Es noticia
Carl Bergstrom: "El 'bullshit' se propaga por las redes como una enfermedad infecciosa"
  1. Tecnología
  2. Ciencia
AUTOR DE 'CONTRA LA CHARLATANERÍA'

Carl Bergstrom: "El 'bullshit' se propaga por las redes como una enfermedad infecciosa"

Cuando alguien nos dice algo sabiendo que no es cierto, está mintiendo. Cuando alguien usa jerga compleja, porcentajes o gráficos sin importarle si son verdad o no... eso es el 'bullshit'

Foto: El biólogo evolutivo Carl Bergstrom. (Kris Tsujikawa)
El biólogo evolutivo Carl Bergstrom. (Kris Tsujikawa)

Cuando alguien trata de convencernos o disuadirnos de algo empleando una jerga enrevesada con alusiones a conceptos técnicos que le hacen parecer más competente de lo que realmente es, nosotros lo tildamos de farsante o de vendehúmos, de patrañas o sandeces, pero carecemos de un término tan preciso como el que los angloparlantes tienen en 'bullshit'. Sin embargo, carecer de una traducción exacta en nuestro idioma no impide que el fenómeno se reproduzca tanto como en Estados Unidos.

El filósofo Harry Frankfurt, autor del seminal trabajo 'On Bullshit', de 1986 —se tradujo como 'Sobre la manipulación de la verdad' en su momento—, distinguió que cuando alguien miente lo hace de forma consciente, sabiendo que lo que dice no es verdad, mientras que cuando alguien emite 'bullshit', en realidad no le importa si lo que dice es verdadero o falso, solo quiere convencer al interlocutor.

Hoy, 35 años después, la manipulación de la verdad ha encontrado en las redes sociales un arma de propagación inmejorable, lo que eleva el 'bullshit' que nos rodea a niveles pandémicos, nunca mejor dicho. El biólogo evolutivo Carl Bergstrom, de la Universidad de Washington, ha escrito un libro que trata precisamente de educar al lector a la hora de distinguir lo que es 'bullshit' de lo que no. En estos momentos, explica Bergstrom, nos encontramos ante una versión renovada del 'bullshit', envuelta en datos, apoyada en gráficos de barras, porcentajes, artículos científicos o anglicismos tecnológicos, un 'data-driven bullshit' mucho más eficaz a la hora de lograr su verdadero objetivo: vendernos cualquier moto, porque solemos creer que los números poseen un valor objetivo mayor que las palabras.

placeholder

El libro, escrito junto a su compañero investigador Jevin West, se titula 'Calling Bullshit' y llega este mes a las librerías españolas. A falta de un mejor término, en la editorial Capitán Swing lo han traducido como 'Contra la charlatanería'.

Bergstrom comenzó a interesarse por el arte del engaño estudiando la transmisión de información entre animales como los cuervos. El principio siempre es el mismo: al modificar la información que alguien tiene de algo, logras modificar su comportamiento. Esto llevó a ambos a dar un curso en la UW para enseñar escepticismo a los jóvenes estudiantes de ciencias y que fueran capaces de distinguir entre un estudio serio y uno mal diseñado. En última instancia, tirar de estos hilos ha llevado a ambos de analizar los engaños comunicativos entre crustáceos a la desinformación relacionada con el covid-19 que se difunde en Twitter cada minuto.

Preguntamos a Bergstrom por todos estos asuntos en una entrevista por Zoom entre Madrid y Seattle, donde reside. Por precisión y economía del lenguaje, emplearemos a continuación el vocablo original.

PREGUNTA. En español, no tenemos una palabra como 'bullshit', pero el concepto existe. ¿Cree que es algo universal o puede variar entre distintas culturas en función de la relación que tengan estas con la verdad?

RESPUESTA. Es muy interesante, pero no hemos estudiado ese aspecto. Creo que en algunas culturas puede ser más aceptable que en otras, pero creo que hay una tendencia universal a este tipo de desinformación porque la gente es muy buena manipulando a otros con palabras, y más cuando encima se utilizan números. Sin embargo, puede haber países donde sea aceptable hacer esto y otros donde sea una transgresión relativamente severa. Pero no lo hemos estudiado de forma intercultural.

