que tiene un problema de adicción".
Solo un año después, Montse recibió el alta de la Seguridad Social y se encontró en la tesitura de tener que volver a su puesto de trabajo. Algo para lo que no se veía en absoluto preparada. “Yo seguía en rehabilitación y sabía que como me metiera en un quiosco, rodeada de juego, recaía el primer día”, recuerda.
Me encontré a un compañero de ONCE en las sesiones de terapia, pero no duró ni una año y volvió a recaer
Por ello solicitó a ONCE que le cambiaran de puesto de trabajo. “Pero con muy buenas palabras, me dijeron que no era posible, que no tenían nada que encajara con mi perfil y que las jubilaciones donde me podían dar un sitio no se iban a cubrir. Así que me tuve que pedir una excedencia, con una deuda que pa qué y sin meter dinero en mi casa para huir del trabajo y de mi adicción. Lo pasé fatal.”
Durante tres años, Montse se tuvo que conformar con hacer cursos de formación de telemarketing y de informática. “Hasta que en 2015 llegó una persona trasladada de otro centro de ONCE y que, casualmente, había ayudado a otro compañero con ludopatía en su centro de origen y me dijo que me iba a ayudar a mí también”.
Un año después, Montse conseguía una suplencia como teleoperadora en una empresa colaboradora de ONCE. Sin embargo, antes de terminar la suplencia, la Seguridad Social le adjudicaba la incapacidad laboral absoluta y permanente resuelta en base a su ceguera severa, un diagnóstico de distimia (trastorno depresivo crónico), ansiedad social, abuso de alcohol y ludopatía. "Yo había optado por pedir la incapacidad porque me veía tirada en la excedencia y perspectivas laborales. Pero si me hubieran ofrecido un puesto de cualquier cosa, yo no hubiera pedido la incapacidad, porque quería trabajar. Pero no en la venta, eso no podía hacerlo".
Choque entre sindicatos y ONCE
El caso de Montse se cerró con su salida en falso de ONCE, pero actualmente en la organización hay un choque frontal entre agentes sindicales y empresa sobre la realidad de la ludopatía en el seno de un organismo en el que confluyen su gran labor social y su posición como gran operador de juego.
Para Santiago Mallo, de CCOO-ONCE, las raíces del problema de la ludopatía en ONCE se hunden "en un formato de venta que está mal planteado. La gente pasa mucho tiempo sola, con un producto que cada vez es más difícil de vender y, por lo tanto, es cada vez más difícil conseguir los objetivos que pide la organización."
Pero fuentes internas de ONCE niegan la mayor y aducen que los vendedores tienen objetivos, "pero son absolutamente razonables. Son objetivos como cualquiera los tenemos en nuestros trabajos." Además, aseguran que hay un "contacto exhaustivo con los vendedores y su actividad a través de tutores asignados, quienes se encargan no solo de controlar la labor, sino de asesorar y acompañar."
Según Victoriano Redondo, director de servicios médicos de ONCE, en cuanto a la detección y prevención de casos de ludopatía en el seno de ONCE, “hacemos lo que podemos, que es bastante. Tenemos acuerdos de colaboración con FEJAR y distintas asociaciones, y en cuanto detectamos un problema de este tipo se actúa con trabajadores sociales y psicólogos para que las personas reciban tratamiento especializado”. Si bien, Redondo confirma que no tiene especialistas en ludopatía entre sus psicólogos y su protocolo es "referir los casos que detectamos a las asociaciones especializadas con las que colaboramos".
La ludopatía como riesgo laboral
En la misma línea se expresan otras fuentes de la institución, que aseguran que apenas tienen detectados casos de ludopatía entre sus trabajadores. “Disponemos de un mapa de riesgos sobre la enfermedad y la tenemos situada en un nivel intermedio, así que no vemos que suponga un problema crítico entre nuestros trabajadores.”
Pero ni a Montse, ni a Santiago Mallo parece bastarles con ese mapa de riesgos y piden que se reconozca la ludopatía como riesgo laboral. "De esta forma", afirma Mallo, "la gente no tendría que verse obligada a pedir bajas laborales para huir de sus puestos de trabajo".
Desde FEJAR también presionan para que la ludopatía dé derecho a una baja laboral justificada porque tienen claro que la enfermedad en un entorno como ONCE es imposible de desvelar si no hay un mayor esfuerzo de la empresa en favorecer a quien la sufre. “Tenemos en tratamiento a varias personas que no han dicho nada en ONCE porque temen perder su puesto trabajo”, confirma Juan Lamas.
Si bien desde ONCE aseguran que “nadie pierde el trabajo por declararse ludópata. Queremos dejar claro que no se abren expedientes sancionadores por estas razones. Ni siquiera por deberle dinero a la empresa”, subrayan las mismas fuentes
Sin embargo, desde CCOO-ONCE aseguran que hay hasta dos personas actualmente en riesgo de despido por expedientes disciplinarios por deudas con la empresa, originadas por problemas de ludopatía. “Pero se está priorizando que deben dinero a la organización en el trato con ellos. Se les pide que se recuperen y que devuelvan el dinero. Y esa presión del despido para personas con discapacidad, como nosotros, no hace sino empeorar las cosas.”
Y por la misma línea se expresa Montse. “La ONCE necesita un protocolo de prevención interno para detectar ludópatas sin esperar a que el afectado se delate, porque eso, ya les digo yo, que no va a ocurrir. El entorno laboral del vendedor es demasiado propicio para que las personas, a poco que tengan un problema, se refugien en el juego que les rodea en su puesto de trabajo, día a día.”
A este respecto, desde ONCE aseguran conocer muy bien a sus vendedores. "Los conocemos porque no solo sabemos quienes son, sino que sabemos dónde viven, sus problemas, su situación familiar… Es un contacto muy personal, más allá de lo profesional. Y a ver, nos pueden engañar, claro." Y opinan que, a pesar de que la ludopatía es un "tema muy sensible y cualquier caso es importante, no manejamos números de ludopatía que nos hagan alarmarnos".
Cuando Montse empezó a trabajar en ONCE ya tenía problemas con los juegos de azar hacía algún tiempo. "Ahora creo que, quizás, todo empezó cuando tenía unos veinte años", trata de recordar. Gastaba mucho en las tragaperras y en lotería, sobre todo, y "aunque era consciente de que jugaba mucho, no me veía ningún problema". Con los años, su ludopatía fue en aumento, en nada favorecida por su puesto de vendedora de cupones en ONCE. "Pasas muchas horas sola y a veces te cuesta mucho vender y llegar a los objetivos que te piden. Entonces un día te autocompras unos cupones o te haces unos rascas, para llegar al objetivo y, de paso, ver si te sacas algo extra. Y es ahí cuando la cosa empieza a empeorar".
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