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Elon Musk ☠ Stephen King: el romance fallido que explica por qué América está ardiendo
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LA GRIETA QUE RESQUEBRAJA EEUU

Elon Musk ☠ Stephen King: el romance fallido que explica por qué América está ardiendo

El hombre más rico del mundo busca que el escritor de novelas de terror le haga caso. Su validación es lo único que el dueño de Twitter no puede comprar en un país que ha dejado de aplaudir a gente como él

Foto: Uno de ellos es conocido como El Rey del Horror. (Twitter)
Uno de ellos es conocido como El Rey del Horror. (Twitter)
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"Es estúpido, pero bastante entretenido", comentó un día Stephen King a Elon Musk. No se refería al magnate sudafricano, sino a una aplicación secreta del Tesla que permite reproducir un sonido de pedo desde el altavoz que va integrado junto a cada uno de los asientos. Musk saltó de la silla al ver el comentario y respondió. "¡Es un honor, señor! Gracias por ser dueño de un Tesla".

Aquel "estúpido, pero entretenido" ha sido lo más agradable que Musk ha obtenido del escritor. Otro día de 2020, King le habló por segunda y última vez, solo para comentarle que las ruedas del coche eran un asco porque se estropeaban a los 12.000 kilómetros. Esa sería la última interacción directa entre ambos.

Entre medias pasaron muchas cosas, siendo la más relevante que Musk adquirió Twitter por 44.000 millones de dólares, en un largo proceso que concluyó el 27 de octubre de 2022. Este hecho, así como sus múltiples consecuencias, reavivaron la llama del interés de Stephen King en los negocios de Musk. Pese a todo, no ha vuelto a responder una palabra al empresario pese a los múltiples intentos de este por obtener cualquier tipo de feedback. Su aprobación, amistad, simpatía, rechazo... cualquier cosa menos la indiferencia.

Este romance fallido empieza en el Día 4 después de la compra, el 31 de octubre de 2022. King tuitea: "¿20 dólares al mes por mantener mi check azul? Que les jodan, deberían pagarme. Si eso se instituye, me iré como Enron", en referencia a la empresa energética que desapareció en 2001 tras un sonado escándalo de corrupción y a la que volveremos más tarde. Musk estuvo presto en responder y desvelar al mundo lo que pensaba cobrar por el servicio hoy llamado Twitter Blue: "¿Qué tal 8 dólares?". King ni le contestó.

Después de eso, el CEO de Twitter, dueño de Tesla, fundador de SpaceX y hombre más rico del mundo siguió intentándolo con el autor de novelas de terror. Una y otra vez. Cuando King tuiteó "Me gustaba más Twitter en la época anterior a Musk, menos controversia, más diversión", este trató de picarle con el emoji de un fantasma. Más tarde escribió "a decir verdad, sigo siendo tu fan". Luego lo borró. Cero respuesta por su parte.

King siguió criticando la deriva de Twitter. Eran días en los que el nuevo dueño cambiaba cosas continuamente o retuiteaba memes que se mofaban de quienes no querían pagar ocho dólares por Twitter Blue, pero luego se los gastaban en un café de Starbucks —siendo la cadena de cafeterías un importante anunciante para la red social— o amparaba la restitución de cuentas que en algún momento fueron suspendidas por diversos motivos. Los primeros ejemplos que vienen a la cabeza son Donald Trump o Jordan Peterson, pero a la gente de a pie le inquietaban más las cuentas de propagadores de odio o acosadores a pequeña escala.

Un día, King dijo que el único anunciante que iba a quedar en la red social era My Pillow —marca de almohadas que fue vetada en varios supermercados después de que su dueño, el emprendedor Mike Lindell, insistiera en que Donald Trump era el legítimo ganador de las elecciones de 2020— y Elon Musk encadenó una serie de tuits en respuesta que empleaban distintas estrategias para llamar la atención del autor de Misery. De nuevo, no le hizo ni caso.

Los medios no tardaron en darse cuenta de esta pintoresca situación. Recordaba a aquella escena de Casablanca.

— Me desprecias, ¿verdad, Rick?

