Finlandia, primer país que entierra sus residuos nucleares: España ya va tarde a ello
Este 2023 debería estar listo en la costa finlandesa el almacenamiento geológico que, por primera vez en la historia, pretende enterrar para siempre residuos radiactivos
¿Qué hacemos con el combustible nuclear gastado que va a mantener niveles de radiactividad peligrosos durante miles de años? Esa pregunta supone un gran reto para la humanidad y hay que afrontarlo, al margen de que estemos a favor o en contra de este tipo de energía, porque los residuos ya están ahí y hay que gestionarlos con seguridad y eficiencia. En este caso, enterrar el problema no es sinónimo de ocultarlo, sino que puede ser la solución, definitiva e imprescindible.
Este 2023 recién estrenado está llamado a marcar un hito en la historia de la energía nuclear porque, si todo va bien, van a completarse los trabajos del primer almacén geológico de residuos nucleares, aunque no comenzaría a llenarse hasta 2025. Casi 20 años después de las primeras excavaciones, el depósito de Onkalo está casi listo en la costa oeste de Finlandia, junto a la central nuclear de Olkiluoto, en la isla del mismo nombre. A más de 400 metros de profundidad, los túneles perforados en rocas de granito guardarán las cápsulas de acero y cobre. Por mucho que el planeta cambie, los científicos están seguros de que esta será una tumba segura y casi eterna.
"Para llegar al mismo nivel de radiactividad que encontramos en el uranio natural, de donde proviene el combustible, hacen falta unos 100.000 años, así que el sistema garantiza la estabilidad al menos ese tiempo", explica en declaraciones a Teknautas Jordi Bruno, experto que ha trabajado en el campo de los residuos nucleares desde los años ochenta y que en la actualidad dirige la empresa Amphos 21.
Algunas fuentes hablan incluso de que esta instalación durará un millón de años. En cualquier caso, a escala humana, es un enterramiento definitivo, aunque el sistema diseñado por los finlandeses hace que, si algo va mal o se quiere dar otro uso a los residuos, se pueda volver a extraer el material. Con otros diseños, podría ser irreversible. No obstante, la teoría dice que no hay riesgo. "Es lo que está más estudiado por todos los análisis de seguridad, que realmente a esas profundidades no haya ninguna vía de escape que pueda poner en contacto los residuos con la biosfera y, por lo tanto, con la población", comenta el especialista.
El proyecto de Onkalo, encargado a la empresa Posiva, no es idea aventurada de los finlandeses. Simplemente, se han adelantado a otras iniciativas. En un futuro próximo, todos los países deberán contar con su propia tumba de residuos nucleares, puesto que la legislación internacional no permite almacenar residuos de otros Estados de esta manera.
La solución es definitiva, pero hay que ponerla a punto en este siglo y sin hipotecas. "Una premisa fundamental en el diseño de un almacén geológico profundo es no traspasar nuestra responsabilidad a las generaciones futuras, por lo tanto, todos los costes son previos. Una vez sellado, no necesitará supervisión ni tendrá ningún tipo de gastos", explica Alfredo García, ingeniero de la central nuclear de Ascó (Tarragona) y divulgador científico conocido como @OperadorNuclear.
¿La única opción?
Esta solución está consensuada internacionalmente dentro del ámbito científico y tecnológico para los residuos radiactivos de alta actividad y, de hecho, en las últimas décadas se han desarrollado varios laboratorios de investigación en formaciones rocosas subterráneas. La caracterización de los emplazamientos geológicos, el diseño de barreras tecnológicas de contención, la mejora de las técnicas de evaluación de la seguridad y el desarrollo de marcos reguladores hacen que al fin esté todo listo, pero ¿es la única posibilidad?
Según los expertos, es imprescindible, aunque existen alternativas complementarias en desarrollo, como el reciclaje de residuos radiactivos, con proyectos en Rusia y China. Esta opción podría "acortar sensiblemente la duración del almacenamiento geológico profundo de gran parte del material a unos pocos cientos de años", según García. Además, aunque no los eliminaría por completo, "puede llegar a reducir su volumen a una cuarta o una quinta parte", añade.
"Al final siempre queda un residuo que tienes que depositar geológicamente", aclara Bruno. "La alternativa es utilizar ese combustible agotado en una segunda fase, de nuevo, como combustible nuclear, pero eso requiere plantas de procesamiento y reactores que funcionen con ese tipo de tecnología", comenta. Algunos países se están preparando para ello, pero según este experto, no lo veremos en España: "Requiere de una infraestructura nuclear que nuestro país no tiene ni tendrá".
