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"Elon Musk es un ejemplo de que el capitalismo se está desintegrando"
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Entrevista a Jonathan Crary

"Elon Musk es un ejemplo de que el capitalismo se está desintegrando"

Este profesor y ensayista estadounidense publica en España su libro 'Tierra quemada: hacia un mundo poscapitalista'. Un manifiesto que intenta mostrar cómo la sociedad de consumo se mueve hacia el abismo

Foto: Jonathan Crary. (Imagen cedida)
Jonathan Crary. (Imagen cedida)

Hace siete años, cuando aún eran pocas las críticas a los algoritmos de las redes sociales y la adicción a internet sonaba a debate contra el progreso, Jonathan Crary decidió sacar un libro a contracorriente, 24/7: el capitalismo al asalto del sueño. En aquel título, alertaba de cómo los grandes inventos de las tecnológicas iban cada vez más enfocados a tenernos todo el día conectados con herramientas que no paraban de absorber nuestra capacidad de atención. Ahora, tras una pandemia y en plena crisis de identidad de aquellas tecnológicas por esos desarrollos, este profesor de la Universidad de Columbia va un paso más allá y habla de un mundo en el que el capitalismo está sentenciado. Según sus explicaciones, debemos prepararnos para el fin del sistema, sin saber si lo que vendrá será algo mejor o mucho peor.

Bajo el título Tierra quemada: hacia una sociedad poscapitalista, el autor narra, con distintos ejemplos y apoyándose en pensadores y escritores de ciencia ficción, el futuro que viene. Usando como hilo conductor y última frontera la evolución de internet, este profesor de teoría y arte moderno de la Universidad de Columbia desgrana lo que considera los grandes errores del complejo de internet. Cada nuevo objeto de debate que aparece gracias a la red es un paso más hacia la desintegración de la sociedad tal y como la conocemos y concebimos. De las redes sociales al bitcoin, pasando por los milmillonarios de Silicon Valley o el boom de la tecnología china, todo son estertores de un cuerpo que no da más de sí. "La idea que nos vendieron en los noventa de que la historia se acababa y esto era lo que íbamos a vivir para siempre ha quedado completamente superada", comenta.

Foto: Brett Scott, durante la entrevista con El Confidencial. (Alejandro Martínez Vélez)
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PREGUNTA. Leyendo su libro, es imposible no tener la sensación de que usted odia internet. ¿Es así?

RESPUESTA. No, esa sería una palabra completamente inapropiada. Soy un erudito, un intelectual. Lo que trato de hacer es ver los problemas desde un punto de vista histórico y social. Pero creo que también existe la responsabilidad de evaluar, retroceder y examinar cuáles son algunas de las consecuencias de determinadas instituciones, determinadas tecnologías, etc.

P. Le hago esta pregunta porque durante todo el libro va enumerando como errores casi todo lo que hay online. Cada herramienta tiene más puntos negativos que positivos.

R. Permítame esta explicación. Cuando decidí escribir el libro, no quería añadir un título más a esa inmensa pila de libros que critican los peores aspectos de internet, pero al mismo tiempo aceptan la inevitabilidad y necesidad de este sistema. Todo o buena parte de lo que cuento en el libro podría verse desde un punto de vista más positivo, pero eso ya se ha hecho muchísimo, yo quería dar otra perspectiva diferente. No es que esté en contra de internet, en ningún momento pido a la gente que se desconecte. Abordo la creencia errónea de que el sistema en el que estamos habitando, que yo llamo el complejo de internet, está aquí para quedarse como si fuera una característica permanente del planeta en el que vivimos.

P. O sea, su idea es mostrar que hay alternativas.

R. Eso es. Quería que la gente se preguntara: "¿Hay otras formas de vivir en el planeta?". Obviamente, escribo el libro desde lo que veo como un momento de crisis, de crisis mundial sin precedentes. Un instante en el que se pone en duda incluso lo que gente como Bill Gates, Steve Jobs, Elon Musk y tantos otros supuestos genios y sus empresas nos dijeron que sería para siempre.

