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Resistente al cloro y en auge: este parásito causa gastroenteritis y puede salir por tu grifo
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El "nuevo peligro emergente"

Resistente al cloro y en auge: este parásito causa gastroenteritis y puede salir por tu grifo

El brote de gastroenteritis de Tarazona (Zaragoza) está provocado por el protozoo 'Cryptosporidium', un problema emergente difícil de detectar y de tratar

Foto: Agua del grifo. (EFE/Luis Gandarillas)
Agua del grifo. (EFE/Luis Gandarillas)

Ya es el brote de gastroenteritis provocado por un parásito presente en el agua más grave registrado en España. Casi 500 personas han sido atendidas por dolores abdominales, vómitos y diarreas en Tarazona (Zaragoza) y las localidades limítrofes de Los Fayos, Torrellas y Novellas. En concreto, lo que tenían era una criptosporidiosis, es decir, es una infección intestinal causada por el parásito protozoo Cryptosporidium, cuyo origen parece estar en el río Queiles. Justo antes de que comenzaran a detectarse los primeros pacientes, a mediados de septiembre, el municipio cordobés de Baena declaraba que su agua corriente no era apta para el consumo tras detectar el mismo problema, aunque en ese caso solo hubo cinco afectados. ¿Está pasando algo con el agua del grifo?

Un informe de la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria ya alertaba en 2020 de que este parásito era, literalmente, "un nuevo peligro emergente". El género Cryptosporidium incluye más de una veintena de especies y 17 están relacionadas con la infección humana, aunque casi todos los casos que se registran corresponden a dos de ellas: Cryptosporidium hominis y Cryptosporidium parvum. El Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) recoge más de 14.000 casos anuales de criptosporidiosis de acuerdo con sus datos más recientes, a pesar de que no es de declaración obligatoria en todos los países.

Foto: Manifestación de la plataforma Stop Suicidios. (EFE/Víctor Lerena)

Esta cifra supone el doble que hace una década, pero esto podría explicarse, simplemente, porque se llevan a cabo más controles. En España, el dato de 2018 incluía 1.511 confirmaciones, sin especificar si su origen estaba en la bebida, los alimentos u otras vías. En cualquier caso, llama la atención que en países desarrollados la amenaza para la salud pueda proceder del agua potable, pero lo cierto es que este protozoo resiste incluso la acción del cloro.

Así actúa en el intestino

Cuando lo ingerimos, comienza el ciclo que le permite reproducirse. La transmisión se produce, en palabras de los expertos, por "vía fecal-oral". Es decir, que se introduce en nuestro cuerpo por la boca, a través del agua o de los alimentos, y se reproduce en nuestro sistema digestivo antes de volver a salir en forma de excrementos. "Los reservorios de la enfermedad humana son las propias personas, así como el ganado bovino y animales silvestres que tienen capacidad de expulsar formas activas del parásito", explica a El Confidencial Raúl Rivas González, catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca. Esas formas activas son los ooquistes u ovoquistes, células con formas redondas u ovaladas que viajan hasta el intestino delgado, donde liberan esporozoítos. En esta nueva etapa, "infectan las células epiteliales y surgen más ooquistes", listos de nuevo para salir al ambiente con las heces.

Generalmente, los ooquistes de paredes gruesas son excretados y pueden sobrevivir mucho tiempo hasta infectar a otro animal u otra persona. Sin embargo, también hay algunos de pared delgada capaces de quedarse en el sistema digestivo del enfermo y reinfectarle, "algo habitual en pacientes inmunocomprometidos, sobre todo aquellos que tienen sida". De hecho, el peor brote de criptosporidiosis debido al agua corriente que se conoce ocurrió en Milwaukee (Wisconsin, EEUU) en 1993 y acabó con 400.000 afectados y 58 muertos, casi todos infectados por VIH.

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'Cryptosporidium' al microscopio.

Otro caso impactante, que permitió estudiar y caracterizar muy bien este tipo de episodios, ocurrió en 2010 en Östersund (Suecia), que registró 27.000 enfermos de gastroenteritis, la mitad de su población. Cuando se comprueba que numerosas personas de una localidad sin aparente contacto entre sí sufren gastroenteritis, se puede sospechar que la causa está en el agua. La primera vez que se documentó un brote de Cryptosporidium con este origen fue en 1984 en Texas, pero hacerlo no es tan fácil. Si tenemos en cuenta que los problemas gastrointestinales son muy comunes, poco relevantes desde el punto de vista sanitario y que pueden tener orígenes muy diversos, es fácil comprender que este problema debe estar infradiagnosticado y, muchas veces, pasará desapercibido.

Incluso cuando ocurre un evento como el de Tarazona, aunque se detecte que las infecciones proceden del agua, es muy difícil determinar exactamente cuál es la fuente de contaminación, dónde está el foco que ha acabado por contaminar el río Queiles de una forma tan abundante como para enfermar a cientos de personas. Además, hay otra circunstancia que dificulta el seguimiento y la atribución de casos: todo ese ciclo de reproducción en el intestino delgado es largo, desde que el parásito ingresa en el organismo hasta que aparecen los síntomas pueden pasar entre una y dos semanas.

En general, la gastroenteritis que provoca este parásito no suele tener consecuencias importantes, salvo en el caso de pacientes inmunodeprimidos, especialmente los afectados por el sida, y en el caso de los niños, en los que está considerada la segunda causa más frecuente de gastroenteritis grave después del rotavirus. La mayor parte de los casos se resuelven por sí mismos e incluso hay personas infectadas que son asintomáticas.

