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La primera playa artificial de España

Este complejo en ruinas te explica por qué crear una playa en Madrid es un sueño maldito

La Playa de Madrid fue un icono de la capital durante la Segunda República y ha vivido distintas reformas. Pero ahora, mientras otros empresarios anuncian macroproyectos, este nadie lo quiere

Cartel en la entrada de La Playa de Madrid. (Guillermo Cid)

El pasado miércoles, un grupo de empresarios liderado por el Atlético de Madrid anunciaba su última apuesta por todo lo alto. Madrid tendrá playa urbana. La mayor piscina urbana de olas de Europa se construirá, si todo va bien, en las inmediaciones del estadio Metropolitano, siendo la guinda del pastel que el equipo colchonero prepara con su nueva ciudad deportiva. El render, con arena incluida, tardaba poco en llenar redes y periódicos. Incluso hay medios que se lanzaron a probar con el "Madrid sí tendrá playa". Mientras, unos kilómetros al oeste, el complejo que aún mantiene el nombre original de La Playa de Madrid languidece un día más sin nadie interesado en salvarlo.

Encajado entre tres de los espacios de más alto standing de la capital, el barrio de Puerta del Hierro, el hipódromo de la Zarzuela y El Pardo, sobreviven aún las ruinas del proyecto original que se atrevió a poner en pie el mítico sueño capitalino de tener playa, y llamarla así. Un centro gigantesco, de unos 184.865 metros cuadrados a orillas del río Manzanares, que se creó en la Segunda República (se abrió al público en 1932) como la primera playa artificial del país. A día de hoy, el lugar diseñado por Manuel Muñoz Monasterio (arquitecto del Santiago Bernabéu o de Las Ventas) es propiedad de Patrimonio Nacional, que no ha tenido éxito en buscarle una salida, y solo lo cuidan algunos operarios para que no se venga abajo del todo. Tras casi una década cerrado, sus frontones llenos de grafitis, sus piscinas vacías o sus edificios desconchados recuerdan a todo el que entra en la capital por la carretera de La Coruña la maldición del sueño capitalino con tener su propia costa en la que bañarse.

"Es una pena, pero el abandono ha sido total. Desde que se echó el cierre en 2014 no se ha tocado nada y se ha dejado que se pierda. Y esto es la pescadilla que se muerde la cola. Cuanto más se deja, más difícil es recuperarlo. Es un sitio espectacular y la calidad de las instalaciones, como las piscinas o las canchas de tenis, se ha demostrado al ver cómo ha aguantado todo pese a la pandemia o Filomena, pero está en estado ruinoso". El que habla es Juan García Vicente, un veterano ecologista madrileño que conoce el lugar al dedillo. Durante años ha montado excursiones para ver el estado de las instalaciones e incluso ha promovido senderos que recorrieran el lugar aprovechando la ribera del Manzanares. "El complejo fue una obra de ingeniería brutal para la época por la forma de presar el agua, y se mantienen edificios históricos de estilo racionalista. Pero cayó en desgracia y nadie es capaz de levantarlo pese a sus posibilidades", añade.

La relación entre playa de Madrid y fracaso es algo que se repite en el tiempo. La ciudad siempre ha soñado con tener un arenal. A falta de un gran río caudaloso o salida al mar, como tienen muchas urbes, la capital española se las ha ingeniado para intentar encontrar su propio espacio de refresco. Pero pese a ese anhelo que ha perdurado en el tiempo, de momento casi ningún proyecto ha funcionado. La playa de Puerta del Hierro es el mejor ejemplo de la maldición, pero hay más. De la misma época de esa construcción era el proyecto La Isla, unas piscinas situadas en el propio río, con forma de barco, junto al Puente de la Reina y que ya han desaparecido. Más recientemente, con Manuela Carmena, se intentó colocar una playa de olas en la plaza de Colón que también acabó en desastre. El último que intenta arrancar es un proyecto en Alovera, en la frontera entre Guadalajara y Madrid, que busca tener la mayor playa artificial de la UE.

