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La penúltima línea roja: Ucrania quiere llevar la guerra a suelo ruso (con nuestras armas)
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La penúltima línea roja: Ucrania quiere llevar la guerra a suelo ruso (con nuestras armas)

Ucrania podría haber acabado con el contragolpe ruso incluso antes de que empezara, desnudando una de las dimensiones más asimétricas del conflicto

Foto: El Kremlin en Moscú. (EFE/Yuri Kochetkov)
El Kremlin en Moscú. (EFE/Yuri Kochetkov)
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Estos días, los observadores de la guerra tratan de calibrar la fuerza y el impacto del contragolpe ruso. Moscú ha reabierto el frente norte, a pocos kilómetros de la ciudad de Járkov, con el objetivo de estresar a las defensas ucranianas y buscar puntos débiles en los más de 1.000 kilómetros de línea de contacto. Lo absurdo de esta ofensiva es que podría haber terminado incluso antes de empezar, desnudando una de las dimensiones más asimétricas del conflicto. Ucrania está peleando con una mano atada a la espalda.

El pasado viernes 10 de mayo, decenas de miles de efectivos y fuerzas mecanizadas rusas, con cobertura de artillería y aviación, iniciaban el asalto en dirección a las ciudades de Vovchansk, Lyptsi y otros enclaves fronterizos. Durante los días previos al ataque, los servicios de inteligencia de Kiev monitorizaron al detalle la acumulación de fuerzas enemigas en la región rusa de Bélgorod, fronteriza con el óblast de Járkov. Podrían haberlos eliminado fácilmente, o haber complicado la incursión; pero Ucrania sigue cargando el lastre táctico de no poder atacar con su arsenal occidental suelo ruso.

Da igual que Rusia esté utilizando misiles norcoreanos y drones iraníes en sus bombardeos masivos contra poblaciones e infraestructuras críticas del país. Esta es la penúltima línea roja de Occidente y la Casa Blanca no parece muy dispuesta a cruzarla.

"Teníamos a la artillería y a los militares a un kilómetro de la frontera. Desde allí han bombardeado nuestras ciudades y no podemos hacer nada, aunque esté a un kilómetro de distancia de la frontera, porque no tenemos permitido responder con ataques en territorio ruso", lamenta Oleksandra Ustinova, jefa de la comisión parlamentaria ucraniana para armas y municiones, en una entrevista con El Confidencial.

El patrón de la línea roja

Ustinova forma parte de un grupo de legisladores ucranianos que ha viajado a Washington para convencer a políticos y analistas de la necesidad de levantar el veto estadounidense a usar armas occidentales sobre territorio ruso. La diputada, después de intensas jornadas de reuniones y entrevistas, está convencida de que la presión surtirá efecto.

"No he conocido a una sola persona en el Congreso de EEUU que apoyara esta idea (la del veto), ya sea del lado republicano como demócrata. Todos entienden que es una prohibición ridícula que nos impide defendernos", sostiene. El propio portavoz de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, emitió un comunicado apoyando esta iniciativa. "Esperamos ver cambios en un futuro cercano", aseguró Ustinova.

El secretario de Estado, Antony Blinken, llegó a asegurar la semana pasada durante una visita a la capital ucraniana que "no animan ni facilitan los ataques fuera de Ucrania", pero que deben ser los ucranianos los que "en última instancia tomen las decisiones sobre cómo conducir la guerra". Esta ambigüedad semántica refleja el debate que se está agitando en el seno de la administración estadounidense sobre este asunto. Fuentes diplomáticas aseguraron esta semana a The New York Times que la posición de Blinken al respecto ha cambiado tras la contraofensiva rusa.

Pese a estas deliberaciones, públicamente, la posición de Washington sigue siendo un 'no' rotundo al uso de su arsenal contra objetivos dentro de la Federación Rusa, ya que temen que esto pueda derramar el conflicto fuera de las fronteras ucranianas. ¿Hay opciones reales de que la Casa Blanca levante realmente ese veto? Los analistas lo ven muy difícil. Pero no inviable.

"Existe un patrón en el que EEUU, y los países europeos, primero dicen que no a Ucrania y después de un tiempo, y cierta presión diplomática, finalmente dicen que sí. Lo vimos con los tanques, con los F-16, con los misiles de largo alcance. Así que no creo que sea imposible que levanten esta restricción, pero es cierto que es una línea roja bastante sólida desde el principio de la guerra", explicó Edward H. Christie, investigador del Instituto Finlandés de Relaciones Internacionales (FIIA) y exfuncionario de la OTAN, a El Confidencial.

Lleva la guerra a casa del enemigo

Ucrania lleva desde el día uno de la guerra tratando de llevar las hostilidades a suelo de Rusia, atacando a objetivos militares, la industria de defensa y las refinerías. El mismo 25 de febrero de 2022, un día después del comienzo de la invasión a gran escala, los ucranianos atacaron con misiles Tochka-U la base aérea de Millerovo y destruyeron varios aviones de la Fuerza Aérea Rusa e incendiando la base aérea, según funcionarios ucranianos. Desde entonces, este tipo de operaciones se han intensificado y están en máximo este 2024, según analistas de inteligencia de fuentes abiertas.

