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Italia eleva las restricciones y echa el cierre: "Todo el país se tiene que quedar en casa"

El Gobierno italiano informó este lunes de nuevas medidas para hacer frente al brote de coronavirus que se extiende por el país y ya está trabajando sobre el daño económico que generará

Foto: Un agente pide la documentación a un conductor en Milán. (EFE)
Un agente pide la documentación a un conductor en Milán. (EFE)

Italia se cierra. Entera. Todo un país al que se le restringe el movimiento. Así lo ha anunciado el primer ministro, Giuseppe Conte, en una conferencia de prensa retransmitida por todas las televisiones en la que el mandatario ha sido rotundo: “No hay tiempo, el contagio crece. Tomaremos medidas aún más fuertes y exigentes. Hay que cambiar los hábitos por el bien de Italia. No hay más zona roja”. Y el país miraba, y escuchaba, acostumbrado en cinco días a este vértigo en el que cada hora surgen un dato, una idea y un miedo que lo van empequeñeciendo todo.

Queda por tanto abolido ese Estado partido en dos, con un norte clausurado y un sur lleno de miedo a que el virus se colara por alguna parte. Durante toda la jornada del lunes se sucedieron críticas de políticos y ciudadanos ante el egoísmo de los que huyeron de Lombardía la noche del sábado y regresaron a sus casas de las regiones meridionales cuando supieron que los encerraban. “Regresad al norte. Calabria no está preparada para un contagio masivo”, decía Jole Santelli, presidenta de Calabria. Contra eso también es este decreto que 'encierra' a todos por igual; contra una sensación de generar diferencias regionales ante una amenaza invisible que estaba ya por todo el país.

Foto: Pedro Sánchez, en la clausura del congreso de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), este 9 de marzo en Madrid. (EFE)

¿Y qué supone este decreto para todos los ciudadanos que en este momento están dentro de la península Itálica? “Queda restringido el movimiento de ciudadanos salvo que tengan un comprobante de trabajo o una necesidad familiar o sanitaria urgente que debe demostrarse. Incluso para viajar al extranjero se aplican las mismas medidas restrictivas para salir y habrá controles para los que vienen”, ha anunciado el primer ministro. Se clausura también la escuela, toda, desde las guarderías de los más pequeños a los centros universitarios hasta, al menos, el 3 de abril. No habrá tampoco reuniones de grupo, a partir de ahora quedan prohibidas incluso en espacios abiertos, en una especie de frente contra el peligroso boca a boca que es el principal aliado del virus. Tampoco habrá más fútbol, ni deporte ni conciertos… Se cierra un país, entero, y se preserva solo la actividad económica para que el remedio no sea peor que la enfermedad y los problemas de un virus no acaben pareciendo nada dentro de unos meses comparados con los problemas del hambre.

De hecho, ya se está trabajando sobre el daño económico. Los nubarrones oscuros para una Italia ya al borde de la recesión económica son grandes. “Es posible una desviación aún mayor de lo que se pronosticó del 2,2% al 2,5% del aumento del déficit en relación con el PIB. Hemos acordado con la UE una solicitud de reajuste por 7.500 millones de euros y estamos pensando en la posibilidad de que sea mayor”, ha declarado Conte.

Esa es la crónica de la parte legal de la jornada de este lunes en Italia. Pero allí un día empieza a pesar como una semana, por la velocidad a la que ocurre todo. Los muertos por el coronavirus siguen subiendo. Este lunes, murieron 97 personas, y ya hay un total de 463 fallecidos desde el inicio de la crisis sanitaria. Son menos que los 133 del día anterior y muchos más de los que nadie imaginaba hace tres o cuatro jornadas. Los contagios sí crecieron exponencialmente, quizá por eso se entendió que había que ampliar las restricciones, y ascendieron en 24 horas a 1.598. En total, en Italia, hay 7.985.

"Mi hijo está ahí dentro y deben sacarlo. Deben indultarlo por humanidad"

Y en medio de ese panorama llegó también el caos a algunas partes como las cárceles. Los disturbios ocurridos a lo largo del lunes, con presos y familiares de presos involucrados ante el miedo de que al estar encerrados el virus los 'cocine' sin testigos, han dejado siete muertos en una revuelta en la prisión de Módena. En la ciudad de Foggia, unas decenas de presos escapaban a la carrera, dejando una escena que parecía de otras latitudes, y aún 30 de ellos siguen desaparecidos. En Roma, Milán y Palermo ha habido también motines, donde se han quemado colchones o los presos han acabado en el tejado pidiendo que los indultaran. “Mi hijo está ahí dentro y deben sacarlo. Deben indultarlo por humanidad”, decía la madre de un recluso a la puerta de una prisión central de Roma. El miedo, en todos los aspectos evaluables, parece el contagio más veloz que el virus.

Ante este panorama, el Gobierno central ha mostrado que no le va a temblar la mano para controlar una emergencia que ya se vivía en las calles con angustia. La ciudad de Roma, sin estar aún afectada por el decreto restrictivo, mostraba ya imágenes que parecían casi sacadas de una película de apocalípticos contagios. En supermercados, se han dibujado en el suelo los lugares donde debe colocarse la gente para cumplir con la norma de mantener un metro de distancia. En alguna farmacia, las cintas en el suelo, siempre con ese espacio que garantiza el no contagio por omisión de proximidad, no eran suficientes y los propios farmacéuticos dispensaban con guantes y máscaras, obligaban a todo el mundo a usar el dispensador de desinfectante, tenían una cinta protectora frente a las cajas registradoras y pasaban cada cierto tiempo con aerosoles desinfectando el aire.

Foto: Dos turistas se fotografían con mascarillas en la Torre Eiffel. (Reuters)

¿Dónde acabará esto? Ahora mismo, parece imposible aventurarse a asegurar nada. El propio Conte ha asegurado que se hará lo que deba hacerse. La situación en los hospitales es límite y el colapso afecta a todos. “Mi padre de 82 años se ha caído y roto el fémur. Es un hombre con otras enfermedades graves. Al llegar, los médicos de la ambulancia nos han aconsejado no llevarle a urgencias ante el alto riesgo de contagio y lo estamos tratando en casa. Ha venido un radiólogo a casa que nos ha confirmado que es una fractura y ahora estamos esperando a que un traumatólogo nos diga si le podemos curar en casa o internarle en el hospital sin pasar por emergencias. Estamos desesperados”, explica Paola, una romana, en un ejemplo perfecto que simplifica el caos sanitario. Exceso de pacientes, falta de camas, falta de sanitarios y un virus que crece, ocupa todo y arrincona otro tipo de enfermedades que en ocasiones son mucho más graves. La medida de poner en cuarentena un país entero —¿quién lo hubiera imaginado hace tres días?— se ha tomado justamente para evitar que el colapso sea global. Toca encerrarse.

Italia se cierra. Entera. Todo un país al que se le restringe el movimiento. Así lo ha anunciado el primer ministro, Giuseppe Conte, en una conferencia de prensa retransmitida por todas las televisiones en la que el mandatario ha sido rotundo: “No hay tiempo, el contagio crece. Tomaremos medidas aún más fuertes y exigentes. Hay que cambiar los hábitos por el bien de Italia. No hay más zona roja”. Y el país miraba, y escuchaba, acostumbrado en cinco días a este vértigo en el que cada hora surgen un dato, una idea y un miedo que lo van empequeñeciendo todo.

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