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Las tres muertes de Màxim Huerta
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Las tres muertes de Màxim Huerta

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Foto: Imagen: Laura Martín.
Imagen: Laura Martín.

Para el recién estrenado presidente del Gobierno, aquel el día empezó mal, pero acabó bien porque supo hacer de la necesidad, virtud, ofreciendo al pueblo una cabeza como prueba de firmeza y voluntad de regeneración. Al fin y al cabo, era más fácil dejarle caer que defenderle, porque no era de nadie y nadie le echaría de menos.

Era el 7 de junio de 2018. Pedro Sánchez acababa de ganar la moción de censura contra Mariano Rajoy y anunciaba oficialmente su Gobierno. Durante días, se fueron filtrando nombres para sentarse en el Consejo de Ministros. Había algunos obvios, como José Luis Ábalos o Margarita Robles, y otros llamativos, como Pedro Duque, Dolores Delgado o Fernando Grande-Marlaska, porque estaban fuera del foco del PSOE y no se les conocía relación con el presidente. Solo le quedaba por aclarar algún detalle, como el nombre del titular de Cultura. Entonces hizo una pausa y dio el nombre de Màxim Huerta para ocupar ese cargo, como guinda de su primer Gobierno.

Foto: Máxim Huerta, en la final de Roland Garros que ganó Rafa Nadal. (EFE/EPA)

La reacción fue de sorpresa y llegaron algunas críticas, como las de los que consideraban que era frivolizar la cultura o rendirse a la televisión y a la farándula. Y también provocó la mirada recelosa de miembros del partido por la falta de 'pedigree' político y socialista del nuevo ministro. Durante 11 días, Sánchez consiguió su objetivo y el escritor y presentador de televisión se convirtió en el centro de especulaciones, columnas y reportajes. También de redes sociales, aún en 'shock' por el nombramiento.

Hasta la mañana del 13 de junio, el día en que El Confidencial abría con una exclusiva y este titular: “Màxim Huerta defraudó a Hacienda 218.322 euros con una sociedad que montó en 2006”.

En el artículo, se explicaba que Huerta defraudó al fisco en los ejercicios 2006, 2007 y 2008 cuando trabajaba como presentador en 'El programa de Ana Rosa', según establecen dos sentencias emitidas en mayo de 2017. Hacienda descubrió que el ministro se había deducido como gastos por actividad artística injustificada hasta 148.702 euros, lo que le supuso afrontar una multa total de 365.938 euros por los tres ejercicios, incluidos un recargo del 50% y los intereses de demora, puesto que el fraude original sería de 218.322 euros. Huerta fue además condenado a pagar las costas de los dos juicios habidos en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (4.840 euros, IVA incluido). Este subrayó que no apreciaba "buena fe" en la actuación de Huerta "en orden al cumplimiento de sus obligaciones fiscales".

¿Cuál era la diferencia entre Huerta y Montón? La principal es que él era independiente y ella formó parte de la ejecutiva del PSOE

El Gobierno tuvo así esa mañana el primer arañazo en la carrocería impoluta. Y, obviamente, la oposición se lanzó contra él con el argumento de que no es posible que alguien administre fondos públicos si tiene un pasado manchado por una sentencia adversa sobre sus cuentas con Hacienda.

El recién nombrado ministro llamó al presidente del Gobierno para explicarle que aquello pasó 10 años antes, que pagó y saldó la multa, a lo que este le respondió pidiéndole que saliera a aclararlo. Y así lo hizo en diferentes cadenas de radio rechazando la posibilidad de dimitir. Pero entonces el presidente recibió todo tipo de mensajes pidiendo su cabeza mientras que el ruido se amplificaba con un tuit suyo antiguo en el que, preguntado por el caso de un político que utilizó una sociedad mercantil para pagar menos impuestos, respondía: “Si alguien en mi partido tiene una sociedad interpuesta para pagar la mitad de impuestos, estará fuera al día siguiente”.

A mediodía, en Moncloa ya se decidió que iba a dimitir, aunque él aún no lo sabía. “Me voy para no partirme yo, para que el ruido de toda esa jauría no parta el proyecto que es en lo que creo, este proyecto ilusionante que ha ilusionado a tantas personas en este país”, dijo. La carrera política de Huerta había terminado. Solo duró siete días y nada más aguantó 11 horas de presión desde que se publicó la primera noticia sobre su pasado fiscal, pero ¿quién lo mató (políticamente)?