En el libro retrocedo a la década de 1990, que es cuando mucha gente identifica la llegada de internet de manera masiva. Ese fue un momento interesante, todos escuchamos de parte de teóricos, intelectuales y políticos que era el final de la historia. Que, finalmente, íbamos a vivir en una situación global relativamente estable que se basaría básicamente en un mundo impulsado por el mercado. Como cuando Margaret Thatcher, en los años ochenta, dijo que no hay ADN alternativo al libre mercado.

P. Pero ¿se puede pensar en un futuro sin internet?

R. Cuando miro posibles escenarios futuros, no digo que lo que estamos usando ahora mismo vaya a desaparecer. Digo que la forma en que está disponible y la forma en que usamos la red puede cambiar de manera radical. Y lo digo desde un punto de vista de alguien que no viene de un entorno tecnológico, en realidad estoy hablando más de cuestiones sociales e incluso éticas.

Algo que me gusta señalar es cómo las relaciones interpersonales se están volviendo rutinarias de una manera incierta, empobrecidas, se están vaciando de todo color y vitalidad gracias a la red. Algunas personas dirán, "oh, no podemos preocuparnos por eso, internet nos ayuda a hacer las cosas", pero la realidad es que eso ocurre y no sabemos cuáles pueden ser sus consecuencias finales. La idea es pensar que quizás eso no es necesario, o al menos se puede cambiar.

P. Algo con lo que relaciono mucho la forma en la que habla el libro de internet es con la electricidad. Y en el texto incluso menciona esa comparación.

R. Hay muchas similitudes. Thomas Edison es una figura histórica crucial. Gracias a él tenemos inventos clave que han transformado el mundo, pero la realidad es que el modelo actual de uso energético es simplemente insostenible. No es posible seguir teniendo energía eléctrica ilimitada para un planeta de 8.000 millones de personas. Necesitamos empezar a pensar en eso, porque hasta que no lo hagamos, no podremos imaginar formas en las que podríamos trasladar algunas de nuestras actividades fuera de estos sistemas de energía eléctrica increíblemente exigentes. Corremos el riesgo de que si eso ocurre de repente, no estemos preparados. Y eso es muy parecido a lo que pasa con internet, que como entendemos que está aquí para quedarse, no podemos pensar más allá.

P. Bueno, la guerra ha cambiado un poco esa percepción, ¿no?

R. Sí, y es curioso, porque después de décadas de creer que temas como la electricidad, por ejemplo, eran inamovibles, en seis meses hemos tenido que aprender a marchas forzadas que no era así. Que no es algo permanente de por sí, sino que es algo muy frágil que debemos repensar. Volviendo a los años noventa y esa idea de este mercado global, pienso en la World Wide Web. Es un concepto interesante, porque muestra cómo se veía el futuro en esos años, como algo planetario, con una especie de formas de circulación y transporte, etc. que se respetarían en todo el mundo durante décadas. Pero ¿quién sabe lo que vamos a ver en los próximos 12 meses?

P. Ahora estamos viendo cómo las tecnológicas están despidiendo a miles de empleados. ¿Eso también rompe con la idea que teníamos de estas compañías?

R. Es un asunto crucial. Lo que exponen estas decisiones es que el tecnológico no es un sistema eterno que se mantiene por sí solo, sino que en realidad depende de una fuerza del trabajo humano que realmente sostiene cómo funciona. Y también depende de la financiación de cada empresa. Esta crisis indica que internet probablemente va a existir de alguna forma durante mucho tiempo, pero no está claro el cómo lo hará. No intento predecir qué sucederá, pero sí creo que la red se transformará a entornos más segregados. Creo que nos estamos moviendo hacia un mundo donde las personas van a tener prioridades que afrontaráncon mucha más convicción y serán mucho más individualistas.