—Si llegara a pensar en ti, probablemente lo haría.

Con la diferencia de que Stephen King, a diferencia de Bogart, sí participaba (como todo el mundo) en la conversación sobre Musk y recibía diariamente miles de tuits encolerizados de la numerosa base de admiradores del sudafricano. Mientras millones de personas opinaban que el nuevo dueño de Twitter solo buscaba ser el foco de atención con sus ocurrencias, a quien miraba ese foco era a King, y este, con toda la pachorra del mundo, declaraba al respecto en una entrevista: "No me quita el sueño, pero... es raro".

El golpe de gracia vino hace unas semanas, cuando Twitter borró de la noche a la mañana los checks azules de verificación. Aquel 20 de abril, muchos famosos con millones de seguidores se despertaron sin la insignia, pero no King. Como se desveló a las pocas horas, el propio Musk pagó de su bolsillo las verificaciones de LeBron James, William Shatner (el actor que hacía de capitán Kirk en Star Trek) y Stephen King, tres de las celebridades que habían dicho que jamás pagarían por Twitter Blue.

En su última interacción (por llamarlo de alguna manera) King le sugirió en voz alta que mejor podría haberse gastado los ocho dólares en ayudar a Ucrania y Musk responde, por primera vez, en un tono distinto, con reproche: "He donado 100 millones a Ucrania, ¿cuánto has donado tú?" Por supuesto, King tampoco le contestó a esto.

¿Qué está pasando aquí?

Hay una subespecie en Twitter a la que suelen padecer especialmente las mujeres. Son cuentas de pocos seguidores que suelen responder de forma regular a todo lo que tuitean, tratándolas además como si las conocieran de toda la vida. Este tipo de conversación unidireccional e infructuosa suele terminar con alguna proclama pasivo-agresiva del tipo "¡pues tampoco estás tan buena!"

Los americanos, hábiles en bautizarlo todo, llaman a esta gente reply guy, el chico de las respuestas. Cada uno tiene su estrategia, pero todos se parecen. Piden casito a pequeñas dosis y, cuando el desinterés se va acumulando, estas personas acaban por reclamar una factura por todo ese tiempo invertido. Lo que no es tan común es que tu reply guy sea la cuenta con más seguidores de todo Twitter, 140 millones de followers observando cómo una y otra vez Elon se chocaba contra el muro de indiferencia del creador de Carrie.

placeholder Elon Musk junto al logo de Twitter. (Dado Ruvic/Reuters)
Elon Musk junto al logo de Twitter. (Dado Ruvic/Reuters)

Elon Musk es un perfecto sujeto de estudio precisamente porque no tiene filtros. En un mundo en el que los CEO se expresan con cuentagotas submilimétricos de bullshit compuesto por un equipo de chupacirios corporativos, el jefe de Twitter ha reducido su departamento de comunicación a un emoji de caca, que recibe todo periodista que osa escribir al correo de prensa. Toda novedad a comunicar o idea a implementar pasa por su feed. Esto le ha jugado malas pasadas no pocas veces, y de hecho la Comisión de Bolsa y Valores​​ de Estados Unidos todavía le obliga a que un abogado de Tesla revise cualquier tuit de Musk que tenga que ver con la compañía antes de ser enviado, para que no pueda influir en el valor de las acciones como ocurrió en 2018.

Esta libertad de Musk también nos permite ver, en contadas ocasiones, sus filias y fobias. Recordemos que hablamos de un hombre que camina a menudo acompañado de su biógrafo, Walter Isaacson, autor de otras biografías que el fundador de SpaceX guarda entre sus libros favoritos, como las de Steve Jobs, Isaac Newton o Leonardo da Vinci. Desde luego, poca gente viva merece más seguir esa estela de biografiados que Elon Musk, aunque hay que reconocer que, en estas circunstancias, es difícil actuar con normalidad cuando sabes que cada frase grandilocuente que se te ocurra puede acabar titulando un capítulo del libro.

