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Muere Silvio Berlusconi, el director de circo que cambió para siempre la política
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Adiós al Cavaliere

Muere Silvio Berlusconi, el director de circo que cambió para siempre la política

El ex primer ministro y actual socio de coalición del Gobierno italiano supuso un antes y un después para la política de su país, pero también para la internacional

Foto: Silvio Berlusconi en septiembre del año pasado. (Getty/Mondadori Portfolio/Massimo Di Vita)
Silvio Berlusconi en septiembre del año pasado. (Getty/Mondadori Portfolio/Massimo Di Vita)
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Silvio Berlusconi, el político más importante de Italia de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, ha fallecido este lunes en el Hospital San Raffaele de Milán a los 86 años a causa de la leucemia que padecía desde hace tiempo, informaron hoy los medios italianos. El ex primer ministro y actual socio de coalición del Gobierno italiano supuso un antes y un después para la política de su país, pero también para la internacional, convirtiéndose en el modelo a seguir por los populistas de derechas de Europa y el continente americano.

Las tragaderas se han ensanchado tanto los últimos años que aquello que no hace tanto parecía esperpéntico hoy ya se ha convertido en costumbre. Pero todo lo reinventó Berlusconi, creador de la fórmula moderna del éxito político. Él les hizo creer a sus votantes que era como ellos. O, mucho mejor aún, que ellos podían convertirse en él, y la fiesta en la que convirtió su vida pública se convirtió en una fiesta compartida. Entonces se le llamó Berlusconadas, hoy se le llama populismo.

Foto: ¿Cómo y cuándo será el funeral de Silvio Berlusconi en Italia? (EFE/EPA/Guido Montani)

Su machismo y su prepotencia fueron sellos de identidad que lo elevaron a los altares entre una parte del pueblo que le perdonó durante años sus chistes de mal gusto, sus juergas, su pago de prostitutas y, casi, hasta lo de acostarse con menores. Le perdonaron, en parte, por perdonarse ellos mismos. Berlusconi representaba, para muchos, lo mejor y lo peor de un país excelso en sus virtudes y en sus defectos.

"Uno debe hacer un chiste cada 10 o 15 minutos"

“A Berlusconi en Italia se le vota porque en el fondo la gente quiere parecerse a él”. Es una frase apadrinada durante años por esa minoría de italianos que se avergonzaba del voto mayoritario de sus vecinos. Y él, que sabía eso, se pasó años enseñando sus mansiones, sus coches deportivos, su “colección” de mujeres bellas, su bronceado perenne, su éxito para los negocios y su eterna sonrisa para que creyeran que se miraban ellos mismos. “La oposición dice que me vaya a mi casa. ¿A cuál? Tengo 20”, llegó a decir. Hoy parece normal esto, pero lo sorprendente es que entonces, cuando esto no se mostraba por decoro, ¡funcionó! ¿Cómo?

El fenómeno Berlusconi en Italia no se entiende sin el contexto histórico. Su victoria en las lecciones en 1994 se produce tras caer la Primera República, debido a los escándalos de corrupción de toda la tradicional clase política italiana en el macroproceso llamado Manos Limpias. Entonces, aparece un divertido y descarado hombre de negocios, de centroderecha, que pacta con la derecha independentista en el norte y la extrema derecha patriótica en el sur, y la gente empieza a apoyar un modo de vida más que un programa político.

Foto: Silvio Berlusconi, en una foto de archivo. (Reuters/Flavio Lo Scalzo)

Silvio Berlusconi ofrecía lo más importante: ser un empresario de reputación más que dudosa y no un político, lo que estaba muy mal visto, capaz de garantizar la sagrada dolce vita. Poco importó su estrecha amistad con algunos de los mayores imputados políticos en la trama de corrupción que desmontó el país, como el socialista Bettino Craxi, sus conexiones con representantes de la mafia, sus oscuros inicios financieros… La gente votó haciendo zapping, porque votar Berlusconi era votar su televisión: Tele 5. Algo que, al menos, era nuevo y divertido.

