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Este hijo de un taxista es uno de los 'padres' de la IA y avisa sobre todo lo que va a cambiar
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Mustafa Suleyman, cofundador de DeepMind

Este hijo de un taxista es uno de los 'padres' de la IA y avisa sobre todo lo que va a cambiar

Hubo una época en que la empresa británica DeepMind era el OpenAI del momento. Google la compró, pero su cofundador, Mustafa Suleyman, dejó el buscador decepcionado. Ahora avisa de los riesgos de la inteligencia artificial

Foto: Mustafa Suleyman. (Cedida)
Mustafa Suleyman. (Cedida)

El estallido de la inteligencia artificial ha traído consigo un fenómeno tan previsible como desconcertante: una avalancha de gurús vaticinando sobre el futuro que nos espera. Sin embargo, muy pocos de los que sacan la bola de cristal han visto nacer esta tecnología como Mustafa Suleyman. Hijo de un taxista sirio emigrado a Reino Unido y de una enfermera británica, Suleyman (Londres, 39 años) es la antítesis del techno-bro californiano que declara enemigo a cualquiera que pida regulación. Activista de izquierdas, preocupado por asuntos como la mendicidad, la desigualdad o la diversidad, dejó el instituto para ayudar a montar en 2001 la ONG Muslim Youth Helpline, la mayor línea de ayuda a musulmanes en Reino Unido. Quizá ni él mismo se imaginaba que una década después crearía también una de las mayores firmas de inteligencia artificial que tiene en su mano decidir el destino de Google.

En 2010, Suleyman fundó DeepMind junto a Shane Legg y a su compañero de escuela Demis Hassabis (premio Princesa de Asturias en 2022). Pronto se convertiría en una de las empresas más punteras en IA a nivel mundial, tanto, que Google pagó casi 500 millones de dólares por ella solo cuatro años después. Era la época de la fascinación por la IA, cuando AlphaGo, el algoritmo de DeepMind, generó admiración al ganar a Lee Sedol, el mejor jugador del mundo del juego chino Go. Google se convirtió, gracias a Suleyman y DeepMind, en una potencia en IA. Luego OpenAI y ChatGPT sorprendieron a medio mundo y el resto es historia. O el arranque de la misma.

Suleyman se cansó de avisar a Google sobre el futuro de la búsqueda: es conversacional, más parecido a un chat que a una lista de enlaces, decía. Nadie le hizo caso. Frustrado y con ChatGPT pisando los talones, abandonó el gigante en 2022 para montar su propia startup, Inflection AI, creadora de un asistente que parece sacado de la película Her. Suleyman acaba de publicar un libro, La ola que viene (Debate - Penguin Random House), en el que, ahora sí, hace sus propios vaticinios, y vuelve a advertir: la IA "puede alterar o anular el orden geopolítico actual. Abre el camino a inmensos ciberataques, a guerras automatizadas capaces de arrasar países y a pandemias provocadas". Suena distópico, pero tratándose de Suleyman, más vale escuchar.

PREGUNTA. En 2019, GPT-2 casi no podía contar hasta 10. Cuatro años después, GPT-4 es capaz de programar por sí mismo y crear todo tipo de contenido complejo. En tu libro explicas que, en cinco años, las redes neuronales serán 1.000 veces más potentes que las actuales. Y que la IA pasará de crear contenido a hacer cosas por ti. ¿Qué tipo de cosas?

RESPUESTA. Este es el punto clave: harán justo lo que nosotros queramos que hagan, sea lo que sea. Y serán capaces de cumplir nuestras peticiones de manera autónoma. A esto lo llamo inteligencia artificial capaz [ICA, en sus siglas en inglés]. Un ejemplo de lo que la IA podría hacer es ganar un millón de dólares por sí misma. Necesitaría investigar y diseñar productos; interactuar con fabricantes y centros logísticos; negociar contratos; crear campañas de marketing... Es decir, necesitaría relacionar entre sí una serie de componentes del mundo real, pero con una supervisión mínima. Solo con este ejemplo se puede entender el enorme poder que tendrá la IA. Esto podría llevar a un auge económico nunca antes visto, pero está claro que existen riesgos inmensos. El desafío más grande de este siglo es cómo mantener los beneficios y eliminar los inconvenientes.

Foto: El logotipo de Google, visto desde un cristal roto. (Reuters/Dado Ruvic)

P. Argumentas que este desafío es imparable. Que la IA tendrá un impacto similar a la invención del fuego, la rueda o el control de la electricidad...

R. Mira a tu alrededor. Apuesto a que todo lo que ves ha sido moldeado por la inteligencia humana. Cosas como el lenguaje, la vida en sí misma... No hablamos de características triviales. Y lo que estamos viendo ahora es la capacidad de recrear, modificar y diseñar esas mismas características. Se trata de tecnologías capaces de recrear los aspectos más importantes de nuestra existencia.

P. Identificas varios escenarios futuros que podrían surgir con la IA. A uno lo llamas "catástrofe", a otro "distopía". No suena muy tranquilizador.