Foto: Imagen de Markus Winkler en Pixabay. Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Desinformación, marxismo y confrontación social
Loreto Corredoira

P. Estaba pensando en países como Japón o los escandinavos, donde el 'bullshit' también existe, pero quizá con más consecuencias que en los países latinos o mediterráneos.

R. Sí, aquí en Estados Unidos estamos acostumbrados a tratar con una gran cantidad de 'bullshit', así que no creo que esté especialmente penalizado, en otros lugares sí puede ser visto como algo deshonroso.

P. Supongo que le han preguntado esto a menudo, pero dado su historial como científico... debe haber algún principio por el cual soltamos patrañas a alguien y seguimos haciéndolo, ¿nos aporta un beneficio como especie, nos da ventajas frente a los adversarios?, ¿cómo se explica el 'bullshit' desde un punto de vista evolutivo?

R. Desde un punto de vista general, la comunicación tiene aspectos beneficiosos, me permite contarle a usted cosas que yo sé, pero una vez se abre esa puerta y usted escucha lo que yo tenga que decir, ya seamos cuervos o seres humanos, me permite engañarle e influir en su comportamiento, puedo decirle cosas y que usted reaccione de una determinada manera. Eso es algo muy poderoso.

Foto: Dos niños juegan sobre el asfalto de la calle junto al colegio Asunción Rincón, en Madrid. (EFE)

Como contamos en el libro, vemos ese uso del engaño y la desinformación en la naturaleza. Por ejemplo, si dos aves están persiguiendo el mismo insecto para comérselo, una de ellas puede emitir una señal de alarma como si se acercara un depredador para provocar que la otra se asuste. Tan pronto como se establece una comunicación, los individuos la utilizan para modificar comportamientos de otros ejemplares. Los humanos hemos sofisticado mucho esa capacidad de engaño porque tenemos un par de cosas que el resto de especies no tiene, como un lenguaje increíblemente expresivo —puedo hablarle de alguien que no está aquí o de alguien que ni siquiera existe, podemos inventarnos todo lo que queramos— y, como los cuervos, tenemos una teoría de la mente que nos permite anticipar "si le digo esto, entonces él hará esta otra cosa", y eso nos permite ser muy manipuladores. El 'bullshit' nos proporciona una ventaja estratégica al lograr que otra gente haga ciertas cosas.

P. Pero demasiado 'bullshit' puede acabar resultando contraproducente, ¿no?

R. Hay un ejemplo en el libro sobre Freud, cuando este le escribe a su prometida acerca de una conferencia que ha dado, y dice "mi audiencia ciertamente no ha entendido ni una palabra de lo que he dicho, pero todo lo que importa es que crean que yo lo entendí", es decir, ni siquiera es que él quisiera que ellos hicieran algo, solo que creyeran que estaban frente a alguien superinspirado e importante que entendía cómo funciona el cerebro. El 'bullshit' humano es así de complejo, no necesitas que el otro haga algo sino que simplemente cambie su estado mental y su percepción sobre ti.

P. Es como cuando esos pulpos logran cambiar de aspecto con camuflaje en su piel, solo que nosotros lo hacemos con palabras. Pero las bases biológicas de ambos actos de 'bullshit' son las mismas.

R. Exactamente, en nuestro caso el espectro de lo que podemos hacer florece por nuestra creatividad. Incluso en situaciones en que mentir está prohibido la gente encuentra formas no de mentir, pero engañar sutilmente.

Foto: Leticia Rodríguez Fernández. Imagen cedida.

P. La génesis de este libro está en el curso que dan en la Universidad de Washington, donde enseñan pensamiento crítico a los futuros científicos para que logren distinguir el grano de la paja. Sin embargo, pensaba en si el libro acabará llegando al tipo de personas a quienes realmente les vendría bien leerlo, ¿me explico?

R. Es una pregunta acertada, bueno, no creo que un simple libro pueda acabar con los problemas de la desinformación o alterar la susceptibilidad de la gente al 'bullshit'. El libro está pensado para lectores que no necesariamente tienen un perfil técnico, pero están interesados en comprender el mundo y no ser engañados por las cosas que leen en los periódicos o en redes sociales. Nos centramos deliberadamente en gente curiosa por encontrarle sentido al mundo, y de alguna forma tenemos que hacerlo, porque ¿qué otra persona iba a comprar y leer un libro que trata sobre el 'bullshit', verdad?

