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Cuando el pequeño Nicolás no fue una "bomba" y la Policía investigó mi teléfono
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Cuando el pequeño Nicolás no fue una "bomba" y la Policía investigó mi teléfono

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Foto: Imagen: Pablo L. Learte | EC Diseño.
Imagen: Pablo L. Learte | EC Diseño.

La exclusiva del pequeño Nicolás es probablemente la que más ha calado en el imaginario colectivo de todas las que ha publicado El Confidencial en sus 20 años de historia. Es imposible encontrar a alguien no haya oído hablar de Francisco Nicolás Gómez Iglesias. Pero el origen de la noticia fue mucho más modesto de lo que cabría imaginarse.

El 15 de octubre de 2014, bien entrada ya la tarde, recibí por sorpresa una llamada de una buena fuente que me alertó de que la Policía Nacional había detenido a un joven de 20 años, alumno del elitista Centro Universitario de Estudios Financieros (Cunef), por colarse en los actos de proclamación de Felipe VI en el Palacio Real, simular que trabajaba para el Gobierno de Mariano Rajoy y falsear todo tipo de documentos para aparentar que manejaba información oficial de carácter reservado.

Tras la llamada, contacté con otras fuentes que me confirmaron la información. Parecía interesante, pero también anecdótica. “Está bien, pero tampoco es una bomba”, le dije a mi director, Nacho Cardero. Las peripecias de un farsante que se había inventado una vida para colarse en círculos de poder inalcanzables para cualquier otro chico de su edad. Sin gran entusiasmo —tengo que admitirlo—, publiqué la noticia al día siguiente, el 16 de octubre de 2014, con este título: “La vida inventada del pequeño Nicolás: de 'amigo' de Felipe VI a chantajista del Ibex”. La idea del título fue de Cardero. Le llamaríamos 'pequeño Nicolás' porque su historia evocaba las aventuras del protagonista del cómic francés del mismo nombre.

Me equivoqué. El artículo salió a las cinco de la mañana. A las 9:00, ya había sido leído y compartido por decenas de miles de personas. A las 11:00, era el principal tema de conversación en las tertulias de televisión y radio. La historia había enganchado a ciudadanos de todas las edades, que querían conocer más detalles sobre el pequeño Nicolás.

No teníamos previsto publicar más artículos, pero en las siguientes horas tuve acceso a nuevos datos sobre su declaración ante la Policía. El chico había hecho una descripción extremadamente detallada del interior de las instalaciones del Centro Nacional de Inteligencia. También había descrito sus contactos con destacados empresarios madrileños y dirigentes del PP y FAES. Era imposible que todos esos datos fueran inventados. Si los conocía, era porque realmente había logrado entrar en esas esferas.

Asuntos Internos llegó a investigar mi teléfono para tratar de averiguar cómo me había enterado de la detención del pequeño Nicolás

El simple hecho de que hubiera sido detenido por una unidad de la Policía Nacional como Asuntos Internos, especializada en investigar a funcionarios del cuerpo, ya evidenciaba que el caso del pequeño Nicolás no era una simple historia sobre un joven travieso. A la investigación se sumó mi entonces compañera Ana I. Gracia. Nos repartimos el trabajo y empezamos a seguir pistas que nos condujeron hasta otros episodios que, a su vez, nos llevaron a nuevos hilos de los que seguir tirando. Bajo el pequeño Nicolás había una trama gigantesca de relaciones, operaciones económicas y tráfico de influencias que estaba esperando a ser contada.

El caso dejó de ser una anécdota. Se transformó en una lupa que nos permitió diseccionar el estado de putrefacción en que se encontraba en aquellos momentos gran parte de la élite política, económica y social de España. Un mentiroso compulsivo, sin dinero ni contactos, sin experiencia laboral de ningún tipo, había sido capaz de acceder y sacar dinero a grandes inversores y miembros del Gobierno con la promesa de supuestas operaciones y proyectos empresariales multimillonarios.

La relevancia del caso aumentó cuando el procedimiento judicial del pequeño Nicolás se convirtió en el campo de una batalla que llevaban años librando el CNI y Asuntos Internos contra el comisario Villarejo. Esa guerra terminó rebasando los límites de aquella causa y afectó incluso a los periodistas que lo cubríamos. Asuntos Internos llegó a investigar mi teléfono para tratar de averiguar cómo habíamos descubierto que el pequeño Nicolás había sido detenido, obviando el derecho al secreto de las fuentes y la libertad de prensa. No encontraron nada, pero elucubraron sobre el origen de la noticia basándose en supuestas coincidencias temporales para tratar de desacreditar nuestra investigación periodística.

Foto: Imagen: Irene de Pablo / El Confidencial Diseño.

Siete años después, el pequeño Nicolás se sienta en el banquillo por múltiples delitos y aún tiene pendientes varias causas. La guerra policial que estalló con ese procedimiento desembocó en el caso Tándem y provocó años después las primeras noticias sobre la fortuna oculta del rey Juan Carlos. La Asociación de la Prensa de Madrid nos concedió a Ana I. Gracia y a mí el Premio Periodistas del Año. Y yo aprendí que las primeras sensaciones no son lo único que debe guiar las decisiones de un buen periodista y que algunas equivocaciones pueden ser maravillosas.

La exclusiva del pequeño Nicolás es probablemente la que más ha calado en el imaginario colectivo de todas las que ha publicado El Confidencial en sus 20 años de historia. Es imposible encontrar a alguien no haya oído hablar de Francisco Nicolás Gómez Iglesias. Pero el origen de la noticia fue mucho más modesto de lo que cabría imaginarse.

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