El Cavaliere convirtió su vida, sus empresas y la política en un circo. “Uno debe hacer un chiste cada 10 o 15 minutos. Es la manera de mantener alta la moral”, dijo en una ocasión. Era un magnate de ideología indefinida más allá de un cierto conservadurismo liberal, lo que le abría el abanico de votos de beatos y canallas al mismo tiempo que se “compró” un país y le regaló a la izquierda todo el ámbito intelectual a cambio de quedarse con una parte de sus votantes. “El público italiano no está formado solo por intelectuales. La media es un chico de secundaria que ni siquiera se sienta en el primer banco. Es a ellos a quienes debo hablar”, manifestó en su momento. El populismo conservador internacional de hoy tiene mucho de él, aunque los sucesores carecen del “frescor” de Silvio.

Su mejor discípulo, casi calcado en tantas cosas, ha sido Donald Trump. Pero el neoyorquino no es simpático y eso es incumplir el primer mandamiento del milanés. “Una vez acuñé un lema: debes tener siempre el sol en el bolsillo y sacarlo en el momento adecuado, para regalarlo, con una sonrisa. Esta es una regla de vida, de generosidad, que, si aprendes a tenerla dentro, te permitirá lograr grandes resultados”. Palabra de Berlusconi.

Lo importante es parecer más que ser, y Berlusconi, igual que Trump, fue apoyado por parte de los sectores religiosos más ultraconservadores de su país por su defensa de la familia tradicional. Viendo la biografía de la vida personal de ambos, ese es un logro difícil de explicar. “Yo soy el Jesucristo de la política”, dijo el italiano.

“No me gusta la política”

“No me gusta la política”, aseguró en su momento el milanés nacido en 1936. Parece cierto. A Berlusconi, que fue primer ministro tres periodos distintos entre 1994 y 2011 y pasó los últimos años de su vida al frente de una formación creada por él con el eslogan de un hincha del fútbol (Forza Italia), se intuye que lo que le gustaba es ganar. Y en política se gana más poder que en ninguna parte.

Tuvo que luchar mucho para llegar arriba. Esa es parte de su mítica, la de hombre venido desde abajo que escaló hasta la cima. Con 20 años, cantaba, una pasión que mantuvo siempre, en clubes nocturnos y cruceros. Luego, cuando su padre le regañó porque cantando no se iba a ganar bien la vida, y tras vender aspiradoras casa por casa, decidió hacerse millonario con el ladrillo. Hay una parte de su biografía que apunta a que ser rico, más que una consecuencia de su trabajo, era una profesión que decidió ejercer.

placeholder Silvio Berlusconi en septiembre de 2022. (Reuters/Flavio Lo Scalzo)
Silvio Berlusconi en septiembre de 2022. (Reuters/Flavio Lo Scalzo)

Tras un préstamo polémico de la banca en la que trabajaba su padre, empezó a ganar dinero construyendo casas en Milán, con la gran novedad de que tenían jardines para las familias. La construcción, en aquellos años del boom económico de los 70, le hizo millonario, como a tantos. Con una vista privilegiada para los negocios, entendió que en todas las casas que vendía todas las familias colocaban la misma cosa en el centro del salón: una televisión. El gran circo Berlusconi echaba a andar.

El joven millonario decidió romper el hasta entonces monopolio de la televisión estatal, RAI, y adquirir una cadena local en Milán, Telemilano. Sus emisiones, grabadas y que retransmitía de forma simultánea a través de diversas emisoras, eran por aquel entonces ilegales, y los jueces decidieron impedirlas. Este impasse duraría hasta que el Gobierno socialista de Roma, de su amigo y primer ministro, Bettino Craxi, le echó una mano y le permitió empezar a emitir. Sería el inicio de una cadena que años más tarde se convertiría en un imperio europeo, Mediaset, que en Italia y España lideran la televisión de entretenimiento.

Berlusconi entendió lo de pan y circo, y suministró masivamente ambas cosas a través de una productora que, entre otras cosas, comercializó el producto televisivo que cambió la historia de la caja tonta: Gran Hermano. La realidad pasaba a convertirse en un espectáculo. Eso también es marca Berlusconi. “El cliente, el público, es un niño de 11 años, ni siquiera muy inteligente”, manifestó en una ocasión el milanés.

