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El PSOE no se achanta ante la amenaza de Rajoy de terceras elecciones y sigue en el no
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LA DIFÍCIL FORMACIÓN DE GOBIERNO

El PSOE no se achanta ante la amenaza de Rajoy de terceras elecciones y sigue en el no

Ferraz y dirigentes territoriales subrayan que el aviso del presidente no es nuevo y que por sí mismo no presiona, porque el escenario no ha cambiado. A la cúpula le molesta que no llevara ni un solo papel

Foto: Pedro Sánchez, durante su rueda de prensa posterior a su segunda reunión con Mariano Rajoy tras el 26-J, este 2 de agosto en el Congreso. (Reuters)
Pedro Sánchez, durante su rueda de prensa posterior a su segunda reunión con Mariano Rajoy tras el 26-J, este 2 de agosto en el Congreso. (Reuters)

La advertencia de Mariano Rajoy de que si Pedro Sánchez persevera en "el bloqueo", España irá derecha a sus terceras elecciones no hace mella en el PSOE. Ese mensaje no genera presión dentro del partido. Ni en Ferraz ni en los territorios. De hecho, la lectura bastante compartida -y aquí no difería mucho la opinión entre oficialistas y críticos- es que el paisaje sigue siendo el mismo después de la segunda entrevista, tras el 26-J, del presidente en funciones y del secretario general. "Nada ha cambiado", "todo sigue igual", "no hay novedades", repetían varios dirigentes casi como una pesada letanía. Porque el elemento que puede voltear el panorama y aumentar la agitación en la casa socialista, un acuerdo entre PP y Ciudadanos que garantice a Rajoy el apoyo de 169 diputados, no se ha producido. De ahí que, a efectos prácticos, sea más relevante el resultado de la reunión que el líder de los populares mantenga este miércoles a primera hora con el presidente de la formación naranja.

"Con su no, se mantiene el bloqueo y eso nos lleva a elecciones". El aviso de Rajoy, en rueda de prensa en el Congreso tras su reunión de 55 minutos con Sánchez, no era disimulado. El PP sólo contempla pactar con C's y el PSOE, con los partidos "constitucionalistas", y por eso entiende que si los socialistas salen de la ecuación, no hay investidura que valgan, porque los 169 diputados que sumaría con Rivera no bastan para superar el trámite parlamentario.

"Mariano sigue en su estrategia de presión, pero no afecta en nada en nuestra posición", confiesa una dirigente de la confianza del secretario general

"Mariano sigue en su estrategia de presión, pero no afecta en nada a nuestra posición", despachaba una dirigente del círculo de confianza de Sánchez, en plena consonancia con los pronunciamientos de otros responsables. Y la postura quedó nuevamente explicitada en la comparecencia del secretario general, previa a la del presidente en funciones: no a una gran coalición, no al PP, no a Rajoy, no a negociar nada de nada, ni hablar sobre documentos, ni a abrir mesas de diálogo. "La izquierda no va a apoyar a las derechas. No vamos a apoyar aquello que queremos cambiar", reiteró ante los periodistas, negando en todo momento que el posicionamiento de su formación aboque al país a nuevas elecciones.

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¿Entendimiento posible?

Todo su afán estaba volcado en señalar un solo camino para resolver el imposible puzle de la investidura: que se pongan de acuerdo "las derechas". O sea, PP, Ciudadanos, PNV y Convergència Democràtica de Catalunya -ahora Partit Demòcrata Català-. Algunos dirigentes distanciados del secretario general, y muy preocupados por la situación de bloqueo, sí confesaban en privado su inquietud por una "conducta de un tipo irresponsable que está al frente del PSOE", porque aunque sea cierta la división de izquierdas y derechas, "también hay formaciones constitucionalistas y otras [CDC] que no lo son".

Foto: Mariano Rajoy y Pedro Sánchez se estrechan la mano durante su segunda reunión en el Congreso tras el 26-J, este 2 de agosto. (EFE)

En la dirección insistían ayer en que no sentían "aludidos" ni "concernidos" por el aviso de Rajoy. "Que busque sus apoyos donde quiera. No es el problema del PSOE", recordaban en Ferraz. Sin embargo, aunque esa apelación al acuerdo de "las derechas", fácil sobre el papel, se antoja harto complicada en la realidad, ya que PNV y CDC han reiterado su no de forma taxativa. Además, los nacionalistas vascos están ahora centrados en sus elecciones del 25 de septiembre y los independentistas catalanes no se apean de su hoja de ruta, la desconexión con España. Y ayer se quedaron sin grupo propio en el Congreso por primera vez en su historia por la abstención de PP, PSOE y Podemos y el voto en contra de Ciudadanos, y un día antes lo perdió en el Senado. Por no hablar de que Rivera y los nacionalistas son como el agua y el aceite.

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Preguntado Sánchez por el "desvanecimiento" de esa potencial suma del PP con PNV y CDC, se desentendió: "Si las derechas dicen no, ¿por qué la izquierda va a apoyar a la derecha?". "Convergència no tiene grupo pero comparte muchas de las políticas de los populares, y el PNV también, y encima Iñigo Urkullu puede necesitar al PP tras las vascas. ¿Investidura tras el 25-S? Los tiempos de Rajoy son largos", razonaban desde la dirección parlamentaria socialista.

