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Fusiles de juguete "para frenar a Putin": dentro de las autodefensas de Ucrania
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Cientos de civiles ucranianos se alistan

Fusiles de juguete "para frenar a Putin": dentro de las autodefensas de Ucrania

La nieve cruje bajo sus botas. Se mueve con extrema cautela para tratar pasar desapercibido. Los árboles y arbustos son sus silenciosos aliados que lo ocultan

La nieve cruje bajo sus botas. Se mueve con extrema cautela para tratar pasar desapercibido. Los árboles y arbustos son sus silenciosos aliados que lo ocultan ante los ojos del enemigo. Se levanta el verdugo y susurra unas pocas palabras al resto de su escuadra que se despliega a lo largo del bosque. Aferrado a las manos lleva un Kalashnikov de madera. Oksen se arrodilla junto al grueso tronco de un abeto mientras no pierde de vista el diminuto sendero que hay a 20 metros de su posición. “No tenemos otra elección que la de entrenarnos para combatir a los separatistas. Vladimir Putin prometió llegar hasta Kiev, y aquí es donde le vamos a esperar y donde cavará su tumba”, afirma desafiante Oksen Lisovyy.

Este profesor, de 42 años, lleva varias semanas asistiendo a un cursillo de autodefensas destinado a civiles. A las afueras de Kiev, en un polígono abandonado, centenares de voluntarios aprenden tácticas de combate, artes marciales o tiro al blanco con munición real. Oksen es de los pocos que ha estado en primera línea combatiendo en las filas de los batallones voluntarios. Después de un mes decidió regresar a Kiev, pero continúa recibiendo formación de combate. “En el momento que la guerra traspase el Donbás volveré a unirme a los batallones de voluntarios para combatir contra los prorrusos”, advierte este pedagogo.

‘No tenemos otra elección que la de entrenarnos para combatir a los separatistas. Putin prometió llegar hasta Kiev, y aquí es donde cavará su tumba’, afirma desafiante este profesor de 42 años

No muy lejos de la posición que ocupa Oksen se encuentra el joven Yaroslav de 32 años. Este albañil sujeta un AK-47 auténtico, aunque sin munición en el cargador. Una cortina de humo se escapa de su boca cada vez que respira. El corazón le va a mil por hora. Trata de calmarse respirando profundamente. “Tengo varios amigos combatiendo en el Donbás y, cuando esté preparado, iré allí a luchar”, asevera este joven voluntario. Tanto Oksen como Yaroslav aseguran ser simples patriotas y no estar movidos por ningún tipo de ideología salvo la de “defender Ucrania de la amenaza rusa”.

El pelotón, comandado por Oksen, se lanza sobre otro grupo de voluntarios que recorre el sendero despreocupado. ‘Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta’. La emboscada ha sido un éxito. El enemigo ha sido abatido y las bajas han sido mínimas en el grupo. Pero en la vida real… la guerra no es un juego que se practica con armas de madera o troncos del bosque.

Profesores. Estudiantes universitarios. Albañiles. Exsoldados. Los ‘patriotas’ ucranianos quieren estar preparados llegado el momento. “La mayoría acude a estos cursos para prepararse para una posible ofensiva de los prorrusos. También tenemos voluntarios que, después del curso, viajarán hasta el Este del país para unirse a los batallones que están desplegados en primera línea”, explica a El Confidencial Boris Bidichev, director de este curso de autodefensa.

De profesora de yoga a francotirador

“Tenemos un curso intensivo de tres semanas para los que irán al Donbás a combatir. Cuando termina la instrucción están sobradamente preparados para ir al front line (al frente). De hecho, los centros de reclutamiento del Ejército ucraniano nos mandan a los nuevos soldados para que nosotros les formemos, ya que de aquí salen mejor preparados que de los cuarteles”, comenta orgulloso Bidichev. Después aclara que tienen todos los permisos para realizar estos cursillos y que las autoridades de Kiev le han cedido, gratuitamente, el polígono para los entrenamientos.

Profesores, universitarios, albañiles, exsoldados... Los ‘patriotas’ ucranianos quieren estar preparados. ‘Tenemos voluntarios que, después del curso, viajarán hasta el Este’, explica Boris

Olga Turitsa permanece en un segundo plano, mientras Boris Bidichev arenga a los voluntarios. La joven, de 23 años, le mira con respeto y admiración. En el brazo derecho luce un emblema de color rojo: ‘Taktika’. Ese distintivo la distingue del resto. Es instructora, a pesar de su corta edad. “Me preparo para defender mi país. Nosotros no empezamos esta guerra y ahora no nos vamos a quedar con los brazos cruzados esperando a que los rusos vengan a invadirnos. Ucrania no volverá a ser parte del imperio ruso”, sentencia.

Olga, originaria de Odesa (suroeste de Ucrania), es la mejor tiradora de este grupo de voluntarios pero en su vida diaria, esta joven que no levanta más de metro y medio del suelo es… “profesora de yoga”. La joven no puede contener una pequeña carcajada. “Cuando mis compañeros me preguntan a qué me dedico y les digo que soy profesora de yoga me miran con los ojos abiertos de par en par. Pero he de decirte que me ha ayudado mucho para convertirme en francotiradora”, comenta.

“Tengo experiencia en combate cuerpo a cuerpo. Tácticas de guerrilla. He querido poner mis conocimientos a disposición de todos aquellos patriotas que quieren defender a Ucrania. Necesitamos estar más unidos que nunca”, señala.

Ella no es la única mujer que hay en este grupo de voluntarios. Anastasia, tiene 29 años, y cada fin de semana cambia su vida como diseñadora gráfica por el traje de camuflaje y las armas de juguete. “Quiero aprender a defenderme y a manejar armamento por si los rusos llegan hasta Kiev por eso me alisté en este cursillo de autodefensa. Llegado el momento no sé si tendré el valor suficiente para acudir a primera línea de combate”, se sincera.

Estos cursillos, totalmente gratuitos, comenzaron en primavera con muy poca existencia pero a medida que el conflicto en el Este de Ucrania ha ido incrementando de intensidad más y más civiles han comenzado a alistarse. “Al principio eran sólo una docena. Ahora superamos el centenar cada fin de semana. Se puede alistar cualquier persona siempre y cuando pida los permisos necesarios a la policía ucraniana para poder asistir”, advierte Boris Bidichev.

Son tiempos convulsos los que vive Ucrania donde profesores, diseñadores gráficos, periodistas y camareros alentados por el fervor nacionalista que vive el país han decidido dar un paso al frente y alistarse en las autodefensas para, llegado el momento, luchar contra los separatistas.

La nieve cruje bajo sus botas. Se mueve con extrema cautela para tratar pasar desapercibido. Los árboles y arbustos son sus silenciosos aliados que lo ocultan ante los ojos del enemigo. Se levanta el verdugo y susurra unas pocas palabras al resto de su escuadra que se despliega a lo largo del bosque. Aferrado a las manos lleva un Kalashnikov de madera. Oksen se arrodilla junto al grueso tronco de un abeto mientras no pierde de vista el diminuto sendero que hay a 20 metros de su posición. “No tenemos otra elección que la de entrenarnos para combatir a los separatistas. Vladimir Putin prometió llegar hasta Kiev, y aquí es donde le vamos a esperar y donde cavará su tumba”, afirma desafiante Oksen Lisovyy.

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