“Usted cobra por ser el amigo de Maradona”

“Todas las cosas de las que me ocupo son profanas, pero el Milán es sagrado”, afirmó Berlusconi, quien compró el 10 de febrero de 1986 el A.C. Milán y lo convirtió en un gran escaparate. Eligió el club del pueblo, de las clases bajas milanesas, frente al aristocrático Inter de Milán de la familia Moratti. El circo romano del siglo XX son la televisión y el fútbol, y el emprendedor milanés invirtió en las dos cosas más mundanas para alicatar el cielo antes de asaltarlo.

Su Milán de la década de los 80 hace historia. Ficha a los mejores. Gana todo. Una anécdota contada por Guillermo Coppola, el exmánager de Diego Armando Maradona, revela la ambición sin fondo del Cavaliere. Berlusconi tiene el mejor equipo, pero no al mejor jugador, y decide actuar. “Berlusconi me manda un avión privado y voy a su mansión", relataba Coppola. "Por Maradona me ofreció un cheque que yo rellenara por el doble de lo que me diera el Nápoles. Luego me dijo: '¿Está usted contento con lo suyo?'. Entonces coge un papel y boli y escribe: '¿Conoce Milán? Bien, apartamento a Piazza San Babila, hasta dos millones de dólares. ¿Coche? Rolls-Royce, hasta 500.000 dólares. ¿Le gusta vestir? 200.000 dólares al año para sus trajes'. Eran cuatro años el contrato; es decir, 800.000 dólares para mi ropa. Y, además, un salario de 50.000 dólares al mes. Y entonces yo le dije: '¿Y yo qué tengo que hacer?'. Nada, respondió. 'Usted cobra eso por ser el amigo de Maradona”, narraba. Berlusconi siempre tuvo claro el importante valor de la amistad.

“En Palermo, es difícil distinguir a la buena gente de los mafiosos”

¿Puede aplicarse a Berlusconi la frase de que a una persona se le puede conocer por sus amigos? Es complicado, porque el ex primer ministro tenía amigos por todas partes, entre otras cosas por su “generosidad y simpatía”. No hay una sola persona que lo haya tratado en persona y haya sido entrevistada por este periodista (y son muchas) que no diga que era encantador y que trataba a su gente —hasta a su escolta— de maravilla.

El problema es que entre esa gente que frecuentaba parece que estaban, entre otros, Totó Riina, uno de los jefes más importantes de la Cosa Nostra siciliana que fue grabado en 2014 en la cárcel, mientras hablaba con un compañero, diciendo: “Berlusconi nos daba cada seis meses 250 millones de liras". “Deberían meterlo en prisión para toda su vida”, concluía. El también jefe de la mafia Giuseppe Graviano ha manifestado recientemente que se encontró tres veces con Berlusconi mientras estaba prófugo. "Me lo presentó mi abuelo en los años 80. A través de mi primo teníamos una relación muy buena. En el 93, cenamos juntos”, aseveró.

Foto: Berlusconi y Galliani, viendo al Monza. (EFE/EPA/Roberto Bregani)

Las investigaciones e implicaciones de Berlusconi con la mafia han sido más que puras insinuaciones. Hay una sentencia que afirma que de 1974 a 1992 Berlusconi subvencionó y pagó dinero a la mafia siciliana. No fue ese su único problema legal en todo caso. En 2012, fue condenado a cuatro años de prisión por fraude fiscal; un año después, fue condenado a siete años de cárcel por corrupción, prostitución y abuso de menores; dos años después fue de nuevo condenado a tres años de cárcel por sobornar a un senador; tiene también sentencias o procedimientos abiertos por escuchas telefónicas ilegales, malas prácticas laborales, evasión de impuestos…

Pese a tantas condenas, siempre fue evitando la prisión por sus largas apelaciones que demoraban los procesos, estar prescrito el delito o, incluso, gozar de algún indulto. Pero quizá lo más escandaloso de toda esa colección de sentencias es que siempre pasaron de alguna manera desapercibidas para la alta vida pública italiana. Pese a la gravedad de todas ellas, el Cavaliere nunca dejó de ser, hasta su muerte, un referente político clave en los juegos palaciegos patrios. Fue llamado a reuniones por todos los presidentes y primeros ministros que le sucedieron sin dar importancia a que se sentaban con un pluricondenado por todo tipo de delitos.