En definitiva, presión, ninguna. "Mariano lleva diciendo lo de las terceras elecciones desde el 26-J", advertía una integrante de la cúpula parlamentaria para ilustrar que, en realidad, el hincapié que ayer hizo el presidente en funciones en la posibilidad de una nueva llamada a las urnas no es estrictamente nueva. La percepción no era exclusiva de Ferraz. Dirigentes territoriales consultados por este periódico reconocían que el tablero sigue intacto, igual que 24 o 48 horas antes. "No es noticia. Rajoy ya había hecho antes ese planteamiento / aviso / amenaza", apuntaba un alto cargo de un Gobierno autonómico en manos de los socialistas.

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Sin "motor de la democracia" en marcha

Además, no bastaría con enunciar el espantajo de las terceras elecciones. Como recalcaban fuentes próximas a la presidenta andaluza, Susana Díaz, no hay todavía fecha para el debate de investidura, ni está programada por tanto la primera votación, a partir de la cual se activa la cuenta atrás de dos meses hacia una nueva convocatoria electoral. Dicho de otra forma, el riesgo de una tercera llamada a los españoles a las urnas no es inminente. El abismo no se siente cerca, ni mucho menos. España, de facto, se encuentra en un limbo jurídico, porque la Constitución no tasa cuánto tiempo debe transcurrir entre la nominación del Rey y la sesión de investidura. El plazo puede ser de un mes -como ocurrió en marzo, con Sánchez-, de dos meses... O más, sin que se ponga en marcha eso que el líder del PSOE denomina "motor" o "reloj de la democracia". Y si se tiene en cuenta que las autonómicas vascas y gallegas condicionarán la agenda política (para el PSOE y para todos), los tiempos podrían estirarse más todavía.

El líder también advierte de que cualquier cambio de posición será adoptado por el comité federal, una forma de corresponsabilizar a los barones

La verdadera presión para los socialistas llegará cuando cambie objetivamente el escenario. O sea, cuando el PP se plante con 169 diputados (sus 137 más los 32 de C's) o incluso con 170, si suma a Coalición Canaria. Tendría la mayoría absoluta a sólo seis escaños. Es la hipótesis en la que los críticos se sitúan cuando hablan, 'sotto voce', de la hipótesis de la abstención. Oficialmente, Ferraz no contempla ese viraje ni en esa circunstancia, aunque Sánchez nunca es tan taxativo. No lo fue el pasado 13 de julio, cuando se entrevistó por primera vez, tras el 26-J, con Rajoy -dijo que "a día de hoy" el PSOE se mantenía en el voto contrario-; no lo fue hace una semana, cuando pidió no alimentar las "elucubraciones". Y no lo fue este martes.

Aunque la rendija de la abstención sigue siendo muy pequeña, sí dejó más claro que otras veces cómo se administraría ese tránsito: "En el PSOE, tomamos las decisiones de manera colegiada y será en última instancia el comité federal el que decida si hay un cambio de opinión y de posición". Esa afirmación, la primera vez que la hacía desde el 26-J, no era inocente, porque forma parte del juego precongresual en el que está sumergido el partido desde hace meses. Los barones quieren que sea él el que se moje, el que pilote el eventual viaje a la abstención. Y él, ayer martes, se revolvió contra esa pretensión: la responsabilidad no será exclusivamente suya, sino también de los territorios. El secretario general no quiso adelantar si convocará a los militantes para descargar en ellos la decisión: plantear esa opción es, de nuevo, ponerse en "elucubraciones".

No habrá negociación

En Ferraz no dejaban de sentirse sorprendidos y algo molestos por la actitud del presidente en la reunión en el Congreso. Sánchez contó que la oferta concreta que le hizo fue la de la gran coalición, que él rechazó. Pero no le entregó ningún documento, ni siquiera el de supuestas "coincidencias" con el pacto que en febrero suscribieron PSOE y Ciudadanos. "Habríamos leído los papeles que nos hubiera dado, como hemos hecho con todos", defendían fuentes del equipo federal.

Rajoy sí propuso abrir cuatro grupos de trabajo para negociar reformas institucionales, políticas sociales, un pacto por la ciencia y la educación y un último sobre política económica, para poder cumplir con los compromisos con Bruselas y presentar a tiempo -o sea, antes del 30 de septiembre- los Presupuestos de 2017, más la modificación de la financiación autonómica. El líder socialista mantuvo aquí también su rechazo a negociar. Hablará con el jefe del Ejecutivo todas las veces que quiera, se podrán entender en las cuestiones de Estado, pero no podrán discutir sobre la investidura.