El jefe de Twitter ha reducido su departamento de comunicación a un emoji de caca

Para un observador imparcial, es más útil buscar alguna perla en su verborreica cascada de tuits para tratar de responder a cualquier pregunta sobre sus obsesiones o flaquezas.

¿Por qué precisamente Stephen King?

Cuando sus acérrimos defensores le preguntaron por qué seguía escuchando a Stephen King cuando este no dejaba de meterse con él, Musk respondió: "Es una de las personas más creativas del planeta", lo cual no deja de ser una extraña forma de valorar a un escritor, pero ayuda a entender un poco todo este inquietante affaire.

Más allá de la instrumentalización que pueda hacer de la creatividad, el magnate sudafricano tiene un pasado que explica algunas cosas. En varias de las biografías que le han dedicado —la mejor es la del periodista de Bloomberg, Ashlee Vance, de 2015, las otras caen muy a menudo en el fenómeno fan— Musk explica cómo pasó su infancia en Pretoria en modo escapista, leyendo libros de fantasía y ciencia-ficción. Era un nerd de manual que con 10 años creó y vendió su primer videojuego, Blastar, de inspiración sci-fi y programado con un Commodore VIC-20.

placeholder Stephen King, fotografiado en agosto de 2022 en Washington. (Michael Reynolds/ EPA)
Stephen King, fotografiado en agosto de 2022 en Washington. (Michael Reynolds/ EPA)

Cuando una revista se hizo eco, el joven se hizo llamar E.R. Musk, al estilo de J.R.R. Tolkien o George R.R. Martin.

Musk sufrió a menudo de bullying, le pegaban a él y a quien se atreviera a definirse como su amigo. Él mismo ha intelectualizado mucho estos episodios, diciendo que le hicieron más fuerte y le ayudaron a convertirse en el hombre triunfador que es hoy.

"Elon Musk es, por un lado, alguien muy seguro, que ha logrado cosas extraordinarias, pero a menudo hace cosas en las que parece un niño pequeño, muestra unas inseguridades tremendas", explica Ana Ibáñez, autora de un reciente libro llamado Sorprende a tu cerebro y que suele tratar a muchos pacientes en asuntos relacionados con la autoestima en la cadena de centros Mindstudio que fundó en Madrid. Casos como el de Musk no son desconocidos para ella. "Probablemente esa inseguridad que le marcó de niño sigue teniendo una conexión en su cerebro adulto".

Un detalle no menor es que la primera esposa de Elon Musk era una autora de novelas de ciencia-ficción llamada Justine Wilson, con la que comparte varios hijos. Al mismo tiempo, la escritora ha declarado muchas veces a King como una de sus principales influencias. Para ella, algo en su cerebro hizo clic al leer Misery: "Estaba escribiendo cuentos y novelas, pero ese cambio interno de identidad no sucedió hasta que me reconocí en el proceso que King describe en el libro", declaró en esta entrevista. "Su protagonista era un novelista y se perdía como hacía yo: él 'caía a través de un agujero en la página' a otro mundo y resurgía horas después. Eso me llegó muy hondo. Yo vivía en un pequeño pueblo canadiense y Misery me mostró que había otras personas en el mundo tan soñadoras y excéntricas como yo, y eran escritores".

Estuvo casada con alguien que sueña con viajar a Marte y llenar el mundo de coches eléctricos, pero a quien admiraba realmente era a otros escritores. Por supuesto, en la contienda entre su exmarido y su ídolo literario, lo tuvo claro.

Lo más llamativo es que, en otras circunstancias, Musk y King deberían poder llevarse bien. Ambos son el tipo de persona que disfruta del estreno de Posesión infernal: El despertar. Ambos son nerds que, aunque con circunstancias vitales totalmente opuestas, acabaron siendo devotos de El Señor de los Anillos en algún momento.

En el primer caso, el padre de Stephen King (Portland, 1947) les abandonó cuando él tenía dos años y su madre crio sola a él y su hermano. Pasaron graves problemas económicos y, como tantos estadounidenses, el joven Stephen deambuló de ciudad en ciudad a lo largo de una infancia itinerante, siguiendo a su madre en busca de empleo desde su Maine Natal. Se refugió en la literatura como creador, empezó a darse a conocer, tuvo éxito, la crítica le aborreció pero fue adaptado al cine varias veces, ganó muchísimo dinero, cayó en la cocaína, salió de ella y acabó triunfando, también entre críticos y académicos. Hoy es conocido como "el cuentacuentos de América".