P. O sea, que el futuro será, sí o sí, más individualista.

R. Para mí, internet ha ampliado o intensificado aspectos de la sociedad estadounidense que han existido durante mucho tiempo, como el individualismo. Impulsa la ilusión de autonomía y de control individual. La idea de que cuando estamos frente a nuestro teclado y pantalla, existe este mundo de posibilidades para mejorar lo que somos, todo un capital simbólico que podemos acumular. Pero también explota el sueño de convertirnos en algo importante sin necesidad de nadie más. Los intrépidos emprendedores de nuestra propia vida. Por último, amplifica el afán estadounidense en la posesión y el consumo, y el punto de vista financiarizado en tantos aspectos diferentes de nuestra vida.

Esto se está llevando a otras culturas, otras sociedades, otras naciones diferentes en los últimos 20 años. La cultura de internet tan estadounidense se impone y se debilitan algunas de las formas más antiguas con que las sociedades se mantuvieron unidas. En el libro, hablo de cómo las actividades más sociales o las formas en que nos conectamos con otras personas se trasladan a internet. Hay un debilitamiento de diferentes eventos, diferentes procesos, diferentes instituciones que antes habían estado, a falta de una mejor manera de decirlo, cara a cara.

"Vemos al multimillonario como la gran esperanza de nuestro ascenso social"

P. ¿Qué piensa del papel que está llevando a cabo gente como Elon Musk?

R. Elon Musk es un ejemplo de que el capitalismo se está desintegrando. Es parte de lo que algunos llamamos cultura multimillonaria, una especie de consecuencia de la cultura de las celebridades que ha llevado a que este tipo de personas se presenten como una deidad con seguidores radicales. No importa cómo esos seguidores entienden la injusticia y la desigualdad, la admiración a estos personajes está por encima de esa moral personal. No digo que no exista la envidia, claro, pero ahora vemos al multimillonario como la gran esperanza de nuestro ascenso social.

La carrera espacial de los multimillonarios como Bezos, Musk o Richard Branson es un ejemplo claro de cómo estas celebridades intentan crear la idea de que vamos hacia un futuro prometedor en el que todos iremos al espacio y que ellos marcan el camino. Lo cual es, desde mi punto de vista, completamente absurdo. Todo esto nunca va a ser otra cosa que una especie de juguete para esta gente. Es curioso, porque su imagen es muy similar a los personajes de las novelas de ciencia ficción de Philip K. Dick, que las escribió en los setenta. Personas inimaginablemente ricas que quieren ser genios científicos.

P. Y, por último, sé que en el libro no se comenta, pero con lo ocurrido durante todo este tiempo debía preguntárselo. ¿Cómo ve el boom de las criptomonedas?

R. Desafortunadamente, no sé mucho sobre cripto. Quiero decir, he tratado de entenderlo y tengo algunos amigos que han perdido mucho dinero con ello. O al menos parece haber desaparecido. De lo que conozco, veo el fenómeno como una manifestación de un sistema global que se está volviendo más inestable. Ya sabe, todo el mundo habla de, oh, vamos a pasar a una economía completamente digital donde el papel moneda se volverá obsoleto. Y de nuevo eso no parece llegar. Un nuevo caso de cómo el sistema que soñábamos tener no está tan claro como nos han contado y el futuro es incierto.

Hace siete años, cuando aún eran pocas las críticas a los algoritmos de las redes sociales y la adicción a internet sonaba a debate contra el progreso, Jonathan Crary decidió sacar un libro a contracorriente, 24/7: el capitalismo al asalto del sueño. En aquel título, alertaba de cómo los grandes inventos de las tecnológicas iban cada vez más enfocados a tenernos todo el día conectados con herramientas que no paraban de absorber nuestra capacidad de atención. Ahora, tras una pandemia y en plena crisis de identidad de aquellas tecnológicas por esos desarrollos, este profesor de la Universidad de Columbia va un paso más allá y habla de un mundo en el que el capitalismo está sentenciado. Según sus explicaciones, debemos prepararnos para el fin del sistema, sin saber si lo que vendrá será algo mejor o mucho peor.

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