Aunque ha habido algunos bombardeos, incursiones y sabotajes, la gran mayoría de ataques se han ejecutado mediante drones ensamblados en Ucrania. Estos vehículos no tripulados pueden recorrer largas distancias (se han reportado ataques hasta 1.600 kilómetros dentro de territorio ruso), pero su moderada capacidad de carga explosiva (de entre 5-10kg) restringe su capacidad de daño. Para compensar su baja velocidad, se suelen lanzar en enjambres para tratar de tener el mayor impacto posible. Pero los rusos están cada vez más neutralizando estas ofensivas gracias a sus mejoras en la guerra electrónica.

El objetivo estratégico de estas incursiones es desbaratar la logística y la economía rusa, por lo que se han centrado en destruir infraestructura petrolera de empresas estatales como Rosneft o Lukoil. "Los ataques a las instalaciones de almacenamiento y refinerías de petróleo rusas son, ante todo, una ruptura de las cadenas logísticas para el abastecimiento de combustible a los tanques rusos. Según nuestras estimaciones, Ucrania logró desactivar más del 15% de las capacidades de refinación de petróleo rusas a mediados de mayo de 2024", apunta Olena Lapenko, experta en seguridad energética del Grupo DiXi —un grupo de analistas ucraniano—, a El Confidencial.

Foto: Bomberos extinguen el fuego tras la explosión de una instalación de petróleo en Bryansk por un ataque ucraniano. (EFE)

Para Rusia, conseguir partes del equipo y ciertas piezas necesarias para reparar una refinería puede ser complicado debido a las sanciones internacionales. Si no puede reparar los daños, la producción se resiente, los beneficios de las exportaciones se reducen y hay menos combustible disponible para alimentar la ofensiva. O, como mínimo, a un alto coste de oportunidad.

"Estos ataques son una de las estrategias más exitosas de Ucrania. No solo 'sangran' al ejército ruso, sino también a su economía", continúa Lapenko. "La suspensión del funcionamiento de las instalaciones de refinación perturbará la logística militar, ya que las fuerzas armadas se encuentran entre los mayores consumidores de combustibles para motores y aviones".

Un santuario insólito

Si Ucrania ha conseguido estos resultados con su ajustado arsenal autóctono, ¿qué podría lograr si pudiera atacar con misiles Atacms o GMLRS, más precisos, más difíciles de derribar y con una potencia de destrucción hasta 100 veces mayor que la de un dron ucraniano?

"Más allá de lo que pudieran destruir materialmente con esas armas, el efecto más importante que tendría esto sobre la guerra es en la disposición de las fuerzas rusas. Si Ucrania tiene capacidad de golpear con armas poderosas a 100, 200 o 300 kilómetros dentro de territorio ruso, esto hará que el Kremlin tenga que adaptar su logística, sus escalones de refuerzo, la ubicación de tropas y equipos, combustible, munición. Y esto es muy importante, tanto a corto plazo como pensando en la capacidad de disuasión ucraniana en el futuro", agrega Christie, del FIIA.

Mientras esto no suceda, Moscú puede mover y concentrar tropas y equipos de forma más o menos segura en su territorio, donde además ubica sus centros de mando, sabiendo que cualquier potencial ataque ucraniano será de baja intensidad o detectado y neutralizado. Esto permite a los rusos, además, poder retirarse a su territorio para reagruparse cuando algo sale mal, como sucedió en otoño de 2022 cuando perdieron el control de Járkov.

"Esto ha creado un vasto santuario [para las tropas rusas]", detalló el analista militar George Barros en un informe del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW). "Cualesquiera que fueran las razones detrás de esta política estadounidense antes del ataque ruso al Óblast de Járkov, debería modificarse inmediatamente para reflejar las realidades urgentes de la situación actual".

Foto: Tanque Leopard 2A6 ucraniano en Donetsk. (Reuters/Valentyn Ogirenko)
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Desde este "santuario", los aviones rusos pueden atacar permanentemente la ciudad de Járkov sin abandonar su espacio aéreo y, además, dar cobertura aérea a las operaciones terrestres en la región con un riesgo limitado.

"El motivo es que las bombas planeadoras, equivalentes a las JDAM-ER occidentales, incrementan el alcance de manera notoria, llegando a distancias de entre 40 y 60 km. Esto permite a la VVS (Fuerza Aérea rusa) atacar objetivos ucranianos desde su propio territorio —Járkov se encuentra a tan solo 40 km de la frontera rusa— sin que sus propios aviones tomen demasiados riesgos. Este empleo indiscriminado de bombas (se estima que Rusia ha lanzado en estos días más de 200 contra la ciudad fronteriza de Vovchansk) es, sin duda, un importante factor en estos progresos militares", explicaba Juanjo Fernández, analista militar de El Confidencial, en un reciente artículo.