Lo que queda de La Playa de Madrid. (G. C)

"Es una constante en Madrid, sus gentes siempre han mirado a sus ríos buscando lugares de refresco. Aunque el verdadero auge empieza en los años treinta. En ese instante, hay una corriente de pensamiento global que empieza a preocuparse por la salud y el deporte, y los baños se generalizan. Es por eso que en Madrid se apuesta por ese tipo de instalaciones aprovechando sus ríos. E incluso se desarrollan planes en el Jarama, fuera de la urbe, sobre todo entre San Fernando de Henares y Arganda del Rey", explica José María Ezquiaga, exdecano del Colegio de Arquitectos de Madrid. "Más allá de La Playa, para mí, el proyecto más interesante es el de La Isla. Es de la misma época de La Playa, los años treinta, y se hace con un gusto especial, un edificio muy similar al Club Náutico de San Sebastián. Fue una pena que desapareciese tras la guerra", añade.

Pese a lo que cuenta Ezquiaga y los proyectos que aparecen cada pocos años en los titulares, la realidad es que la ciudad hace tiempo que tiene déficit de espacios de refresco abiertos al público. Sobre todo en el centro. Según datos publicados por este medio en 2021, con datos del ayuntamiento y elaboración propia, mientras la media española es de una piscina pública por cada 59.000 vecinos, en Madrid la ratio es de una por cada 145.000 (contando las de la CAM), muy lejos de la tasa ideal que calculan los estudios de urbanismo y el propio Ministerio de Fomento: una para cada 50.000-100.000 habitantes. La ratio de Madrid está muy lejos de ciudades como Vitoria, con una piscina por cada 28.000 personas. O Logroño, que tiene una para cada 50.000. Barcelona, aunque tiene ocho para sus 1,6 millones de habitantes, no es comparable, porque cubre esta necesidad con una playa que acompaña longitudinalmente a la ciudad.

La Isla tenía tres piscinas, dos al aire libre, y el conjunto simulaba un barco.

En los años más calurosos, nadie quiere La Playa

A falta de saber cómo terminará el proyecto del Metropolitano, en Puerta del Hierro pueden tener una advertencia. El espacio funcionó muy bien durante los primeros años, e incluso con la recuperación que se llevó a cabo tras la guerra. Pero los problemas empezaron pronto. Con la industrialización de la zona, se contaminó el río, por lo que la presa que permitía bañarse en el Manzanares dejó de tener sentido. Toda la vida del club se pasó a una serie de piscinas y canchas deportivas que se valían de la ribera para aprovechar su refresco. Así aguantó durante décadas, como club privado de empresas como Telefónica. Pero la crisis de 2008 supuso la puntilla. En su última época, la gestión estaba a cargo del Grupo Arturo Cantoblanco, que dejó un agujero en las cuentas del club de 867.000 euros. Fue desalojado en 2014 después de estar meses explotando el lugar sin pagar el alquiler ni los impuestos a su dueño, Patrimonio Nacional.

Después de aquello, el lugar no ha vuelto a levantar cabeza. Se intentó con otro alquiler, el del Grupo La Cococha. Según demandó Patrimonio Nacional en 2020, y contaba el diario El País, la empresa no había pagado un solo mes de alquiler y debía más de 530.000 euros. En total, el lugar tiene una deuda de más de un millón de euros, que se une a lo que cualquier contratista debería apoquinar para sacar a flote el gigantesco espacio. Una vuelta por la zona, o simplemente un vistazo desde la pasarela que se construyó sobre la M-30 solo para llegar al complejo, vale para descubrir el ruinoso paisaje. Ni siquiera la torre principal, histórica por, entre otras cosas, aparecer en una de las famosas imágenes que sacó Robert Capa durante la Guerra Civil, aguanta ya las pintadas o los destrozos.

La torre de La Playa. (G. C.)

Patrimonio no da más información sobre la situación actual del complejo pese a las preguntas de El Confidencial. Sin embargo, su último intento de dar nueva vida a La Playa fue un fracaso. Ni siquiera tener por delante los veranos más calurosos del siglo en Madrid sirvió para que alguna compañía se interesase por su explotación. El anuncio caducó en octubre de 2021 sin que se llegase a ningún acuerdo. Eso sí, los requisitos eran duros, para intentar evitar los problemas de años anteriores.

