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¿Qué temen los Países Bálticos?
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La mirada de los vecinos europeos de Rusia

¿Qué temen los Países Bálticos?

“La defensa de Tallinn, Riga o Vilnius es tan importante como la defensa de París o Berlín”, dijo Obama esta semana. Las repúblicas bálticas temen una invasión.

Foto: Los primeros ministros de Lituania, Estonia y Letonia visitan un viejo edificio de la KGB en Riga (Reuters)
Los primeros ministros de Lituania, Estonia y Letonia visitan un viejo edificio de la KGB en Riga (Reuters)

Cuando el presidente de EEUU, Barak Obama, aseguró durante su visita a Tallin el pasado miércoles que “la defensa de Tallín , Riga o Vilnius es tan importante como la defensa de París o Berlín” se podía palpar la emoción en el auditorio. Después de años de ser tachados de antirrusos o histéricos, estos pequeños estados del noreste de Europa veían reconocidos sus temores frente a la creciente agresividad de la vecina Federación Rusa.

Los algo más de seis millones de habitantes de estas repúblicas del Noreste europeo comparten una historia marcada por una joven independencia truncada por su anexión a la Unión soviética en 1940 en virtud del pacto secreto entre la Alemania nazi y la URSS. Los desastres de la Segunda Guerra Mundial y las deportaciones a Siberia padecidas durante el estalinismo rompieron hogares y afectaron prácticamente a cada familia de la región.

Las políticas de rusificación emprendidas en tiempo soviético dejaron además una amplia minoría rusa en Estonia (25% de la población) y Letonia (35%), cuya integración ha sido una fuente de tensión en ambos países. Las promesas de Moscú de proteger los derechos de sus “compatriotas” en cualquier lugar inquietan en la región a la luz de los eventos de los últimos meses en Ucrania. Rusia es vista desde la costa oriental del Báltico como una amenaza que, aunque no inmediata, está latente debido a la percepción de que Moscú ha tomado una deriva neoimperialista palpable en su discurso y en sus acciones.

“Lo que más nos preocupa es el hecho de que un país, Rusia, ha invadido a un vecino, Ucrania, y ha cambiado fronteras europeas por la fuerza. No nos preocupa más de lo que debería preocuparle a cualquier país europeo”, explica el ministro de Asuntos Exteriores estonio, Urmas Paet, a El Confidencial.

placeholder El presidente Obama saluda a un grupo de niños durante su visita a Tallin (Reuters)

Riga y Vilnius expresan exactamente la misma opinión y apuntan a una cronología de eventos que abarca los ciberataques sufridos por Estonia en 2007 y cuya autoría atribuyen a Rusia, la guerra de Georgia en 2008, las maniobras militares Zapad 2009 y 2013 en Belarús, la militarización del enclave ruso de Kaliningrado, sede de la flota rusa del Mar Báltico, y, ahora, la guerra en Ucrania. Para complicar la situación, los tres países dependen casi al 100% del gas ruso, aunque ya existen planes para aliviar su dependencia energética.

Un vecino dificil

“Rusia es nuestro vecino, tenemos una frontera común de cientos de kilómetros y compartimos historia”, explica el embajador letón Karlis Eihenbaums, portavoz de Exteriores. “Somos parte de la historia de Rusia y Rusia es parte de nuestra historia, sin duda. Pero, como cualquier otro imperio, tiene que reconocer que los tiempos cambian, como hicieron franceses, británicos o españoles. Tiene que reconocer que no estamos en el siglo XVII, en el XIX, o incluso en el XX. Y que la retórica hacia tus vecinos, como decir que los ucranianos no son un pueblo o que los kazajos nunca han tenido un estado propio es un juego muy peligroso”, añade.

“Hay que entender que el poder en Rusia está repartido entre una serie de clanes cercanos al Kremlin, cada uno con sus estrategias e intereses”, detalla el analista Marius Laurinavicius, del Centro para Estudios de Europa del Este de Vilnius. “El clan más nacionalista y radical está detrás de la agresión a Ucrania, y la mayoría de estos clanes no se creen que la OTAN vaya a defender los Países Bálticos. Si analizamos su discurso, vemos que consideran Occidente como corrupto e inmoral y exclusivamente guiado por el interés material. Piensan que estos países no valen nada para Occidente”, explica.

Si analizamos su discurso, vemos que consideran Occidente como corrupto e inmoral y exclusivamente guiado por el interés material

Laurinavicius agrega que la doctrina militar rusa considera el acercamiento de la OTAN a sus fronteras como un “peligro militar” y apunta al trasfondo en los servicios de inteligencia soviéticos de varios de los hombre fuertes del gobierno ruso, empezando por el presidente Vladimir Putin, como una de las razones para que contemplen la política internacional en términos de Guerra Fría, con la OTAN como principal enemigo a abatir.

“La cuestión es cuán influyentes son en el Kremlin actual los pensadores que proponen la restauración del imperio y más allá. Ahora mismo, la influencia de los eurasianistas parece muy fuerte. Esto podría cambiar en un año, dos o en cinco. Pero en este momento, se están planteando la recuperación de los que consideran territorios rusos”, explica el politólogo estonio Karmo Tüür.

