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El elefante que quiere aprender a navegar: perfil militar de un país llamado a ser potencia del siglo XXI
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El elefante que quiere aprender a navegar: perfil militar de un país llamado a ser potencia del siglo XXI

A diferencia de China, la industria de defensa de India ha tenido siempre problemas para ejecutar sus proyectos de tecnología avanzada

Foto: Soldados indios preparan el desfile del Día de la República. (EFE/Rajat Gupta)
Soldados indios preparan el desfile del Día de la República. (EFE/Rajat Gupta)
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La India es un gigante llamado a ser una de las grandes potencias (demográficas, económicas y tecnológicas) del siglo XXI. Pero, a pesar de dar nombre a un océano, nunca fue considerada una gran potencia naval. Esa situación está a punto de cambiar (si el Gobierno indio lograr culminar sus ambiciosos planes para reforzar su armada). Pero a diferencia de China, la industria de defensa de India ha tenido siempre problemas para ejecutar sus proyectos de tecnología avanzada. Mientras, la rivalidad con Pekín crece, lo que podría forzarles a abandonar su calculada ambigüedad estratégica para elegir definitivamente un bando en el mundo multipolar que viene.

El pasado 18 de enero, el moderno destructor D66 Visakhapatnam de la armada de la India acudió al rescate del buque granelero Genco Picardy. El día anterior, un portavoz de los hutíes había anunciado un ataque contra el Genco Picardy, buque de propiedad estadounidense, en apoyo de "oprimido pueblo palestino". El buque atacado fue inspeccionado por técnicos en desactivación de explosivos indios.

El destructor D66 Visakhapatnam forma parte del despliegue de la armada india como respuesta a la crisis desatada en el mar Rojo por los ataques de los hutíes a la navegación marítima comercial en la zona. Un total de diez buques de guerra indios, apoyados por aviones de patrulla marítima Boeing P-8I Poseidón, participan en la misión que abarca el mar Rojo y el mar de Arabia. Esto convierte a Nueva Delhi en un actor inesperado de una crisis global que le queda muy cerca de casa.

Mientras tanto, la visita del buque de investigación oceanográfica chino Xiang Yang Hong 03 al puerto de Male, en las Maldivas, se ha convertido en un motivo de preocupación en India. Maldivas es un país que India considera parte de su esfera de influencia. En el año 1988, un golpe de Estado llevó a Nueva Delhi a lanzar una operación militar, la Operación Cactus, para restablecer el statu quo político. Más recientemente, la armada india desplegó allí un contingente militar para desempeñar labores de rescate y evacuación aeromédica mediante helicópteros ALH de diseño y construcción indias. La presencia de ese contingente dejó de ser bienvenida por Maldivas que, como tanto otros países, ven ahora que el valor de su posición geopolítica crece en un mundo multipolar.

Perlas y autopistas (marítimas)

El océano Índico es la gran autopista marítima que conecta los mercados de Europa, golfo Pérsico y Asia. Y resulta vital, tanto para China como para la India. La inmensa mayoría de los productos que China exporta a Europa llegan por vía marítima. Al igual que los hidrocarburos y materias primas procedentes de África y el Golfo Pérsico, que hacen el viaje contrario. La estrategia china para garantizar el flujo de materias primas y mercancías que pasan por sus puertos y cruzan el océano Índico ha sido establecer alianzas con países ribereños y asegurar el control de una serie de puertos como Gwadar en Pakistán y Hambantota en Sri Lanka. A esa cadena de puertos la bautizó la consultora estadounidense Booz Allen Hamilton como el "collar de perlas chino" en el océano Índico.

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India, por su parte, también depende del océano Índico para acceder a los mercados globales. Por ejemplo, para importar de África el carbón, su principal fuente de energía para producir electricidad. Su estrategia ha seguido establecer alianzas con países del océano Índico como Isla Mauricio o Islas Seychelles en el ámbito de la seguridad marítima. Así, en 2013, India donó a las islas Seychelles un avión de vigilancia marítima Dornier 228. Se trata de un diseño alemán fabricado bajo licencia y que emplea tanto la armada como la guardia costera en la India. Aparte de la cesión de material, India lleva a cabo despliegues en esos países, como el avión de patrulla marítima Boeing P-8I Poseidón, diseño de última generación comprado a Estados Unidos, que envió a Seychelles.