R. Trato de resaltar los riesgos y ponerlos en primer plano. Por naturaleza, soy optimista y creo que estas tecnologías pueden tener enormes beneficios para la humanidad. Pero también sería imprudente y peligroso negar los riesgos que conllevan. Al resaltarlos, espero que podamos tener un debate abierto y comenzar a abordarlos.

placeholder Mustafa Suleyman. (Wikimedia Commons)
Mustafa Suleyman. (Wikimedia Commons)

P. Hablas de estos riesgos en una carta firmada el pasado mayo junto a otros grandes nombres como Geoffrey Hinton, uno de los padres de la IA y ex de Google, Bill Gates o Sam Altman, creador de OpenAI. Aseguráis que la IA es igual de peligrosa para la sociedad y el mundo que una guerra nuclear o una nueva pandemia.

R. Esto está aún lejos, pero es algo que puede ocurrir. Sería concebible construir agentes de IA que puedan generar nuevos patógenos virulentos o hackear y tomar el control de un arsenal militar. Las capacidades para lograr esto están creciendo sin parar y, a la vez, cada vez más gente tiene acceso a la IA. Ambas tendencias perdurarán en el tiempo. Los riesgos son reales y debemos tomarlos en serio.

P. ¿Son tan reales como para amenazar la existencia de la especie humana, como señaláis en la carta?

R. Hay riesgos a corto plazo que merecen mucha más atención que el riesgo existencial en el que se centran tanto algunos investigadores. Me preocupa mucho más lo que podrían hacer, por ejemplo, terroristas con una IA potente que una supuesta superinteligencia para la que aún queda tiempo. No podemos descartar el riesgo por completo, pero es importante que nos centremos en los problemas que ya tenemos encima. Es una de las razones por las que abogo por crear un panel dentro de las Naciones Unidas, similar al Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático [IPCC, en sus siglas en inglés], que se centre en identificar y rastrear riesgos de manera imparcial y autorizada, lo que nos ayudaría a priorizar y tener una imagen clara del problema.

"El poder se dispersará radicalmente. Los gobiernos se basan en la idea de que el poder está concentrado en sus manos"

P. ¿Es descabellado pensar que la IA puede acabar tomando decisiones por nosotros sin consentimiento o supervisión?

R. A largo plazo, es un riesgo. Pero, antes de eso, hay que enfrentarse al momento en el que todos tendremos acceso a una IA poderosa. Veo la IA como el mayor amplificador de fuerza de la historia... Esto ya es una gran oportunidad y un desafío. Antes de hablar de perder el control, necesitamos hablar primero de lo que la gente hará cuando tenga esto en sus manos. Necesitamos controles en dos niveles: uno, para controlar lo que los sistemas pueden hacer por sí mismos, y otro, para controlar lo que pueden hacer bajo instrucciones humanas.

P. Argumentas que la IA tendrá también un impacto enorme a nivel geopolítico. ¿Cómo?

R. Se avecina un gran desafío para los países, para el concepto de estado-nación. El poder se dispersará radicalmente. Los gobiernos se basan en la idea de que el poder está concentrado en sus manos. Los que yo llamo "amplificadores de fragilidad" se multiplicarán, lo que hace más probable que vayan a sucederse accidentes masivos o ataques de actores malintencionados. Si pensamos en el estado-nación como un gran acuerdo de 300 años, esta nueva ola está a punto de cambiar ese acuerdo y hacer que la gobernanza sea mucho más compleja. Necesitamos apoyar y proteger al Estado, ya que es el mejor mecanismo para contener estas tecnologías.

P. Es curioso, hablas de riesgos mucho más catastróficos que el laboral, que quizás es el principal que preocupa hoy en día a mucha gente.

R. El riesgo laboral es sin duda importante, pero también hay otros. Yo lo veo de la siguiente manera. La IA está subiendo peldaño a peldaño la escalera de las capacidades humanas. Esto hace inevitable que, en algún momento, cada vez más tareas primero y luego puestos de trabajo enteros sean asumidos por la IA. No creo que esto vaya a pasar de la noche a la mañana, de hecho, puede que veamos un boom en el empleo por el aumento de nuestras capacidades al usar estas herramientas. Pero es improbable que evitemos cambios profundos y duraderos en el mercado laboral en los próximos 30 años. Y sabemos que estos cambios son difíciles de gestionar para las sociedades. Piensa en lo que ha pasado con la desindustrialización en algunas partes del mundo en los últimos 30 o 40 años.

P. Cofundaste una de las primeras empresas de IA, DeepMind, y viviste antes que otros el impacto que podría tener. Google compró DeepMind y, sin embargo, OpenAI, junto con Microsoft, se ha adelantado y está poniendo en aprietos a Google. ¿Qué ha pasado?

R. Google adoptó un enfoque muy centrado en la seguridad y la precaución, por muchas y muy buenas razones. Eso hizo que tal vez fuera más lento a la hora de lanzar nuevos productos.