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Rajoy, en su rueda de prensa, apuntó que estaba dispuesto a negociar a partir de la resolución que el comité federal del PSOE aprobó el pasado 28 de diciembre [aquí en PDF], y en la que el partido concretaba los ocho pactos que, a su juicio, necesita España, y que incluye, por cierto, la reforma federal de la Constitución. En Ferraz irritó la mención que hizo el presidente de ese documento, para empezar porque "no lo sacó a relucir en su conversación" y porque esos ocho grandes acuerdos que proponía el PSOE "eran para cambiar al PP, no para aliarse con él". "Su hipótesis nace muerta. Lo primero que decía ese texto es que no vamos a apoyar ni por activa ni por pasiva ni a Rajoy ni al PP. Ningún otro partido puede opinar sobre el comité federal", comentaban con cierto malestar fuentes del entorno de Sánchez.

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La tarea de "reblandecimiento"

Con todos estos mimbres, está claro que el acercamiento de Rajoy a los socialistas se torna casi imposible. Como lo era antes, en verdad. De ahí que no existiera ayer agitación en las federaciones, ni intención alguna de moverse, de levantar la mano a favor de la abstención o de pedir una nueva reunión del comité federal. Así, no hay próxima cita fijada del máximo órgano entre congresos, pero salvo cambio de última hora, puede no tener lugar hasta el arranque del curso, a finales de este mes o principios de septiembre.

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"No se ha movido nada. Ni siquiera sabemos si Rajoy irá a la investidura", esgrimían en Ferraz. El presidente no disipó las dudas. Es más, ironizó sobre si estaría dispuesto a quemarse en una investidura fallida que permitiera flexibilizar las posiciones en una segunda intentona. "Podrían reblandecerse antes y nos evitábamos perder el tiempo. En esa operación, en la del reblandecimiento, es en la que estoy, y lo otro [la fijación del debate] viene después y hablaremos en otro momento", respondió. Tampoco la presidenta del Congreso, Ana Pastor, aventuró fechas. Sánchez ya había reconocido que salía "más preocupado" de su cita con Rajoy porque no se comprometió con solicitar la confianza de la Cámara aun no teniendo los apoyos necesarios y porque más de un mes después de las generales no había logrado sumar ni un solo respaldo. Le apremió a trabajar "ya" y a dialogar con sus "aliados potenciales", con "las derechas".

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¿Qué decía la resolución del 28-D?

Mariano Rajoy se refirió en su rueda de prensa a la resolución que el comité federal aprobó en su tormentosa reunión del 28 de diciembre [aquí en PDF], con la tensión a flor de piel. En aquella cita se escribió la hoja de ruta a seguir para el secretario general tras las generales del 20-D. Le maniataba en su política de pactos.

Aunque lo más relevante, para los meses que vinieron después, fue la prohibición de que el PSOE siquiera iniciara el diálogo con las formaciones que apostaran por el referéndum de autodeterminación sin renunciar expresamente a él o que buscasen la secesión de España, el texto estaba prologado por lo que entonces era más obvio: el no al PP y a Rajoy. Un voto en contra porque era el "mandato" de los votantes y de la "mayoría de los españoles". "Votar en contra del PP y de Rajoy es votar a favor del cambio que expresaron la mayoría de españoles el 20-D. Votaremos en contra porque el PSOE es la alternativa al PP. El PSOE es lo contrario del PP. El PSOE es la primera fuerza del cambio en España", se argumentaba.

Ese texto decía asimismo que si Rajoy fracasaba en su intento, los socialistas intentarían construir una alternativa que buscase afrontar "las grandes transformaciones que han de asegurar un futuro mejor" para los ciudadanos.

Alternativa que contemplaba ocho grandes acuerdos: un pacto por una recuperación justa; por la educación, la ciencia y la cultura; por la regeneración democrática y la lucha contra la corrupción; contra la pobreza y en defensa del Estado del bienestar; contra la violencia de género; por la reconstrucción del Pacto de Toledo; para renovar el compromiso de España con la integración europea y, por último, una ponencia parlamentaria para "renovar nuestra Constitución, blindando derechos sociales, regenerando nuestras instituciones y federalizando nuestro modelo territorial". Compromisos que hasta ahora no había asumido el PP, menos aún el de una España federal.

Del comité federal del pasado 9 de julio, el que siguió a las generales del 26-J, no salió ninguna resolución por escrito. Sí el compromiso verbal, enunciado por el secretario general, de mantener el no al PP y al presidente en funciones.

La advertencia de Mariano Rajoy de que si Pedro Sánchez persevera en "el bloqueo", España irá derecha a sus terceras elecciones no hace mella en el PSOE. Ese mensaje no genera presión dentro del partido. Ni en Ferraz ni en los territorios. De hecho, la lectura bastante compartida -y aquí no difería mucho la opinión entre oficialistas y críticos- es que el paisaje sigue siendo el mismo después de la segunda entrevista, tras el 26-J, del presidente en funciones y del secretario general. "Nada ha cambiado", "todo sigue igual", "no hay novedades", repetían varios dirigentes casi como una pesada letanía. Porque el elemento que puede voltear el panorama y aumentar la agitación en la casa socialista, un acuerdo entre PP y Ciudadanos que garantice a Rajoy el apoyo de 169 diputados, no se ha producido. De ahí que, a efectos prácticos, sea más relevante el resultado de la reunión que el líder de los populares mantenga este miércoles a primera hora con el presidente de la formación naranja.

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