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Las imágenes del cerebro que explican por qué las niñas maduran antes que los niños
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INTELIGENCIA EMOCIONAL

Las imágenes del cerebro que explican por qué las niñas maduran antes que los niños

Una investigación basada en estudios de neuroimagen con miles de niñas y niños de nueve a 11 años de EEUU muestra importantes diferencias en las conexiones

Foto: Niños jugando. (EFE/Ernesto Mastrascusa)
Niños jugando. (EFE/Ernesto Mastrascusa)

Es un tópico muy extendido, pero basado en la experiencia de padres, familiares y profesores al observar cómo interactúan niños y adolescentes. Solemos decir que las chicas “espabilan antes” y que en algunas cuestiones parecen ir un paso por delante de los compañeros que tienen su misma edad. ¿Tiene algún fundamento este lugar común? Numerosos estudios indican que sí. De algún modo, ellas parecen madurar antes, aunque aún nos quedan muchas cosas por saber para entender cómo y por qué.

La mejor manera de hacerlo es interrogar al órgano más complejo y fascinante, el cerebro, y lo más reciente que tenemos es un impresionante estudio realizado por investigadores de Maryland (EEUU) y publicado hace unos días en la revista médica JAMA Network Open, en el que han participado casi 9.000 niños y niñas de entre nueve y 11 años. Los investigadores Dardo Tomasi y Nora D. Volkow utilizan técnicas de neuroimagen para apreciar diferencias significativas entre ambos sexos que afectan a los circuitos de algunas zonas del cerebro y, además, correlacionan esta información con el rendimiento cognitivo.

Foto: Richard V. Reeves.

Estos datos, basados en resonancia magnética funcional y estructural, se extraen de un estudio más amplio, en el que se realiza un seguimiento de miles de adolescentes de EEUU durante una década. Según los autores, las diferencias sexuales en la conectividad cerebral y la cognición son relevantes para analizar la trayectoria de desarrollo cerebral y monitorizar variaciones que se puedan asociar a deficiencias en la cognición o el comportamiento, incluyendo trastornos psiquiátricos o neurológicos. Además, también pueden servir para estudiar la influencia de factores biológicos frente a los sociales o culturales en el desarrollo de niños y niñas.

Para José Ángel Morales García, neurocientífico de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), esta nueva investigación “aporta nuevos datos sobre la sustancia gris y la sustancia blanca a esas edades y sobre cómo se organizan sus conexiones”. En su opinión, el estudio está muy bien diseñado y es muy sólido, por la gran cantidad de participantes que incluye. Algunos trabajos relacionados con el análisis del cerebro a través de neuroimagen reciben críticas porque tratan de sacar conclusiones a partir de pocos casos. Sin embargo, con este ocurre todo lo contrario, ya que es difícil encontrar un artículo científico de este ámbito tan potente estadísticamente. “A veces, las diferencias que se encuentran son limitadas, así que cuantos más individuos estudies, mejor”, explica en declaraciones a Teknautas.

placeholder Resonancia magnética cerebral. (Lancaster University)
Resonancia magnética cerebral. (Lancaster University)

En cualquier caso, el resultado no provoca una gran sorpresa porque investigaciones anteriores ya han mostrado diferencias entre sexos. “Aunque el cerebro de niños y niñas sigue el mismo proceso de maduración, ellas empiezan antes”, comenta el experto. En concreto, la fase que han estudiado los científicos de EEUU en este trabajo es clave, porque supone el comienzo del proceso conocido como poda sináptica. Básicamente, significa que nos vamos deshaciendo de todas las conexiones cerebrales innecesarias en un proceso que dura toda la adolescencia.

El "refinamiento" cerebral y sus consecuencias

“Es como si nuestro organismo pensara ‘mejor que sobre que no que falte’, así que durante nuestro desarrollo establecemos demasiadas conexiones neuronales y, a medida que nos hacemos mayores, vamos eliminando las que no nos van a servir”, explica. Este proceso de poda o eliminación de sinapsis se prolonga desde la preadolescencia hasta la juventud, en líneas generales, entre los 10 y los 21 años. Sin embargo, para las mujeres se inicia y acaba algo antes y para los hombres, más tarde. Una chica acaba este proceso en torno a los 19 años, mientras que en un chico se puede prolongar hasta los 22.