¿Y cómo contestaba él? Aplicando humor con frases como "en Palermo es difícil distinguir a la gente de bien de los mafiosos". "Yo mismo, cada vez que voy, cualquier cara que veo me parece la de un mafioso”, declaraba. Cosas del circo.

“Obama es joven, guapo y bronceado”

Sus amistades políticas fueron también peculiares. En pleno proceso de las llamadas primaveras árabes, le preguntaron por su estrecha relación con los dictadores de varios de esos países. “Me une una verdadera amistad con todos. Con el presidente [Hosni] Mubarak y su familia; con el presidente [Abdelaziz] Bouteflika, que tiene mi edad; con el líder de Libia [Muhammad Gadafi] y con [Zine El Abidine] Ben Ali, presidente de Túnez”, afirmó. Todos ellos acabarían por caer.

En la escena internacional, quizás el ruso Vladímir Putin, al que definió como “una amigo real”, haya sido su mayor aliado. Tanto que lo ha defendido en off para luego matizar en on hasta cuando los misiles rusos destrozaban Ucrania y la coalición de Gobierno de la que él formaba parte mandaba ayuda militar y humanitaria a Kiev.

placeholder Silvio Berlusconi, Giorgia Meloni y Matteo Salvini en octubre de 2021. (Reuters/Yara Nardi)
Silvio Berlusconi, Giorgia Meloni y Matteo Salvini en octubre de 2021. (Reuters/Yara Nardi)

“Todo fue sacado de contexto. Se difundió sin conocer el significado global de mis palabras. Con el único objetivo de difundir desinformación y mentiras. No niego mi pasada amistad con Vladímir Putin, que dio importantes resultados, logrados en pleno acuerdo con nuestros aliados occidentales... Pero hoy las circunstancias han cambiado”, dijo Il Cavaliere acorralado por la filtración de unos audios en los que justificaba el ataque de Putin a Ucrania y cargaba contra el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. Un galimatías diplomático para el Gobierno de Giorgia Meloni marca de la casa.

El circo Berlusconi puso patas arriba la diplomacia italiana con sus ocurrencias muchas veces. De Obama dijo que “era joven, guapo y bronceado”. Del presidente francés Macron dijo “un chico guapo con una guapa mamá que lo lleva del brazo”, en referencia a la esposa del mandatario galo 25 años mayor que él. De la alemana Angela Merkel se dice que hablo de su “enorme culo”, aunque Berlusconi ha negado unas palabras que recogieron todos los medios alemanes.

“Eran 11, pero me lo hice con ocho porque no podía más”

Las mujeres han sido en todo caso una obsesión del Cavaliere. Él se sentía irresistible hasta en los despachos. “Tuve que usar todas mis tácticas de playboy, aunque no las había usado durante algún tiempo”, dijo tras conseguir que la presidenta finlandesa, Tarja Halonen, apoyara que la sede de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria se instalara en Parma. Se enamoró de muchas mujeres, pero de ninguna tanto como de sí mismo. “No es un complejo de superioridad, es un hecho objetivo. Berlusconi tiene un calibre incomparable”, dijo con esa seguridad que tienen las personas que hablan en tercera persona de sí mismos.

La colección de frases sexistas del milanés es larga y propia de otros tiempos y otra cultura generacional. “Estoy hecho así de siempre. A veces me pasa que miro a la cara a una bella chica, pero es mejor ser apasionado que ser gay”. No era fácil aplacar tanta testosterona. “Ayer por la noche, tenía fuera del cuarto una fila… Eran 11, pero yo me lo hice solo con ocho porque no podía más. No se puede llegar a todo”, contó tras una fiesta en su casa en la Nochevieja de 2008 en la que parece que la fila de la que presumía, según una investigación judicial, era en realidad un grupo de trabajadoras sexuales que esperaban “fichar en la oficina”.

Foto: Vladímir Putin y Silvio Berlusconi en una foto de archivo de 2019. (Reuters/Kremlin/Alexey Druzhinin)

Ese irrefrenable deseo supuso su tumba política. Algunos analistas señalan como clave de su caída la carta pública con la que su mujer, Veronica Lario, harta de sus infidelidades, le solicitó el divorcio. La misiva incluía una frase lapidaria que, además, levantó una alfombra llena de fango: “Vírgenes que se ofrecen al dragón (…). No puedo estar con quien frecuenta menores”. Hablaba, sin mencionarla, de una joven llamada Noemi Letizia.