En el segundo, Elon Musk (Pretoria, 1971) es el hijo de un promotor inmobiliario sudafricano —propietario también de una mina de esmeraldas— y una modelo canadiense. Pese a este prometedor comienzo, el joven Elon lo pasó realmente mal, se refugió en la literatura como consumidor, huyó a Canadá, luego a Estados Unidos, luego a Silicon Valley. Fundó PayPal, lo vendieron por una millonada y con ese dinero empezó Tesla, SpaceX, Neuralink, etcétera. Buena parte de lo que ganó en estos años se lo gastó en comprar el 100% de Twitter. Hoy es conocido como "el hombre más rico del mundo".

placeholder Elon Musk, en una reunión reciente con el ministro francés de Economía. (Ludovic Marin)
Elon Musk, en una reunión reciente con el ministro francés de Economía. (Ludovic Marin)

El ascenso de estos dos nerds es sintomático del momento que vive Estados Unidos, y por consiguiente todos los países que se bañan en su cultura. Todo el mundo social, empresarial y cultural ha sido tomado por una ralea de individuos que afloraron en los márgenes, inadaptados que ahora tienen el bastón de mando. Desde 1999, la película más taquillera del año ha salido de un cómic de superhéroes, es de la saga Star Wars, Harry Potter, obra de Tolkien o trascurre en el mundo de Avatar.

La nerdificación de América

Están por todas partes. En la guerra de Ucrania, el ejército de Zelenski está logrando comerle terreno a la poderosa Rusia gracias, en parte, a la ayuda de una compañía estadounidense fundada por Peter Thiel, uno de los socios de Musk en PayPal. La empresa emplea el bigdata y la IA para la vigilancia total, y con ella, planificar operaciones sobre el terreno. Su nombre es Palantir, sí, como la bola vidente de Sauron en El Señor de los Anillos, cuyo nombre élfico se traduce como "el que ve a lo lejos". Es producto de la obsesión de Thiel por la obra de Tolkien, de hecho otras cuatro empresas suyas usan nombres de la Tierra Media como Mithril Capital Management o Rivendell One, nombre del holding que utilizó para vender las acciones que tenía en Facebook.

El ejército ucraniano también cuenta con unos drones defensivos fabricados por otra start-up estadounidense, Anduril. Sí, como la espada de Aragorn. Fue fundada por Palmer Luckey, creador también de la empresa de gafas de realidad virtual Oculus VR, que Facebook adquirió por 3.000 millones de dólares en 2014.

Otros como el propio Musk o Jeff Bezos tiraron más hacia otro tipo de fantasía: las aventuras espaciales, naves interplanetarias o espadas láser. No solo nombró a uno de los cohetes de SpaceX como a la nave de Han Solo. Recuerden que, para Musk, si alguien no podía abandonar Twitter por tener que pagar la chapa azul era el Capitán Kirk de la nave Enterprise.

Todo esto es más que anecdótico, porque son precisamente estos detalles los que ayudaron a humanizar la imagen de una nueva generación de empresarios tecnológicos. Desde la caída de las puntocom en el 2000 hasta más o menos hace una década, todas estas compañías han pasado de prometedoras start-ups a gigantes globales, y sus fundadores habitan desde entonces el Top 10 de las mayores fortunas del mundo. Además, ya no son percibidos como capitalistas despiadados con trajes carísimos envueltos en humo de habano, sino como sencillos soñadores que siguen llevando a la oficina una hoodie gris sin marca y unos vaqueros gastados pese a tener 20.000 millones de dólares en stock options.

placeholder El filántropo y fundador de Microsoft, Bill Gates, presencia el torneo de tenis de Indian Wells el año pasado. (John Mabanglo/EPA)
El filántropo y fundador de Microsoft, Bill Gates, presencia el torneo de tenis de Indian Wells el año pasado. (John Mabanglo/EPA)

Baste con contemplar la transformación de Bill Gates: en los años noventa era un tiburón temible que hundió a cualquier empresa que osara hacerle sombra a Microsoft, como Netscape, y fue juzgado por imponer un régimen de terror monopolístico donde no importaba quién fuera el fabricante del ordenador mientras llevara Windows preinstalado. En 2010, en cambio, Gates era ya percibido como un alma caritativa que estaba recorriendo el mundo junto a su mujer para tratar de curar la malaria.