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Río Queiles a su paso por Tarazona. (EFE)

Resistente y casi indetectable

Aunque transmisión a través del agua está considerada como la vía de contagio más importante, también se puede producir por los alimentos, el contacto con animales y con otras personas. Con respecto a la comida, el principal problema puede darse en frutas y verduras que se consumen crudas, porque los ooquistes se pueden adherir a la superficie de las plantas. No obstante, incluso en estos casos el agua suele tener algo que ver, porque la contaminación proviene, a menudo, de aguas de riego contaminadas por excrementos, por ejemplo. La carne de animales infectados o los productos lácteos (por contaminación en el ordeño) también podrían provocar problemas, aunque los controles sanitarios hacen casi imposible que lleguen al consumidor.

Así que, si nos centramos en el agua, ¿por qué Cryptosporidium puede llegar a salir por tu grifo? La razón más importante es que los ooquistes, con sus gruesas paredes, "son capaces de sobrevivir a altas concentraciones de cloro", destaca Rivas González. Puntualmente, una vez que se detecta un foco, se pueden subir las concentraciones de este desinfectante para eliminar al parásito, pero es resistente a las concentraciones normales. De hecho, sobrevive incluso a la lejía pura hasta 10 minutos. Otras alternativas usadas en aguas residuales, como tratamientos con radiación ultravioleta u ozono sí que pueden reducir la cantidad de patógenos viables antes de ser usadas para el riego, aunque no garantizan eliminar el problema por completo.

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Las piscinas, posible foco de brotes. (EFE)

En circunstancias normales, el parásito se adapta casi a cualquier ambiente: aguas dulces, aguas saladas e incluso temperaturas muy frías. No obstante, según la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria, "las condiciones relacionadas con el cambio climático favorecen su difusión". Las temperaturas descontroladas, las lluvias torrenciales, los movimientos de tierra y otras alteraciones del medio ambiente relacionadas con el movimiento de animales infectados pueden favorecer su expansión. Por eso, los expertos consideran desde hace tiempo que se trata de un problema en auge. De todos modos, no es algo muy sorprendente: "La mayoría de las enfermedades infecciosas están aumentando debido al cambio climático", afirma el catedrático de Microbiología, "y no es que Cryptosporidium lo esté haciendo de forma especialmente significativa".

En este sentido, otro gran problema es que estos parásitos son muy difíciles de detectar. Para conseguirlo, hay que identificar en el agua o en los alimentos los ooquistes o su ADN. ¿A partir de qué cantidad suponen un riesgo? En el Reino Unido, el agua de la red de distribución debe contener menos de un ooquiste (su tamaño es de unas pocas micras) por cada 10 litros, mientras que en otros países no está establecido. En los excrementos, la concentración suele ser mucho mayor, de manera que es más fácil detectar si una persona o un animal están enfermos. También es posible hallar anticuerpos en el suero o la saliva, pero esto no permite determinar si la infección es actual o del pasado.

Foto: Hace 4.500 años, los habitantes de Stonehenge ya tenían parásitos intestinales (EFE/Enrique Rubio)

Si las autoridades tienen problemas para seguirle la pista a este parásito y para acabar con él, ¿qué podemos hacer los ciudadanos? Tal y como se ha recomendado en Zaragoza, "cuando nos encontramos en una zona con un brote activo, hay que evitar usar agua del grifo para el consumo, para lavar alimentos e incluso para cepillarnos los dientes", recuerda Rivas González. Si no queda más remedio, "habrá que hervir el agua potable, como se hacía antes". De hecho, este tipo de recomendaciones para situaciones en las que se ha comprobado una contaminación, son rutinarias en el caso de algunos viajes internacionales. "En ciertos destinos donde no se garantiza que haya un saneamiento suficiente, no solo hay que evitar beber agua del grifo, sino también consumir bebidas con hielos", apunta.

A pesar de todo, el experto llama la atención sobre el principal foco de infecciones por Cryptosporidium: "En los países desarrollados, los contagios suelen ocurrir en piscinas, jacuzzis y parques acuáticos", advierte. No es que el simple contacto con el agua pueda causar el problema, sino que, aunque apenas nos demos cuenta, "cuando nos bañamos, podemos tragar accidentalmente un poco de agua y esto puede causarnos un problema de salud". El peligro puede ser mayor en ríos y lagos, porque si este parásito es inmune al cloro, donde no lo hay, campa a sus anchas. En este caso, el origen del problema puede estar en los animales salvajes infectados.

Ya es el brote de gastroenteritis provocado por un parásito presente en el agua más grave registrado en España. Casi 500 personas han sido atendidas por dolores abdominales, vómitos y diarreas en Tarazona (Zaragoza) y las localidades limítrofes de Los Fayos, Torrellas y Novellas. En concreto, lo que tenían era una criptosporidiosis, es decir, es una infección intestinal causada por el parásito protozoo Cryptosporidium, cuyo origen parece estar en el río Queiles. Justo antes de que comenzaran a detectarse los primeros pacientes, a mediados de septiembre, el municipio cordobés de Baena declaraba que su agua corriente no era apta para el consumo tras detectar el mismo problema, aunque en ese caso solo hubo cinco afectados. ¿Está pasando algo con el agua del grifo?

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