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Crónica de unos cuernos anunciados: el lenguaje de 'La isla de las tentaciones' delata a los infieles
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"He sentido una conexión, Sandra"

Crónica de unos cuernos anunciados: el lenguaje de 'La isla de las tentaciones' delata a los infieles

Cuando un concursante dice que “ha sentido una conexión”, hay un 65,6% de probabilidades de que engañe a su pareja. Sin darse cuenta, el lenguaje lo delata

Foto: Foto: EC Diseño.
Foto: EC Diseño.

Cada vez que empieza una nueva edición de La isla de las tentaciones, los nervios al otro lado de la televisión están a flor de piel. ¿Quién de los concursantes —perdidos en dos resorts de lujo de República Dominicana— pondrá en jaque su relación de pareja por terminar entre las sábanas con otra persona? ¿Conseguirán perdonarse, entenderse y ponerse de acuerdo en la hoguera final? Todas estas incógnitas mantienen en vilo a los espectadores, pero la realidad es que es fácil predecir quién hará sonar las alarmas de la otra villa. Lo curioso, además, es que son ellos mismos quienes se delatan, quizás sin darse cuenta.

Atención, spoiler. Si no ha visto todos los programas y no quiere que se rompa la magia del formato, le recomendamos dejar de leer. Pero si le interesa la semiótica de la infidelidad y el lenguaje como predictor del fin de una relación y no va a ver el programa, continúe leyendo.

“Soy Marieta, tengo 23 años y vengo a ponerme a prueba” fue la carta de presentación de una de las concursantes de la última edición del reality de Telecinco. Utilizó la expresión “ponerme a prueba” en otras tres ocasiones solo en su primer día en la villa. Lo que no sabía la joven de Elche es que, el hecho de haber pronunciado esas palabras eleva a un 67,4% las posibilidades de que le fuese infiel a su pareja.

El lenguaje de La isla de las tentaciones ha ido ganando popularidad en el imaginario colectivo. O al menos entre los asiduos al formato. No se trata solo de grandes lemas como “Manuel, la manita relajá o “¡Estefaníaaaa!”, sino de fórmulas que repiten como papagayos desde la primera edición. Chascarrillos como “estoy teniendo una conexión” o “me estoy dejando llevar” resuenan una y otra vez en bocas distintas. La filóloga especializada en lingüística cognitiva de la Universidad Complutense de Madrid, Marta Silvera-Roig, encasilla estos dichos como “expresiones metafóricas fosilizadas”; es decir, frases con un significado poco específico.

En El Confidencial hemos analizado las “frases comodín” de los primeros cuatro episodios de todas las temporadas del programa. Y podemos decir que casi tenemos la fórmula para desmontar la gran incógnita de La isla de las tentaciones: ¿puede el amor vencer a la tentación?

Instinto de supervivencia

En el programa, cada vez que uno de los concursantes cruza uno de los límites establecidos por sus parejas, suena la luz de la tentación. Esta puede ser verde, amarilla o roja, en función de la gravedad de los hechos. La primera es una advertencia, como una conversación subida de tono o una caricia en un lugar un poco más íntimo; la roja, en cambio, suele indicar que alguien ha acabado entre las sábanas en el 99% de los casos.

Algo parecido pasa con las expresiones empleadas por sus participantes. Si alguno de los concursantes deja claro que “respeta a su pareja”, solo hay un 22,7% de probabilidades de infidelidad. Esto sería una luz verde, una pareja con bajo riesgo de cuernos. El ejemplo perfecto es el de Hugo y Lara, pareja de gallegos de la tercera edición. Al final, no solo se fueron juntos del reality, sino que acaban de tener su primer hijo.

En términos generales, los novios que consiguen superar los desafíos del aislamiento tienen más “madurez emocional”, explica José Antonio Juárez, psicólogo afectivo especializado en terapia de pareja y sexual por la UNED. Sin embargo, influyen otros aspectos para que los chicos no terminen liándola. “Por ejemplo, puede condicionar que las personalidades de los tentadores no se complementen bien con la de los participantes o que interpreten favorablemente las imágenes que ven de sus parejas”. Y también entra en juego el ego. Al producirse ese vacío emocional forzado, se da una lucha entre “valores, racionalidad, conciencia, sentimientos, instinto y ego”, señala Juárez. Muchas veces no buscan realmente engañar a sus parejas, pero “tienen que luchar contra un instinto de supervivencia tan bestia que la razón y la conciencia tienden a irse al garete”.