Desde la semana pasada, cuando el Wall Street Journal lo publicó, sabemos que mientras Melinda Gates trataba de educar a las mujeres Dogon de Mali para que no recluyeran a sus hijas en una cabaña menstrual, Bill estaba dándole un significado más amplio a la frase "el bridge es una de mis grandes pasiones", ya que estaba con una jugadora rusa de cartas a la que sacaba treinta años para, posteriormente, ser chantajeado por el pederasta Jeffrey Epstein. Con Gates y los magnates de Silicon Valley ha pasado un poco como con la prensa española de los ochenta y la Casa Real, quienes mandan se encargan de cultivar —y regar con dinero— una omertà benevolente, esta vez no en nombre de la estabilidad democrática sino de la nueva economía del conocimiento y otras patrañas.

Mientras Melinda Gates educaba a las mujeres de Mali, Bill daba un significado más amplio a la frase "el bridge es una de mis grandes pasiones"

Para Gates, su salvación reputacional vino de la mano de la filantropía y para la nueva generación que le sucedió, ese papel humanizador lo jugaron la cultura pop, la ciencia ficción y la fantasía. En 2002, la anteriormente citada corporación Enron usó una estrategia para manipular el sistema eléctrico del estado de California y lograr aumentar los beneficios. El plan llevaba el nombre en clave Estrella de la Muerte.

Años después, el gobierno de Barack Obama ayudó a solidificar este tipo de vínculos con los grandes empresarios de la tecnología usando el mismo lubricante. En 2013 un ciudadano propuso un plan para que construyeran la Estrella de la Muerte y la administración le respondió, con membrete, que la construcción iría en contra del déficit, que el Ejecutivo no era partidario de destruir planetas y que "¿por qué íbamos a gastar incontables dólares del contribuyente en una Estrella de la Muerte con un fallo fundamental que podría ser explotado por una nave espacial pilotada por un solo hombre?". Puro Obama.

placeholder Fotograma cedido por Warner Bros, donde aparece el payaso Pennywise. (Brooke Palmer/Warner Bros)
Fotograma cedido por Warner Bros, donde aparece el payaso Pennywise. (Brooke Palmer/Warner Bros)

Mientras todo esto ocurría, la literatura fantástica y de género también comenzaba a ocupar un lugar central en el imaginario de los americanos. Y con ello, Stephen King, que siempre había dicho de sí mismo que era "la Big Mac con patatas de la literatura", comenzó a ser estudiado en las universidades por una nueva generación de académicos sin tantos prejuicios como sus antecesores. El crítico Harold Bloom, autor del Canon Occidental, había bautizado al escritor como Jingle King, el rey del cascabeleo. Consideraba que, pese a sus ventas, su trabajo no era lo suficientemente complejo o profundo como para ser considerado verdadera literatura.

Es lo mismo que se decía en su momento de Star Wars, de El Señor de los Anillos, de los libros de Harry Potter o de las películas de superhéroes. Una vez triunfan, sin embargo, el discurso comienza a cambiar. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Hoy muchos sitúan a Stephen King en la misma estela de Edgar Allan Poe o H.P. Lovecraft.

Así, los amantes de las fantasías épicas, los tecnoutopistas o los amantes del terror de serie B dominan ahora el mundo. Musk y King podrían sentarse juntos, regocijarse en lo bien que les ha ido en la vida y brindar con una cerveza romulana en memoria de Leonard Nimoy. Sin embargo, no logra que le responda un solo mensaje.