Pero, como en el caso de Maldivas en el océano Índico y las islas Salomón en el océano Pacífico, podemos ver cambios de bando cuando China hace una oferta mejor. El desarrollo económico de India y China hará a estos países más dependientes de sus importaciones de recursos. Y mientras tanto sus clases medias se han expandido y asumido patrones de consumo propios de Occidente. Es de esperar una mayor ansiedad geopolítica de ambos países lanzados a asegurar alianzas y posiciones con países que proteger sus líneas de comunicaciones marítimas.

Una armada desarmada

Paradójicamente, la India no es un país de gran tradición naval. El dominio británico sobre el subcontinente supuso que las fuerzas navales locales fueran limitadas y al servicio de la Compañía de las Indias Orientales o de la armada británica. Tras la independencia en 1947, la entonces denominada Real Armada India había crecido tras asumir misiones crecientes en ambos conflictos mundiales, pero su tamaño era pequeño. Y no fue hasta 1958 que el puesto de almirante jefe del Estado Mayor de la armada india lo asumió un nativo del país.

El gran impulso de la armada india llegó en los años 80. En aquella década, la India compró de segunda mano el portaaeronaves británico HMS Hermes, un veterano de la guerra de las Malvinas. De paso se convirtió en usuario del avión de despegue corto y aterrizaje vertical Sea Harrier. Además, por aquellos años arrendó durante un breve tiempo el submarino soviético K-43, rebautizado Chrakra, para ganar experiencia en el empleo de submarinos de propulsión nacional.

La entrada del nuevo siglo llevaría a una expansión de los presupuestos y la promulgación de la primera doctrina marítima de la India. Un documento donde se establecía el objetivo de dotar al país de unas fuerzas navales con verdadera capacidad de proyección que convirtieran a la India en un actor regional relevante, a la vez que fueran capaz de proteger sus líneas de comunicaciones marítimas.

La apuesta india por un portaeronaves pequeño y los aviones Harrier quedó atrás en el siglo XXI. En el año 2013 entró en servicio el Vikramaditya, un portaaviones que había servido en la armada soviética y que vivió un largo y problemático proceso de transformación. Al contrario que los portaaviones estadounidenses y el portaaviones francés Charles de Gaulle no emplea una catapulta de vapor para lanzar los aviones al aire, sino cuenta únicamente con una rampa. Esto significa que los aviones MiG-29K de la armada india dependen únicamente de su propio motor para alcanzar la velocidad necesaria e impone limitaciones sobre la carga útil disponible.

El Vikramaditya es solo un peldaño en la expansión naval india. En septiembre de 2022 entró en servicio el Vikrant, el primer portaaviones construido en la India. Aunque para su diseño se contó con asistencia italiana y rusa. Pero el futuro de la aviación embarcada india pasa por Occidente. El 15 julio de 2023, un día después de que el presidente Narendra Modi fuera invitado de honor en las celebraciones de la fiesta nacional francesa, se anunció que la armada de la India comprará la versión embarcada del avión de combate Rafale.

Buscando la autonomía

Desde el punto de vista indio, tanto la asistencia externa como la compra de los aviones Rafale son solo medidas que anticipan un futuro donde la industria local sea completamente autónoma en el desarrollo de sistemas de armas. Y es que una característica habitual de los programas de adquisición de sistemas de armas desarrollados en la India es el largo y complicado proceso de desarrollo, donde las dificultades encontradas por el camino requieren asistencia extranjera y las características del producto resultante quedan cortas frente a las planeadas.

Esa es, hoy por hoy, la gran diferencia entre China e India. Mientras la industria china ha avanzado imparablemente en el largo plazo con un ritmo de marcha constante digno de un corredor de maratón, la India no tiene todavía una panoplia de diseños locales plenamente avanzados que le permitan a su industria ser globalmente competitiva. El caso de la compra del Rafale embarcado es significativo. Es el resultado de la insatisfacción india con la versión embarcada del caza monomotor HAL Tejas, un avión de desarrollo indio cuyo radar es israelí y cuyo motor es estadounidense. Ahora, la armada india ya tiene planes para un futuro portaaviones más grande y dotado de catapultas que permitan un peso máximo al despegue más elevado de sus cazas navales.