Los ocho almacenes temporales de España
Con respecto a los residuos nucleares, la última gran decisión de España es cancelar el proyecto del almacén temporal centralizado (ATC) de Villar de Cañas (Cuenca) y apostar por ocho emplazamientos que se corresponden con la ubicación de los reactores. De hecho, iban a ser siete, pero hace pocos días se sumó uno más: los residuos de Vandellós I (Tarragona), que dejó de funcionar en 1989 tras un accidente, volverán desde Francia. El 7º Plan General de Residuos Radiactivos (PGRR), que está en tramitación, recoge esta planificación, que también conducirá al almacenamiento geológico profundo de los residuos. De hecho, las centrales pagan una tasa a Enresa (Empresa Nacional de Residuos Radiactivos, S.A.) para la gestión de residuos y el desmantelamiento y una parte de estos recursos ya se está reservando para ese enterramiento final, que debería producirse dentro de 50 años.
Curiosamente, al eliminar el proyecto del ATC de Cuenca, el camino de España podría ser muy parecido al finlandés, que ha evitado construir un almacén temporal centralizado para adelantarse con el proyecto de Onkalo. "La mayoría de los países han optado por un ATC, que es una etapa previa, pero no es imprescindible", comenta Bruno.
Suecia y Francia también optarán por guardar sus residuos en las propias centrales antes de enterrarlos definitivamente. El problema en el caso de España, según este experto, es que "a la hora de escoger el emplazamiento, vamos muy tarde". Toda decisión de este tipo es muy compleja, se tiene que llegar a consensos, y “con nuestra situación política y social ahora mismo es difícil”. Teniendo en cuenta que ya en los ochenta el almacenamiento geológico era una propuesta comúnmente aceptada, "hemos perdido 40 años en este proceso", opina.
"No existe un mayor riesgo por tener ocho almacenes que por tener uno, pero en cuanto a eficiencia económica es un despropósito", comenta el ingeniero de Ascó. El motivo es que la inversión en seguridad y vigilancia, que podría estar centralizada, se multiplica en las distintas localizaciones hasta que finalmente los residuos se trasladen al futuro enterramiento geológico, probablemente, no antes de 2070.
Según Bruno, lo que ha ocurrido con el proyecto de Villar de Cañas, que no ha salido adelante por reticencias políticas, "es un ejemplo de cómo no llevar a cabo la selección de un emplazamiento de este tipo". En su opinión, "no puedes decidir políticamente que vas a construir algo así en un lugar antes de haber hecho una investigación exhaustiva", tal y como se ha hecho en otros países.
Ubicación geológica y aceptación social
En cualquier caso, ¿cómo debería España afrontar el reto de encontrar una ubicación para enterrar sus residuos nucleares? Los expertos hablan de dos cuestiones fundamentales: el estudio geológico, para el que ya se han dado algunos pasos, y la aceptación social, una cuestión mucho más espinosa. Con respecto a lo primero, "no habría ningún problema", opina Bruno, "geológicamente España es un país muy rico, con condiciones muy estables que reúnen todas las características que deben tener estos emplazamientos". El problema es que cualquier punto de la geografía pertenece a algún municipio y a alguna comunidad autónoma, así que es imposible no imaginar la polémica.
"Tiene que haber una labor de concienciación social para explicar los riesgos de ese almacén. Eso es lo que se ha hecho en Finlandia, de forma que la gente está muy tranquila", comenta García. En el país nórdico hay "un enorme consenso científico y político", ya que todos los partidos están a favor, no solo de este proyecto pionero, sino de seguir apostando por la energía nuclear, incluyendo la Liga Verde, los ecologistas que forman parte del Gobierno de coalición.
"Muchas encuestas dicen que la opinión pública con respecto a la energía nuclear está muy relacionada con el nivel de formación científica de los ciudadanos y con lo bien informados que están sobre los riesgos", afirma el experto, volcado con la divulgación científica. "Cuanto más sabes de energía nuclear, mejor opinión tienes", asegura.
¿Qué hacemos con el combustible nuclear gastado que va a mantener niveles de radiactividad peligrosos durante miles de años? Esa pregunta supone un gran reto para la humanidad y hay que afrontarlo, al margen de que estemos a favor o en contra de este tipo de energía, porque los residuos ya están ahí y hay que gestionarlos con seguridad y eficiencia. En este caso, enterrar el problema no es sinónimo de ocultarlo, sino que puede ser la solución, definitiva e imprescindible.