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¿Das por sentada la victoria de Trump? Ni lo intentes: es imposible predecir quién ganará las elecciones en EEUU
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¿Das por sentada la victoria de Trump? Ni lo intentes: es imposible predecir quién ganará las elecciones en EEUU

Hay tres razones para no dar por arreglado el partido: si la primera es del propio sistema y común a otros comicios, la segunda y la tercera son inéditas en este nuevo duelo Biden vs. Trump

Foto: A la izquierda, el expresidente Donald Trump. A la derecha, Joe Biden (Reuters/Brendan McDermid y Elizabeth Frantz)
A la izquierda, el expresidente Donald Trump. A la derecha, Joe Biden (Reuters/Brendan McDermid y Elizabeth Frantz)
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Si alguien le dice a usted que Donald Trump va a ganar las elecciones presidenciales de Estados Unidos, no se lo crea. Le estarían embaucando. Lo mismo si le dicen que va a ganar Joe Biden. A seis meses de una cita de estas características, con tantos elementos en juego y unas encuestas tan ajustadas, la calidad de nuestra predicción equivaldría a la de lanzar una moneda al aire. Sería lo mismo que no decir nada.

Estas son las tres razones para no dar por arreglado el partido en unas elecciones todavía inciertas: si la primera es del propio sistema y común a otros comicios, la segunda y la tercera son prácticamente inéditas en este nuevo duelo Biden vs. Trump

El primer elemento de incertidumbre es la propia naturaleza del sistema electoral estadounidense. Aquí no son los votantes quienes eligen, directamente, al presidente, sino los delegados. La cosa funciona de la siguiente manera: los estadounidenses votan en cada uno de los 50 estados; y dentro de cada estado, el candidato ganador, aunque haya sacado una ventaja mínima, se lleva todos los delegados de ese estado (desde los tres de Delaware a los 54 de California; las excepciones son Nebraska y Maine, donde el reparto se hace proporcionalmente).

Así que uno puede, técnicamente, ganar millones y millones de votos más que el adversario por todo el país, y perder las elecciones. Caso práctico: 2016. Hillary Clinton sacó tres millones de votos más que Donald Trump, pero Trump le superó con escasa ventaja en una serie de estados ricos en delegados. Y ganó las elecciones.

Foto: Simpatizantes de Hillary Clinton tras conocer la victoria de Donald Trump

Dado que la inmensa mayoría de los estados se inclinan políticamente a un lado o a otro (California votará demócrata con toda seguridad; Alabama, republicano), la partida se juega allí donde las encuestas están más ajustadas, porque mil votos arriba o abajo pueden decidirlo todo. Estos son los famosos "estados clave", que a día de hoy son Pensilvania, Wisconsin, Michigan, Nevada, Arizona, Georgia y Carolina del Norte. Los lugares, claro, donde se celebran casi todos los mítines.

Otro ejemplo práctico: Joe Biden sacó en 2020 cerca de siete millones de votos más que Donald Trump. Una diferencia abismal, histórica. ¿Y? Lo que determinó su victoria no fueron esas masas ingentes de votantes, sino los 60.000 votos de ventaja que sacó entre Georgia, Arizona y Nevada. 60.000 votos en una masa electoral combinada de 13 millones de votantes. En Wisconsin, otro estado clave, sacó una ventaja del 0,63%. En Pensilvania, del 1,2%; en Michigan, inferior al 3%.

Todo este rodeo para decir que, en realidad, los márgenes en los estados clave son tan extraordinariamente delgados que, a la hora de la verdad, casi puede pasar cualquier cosa. Si llueve el día de las elecciones y unos pocos miles de ancianos se quedan en sus casas, o si sucede algo en Gaza y los jóvenes, que ya se habían puesto la pinza en la nariz para votar a Biden, se lo vuelven a pensar, o si ocurre cualquier otra cosa, la historia de Estados Unidos y del mundo puede cambiar por completo.

Foto: Estudiantes propalestinos se manifiestan en la Universidad George Washington, este jueves, 25 de abril. (EFE/Lo Scalzo)

Esta es la primera razón por la que no se deben dejar embaucar por quienes andan por ahí soltando predicciones. Pero luego hay otras razones particulares a este año 2024. Las dos que quedan. La enorme proporción de votantes descontentos y las Espadas de Damocles que cuelgan sobre los dos candidatos. En el caso de Trump, los cuatro procesos judiciales; en el caso de Biden, su aparente estado cognitivo.

Las elecciones del descontento

Como apuntaba el estadístico de The New York Times, Nate Cohn, en un pódcast reciente, los sociólogos tienen grandes dificultades en determinar a qué candidato votará un ciudadano descontento. Si el ciudadano está entusiasmado, la cosa es fácil, votará al candidato de su partido y ya está. Pero, ¿y si está descontento?

Un votante desanimado, triste, frustrado, puede votar al aspirante de su partido a regañadientes, movido por la inercia, por la tradición de tratar de impedir la victoria del partido contrario. O puede estar tan desmotivado que simplemente se quede en casa, o puede también votar en blanco. Si está muy, muy descontento, puede incluso que rompa la baraja y vote por el adversario para agitar un poco las cosas: para darle una lección al partido que, considera, le ha decepcionado.

El caso práctico vuelve a ser, una vez más, 2016. Las encuestas daban a Donald Trump como perdedor, entre otras cosas, porque su base de fieles era relativamente escueta. Millones de votantes republicanos moderados estaban descontentos, no les gustaba Donald Trump. Y pudo darse la tentación sociológica de pensar que votarían a una candidata predecible, del establishment puro y duro, Hillary Clinton, antes que a un demagogo sin experiencia y con un conocido historial de mentiras. Pero no fue así: muchos republicanos moderados respiraron hondo y votaron a Trump.