No podía ser una empresa creada ad hoc para el complejo y, según el pliego de condiciones, los aspirantes debían demostrar un volumen de negocio de dos millones de euros en los tres años previos al contrato, y aportar una fianza de 150.000 euros. El ganador debía encargarse de arreglar todos los espacios históricos y firmar un seguro durante el primer año por un importe de 1,8 millones. La inversión para reparar todo y poder ponerlo en marcha se marcaba en tres millones.

A cambio, el adjudicatario ganaría un espacio gigantesco a ambos lados del margen del río con más de 10 piscinas, más de 10 pistas de tenis, cuatro frontones, cuatro pistas de pádel, pista de patinaje, restaurante y zonas de merenderos, entre otras cosas. Todo ello en un lugar privilegiado, a un paso del centro de la ciudad y junto a lugares concurridos como el hipódromo. Además, la infraestructura ya tiene salida propia desde la M-30 y carretera junto a la A-6. La llamada carretera de La Playa.

Árboles talados en La Playa. (G. C.)

"Es difícil imaginarse las posibilidades del lugar si no se conoce bien, claro que ahora en la situación en la que está es un muerto. Se ha hablado incluso de unirlo con el antiguo Parque Sindical, ahora Parque de Puerta del Hierro, que está al lado, y así ampliar el espacio. Pero se necesita mucha inversión y un plan claro si no quieres que siga hundiéndose", explica García Vicente. Los años han dejado un paisaje fantasmagórico. "Es alucinante, porque está abandonado al lado de uno de los puntos más espectaculares de Madrid, el monte de El Pardo. Recuerdo ir con amigos cuando el club era de Telefónica. Cuando caía la tarde, la gente se iba y bajaban los jabalíes a alimentarse. Era pura naturaleza".

Un sueño difícil de rentabilizar

En estos momentos, no se sabe mucho del proyecto que preparan el Atlético de Madrid, Stoneweg y Teras Capital en el estadio Metropolitano, pero Ezquiaga da algunas claves sobre el riesgo que tiene una gran inversión de este tipo en la capital. Aunque la ciudad siempre ha soñado con tener playa, hace tiempo que ese sueño se movió. Ya tiene, aunque unos kilómetros más lejos. "A partir de los sesenta, la fama de estos espacios de refresco fue decayendo. La gente hasta esa época no solía viajar tanto, pero en ese momento, Valencia y el Levante se convirtieron en la gran playa de Madrid", señala. Ahora, explica, con la mejora de la tecnología y las estructuras, quizás haya reclamos que puedan funcionar, como el asunto de las olas. "La tecnología ha avanzado mucho y si es un lugar al aire libre y con gusto, seguro que tiene éxito", añade.

La Playa de Madrid, en 1933. (Ejército del Aire/Colección Anmogon)

La falta de inversores interesados en el recinto propiedad de Patrimonio Nacional no es muy buen augurio, pero es que en los últimos años ha costado incluso encontrar inversores que se lancen a construir piscinas. La última en vivirlo fue la de Valdebebas. A finales de noviembre de 2022 saltó la noticia de que ninguna empresa quería construir y explotar por 25 años la piscina municipal privatizada de Valdebebas. El concurso para hacerlo había caído en saco roto y el consistorio se tuvo que comprometer a dar una vuelta al plan. El pliego preveía un negocio para todo el Centro Deportivo de Hortaleza de 77 millones de euros, según recogía elDiario, pero no convenció a ninguna empresa.

Mientras se deciden complejos como el de San Blas o el de Alovera, los madrileños que no llegan a las playas de la costa se agolpan en las pocas piscinas que quedan en la ciudad y en las afueras, como el pantano de San Juan o la piscina de Riosequillo, la piscina natural más grande de Europa (con un aforo de 2.500 personas y 4.500 metros cuadrados en Buitrago de Lozoya, en la sierra norte de la región). "Es una pena que no se recupere un entorno como La Playa. Ya fuera una empresa o el propio ayuntamiento, podría tener múltiples usos y aprovecharse de alguna manera. Porque por ahora solo se sigue hundiendo", cierra García Vicente.

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