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Internet mató a la televisión... para acabar convirtiéndose en televisión
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Internet mató a la televisión... para acabar convirtiéndose en televisión

La red está virando en gran medida hacia el entretenimiento y el ocio. Ambas cosas, internet y la tele, compiten ahora por nuestra atención. Y parece que la primera podría ganar

Foto: Ibai Llanos. (Twitch)
Ibai Llanos. (Twitch)

Quizá no seamos técnicamente viejos, pero sí somos, al menos, veteranos en algo: internet. Me di cuenta el fin de semana pasado, cuando varios amigos, entre los treinta y pocos y los cuarenta y bastantes, discutíamos sobre la sensación de que internet está volviendo a cambiar. Primero fue la era de los blogs, durante la cual algunos de estos amigos forjaron la base de su carrera como periodistas y escritores. Luego fue la de las redes sociales: algunos de nosotros ya no contemplamos no utilizarlas para promocionar lo que escribimos o pensamos.

Pero ¿y ahora? Hablamos del metaverso, de la web3, de los NFT, la inteligencia artificial y la tecnología Blockchain. A mi alrededor, los amigos cruzaban opiniones sobre qué lugar podríamos ocupar nosotros en ese mundo que vemos tan lejano y que, sin duda, estará dominado por la siguiente generación. Pero a mí me parecía que no, que internet no se está adentrando en ese mundo complejo y aún inexplorado. Internet se está convirtiendo en algo que conocemos de sobra, pensaba. Internet se está convirtiendo en la televisión. Tiene su modelo de negocio: unas cuantas suscripciones, pero muchísima publicidad. Tiene un 'star system' que replica el televisivo, aunque más joven y con modos distintos. Está virando en gran medida hacia el entretenimiento y el ocio. Ambas cosas, internet y la tele, compiten ahora por nuestra atención. Y parece que la primera podría ganar.

Como puede ver cualquiera que pase muchas horas conectado, internet se centra ahora en la producción y distribución de contenido

Como ha señalado en alguna ocasión Antonio Ortiz, autor de una de las mejores 'newsletters' sobre internet en español, Error500, durante la década anterior internet se centró en lo social: el objetivo de las empresas era monetizar el hecho de permitirte estar en contacto con tus amigos y conocidos y saber lo que hacías y pensabas. Pero eso ha cambiado. Como puede ver cualquiera que pase una cantidad desproporcionada de horas conectado, internet se centra ahora en la producción y distribución de contenido: da igual si conoces o no al autor de los tutoriales, los 'memes' o los hilos de Twitter, no digamos ya a los creadores de las series o al tipo estadounidense que habla de un 'hobby' minoritario —como los cócteles, las plumas estilográficas o los tejidos vaqueros fabricados en Japón (yo me he enganchado transitoriamente a las tres cosas)— pero suficiente para alcanzar cientos de miles de visionados. El contenido es el rey. Todo se ha vuelto tranquilizadoramente jerárquico: a un lado, los creadores, que saben de lo que hablan, lo transmiten con aparente informalidad y cobran por hacerlo; al otro, los consumidores, que pagamos con dinero o nuestra exposición a los anuncios. Ortiz decía en una de sus últimas 'newsletters' que TikTok, por su funcionamiento, era como la tele: “Encender y listo, ya estás disfrutando de la transmisión, pero potenciada con los mejores algoritmos de recomendación”. Ortiz tiene razón. Pero, como decía, la cosa va más allá de TikTok.

De la información al entretenimiento

En la cena expliqué el fracaso que eso supone para quienes vivimos con excitación los primeros tiempos de internet. Y, singularmente, para los que somos periodistas. A mí me gustaba la idea de que los medios de comunicación tradicionales perdieran el monopolio de la información y, sobre todo, el de la opinión. Para quienes solemos estar atentos a lo que hace la gente más joven, era fantástico poder ver cómo el talento emergía en un blog cualquiera y llegaba a miles de lectores. Para los curiosos, internet era perfecto: no puedo suscribirme a todas las publicaciones que en algún momento me llaman la atención, pero poder picotear es fantástico. Sin embargo, desde hace dos décadas, cuando Google y Facebook asumieron a regañadientes que su modelo de negocio iba a basarse en la publicidad, muchos temimos en qué se traduciría eso: asumir la mecánica de la televisión en abierto, que tiende a competir en sensacionalismo, rapidez y explotación de las 'celebrities', pero siempre a la baja. Es de los pocos mercados en los que la competencia no incentiva el aumento de la calidad, sino su reducción. Y, de hecho, vimos cómo eso se contagiaba a los periódicos, que a fin de cuentas, al menos en España, funcionaron durante casi dos décadas con el modelo de negocio de la televisión: conseguir más audiencia para tener más ingresos publicitarios, medir esas audiencias para detectar lo que prefería el público y darle más de eso, desplazando así el centro de la actividad de la información al entretenimiento.

En Twitter, Facebook, Twitch, Instagram o TikTok, casi todo el mundo se dedica al negocio de producir contenidos

Los periódicos, por suerte, han abandonado parcialmente ese modelo de negocio. Pero no ha ocurrido igual en internet. Uno ve los mecanismos que rigen ahora Twitter, Facebook, Twitch, Instagram o el TikTok que mencionaba Ortiz y se da cuenta de que casi todo el mundo se dedica al negocio de producir contenidos. Hay excepciones, además de los periódicos, pero puede que estén empezando a virar lentamente. El algoritmo de Twitter, por ejemplo, parece promocionar los tuits en los que aparecen contenidos originales y opiniones viralizables, y no tanto los 'links' a medios serios. Netflix, que en realidad copiaba el modelo de televisión por cable estadounidense, está dando pasos para parecerse a la televisión de toda la vida, con el fin de frenar su caída de ingresos y suscriptores: creará un modelo con publicidad que financie los altos costes de su producción de contenido. Facebook, finalmente, dice que ha dejado de promocionar tanto noticias políticas para no contribuir a la polarización y el radicalismo; es posible que haya algo de buena voluntad, pero también que haya detectado que los contenidos más monetizables son menos controvertidos y más atractivos para las marcas de los anunciantes.

Foto: metaverso-internet-realidad-virtual-bra

Nada de esto es necesariamente catastrófico: puede que a mi grupo de amigos nos preocupe vivir en un mundo donde la plataforma en la que trabajamos se parezca más a la tele que a un periódico tradicional. Aunque nosotros, a nuestro modo, también hemos asumido que, más que escritores, somos 'creadores de contenidos' y hacemos pódcast y vídeos y probamos nuevas aplicaciones en las que distribuir ese contenido, como 'newsletters', chats de audio y entrevistas de vídeo.

Pero resulta un tanto impresionante que, después de toda la parafernalia sofisticada con que las empresas tecnológicas nos vendieron —y nosotros compramos— sus nuevos y revolucionarios modelos de comunicación, producción y distribución de ideas y contenidos, su modelo de negocio haya acabado siendo el mismo que el de Antena 3. Señal de que, cada vez más, internet se parecerá a Antena 3.

Quizá no seamos técnicamente viejos, pero sí somos, al menos, veteranos en algo: internet. Me di cuenta el fin de semana pasado, cuando varios amigos, entre los treinta y pocos y los cuarenta y bastantes, discutíamos sobre la sensación de que internet está volviendo a cambiar. Primero fue la era de los blogs, durante la cual algunos de estos amigos forjaron la base de su carrera como periodistas y escritores. Luego fue la de las redes sociales: algunos de nosotros ya no contemplamos no utilizarlas para promocionar lo que escribimos o pensamos.

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