Foto: Màxim Huerta, en la sede del Ministerio de Cultura y Deporte, tras anunciar su dimisión, este 13 de junio. (Reuters)

Primero fue la exigencia de bolsillos de cristal, según la cual todo cargo público debe tener un pasado impoluto. A la política hay que llegar limpio del todo. Esa es la enseñanza del caso y, probablemente, también la rémora para muchos que no quieren meterse en política o en gestión pública por temor a que se les juzgue con mayor severidad que a cualquier otro ciudadano, incluso en lo referido a su pasado.

Para algunos cargos y en algunos países, se producen audiciones públicas en las que se pregunta a los aspirantes por todo su pasado y se pueden detectar así 'vicios ocultos' o puntos vulnerables. Los nombramientos de ministros son discrecionales por parte de los presidentes del Gobierno y no hay más opción que la confesión del elegido ante quien lo elige. Huerta explicó luego que no creyó necesario informar de la sentencia en cuestión.

Los medios, en este caso El Confidencial, hacen su trabajo y se contó la 'vida fiscal' del nuevo y sorprendente ministro. El principio es que los ciudadanos tienen derecho a saber cómo son los responsables políticos y, especialmente, los que son designados para la gestión de asuntos públicos y el manejo de presupuestos.

Ningún ministro le defendió. No valía la pena gastarse con un extraño. A los independientes no los defiende nadie

Le mató también ser independiente. Los políticos se crean un sentimiento de patriotismo de partido que los lleva a defenderse mutuamente de los ataques externos y desarrollan una eficaz capacidad para reaccionar con recursos como buscar situaciones similares de los adversarios, minimizar las acusaciones o directamente eludir la respuesta. Con Huerta no lo hizo ningún ministro, ni ningún dirigente socialista, sencillamente porque no le conocían y no le sentían suyo. No valía la pena gastarse en defender a un extraño. A los independientes no los defiende nadie.

De hecho, meses después, dimitió la primera ministra de Sanidad de Sánchez, Carmen Montón, por informaciones sobre un máster ficticio y una tesis copiada, pero lo hizo después de días de resistencia y, sobre todo, después de que el propio presidente del Gobierno la defendiera reiteradamente. ¿Cuál era la diferencia entre Huerta y Montón? La principal es que él era independiente y ella formó parte de la ejecutiva del PSOE, desde donde, por ejemplo, su posición fue decisiva cuando una parte del partido quiso derrocar a Sánchez de la secretaría general. Montón sí era 'de los suyos'. Por eso luego fue consolada con un cargo apetecible como el de embajadora observadora permanente del Reino de España ante la Organización de los Estados Americanos, con sede en Washington.

Foto: Imagen: Irene de Pablo / El Confidencial Diseño.

A Huerta le mató también que fuera un Gobierno recién estrenado. Sánchez tenía a todos sus ministros por estrenar y se encontró con que antes de quitarles el precinto uno tenía rasguños, venía con defecto. Quiso volver a estrenarlo y aplicar una brillante estrategia de comunicación política que consiste en utilizar la adversidad para convertirla en beneficio. En este caso, el de la imagen de firmeza y regeneración. Huerta no le era vital ni necesario y era sustituible, aunque se perdiera el 'glamour' que buscaba. Era, en definitiva, un cuerpo extraño dentro de un Gobierno.

Ahora, tres años después, lo de Huerta se contempla ya con distancia y una cierta sonrisa. Se convirtió en el ministro más efímero de la democracia. En solo siete días, pasó de ser la guinda del primer Gobierno de Pedro Sánchez a ser el primer cadáver (político) de un Gobierno de Pedro Sánchez, fulminado en 11 horas desde la publicación de una información sobre su pasado fiscal hasta su comparecencia para anunciar su dimisión. Su cadáver (político) fue abandonado en una cuneta. Para él no hubo embajada aunque, afortunadamente, se ha recuperado en su profesión.

Para el recién estrenado presidente del Gobierno, aquel el día empezó mal, pero acabó bien porque supo hacer de la necesidad, virtud, ofreciendo al pueblo una cabeza como prueba de firmeza y voluntad de regeneración. Al fin y al cabo, era más fácil dejarle caer que defenderle, porque no era de nadie y nadie le echaría de menos.

Màxim Huerta 20 aniversario de El Confidencial
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