P. ¿Fue la lentitud de Google a la hora de mover ficha en IA lo que te hizo abandonar la empresa?

R. Me fui porque quería construir una empresa que hiciera algo un poco diferente a lo que estaban haciendo las grandes tecnológicas.

placeholder El cofundador de DeepMind, Demis Hassabis. (EFE)
El cofundador de DeepMind, Demis Hassabis. (EFE)

P. Lo dejaste para montar Inflection AI, un chatbot llamado Pi que, aseguras, es "emocionalmente inteligente". ¿En qué se diferencia de ChatGPT u otros chatbots?

R. Es mucho más amigable y personal. Pi tiene una voz y un enfoque únicos. Cualquiera que lo pruebe verá y sentirá de inmediato la diferencia con el resto de chatbots. Puede ser un consejero, un entrenador o un compañero de una forma en la que otros no pueden. También creeo que es el LLM [gran modelo de lenguaje] más seguro y responsable disponible hasta ahora.

P. Pero esto es muy parecido a lo que Apple o Google llevan años haciendo con sus asistentes de voz, Siri y Google Assistant. ¿Por qué Pi es diferente o mejor?

R. Pi es mucho más sofisticado y capaz que los asistentes de voz. Está construido sobre un LLM propietario, desarrollado y entrenado por completo por Inflection AI. Tiene un conocimiento muy vasto, es curioso y paciente. Le puedes preguntar sobre un tema que te interese, desde la física cuántica hasta curiosidades sobre películas. Le puedes pedir consejos sobre las grandes y pequeñas decisiones en tu vida. O trucos sobre cómo aprender a tocar un instrumento, mantenerte más sano o aprender un nuevo hobby.

P. ¿Vamos a ver cada vez más gente enamorarse de asistentes personales como Pi, como ya le ocurrió a un ingeniero de Google el año pasado?

R. Habrá un montón de tipos de IA, quizá millones. Con Pi, siempre decimos muy claro que es una IA. No tiene género, es una cosa. Hemos establecido límites muy cuidadosos para cuando alguien intenta interactuar de un modo romático. De forma respetuosa, Pi se resistirá a estos intentos.

P. ¿Es este el tipo de sociedad al que queremos ir? ¿Algoritmos que toman decisiones por nosotros y de los que podemos acabar enamorados?

R. En Inflection, queremos crear una IA personal para todos y democratizar su acceso. Es lo que hemos escogido hacer.

"Estamos al borde de ver nacer algunas de las empresas más significativas de la historia"

P. Nadie está logrando todavía ingresar grandes cantidades de dinero con la IA. Además, tiene unos altísimos costes medioambientales y de computación. ¿Cómo se soluciona esto?

R: Bueno, OpenAI está generando alrededor de 1.000 millones de dólares al año en suscripciones y su crecimiento es muy rápido y constante. Empresas como Microsoft y Google están haciendo dinero con la IA. Además, la forma de pensar en ello no siempre es una generadora de dinero. Es lo mismo que la electricidad, no genera dinero directamente para muchas empresas, pero sustenta todas sus actividades. Si consideras el valor de la electricidad en términos de cuánta actividad económica depende de ella, estaríamos hablando de decenas de billones de dólares. Algo parecido ocurrirá con la IA. Y sí, hay costes y desafíos masivos, pero la magnitud del premio económico es tal que esos costes serán superados. Es un incentivo enorme. El problema medioambiental es importante, pero la IA ya está ayudando a crear nuevos enfoques para la generación de energía limpia.

P. ¿Cómo pensáis hacer dinero con Inflection AI y su asistente personal Pi?

R. Creo que en el futuro la gente estará dispuesta a pagar una suscripcion por una IA que esté muy alineada con sus intereses. De momento, Pi es gratuito y no hay planes de cobrar por ello.

P. ¿Quién crees que será el Google, Amazon, Facebook, Apple o Microsoft de la IA en cinco o 10 años?

R. Estoy seguro de que todas estas grandes tecnológicas seguirán existiendo en cinco o 10 años, pero creo que se les unirán nuevos competidores que provienen de la IA. Como explico en el libro, estamos al borde de ver nacer algunas de las empresas más grandes y significativas de la historia.

El estallido de la inteligencia artificial ha traído consigo un fenómeno tan previsible como desconcertante: una avalancha de gurús vaticinando sobre el futuro que nos espera. Sin embargo, muy pocos de los que sacan la bola de cristal han visto nacer esta tecnología como Mustafa Suleyman. Hijo de un taxista sirio emigrado a Reino Unido y de una enfermera británica, Suleyman (Londres, 39 años) es la antítesis del techno-bro californiano que declara enemigo a cualquiera que pida regulación. Activista de izquierdas, preocupado por asuntos como la mendicidad, la desigualdad o la diversidad, dejó el instituto para ayudar a montar en 2001 la ONG Muslim Youth Helpline, la mayor línea de ayuda a musulmanes en Reino Unido. Quizá ni él mismo se imaginaba que una década después crearía también una de las mayores firmas de inteligencia artificial que tiene en su mano decidir el destino de Google.

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