“Rusia no es en absoluto una amenaza para los Países Bálticos. Lo que sucede es que padecen una suerte de dolor fantasma y tienen miedo a Rusia por su herencia e historia. Pero esto no tiene nada que ver con la Rusia moderna y su situación política”, arguye el politólogo ruso Andranik Migranyan, director del think tank de inclinación prorrusa Instituto para la Cooperación y la Democracia. “El problema de los estados bálticos no es político, sino psiquiátrico. Cuando se trata de Rusia, se vuelven locos. Que no se sientan seguros no es problema de Rusia”, razona Migranyan.

El paraguas de la OTAN

La reciente decisión de la OTAN de establecer destacamentos militare semi-permanentes en estos países y en Polonia y de reforzarlos con infraestructuras logísticas es visto por Migranyan como “otra provocación”. Sin embargo, la decisión es bienvenida en las capitales bálticas, que coinciden en la necesidad de mandar un mensaje contundente a Moscú, en desarrollar una estrategia de contención y en considerar que Rusia no ha sufrido ninguna penalización por sus acciones hasta el momento.

placeholder Un F-15 estadounidense escoltando a un avión lituano durante un ensayo militar en la base de Siauliai (AP)

“Hemos tolerado demasiado tiempo que Rusia agreda y ocupe el sur de Ucrania. Esto significa que, de no responder con contundencia, Rusia seguirá actuando. Tenemos que mandar el mensaje de que, en el futuro, el territorio de la OTAN será defendido”, explica Jouzas Olekas, ministro de Defensa de Lituania. Los gobiernos bálticos coinciden en considerar las sanciones como una reacción necesaria para disuadir a Moscú.

A pesar de la inquietud, los bálticos entienden la necesidad de combinar firmeza con apertura al diálogo. “Rusia no es un bloque monolítico de hormigón: hay muchos tipos de ruso, muchos grupos de interés. Y, alrededor del Kremlin, hay varios grupos influyentes con diversas ideas. Entre ellos están aquellos con intereses materiales y comerciales, a los que el ideólogo ultranacionalista Aleksander Dugin ha definido como ‘la sexta columna’, como enemigos. Tal vez el día de mañana este grupo gane influencia sobre Putin”, explica Tüür desde Tallin.

“Tenemos que hablar con aquellos grupos que quieran hablar con nosotros y nos puedan entender. Con esa sexta columna, con la inteligentsia, con periodistas, con la sociedad civil. Pero no debemos tratar de complacer a los radicales. Si lo hacemos, lo tomarán como una señal de debilidad, no lograremos nada y lo perderemos todo”, añade. “Todavía creemos en la Rusia racional”, explica Eihenbaums.

El problema de los estados bálticos no es político, sino psiquiátrico. Cuando se trata de Rusia, se vuelven locos

“Por supuesto que queremos una buena relación con Rusia y que nos gustaría tener un buen vecino, ya que estamos en la misma parte de Europa. Pero la agresión rusa debe ser detenida”, aclara Olekas. “La comunidad internacional ha tratado de detener a Rusia con medios políticos y diplomáticos y se han introducido sanciones, pero sin resultados porque la invasión de Ucrania continúa”, concurre el ministro estonio Pats.

“No se trata de una nueva Guerra Fría porque Rusia no es la Unión Soviética”, explica Laurinavicius. “La URSS era mucho más poderosa. Hoy Rusia es una potencia regional, no mundial. Si acaso, China es la nueva gran potencia. Por ello, no hablamos de guerra fría, sino de una política de contención, que considero que debería iniciarse derrotando y deteniendo a Rusia en alguno de los frentes que ha abierto”, añade desde Vilnius.

Rusia está buscando objetivos fáciles que pueda tomar sin castigo. Narva [ciudad estonia fronteriza de mayoría rusa] no es uno de ellos, ya que el ruso medio en esa ciudad es más patriota estonio que un estonio de Tartu. Ve de primera mano cómo es la vida en Rusia y no se cree la propaganda”, explica Tüür. “Lo que heredamos de la URSS fue la consecuencia de la ocupación y colonización de Letonia. Y le hemos ofrecido a todo el mundo la oportunidad de integrarse. En sólo una generación, hemos logrado que las encuestas descarten que se pueda producir un escenario como el de Crimea en Letonia”, asegura el portavoz letón Eihenbaums.

Celebrando los diez años desde el ingreso de los Países Bálticos en la OTAN, las tres capitales coinciden en considerar al entrada en la alianza militar como la mayor garantía de su independencia. La cuestión sobre si los Países Bálticos podrían mantener su independencia sin la OTAN queda definida por Andres Vosman, director de planificación del ministerio de Defensa estonio: “El día que Rusia se convierta en un estado democrático podremos tener este debate”.

Cuando el presidente de EEUU, Barak Obama, aseguró durante su visita a Tallin el pasado miércoles que “la defensa de Tallín , Riga o Vilnius es tan importante como la defensa de París o Berlín” se podía palpar la emoción en el auditorio. Después de años de ser tachados de antirrusos o histéricos, estos pequeños estados del noreste de Europa veían reconocidos sus temores frente a la creciente agresividad de la vecina Federación Rusa.

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