Con un nivel de riesgo algo más alto, pero tampoco preocupante, se encuentra otra declaración de amor y confianza como es “yo confío mucho en mi pareja” o “yo confío mucho en la relación”. En el 57% de las ocasiones en que uno de los chicos ha pronunciado estas palabras, no ha habido infidelidad, aunque la frase no es infalible y, al final, 10 de los 28 que la pronunciaron terminaron cayendo en la tentación.

Adrián, participante de la sexta edición del programa, dijo en una hoguera entre sollozos, pero con una gran determinación, que “confiaba al 100% en Naomi [su pareja], pero, sobre todo, en sus valores”. Segundos después, a él le mostraban imágenes de su novia en una actitud más que cariñosa con Nápoli, su tentador favorito. La confianza murió en ese momento.

"He sentido una conexión"

Un escalón por encima, ya de color ámbar, se encuentra el mayor clásico del programa.

He sentido una conexión, Sandra —dicen los jóvenes después de haber pasado apenas unas horas con los solteros.

Cuando esta frase sale de la boca de alguno de ellos, hay una probabilidad del 65,7% de que se produzca una traición.

“Eso es una falacia como un templo”, opina el psicólogo. El experto detalla cómo las parejas, al verse aisladas de su figura de apego más importante, utilizan a los solteros para sentirse seguros y adaptarse al nuevo entorno. “En ese momento, es importante que te apoyes en una persona porque estás fatal”, continúa. Y al apoyarse en los tentadores… muchos terminan cruzando algunas líneas.

La conexión es la mayor excusa empleada por cualquiera de los participantes y se usa de forma distinta en función del punto en que se encuentre el programa: en la primera cita, el chico o la chica siempre escogen a un tentador con el que creen “poder tener mayor conexión”. Conforme esta se desarrolla, pasan a “sentir una conexión”, pero cuando los cuernos están asomando, siempre suelen decir que “la conexión va a más”. Una vez producida la infidelidad, ya solo les queda utilizarla como escudo. Así surgen variantes como la empleada por Marieta esta última edición que, después de ver las imágenes de su novio con otra en la cama dejó escapar lo siguiente: “Lo mío con Sergio sí que es una conexión. (…) A mi novio esa chica no le gusta”. Acto seguido, su novio se acostó con esa chica que no le gusta(ba) nada.

Juárez y Silvera coinciden en que el nulo control que los concursantes tienen sobre la situación en La isla hace que su estabilidad emocional se desmorone y que necesiten diferentes estrategias para sentirse a gusto. Por una parte, el desamparo provoca, según el psicólogo, “[que a los chicos] les cueste tener en cuenta a otras personas. (…) Por eso es natural caer en la tentación”. La lingüista opina que esta soledad hace que los participantes “adopten roles para proyectar un personaje (…) no muy diferente a los que adoptaríamos en nuestra vida cotidiana”.

Cuando alguien empieza a hablar de “poner al límite la relación”, se dispara la alarma roja o, lo que es lo mismo, el peligro inminente de cuernos. Esta frase forma una triada con otras como “no estaba siendo yo mismo” y “he venido a dejarme llevar”. Normalmente, todas se emplean de forma progresiva en el programa, al empezar siempre con la primera y emplear las siguientes conforme la situación se va volviendo más íntima. Por tanto, el riesgo de traición también aumenta desde un 67,4% en el caso de la primera, hasta un 75% en el de la última.

Foto: Sandra Barneda, en la emisión especial 'Seis meses después', en 'La isla de las tentaciones 7'. (Mediaset)

La luz roja de la tentación y, por consiguiente, de la infidelidad, estaría personificada en David, que entró a la sexta edición del programa con su novia Elena, con la que llevaba dos años de relación. A David le gustó su tentadora, María, desde que puso un pie en la villa. Tanto es así, que acabó dejando a su novia, yéndose con ella y volviendo a la siguiente edición muy decidido a no repetir sus errores.