Además, el Ejército ruso ha reunido aproximadamente 50.000 efectivos en las provincias de Bélgorod, Kursk y Bryansk que forman parte de las brigadas centradas ahora en la ofensiva de Járkov, según cálculos de ISW. La ​​gran mayoría de estas fuerzas aún no están comprometidas en el combate y están a la espera en áreas de preparación muy cercanas a la frontera de Ucrania, pero fuera del alcance de la artillería ucraniana. Así que podría volver a repetirse la situación de que Kiev vea con antelación e impotencia cómo las tropas de Moscú se movilizan para golpear en su territorio.

"Esta es la única posibilidad que tenemos para proteger Járkov y las ciudades cercanas", insiste la parlamentaria ucraniana. Si ese escenario no se cumple, explica Ustinova, continuarán los ataques diarios e indiscriminados contra las ciudades y la población. "Con el tiempo, Járkov se convertirá en lo que Mariúpol es ahora", lamenta.

Esperando luz verde

En Europa, países como Reino Unido y Finlandia sí se han pronunciado públicamente a favor de permitir el uso de sus armas en cuaquier lugar u operación. Poco antes de que comenzara el contragolpe en Járkov, el ministro de Exteriores británico, David Cameron, aseguró a la agencia Reuters que "Ucrania tiene el derecho a golpear a Rusia en su territorio, como Rusia está golpeando dentro de Ucrania". El Kremlin respondió amenazando con atacar objetivos militares británicos "en territorio Ucraniano y fuera de sus fronteras" si se utilizan armas de Reino Unido en Rusia.

Sin embargo, no hay reportes de que Kiev haya utilizado armas británicas —como los poderesos misiles Storm Shadow— para atacar objetivos el interior del país, quizás a la espera de un consenso aliado. "Gran Bretaña dijo públicamente que no tiene ningún problema con que Ucrania use las armas que nos ha estado proporcionando en territorio ruso, porque entiende que serían franjas defensivas, no ofensivas. La misma posición tiene Francia. Así que entendemos que Estados Unidos es el único país que proporciona muchas armas y que se resiste a levantar el veto", agregó la legisladora ucraniana.

Los expertos militares también templan el potencial impacto del veto. Por un lado, recuerdan que Ucrania tiene un exiguo abastecimiento de munición y misiles occidentales, así que tiene que elegir con cuidados sus blancos y la ubicación de los sofisticados equipos de lanzamiento (como los Himars). Y también apuntan a que Kiev ya está desarrollando su propio armamento para atacar al invasor en su propio terreno, por lo que el veto estadounidense, poco a poco, irá perdiendo sentido.

Mientras, Moscú consiguió nuevos avances alrededor de Vovchansk, el enclave fronterizo a unos 70 kilómetros de la ciudad de Járkov que se ha convertido en el foco de la ofensiva en la región. Los rusos ya habrían tomado al menos un 40% de la localidad, según reportan tropas ucranianas en la zona. Los analistas consideran que el Kremlin buscaría crear precisamente una zona de protección (buffer zone) para evitar que los ucranianos ataquen con artillería pueblos y ciudades rusas cercanas a la divisoria. Y, mientras tanto, seguirá intentando hacer valer la fuerza de sus números (tanto en efectivos como en material) para avanzar a cualquier precio.

"Ucrania perderá un poco de territorio, pero a costa de un nivel de bajas ruso excepcionalmente alto. Los rusos están siguiendo sus tácticas de carne de cañón, empujando y con la mentalidad de ganar a través de su masa (bélica). Pero sigue siendo una guerra de desgaste de movimientos limitados, por lo que cuando llegue la asistencia de Estados Unidos, los ucranianos podrán ser capaces de reequilibrar el frente", apunta Christie.

Los aliados deben ahora decidir si cruzar esta penúltima línea roja (la última sería el envío de tropas de la OTAN al conflicto). Con Putin, es un cálculo complicado, porque sus amenazas siempre van respaldadas, en última instancia, por un considerable arsenal nuclear.

"Este es un paso imprescindible. Las armas de EEUU y otros socios han sido de gran ayuda, pero se necesita más para derrotar a Vladímir Putin", apunta John Herbst, director del Centro Eurasia del Atlantic Council y exembajador estadounidense en Ucrania, en conversación con El Confidencial. "Si Rusia conquista Ucrania porque Occidente se ha sentido intimidado por la amenaza de una guerra nuclear, enfrentaremos un dilema similar en un futuro, porque Moscú repetirá el patrón cuando amenace a los países de la OTAN, especialmente a los Estados bálticos y a Europa del Este", advierte el diplomático.

Estos días, los observadores de la guerra tratan de calibrar la fuerza y el impacto del contragolpe ruso. Moscú ha reabierto el frente norte, a pocos kilómetros de la ciudad de Járkov, con el objetivo de estresar a las defensas ucranianas y buscar puntos débiles en los más de 1.000 kilómetros de línea de contacto. Lo absurdo de esta ofensiva es que podría haber terminado incluso antes de empezar, desnudando una de las dimensiones más asimétricas del conflicto. Ucrania está peleando con una mano atada a la espalda.

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