Según el investigador de la UCM, no es una cuestión de “desarrollo cerebral”, puesto que este ya se ha producido, sino que más bien se trata de un proceso de “refinamiento” que conduce a una mejor organización cerebral. Aunque ya se conocían los datos generales, “este artículo ofrece información sobre lo que sucede en regiones más concretas, especificando cómo se conectan diferentes áreas”. Además, a medida que la tecnología avanza, las técnicas de neuroimagen ofrecen mucha más calidad y tenemos más capacidad para analizar los resultados.

placeholder Un niño y una niña, en una carrera. (EFE)
Un niño y una niña, en una carrera. (EFE)

¿Cómo se reflejan esos cambios del sistema nervioso en los comportamientos, las actitudes o las capacidades de chicas y chicos? En esencia, tendrían dos repercusiones, sobre la capacidad cognitiva y sobre la inteligencia emocional. Dicho de otra forma, “el que las niñas empiecen a madurar antes no tiene nada que ver con la inteligencia, sino con entender el mundo y las relaciones con otras personas”, apunta Morales García. El proceso de maduración es común, insiste, pero en cuestión de tiempos ellas van algo por delante.

De hecho, en este caso, sería especialmente significativa la inteligencia emocional, porque determina las relaciones en el mundo adulto. El caso paradigmático y opuesto es el de las personas con autismo, ya que no identifican la ironía. “No comprender cuándo estás haciendo un chiste limita mucho las interacciones personales. Pues bien, en el caso de las niñas, esa forma de inteligencia aparece antes debido, precisamente, a ese refinamiento de las conexiones cerebrales”, pone como ejemplo el experto. Probablemente, esa capacidad para interpretar situaciones y circunstancias es lo que lleva a afirmar, popularmente, que las chicas son “más espabiladas”.

Cuidado con querer sacar conclusiones prácticas

Al constatar que, más allá de una percepción social, estamos ante una realidad biológica, ¿deberíamos sacar alguna consecuencia? “Hay que tener cuidado, porque se puede condicionar a los niños o a las niñas”, opina el neurocientífico. Tratar de interpretar este tipo de resultados para sacar conclusiones prácticas nos lleva a un terreno pantanoso. Por ejemplo, ya hay quien plantea que los chicos deberían escolarizarse más tarde. “Que empieces a madurar antes no quiere decir que seas más o menos listo, así que dar una formación distinta es completamente ridículo”, asegura el profesor de la UCM.

Foto: Fuente: iStock

En ese sentido, hay que tener en cuenta que en el desarrollo pueden influir muchos factores. Incluso si nos ceñimos al proceso de poda sináptica, no está completamente determinado por factores biológicos. En realidad, también “tiene mucho que ver el ambiente en el que te has criado y el entorno que tienes. Al refinar las conexiones, lo que hace el cerebro es mantener aquellas que cree que van a ser útiles, y eso puede variar por distintas condiciones”, explica Morales García. Por ejemplo, “si te han motivado para tocar el piano, durante el proceso de poda sináptica tu cerebro va a mantener todas las conexiones necesarias relacionadas con ese instrumento musical; mientras que en el caso de otra persona que no tenga la misma experiencia, se eliminarían”. En definitiva, “la biología está ahí y contra eso no se puede luchar, pero el ambiente en el que te has criado influye en el refinamiento de las conexiones cerebrales”.

Es un tópico muy extendido, pero basado en la experiencia de padres, familiares y profesores al observar cómo interactúan niños y adolescentes. Solemos decir que las chicas “espabilan antes” y que en algunas cuestiones parecen ir un paso por delante de los compañeros que tienen su misma edad. ¿Tiene algún fundamento este lugar común? Numerosos estudios indican que sí. De algún modo, ellas parecen madurar antes, aunque aún nos quedan muchas cosas por saber para entender cómo y por qué.

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