Aquel escándalo supuso cruzar alguna línea roja. A Berlusconi le gustaban jóvenes y, aunque el caso que tuvo más repercusión y por el que le condenaron fue el de la prostituta marroquí Ruby Robacorazones y sus fiestas Bunga Bunga, la primera menor con la que se relacionó fue la napolitana Noemi. El entonces primer ministro asistió a su fiesta del 18 cumpleaños y, poco tiempo después, se supo que la joven frecuentaba su compañía desde hacía meses en sus casas de Milán y Roma. “Soy incapaz de decir que no, por fortuna soy un hombre y no una mujer”, dijo en una ocasión Silvio para justificar sus excesos. No importaba, una parte de la sociedad italiana veía en Berlusconi un exitoso hombre divertido. Frente al puritanismo intelectual de la izquierda, ellos preferían la frescura realista de un italiano que hablaba como hablaban ellos en playas y bares. “Berlusconi se folla a todas esas chicas en nombre de todos los italianos y esto lo deben agradecer porque para gobernar se necesita follar bien”, es una frase del polémico pluridiputado Vittorio Sgarbi.

“Yo siempre gano”

La ideología política y su trayectoria al frente del Gobierno ocupan un último lugar en la biografía de Berlusconi. ¿Por qué? Porque es lo menos significativo de su figura. Su gran legado es un estilo de hacer política, todo lo que hasta ahora leyeron, más que su política en sí, donde no innovó particularmente nada. Practicó un liberalismo acorde a los mercados y tiempos internacionales. Su propuesta encajó bien en una sociedad italiana emprendedora, por un lado, y acostumbrada a subvenciones y subsidios, por otro. Berlusconi contentó a ambas bajando impuestos y aumentando la ya muy elevada deuda pública a la vez.

No tuvo, además, inconveniente en permitirse hasta burlarse del juicio histórico del fascismo: “Mussolini no ha matado nunca a nadie; mandaba a los opositores de vacaciones fuera”. También bromeó sobre el terrible terremoto de 2009 en la localidad de L’Aquila, donde hubo 309 muertos, 1.600 heridos y más de 80.000 evacuados, diciendo que “los desplazados tienen medicinas y comida caliente; deben considerarlo como un fin de semana de acampada”. La frase levantó una fuerte polémica hasta en los principales medios internacionales, que para entonces ya dibujaban a Berlusconi como un inexplicable bufón.

Foto: El líder de Forza Italia, Silvio Berlusconi. (EFE/Giuseppe Lami)

El Cavaliere conjugó antes que nadie populismo mediático y política. Se autoerigió en un muro contra comunismo y la extrema izquierda, un miedo muy arraigado en la Italia democristiana desde el fin de la II Guerra Mundial. Consiguió ser un milanés querido y votado en el sur. En la parte final de su carrera política, se convirtió, además, en defensor del europeísmo en Italia. Su voz fue la única dentro de la coalición conservadora que plantó cara al mensaje soberanista y anti-Bruselas de la extrema derecha de Lega y Fratelli d’Italia, con los que acabó formando un Gobierno en el que él era la parte más débil. Suficiente, en todo caso, para marcar los raíles por los que transitar por Bruselas.

“Soy un milagro”, dijo en una ocasión Berlusconi, y puede que fuera cierto porque, sin un milagro, no se entiende que la biografía aquí narrada corresponda al político más importante de Italia en los últimos 50 años. “Yo siempre gano, estoy condenado a vencer. Soy el mejor líder político en Europa y en el mundo”, decía el director, trapecista, domador, payaso, taquillero y fiera del circo.

Silvio Berlusconi, el político más importante de Italia de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, ha fallecido este lunes en el Hospital San Raffaele de Milán a los 86 años a causa de la leucemia que padecía desde hace tiempo, informaron hoy los medios italianos. El ex primer ministro y actual socio de coalición del Gobierno italiano supuso un antes y un después para la política de su país, pero también para la internacional, convirtiéndose en el modelo a seguir por los populistas de derechas de Europa y el continente americano.

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