Generalmente, estaría muy bien que hubiese más educación para ayudar a lidiar con este tipo de desinformación, particularmente con los números. Los números se han vuelto tan importantes, todo está cuantificado, hasta el número de veces que abres la puerta del frigorífico. Ahora mismo todo es 'data-driven', guiado por datos, y si no entiendes bien esos conceptos te vuelves vulnerable a gente que va a intentar manipularte con historias. Creo que es importante, y en el estado de Washington ya se está haciendo en Secundaria, que se empiecen a introducir conceptos de 'media literacy' [alfabetización mediática] para que los estudiantes comiencen a ser consumidores críticos de información. Vivimos en un mundo donde es muy importante ser crítico con lo que vemos en las redes sociales y también en medios tradicionales.

Foto: Fuente: iStock.

P. Me temo que el tipo de gente que compre su libro será aquella consciente de que en cualquier momento puede ser engañada. Luego están los demás, que creen "¡a mí jamás me engañan, no necesito ningún libro para saber lo que es cierto o no!".

R. ¡Jajaja! Sí, aún no sabemos cómo llegar a esa audiencia, pero es importante dada la vulnerabilidad que hemos visto en Estados Unidos y el resto del mundo, algo que la pandemia ha destapado de una forma visceral: aquí tenemos unas tasas de vacunación muy bajas porque la gente sigue creyendo las mentiras que los antivacunas propagan.

P. Es muy interesante la apreciación que hacen en el libro, que el 'bullshit' ha entrado en una nueva fase en que los números y los datos son centrales para mantener el engaño. A menudo, vemos a personas en redes sociales diciendo que una gráfica nunca miente. ¿Cómo se responde a esto cuando, además, se pueden encontrar estudios científicos para apoyar cualquier creencia?

R. Es muy difícil. Como usted dice, se puede encontrar un estudio científico que refrende cualquier punto de vista o casi. La forma en la que yo lo veo es que, para cualquier asunto importante, como si las mascarillas sirven para frenar la expansión del covid, va a haber un puñado de artículos con un rango de resultados. Lo que tienes que hacer es mirar ese abanico de resultados y que un experto en ese ámbito, o un buen reportero, los interprete.

Foto: Fuente: iStock.

No puedes quedarte con un único estudio y esperar que te dé la respuesta, y el problema es que cuando algo se politiza tanto como el covid en Estados Unidos, siempre va a haber alguien que pille ese único estudio que valida su punto de vista y diga "oh, mira esto", ignorando el resto. Un estudio científico nunca es la última palabra sobre algo. Es como el eterno debate sobre si el vino tinto es bueno para el corazón o no, cada nuevo estudio no borra todo lo anterior. Lo veo como una piedrecita en una balanza donde hay dos hipótesis completamente diferentes: lo que hay que mirar es el total.

P. Mi impresión es que al principio de la pandemia el público tenía en los científicos una confianza casi religiosa, pero empezaron a salir resultados opuestos sobre si los confinamientos funcionan o sobre determinados tratamientos y esto provocó mucha confusión. ¿Cómo puede la ciencia no ponerse de acuerdo? Al final, eso quebró de alguna forma la autoridad que para ellos tenía.

R. Ha habido dos grandes problemas relacionados con esto. Uno es que el debate se politizó, de una forma muy loca además. ¿Cómo es posible pensar que la hidroxicloroquina es buena si eres de un partido político y mala si eres de otro partido? No tiene sentido. El otro problema es que con esta nueva pandemia había mucha incertidumbre. No entiendes cómo se contagia el virus, no entiendes cómo de peligroso es o cómo controlarlo. Y estás tratando de descubrirlo muy, muy rápido, no había tiempo para recibir respuestas definitivas y los buenos científicos trataban de comunicar estas incertidumbres al hablar con la prensa, pero lo que vende no son las incertidumbres sino los resultados decisivos. Esto funciona, esto no funciona.

Otro problema es que comunicar esta incertidumbre es difícil, y los científicos como comunidad quizá no hemos tenido la experiencia o la práctica para hacerlo mejor. No hemos hecho un trabajo perfecto en ese aspecto y esa, entre otras, es la causa de que mucha gente haya acabado diciendo "primero me dicen una cosa y luego la contraria". Pero no es que los científicos fuéramos estúpidos cuando decíamos que la enfermedad solo se propagaba con síntomas, simplemente era nuestra mejor conjetura en base a las evidencias de las que disponíamos.