Cuando David conoció a María, lo primero que dijo fue: “No voy a caer [en la tentación], pero quiero ponerme a prueba”. Este argumento lo repitió en dos ocasiones más a lo largo del segundo programa. Cayó en la tentación en el tercero. Su novia se desmayó tras ver sus imágenes en la cama con otra mujer y él solo supo decir que María era una chica que le gustaba mucho y que simplemente se había dejado llevar.

Una vez despejada esta incógnita, surge otra mayor: ¿son los concursantes infieles lo que más veces repiten estas expresiones? Lo cierto es que sí. Alex, compañero de David en su primer paso por La isla, entró a la experiencia diciendo: “Me encuentro un poquito ilusionado con poder dejarme llevar y ver si puede surgir algo bonito aquí”. Con su relación actual no parecía tan esperanzado y pensaba de su novia, Marina, que, aunque quería confiar en ella, ya tenía en el primer programa el sentimiento de que lo iba a engañar.

Él empleó las expresiones analizadas 26 veces en los primeros cuatro programas. Su final en el paraíso dominicano fue bastante predecible: ambos se pusieron los cuernos. En la hoguera final su todavía novia le dijo que solo buscaba llevarse a Yaiza, su tentadora, a la cama. Él le dijo que era una falsa. Al final se fueron separados.

Un lenguaje que se retroalimenta

No obstante, el abuso de ciertas expresiones se ha ido incrementando a lo largo de las ediciones. El caso más significativo es “sentir una conexión”, que pasa de mencionarse unas 6,5 veces de media en la primera temporada a casi 10 en la última. ¿Forma parte de un guion? Silvera opina que el contexto facilita la retroalimentación: “Somos capaces de ajustar nuestros actos lingüísticos según el contexto socioemocional, un fenómeno que se conoce como adaptación pragmática del lenguaje”.

Juárez, por su parte, reconoce que uno de sus grandes retos como psicólogo (y como consumidor del programa), es ser capaz de reconocer qué está siendo guionizado y qué no. “Cuando van de camino a las hogueras en el coche, sí veo una estructura en la que todos tienen que opinar. O cuando hay hoguera de solteros”, explica. Efectivamente, se entiende que el hecho de que Napoli aparezca con una pizza italiana forma parte de una estrategia.

Foto: Ana y Borja, en la hoguera final, en 'La isla de las tentaciones 7'. (Mediaset)

Además, el lenguaje se enmarca en una forma de “identificación” y “aceptación social”, señala Silvera-Roig. Los chavales recurren a las mismas expresiones para sentirse parte del grupo en el que están inmersos.

En términos psicológicos, la villa en la que están los concursantes es el “endogrupo”; el entorno en el que deben identificarse. El resort donde están sus parejas, en cambio, es el “exogrupo”, un espacio rival del que deben defenderse. Por eso es tan fácil caer en la dinámica de poner a parir al pariente.

Y tú, ¿caerías en la tentación?

Metodología

Para la elaboración del tema, hemos extraído los subtítulos de los primeros cuatro episodios de todas las temporadas de La isla de las tentaciones, para después emplear la librería de procesado de lenguaje natural NLTK en Python para extraer los términos más significativos. Después, con la misma herramienta, se han seleccionado las oraciones asociadas a estas palabras. 

Cada vez que empieza una nueva edición de La isla de las tentaciones, los nervios al otro lado de la televisión están a flor de piel. ¿Quién de los concursantes —perdidos en dos resorts de lujo de República Dominicana— pondrá en jaque su relación de pareja por terminar entre las sábanas con otra persona? ¿Conseguirán perdonarse, entenderse y ponerse de acuerdo en la hoguera final? Todas estas incógnitas mantienen en vilo a los espectadores, pero la realidad es que es fácil predecir quién hará sonar las alarmas de la otra villa. Lo curioso, además, es que son ellos mismos quienes se delatan, quizás sin darse cuenta.

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