Clave de bóveda

Hay algo muy básico sobre King que Musk nunca llegó a entender. En aquella entrevista con Slate acerca de la controversia por pagar o no Twitter, el autor dijo "no es por presumir ni nada, pero la cosa es que me pagan por escribir. No tengo que pagar para hacerlo".

Lamento lo prolongado de los antecedentes, pero esta es la verdadera clave de todo. Hay una parte de América que se ha hecho inmensamente rica gracias al contenido que otra parte les proporcionaba y ahora buscan un trozo del pastel aún más grande. No es solo Twitter, sino todas las plataformas: además de la llamada Gran Renuncia, que ha afectado especialmente a muchos empleos creativos. Desde los escritores de subtítulos que Netflix no puede encontrar porque paga muy mal, hasta el creador de The Wire, David Simon, que mandó a freír espárragos a HBO al unirse a la huelga de guionistas que mantiene a Hollywood al borde del caos.

El idilio del público con los empresarios tecnológicos creadores de esas plataformas se ha terminado, y quienes están llamando a las armas son precisamente aquellos que les han hecho ricos, llenando sus catálogos de contenido. La huelga se está extendiendo a cada vez más sectores. Saben que ahora es su única oportunidad de salvación, que si no hacen nada, dentro de tres años, el guion de la 5ª entrega de Los Vengadores podría ser generado enteramente por IA. No es una amenaza sino una predicción lanzada por el propio Joe Russo, director de las dos últimas entregas de la saga basada en el cómic.

Foto: Imagen de archivo del cartel de Hollywood. (EFE/Andrew Gombert)

Stephen King debe gran parte de su fama y su riqueza a películas basadas en su trabajo, como It, Cadena Perpetua o La Milla Verde. Es un vestigio viviente.

Hollywood y Silicon Valley están ahora corriendo en la misma pista. De repente en California todo el mundo se ha puesto a despedir, van alrededor de 120.000 trabajadores. La cosa ha llegado a un punto en que, como publicaba The Economist hace unos días, los graduados en informática de Berkeley han comprobado cómo ya es imposible incluso hacer prácticas en empresas como Meta, Amazon, Salesforce, Apple o Netflix. La excusa oficial que se ofrece es una especie de letanía confusa (se contrató mucho en la pandemia, no estamos creciendo al ritmo que pensábamos, la inflación...) pero la razón real es que Microsoft, que lidera esta nueva carrera, ha despedido a 10.000 personas al mismo tiempo que anunciaba una inversión de 10.000 millones de dólares en OpenAI... un millón por cada empleado despedido. Lo que está sucediendo es un volantazo en tiempo real de todas estas empresas, que estaban a por uvas o en el metaverso.

Musk ha fundado una empresa en Nevada llamada provisionalmente X.AI, y ha adquirido miles de procesadores GPU Nvidia

El otro día, el nombre de Elon Musk aparecía entre los firmantes de una carta pidiendo una moratoria global de seis meses para modelos de inteligencia artificial más avanzados que el GPT-4 de OpenAI. Pero lo que estaba sucediendo realmente, y así lo desveló el Financial Times el mes pasado, es que Musk ha fundado una empresa en Nevada llamada provisionalmente X.AI, ha adquirido miles de procesadores GPU Nvidia y ha contratado a algunas de las mejores mentes del país que trabajaban en empresas rivales como DeepMind, la división de inteligencia artificial de Alphabet, matriz de Google.

Por eso, igual que la fábula de la rana y el escorpión, Stephen King no puede ser amigo de Elon Musk. El sudafricano no desea realmente la destrucción del escritor, sabe que si le clava el aguijón ambos se ahogarán, pero no puede evitarlo.

"Es estúpido, pero bastante entretenido", comentó un día Stephen King a Elon Musk. No se refería al magnate sudafricano, sino a una aplicación secreta del Tesla que permite reproducir un sonido de pedo desde el altavoz que va integrado junto a cada uno de los asientos. Musk saltó de la silla al ver el comentario y respondió. "¡Es un honor, señor! Gracias por ser dueño de un Tesla".

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