Foto: humanismo-tecnologico-inteligencia-artificial-bra

P. Volviendo al 'bullshit', y dado que usted tiene también estudios en epidemiología, ¿cómo respondemos al ser expuestos a un engaño, es como un virus tal vez? ¿Nos vacuna de alguna forma enfrentarnos al 'bullshit' o, al contrario, nos sirve para emplearlo nosotros mismos para nuestros intereses, como una variante?

R. Creo que un poco de ambos. Cuando nos enfrentamos a un montón de 'bullshit', aprendemos a distinguirlo, aprendemos a ser escépticos de la información que nos dan, pero sin duda somos una especie buena en imitar añadiendo modificaciones, pensamos "oh, esta persona ha logrado convencer a sus amigos, yo también puedo hacerlo". Para casos particulares de desinformación o 'bullshit', su propagación, la forma en la que se hace viral dentro de una red de personas, es muy similar a la de una enfermedad infecciosa. En el caso de QAnon, por ejemplo, la gente creyó en eso durante una semana y luego pararon, en otros casos no se recupera necesariamente esa inmunidad.

P. Una de las reflexiones más reveladoras del libro, en mi opinión, es cuando dicen que la gente no propaga desinformación con la idea de hacerlo, sino porque hacerlo refuerza su lealtad a la tribu a la que pertenecen. En el fondo te da igual si lo que compartes es verdad o no, porque lo único que buscas es reforzar esa imagen de persona de izquierdas o de republicano.

R. Precisamente. Es la idea que tiene Judith Donnath, cuando la leí, de repente todo encajó para mí. Es muy interesante, porque significa que cuando estoy en Twitter y hablo sobre política, en realidad estoy hablando sobre mí mismo. Si comento algo sobre Biden y el repliegue de las tropas en Afganistán, en realidad me da igual lo que alguien piense sobre el repliegue, si está bien o no, lo único que me importa es que piensen "hey, soy como tú, estamos en el mismo club". Es muy revelador darse cuenta de que cuando alguien habla sobre política en realidad está hablando sobre sí mismo.

Foto: Imagen: EC. Opinión

P. Exacto, y no es que la gente esté deseando compartir noticias falsas, la desinformación es solo la consecuencia de un impulso al mismo tiempo tribal y narcisista.

R. Y lo más llamativo es que el contenido que es falso funciona incluso mejor para eso. Si te cuento algo plausible, no sabrás si en realidad soy neutral o un centrista, pero si te digo algo ridículo como que Donald Trump tiene una estatua suya de seis metros en el dormitorio, entonces es cuando te das cuenta de que de verdad le odio.

P. Supongo que todos tenemos algún punto débil en cuanto al 'bullshit', ¿no? Algo que nos vamos a creer o va a funcionar al 100% con nosotros, por inteligentes o escépticos que seamos.

R. Sí, el sesgo de confirmación es muy fuerte. Neil Postman escribió mucho sobre esto y decía que "el 'bullshit' del que más tienes que preocuparte es del tuyo propio". Es totalmente cierto y para mí ha sido siempre algo muy importante al dar esta clase y escribir sobre esto, intento ser más vigilante de mis susceptibilidades para creer 'bullshit' y para propagarlo, ser más crítico por ejemplo con aquellos estudios que apoyan lo que creo. En lugar de pensar "este estudio dice que las vacunas funcionan, que es lo que yo creo", hay que ser más como "aunque lo confirme, el estudio es terrible y está mal diseñado, no es una buena evidencia".

Cuando alguien trata de convencernos o disuadirnos de algo empleando una jerga enrevesada con alusiones a conceptos técnicos que le hacen parecer más competente de lo que realmente es, nosotros lo tildamos de farsante o de vendehúmos, de patrañas o sandeces, pero carecemos de un término tan preciso como el que los angloparlantes tienen en 'bullshit'. Sin embargo, carecer de una traducción exacta en nuestro idioma no impide que el fenómeno se reproduzca tanto como en Estados Unidos.

El redactor recomienda