¿Qué va a suceder este año, donde también los demócratas acumulan mucho descontento? Según una encuesta de Pew Research, la mitad de los votantes estadounidenses estarían dispuestos a cambiar a ambos candidatos si tuviesen la oportunidad, a quitarlos de la papeleta. Cerca de dos tercios del electorado piensa que Biden no está física y mentalmente capacitado para gobernar otros cuatro años; una proporción similar cree que Donald Trump, un hombre que todavía no ha reconocido su derrota de 2020 y que considera presos políticos a los criminales que atacaron el Capitolio, no está éticamente preparado para el poder.

Foto: Joe Biden, el 1 de mayo. (Michael Reynolds/EFE)

A la pregunta de por qué, entonces, son estos los candidatos y no otros distintos, una respuesta completa requeriría a otro artículo; la repuesta breve es que ambos, Biden y Trump, tienen el control de sus respectivos partidos. En el caso de Trump, su dominio nace de unas bases enérgicas que rondan el 40% del electorado republicano y que resultan difíciles de sortear. En el de Biden, su resistencia se explica por su posición presidencial y por el consiguiente dominio de las estructuras del partido.

La Espada de Damocles

Luego está el elemento de la Espada de Damocles. El riesgo legal y el riesgo biológico, al menos en el campo de la percepción de los votantes, que ronda a los candidatos. De momento parece que Donald Trump está teniendo éxito a la hora de retrasar sus juicios. De los cuatro procesos, que explicamos aquí, es posible que antes del 5 de noviembre solo conozcamos la sentencia de uno. Y las posibilidades de que, en caso de condena, se inhabilite a Trump, son ínfimas. Pero la cuestión aquí es como afectaría una condena a sus posibilidades de ser elegido.

Foto: El expresidente de EEUU Donald Trump se sienta en la sala mientras continúa la selección del jurado en el Tribunal Penal de Manhattan en Nueva York. (EFE / Jeenah Moon)

Si bien se dice, seguramente con razón, que las bases trumpistas estarán con Trump hasta las últimas consecuencias, lo cierto es que, como ya hemos mencionado, las bases trumpistas son solo una parte del espectro republicano. ¿Qué opina el resto? Una encuesta de CNN y SSRS refleja que la cuarta parte de los votantes de Trump reconsiderarían su voto si este es sentenciado en alguno de sus juicios. Según otro sondeo, de Politico e Ipsos, un tercio de los votantes independientes serán menos propensos a votar a Trump si este es condenado. Y, en total, 7 de cada 10 estadounidenses piensa que un presidente no puede ser impune ante la justicia, como tratan de argumentar los abogados de Trump y como sopesa el Supremo.

No son números particularmente aplastantes, pero volvamos al primer punto: en Estados Unidos las elecciones se ganan por unas décimas de nada en un puñado de estados. Una condena a Trump puede, potencialmente, arruinar sus posibilidades. Lo cual nos lleva al caso distinto, pero igualmente incierto, de Joe Biden.

El (anciano) elefante en la habitación

Nadie sabe cómo están realmente las facultades físicas y mentales del presidente de Estados Unidos, que cumplirá 82 años poco después de las elecciones, pero una encuesta tras otra muestran que la inmensa mayoría del electorado estadounidense, incluido la mitad de los propios demócratas, piensa que Biden no está en condiciones de seguir al mando. Es una proporción extraordinaria. Casi todo el mundo percibe que Biden está muy mayor, o senil, o casi, como nos sugieren los continuos vídeos en los que hace cosas extrañas, difícilmente explicables.

Una vez más, la manera concreta en que esta percepción afectará al voto es complicada de medir, pero ahí está. Y el equipo de Biden lo sabe, por eso, cuando camina hacia el helicóptero presidencial, ahora ya no lo hace en solitario, sino en medio de una nube de asesores. El portal Axios dice que esta es una manera de ocultar su andar oxidado y parsimonioso. El presidente comparece ante la prensa menos que sus antecesores, calza deportivas para mejorar el agarre y entra en el Air Force One por la parte de la bodega, ya que hay menos escaleras. Hasta junio de 2023, el presidente había tropezado cuatro veces entrando o saliendo del avión.

Quedan seis meses para las elecciones. Seis meses en los que Biden será más visible, en campaña, en mítines, en entrevistas. Seis meses en los que viajará más y hablará más y participará en más eventos. Seis meses en los que será vigilado más de cerca por los medios de buena y de mala fe. Seis meses en los que será aún más viejo. Dado su historial de caídas y meteduras de pata, no es una locura pensar que, en este tiempo, haga una de las suyas y lime unas cuantas decenas de miles de votos aquí y allá, entregándole la presidencia, de nuevo, a Donald Trump.

Hay muchos otros factores, las encuestas ahora están ajustadas, aunque Trump lleva una ligera delantera en la mayoría de los estados clave. Biden, en cambio, tiene a su favor un partido unificado y bien engrasado con donaciones. Todo está en el aire. Así que no: aunque sea divertido especular y fingir que sabemos algo que por definición es incognoscible, ahora mismo nadie puede predecir todavía quién ganará las elecciones.

Si alguien le dice a usted que Donald Trump va a ganar las elecciones presidenciales de Estados Unidos, no se lo crea. Le estarían embaucando. Lo mismo si le dicen que va a ganar Joe Biden. A seis meses de una cita de estas características, con tantos elementos en juego y unas encuestas tan ajustadas, la calidad de nuestra predicción equivaldría a la de lanzar una moneda al aire. Sería lo mismo que no decir nada.

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