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El día en que Stephen King firmó 15.000 libros con su propia sangre
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El día en que Stephen King firmó 15.000 libros con su propia sangre

Chuck Palahniuk, el febril autor de la aclamada 'El club de la lucha', recuerda en su último y fascinante libro real esos "momentos de mi vida como escritor que lo cambiaron todo"

Foto: El escritor Stephen King. (EFE/Michael Reynolds)
El escritor Stephen King. (EFE/Michael Reynolds)

Ocurrió en Town Hall, una iglesia desconsagrada en Capitoll Hill, en el centro de Seatlle (EEUU). El celebérrimo Stephen King puso las condiciones habituales cuando accedía a protagonizar una firma de libros multitudinaria. Los convocantes debían contratarle guardaespaldas para un evento que duraría ocho horas en un local con capacidad para 5.000 personas, cada una de las cuales solo podía llevar un máximo de tres ejemplares para que King se los firmara. Y durante todo el tiempo que durase la operación, debía colocarse alguien detrás del autor de 'Misery' sosteniendo una bolsa de hielos sobre su hombro. Llegó el día, arranco la firma y, cuando el escritor no llevaba ni cien ejemplares rubricados, se dio la vuelta y preguntó: "¿Me pueden traer vendas?".

Tras una vida entera firmando toneladas de libros, aquel hombre tenía la piel de los dedos índice y pulgar fosilizada en un viejo y feo callo, un callo que en ese justo momento comenzaba a agrietarse. "Estoy sangrando sobre los libros", dijo King. Podía verse una roja huella de sangre fresca en la portadilla de un libro propiedad de un joven que aguardaba sin mostrar ningún tipo de molestia o asco por aquello. Al contario, parecía extrañamente satisfecho. Entonces, el escritor se levantó para curarse la herida, pero paró en seco cuando escuchó el grito airado de la siguiente persona que esperaba en la cola: "¡No es justo! ¡Si el señor King puede sangrar en los libros de este, también tiene que sangrar en los míos!".

"¡No es justo! ¡Si el señor King puede sangrar en los libros de este, también tiene que sangrar en los míos!"

Aquel aullido lo oyeron las 5.000 personas congregadas en el evento, 5.000 fans del género de terror que exigían ahora imperiosamente su parte alícuota de sangre de escritor. Stephen King observó todo aquello sin inmutarse, solo con un leve mohín de fastidio, y se dirigió a su ayudante, que seguía sujetando la bolsa de hielo sobre su hombro: "¿Me puedes echar una mano?". Ella le miró un poco asustada y respondió: "Son sus lectores... Haré lo que usted decida". King volvió a sentarse. El rey volvió a firmar. 5.000 personas con tres ejemplares cada una. 15.000 libros en total sin que a ni uno solo le faltara su huella de sangre. Al final acto, el escritor se encontraba tan débil que se lo tuvieron que llevar a su Lincoln Town Car en volandas.

El club de la lucha

Fue aquella pobre ayudante de Stephen King, llamada Kim Ricketts, la que le contó la sangrienta y deliciosa anécdota a quien entonces era un escritor en ciernes y dudaba sobre su futuro. Chuck Palahniuk le preguntó entonces: "¿Y esa es la gran fama que todos ansiamos?". Y ella respondió: "Así son las grandes ligas". No pasaría mucho tiempo hasta que el propio Palahniuk se vería jugando en esas 'grandes ligas'. En 1996 tenía 34 años, era licenciado en periodismo, pero trabajaba como soldador en la cadena de montaje de Camiones Freightliner. Acababa de escribir una novela titulada 'El club de la lucha' y aprovechó su única semana laboral de vacaciones para presentarla en librerías de Seattle y San Francisco. No fue nadie a verlo.

Deprimido, volvió a su puesto en la fábrica pensando que su carrera literaria había muerto casi antes de empezar. Pero aquel libro poco después era un superventas y daba pie a una película hoy mítica. Palhaniuk lo cuenta todo en último título, un combinado de biografía y consejos de escritor titulado 'Plantéate esto: momentos de mi vida como escritor que lo cambiaron todo' (Random House, 2022).

placeholder 'Planteáte esto', de Chuck Palahniuk. (Random House)
'Planteáte esto', de Chuck Palahniuk. (Random House)

"Si vinieras a mí y me pidieras que te enseñara todo lo que sé, te diría que la industria editorial está conectada a un pulmón artificial. Bret Easton Ellis me cuenta que la novela ya no tiene relevancia alguna en la cultura. Llegas demasiado tarde. La piratería ha destruido los beneficios. Los lectores se han pasado todos a las películas y los videojuegos. Te diría: '¡Vete a tu casa, anda!' (...)

Los escritores tienen que ser lo bastante listos como para concebir una idea brillante y lo bastante aburridos como para investigarla

"Si volvieras otro día", prosigue Palahniuk, y me pidieras que te enseñara, te diría que llegar a ser autor o autora requiere más que simple talento y habilidad. He conocido a escritores fantásticos que nunca terminaron ningún proyecto. Y a escritores que ponían en marcha unas ideas fantásticas y luego nunca las ejecutaban de forma satisfactoria. Y he visto a escritores que vendían un solo libro y el proceso los desilusionaba tanto que ya nunca escribían otro. Voy a parafrasear a la escritora Joy Williams, que dice que los escritores tienen que ser lo bastante listos como para concebir una idea brillante, pero también lo bastante aburridos como para investigarla, teclearla, corregirla y recorregirla, encontrar comprador para el manuscrito, revisarlo, re re-visarlo, leerse las primeras correcciones, corregir las galeradas, aguantar el tedio de las entrevistas y escribir los textos promocionales, y por fin viajar a una docena de ciudades y firmar ejemplares para miles, o decenas de miles de personas... Y entonces te diría: 'Y ahora largo de mi porche'. Pero si volvieras por tercera vez, te diría: 'Colega... No digas que no te avisé'".

'Plantéate esto' es un personalísimo y trepidante viaje a la formación de un escritor de leyenda, con muchos consejos esenciales y nada obvios, con anécdotas impagables y con una mirada libérrima y muy divertida a las miserias, y algunas bondades, de un oficio en retirada en el que solo cabe hoy, como Tyler Durden en 'El club de la lucha', saltar a la lona a darse de hostias.

Ocurrió en Town Hall, una iglesia desconsagrada en Capitoll Hill, en el centro de Seatlle (EEUU). El celebérrimo Stephen King puso las condiciones habituales cuando accedía a protagonizar una firma de libros multitudinaria. Los convocantes debían contratarle guardaespaldas para un evento que duraría ocho horas en un local con capacidad para 5.000 personas, cada una de las cuales solo podía llevar un máximo de tres ejemplares para que King se los firmara. Y durante todo el tiempo que durase la operación, debía colocarse alguien detrás del autor de 'Misery' sosteniendo una bolsa de hielos sobre su hombro. Llegó el día, arranco la firma y, cuando el escritor no llevaba ni cien ejemplares rubricados, se dio la vuelta y preguntó: "¿Me pueden traer vendas?".

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