Otro campo donde se refleja la disparidad de proveedores y se anticipan las ambiciones de la armada es en el terreno de los submarinos. Actualmente, la India cuenta con 16 submarinos convencionales de tres clases diferentes con tecnología soviética, alemana y francesa. Ese tipo de mescolanza de sistemas de armas de proveedores con filosofías de diseño tan diferentes no es raro en las fuerzas armadas de la India, reflejando los vaivenes geopolíticos de un país que fue impulsor durante la vieja Guerra Fría del Movimiento de los No Alineados. La historia de los procesos de adquisición de los tres tipos de submarinos también refleja la evolución de las fuerzas armadas indias. Los submarinos de origen soviético fueron adquiridos directamente a Moscú.

Mientras que el contrato de compra de submarinos comprados a Francia incluyó la construcción en astilleros indios. El paso lógico siguiente era que India desarrolle sus propios submarinos. De momento ha producido dos submarinos nucleares capaces de lanzar misiles balísticos de cuatro planeados. Con planes para más submarinos nucleares, tanto de ataque como lanzadores de misiles balísticos. Unos planes bastante ambiciosos que por su naturaleza excluyen la participación de socios tecnológicos extranjeros. Al menos de momento.

El ángulo español

Dentro de esos planes futuros hay uno de enorme relevancia para España: el programa de submarino convencional P75(I). Se trata de un proyecto surgido en los años noventa y retrasado sucesivamente, como otros tantos en la India. El plan indio consiste en contratar la construcción a un astillero local de un submarino de diseño extranjero que entrará en servicio a mitad de la próxima década. Las exigencias del programa fueron considerado excesivamente exigente por algunas empresas contendientes que se retiraron y junto a otras diversas vicisitudes finalmente quedaron tan solo dos competidores: la alemana ThyssenKrupp Marine Systems y la española Navantia.

Según Nicolás de Pedro, autor del capítulo dedicado a la India en el Panorama Estratégico 2022 que publicó el Ministerio de Defensa, en la India se considera que sobre el papel el diseño español, basado en el submarino S-80+, está mejor posicionado en cuanto a requerimientos técnicos. Sin embargo, la percepción india es que el gobierno alemán ha hecho un mejor “acompañamiento” de la oferta comercial del astillero ThyssenKrupp Marine Systems.

Foto: El Presidente de EEUU, Joe Biden y el Primer Ministro de la India, Narendra Modi. (Reuters/Evelyn Hockstein)

De hecho, el canciller Olaf Scholz visitó la India en febrero de 2023 y en su agenda estaba el contrato del submarino, ya que se hizo acompañar de la directora general del astillero alemán. Meses más tarde, en julio de 2023, fue el turno del ministro de defensa de Alemania, quien aprovechó el viaje para formalizar la firma del memorando de entendimiento con el astillero indio Mazagon Dock Shipbuilders como socio local en el concurso del programa P-75(I). Oficialmente, la decisión final no ha sido tomada todavía, pero según cuenta Nicolás de Pedro, en la India parece que la propuesta alemana va en cabeza no por su calidad técnica sino por todo lo que la rodea.

El mercado de defensa en la India parece prometedor, con una enorme demanda de tecnología militar. Los tradicionales problemas de la industria rusa para dar un adecuado servicio postventa y su orientación desde la invasión de Ucrania a servir a la demanda interna posiblemente cree una ventana de tiempo en el que la India mirará más Occidente, especialmente con la pugna geopolítica con China.

Eso abre la puerta a países como España y su industria para vender a un gigante con una demanda de tecnología militar enorme. Pero los desafíos geopolíticos de India significan también que esas exportaciones tienen que ir acompañadas de lazos diplomáticos que perciban al país de origen como un amigo confiable. Lidiar con el complejo militar-industrial indio y sus problemas de gestión de proyectos no se intuye nada fácil. Exportar a India parece que requiere toda una curva de aprendizaje que implica la necesidad de invertir tiempo y recursos. Si en España parece un gigante por descubrir, tarde o temprano veremos que no se podrá por más tiempo no tener en cuenta a uno de los gigantes asiáticos llamados a ser protagonistas del siglo XXI.

La India es un gigante llamado a ser una de las grandes potencias (demográficas, económicas y tecnológicas) del siglo XXI. Pero, a pesar de dar nombre a un océano, nunca fue considerada una gran potencia naval. Esa situación está a punto de cambiar (si el Gobierno indio lograr culminar sus ambiciosos planes para reforzar su armada). Pero a diferencia de China, la industria de defensa de India ha tenido siempre problemas para ejecutar sus proyectos de tecnología avanzada. Mientras, la rivalidad con Pekín crece, lo que podría forzarles a abandonar su calculada ambigüedad estratégica para elegir definitivamente un bando en el mundo multipolar que viene.

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