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El avance de EEUU hacia un capitalismo de Estado al estilo del chino
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Los casos de TikTok y US Steel

El avance de EEUU hacia un capitalismo de Estado al estilo del chino

En nombre de la seguridad nacional, la política está primando sobre los beneficios

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden. (EC Diseño)
El presidente de EEUU, Joe Biden. (EC Diseño)
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¿Quién decide si TikTok sigue siendo chino, se prohíbe o se vende? Washington. ¿Quién decide si una empresa estadounidense o japonesa puede comprar acero estadounidense? Washington. ¿Quién concede a Intel 8.500 millones de dólares para fabricar semiconductores en Estados Unidos? Ya se hacen una idea.

En todo Estados Unidos, las decisiones empresariales que antes se tomaban en los consejos de administración o en las juntas de accionistas dependen cada vez más de la política. Estados Unidos no se desliza hacia el socialismo, en el que el gobierno controla los medios de producción. Sin embargo, es posible que se esté acercando al capitalismo de Estado, en el que el gobierno interviene regularmente en las empresas para garantizar que sirven al interés nacional.

El problema, como demuestran los casos de TikTok y US Steel, es que el interés nacional se redefine constantemente para adaptarse a las prioridades políticas del momento. Aunque Estados Unidos nunca ha sido un paraíso del laissez faire, creía más que otros países en el capitalismo de libre mercado y dejaba que la eficiencia y los beneficios determinaran la asignación del capital.

Ni Donald Trump ni el presidente Biden creen en eso. Ambos están encantados de utilizar todos los resortes del gobierno federal, ya sean impuestos, subvenciones, regulaciones o el púlpito intimidatorio, para inclinar las decisiones empresariales hacia su propia visión del interés nacional. Cuando la Cámara de Representantes votó a favor de forzar la venta o prohibición de TikTok, la aplicación de vídeos cortos propiedad de ByteDance, con sede en Pekín, el Ministerio de Comercio chino exigió, según Xinhua, que Estados Unidos "respete seriamente la economía de mercado y el principio de competencia leal, y proporcione un entorno abierto, justo y no discriminatorio para las empresas de todos los países".

Foto: El candidato republicano a las próximas elecciones, Donald Trump (EFE/Cristobal Herrera-Ulashkevich)

O la ironía ha muerto, o el Partido Comunista Chino tiene un sentido del humor subversivo. Todo su modelo económico gira en torno al incumplimiento selectivo de los principios de la economía de mercado y la competencia leal, incluida la discriminación sistemática de las empresas extranjeras. El capitalismo de Estado de China ha inclinado tan eficazmente el campo de juego internacional a su favor que ha obligado a otros, incluido Estados Unidos, a adoptar sus propias versiones de capitalismo de Estado.

Trump fue uno de los primeros conversos al capitalismo de Estado, aunque de un tipo un tanto personal y ad hoc. Intimidó a una empresa para que mantuviera abierta una fábrica en lugar de trasladarla a México. Utilizó la política comercial para castigar a los competidores extranjeros y favorecer a las empresas estadounidenses. A petición de Boeing, el Departamento de Comercio de Trump impuso a la canadiense Bombardier aranceles que sorprendieron por su cuantía. Esto le obligó a vender el control de un nuevo avión para trayectos regionales, cuya producción pronto se trasladó de Canadá a Alabama.

Alegando que el ejército estadounidense necesitaba una fuente nacional de acero, Trump impuso aranceles a las importaciones del metal, procedentes de aliados militares. En 2020, intentó también forzar la venta de TikTok a inversores estadounidenses, pero fracasó.

Foto: El estand de Telefónica en el MWC 2022.

Trump ha decidido ahora que la propiedad china de TikTok es una amenaza menor para el público que Facebook, que suspendió la cuenta de Trump tras los disturbios del 6 de enero de 2021 en el Capitolio. A principios de este mes, se pronunció en contra de prohibir TikTok, debilitando así el apoyo republicano a una venta o prohibición.

Biden ha perseguido una versión menos personalista y más refinada del capitalismo de Estado con dos objetivos declarados: promover la fabricación nacional y la energía verde, y salvaguardar la seguridad nacional, restringiendo la exportación de tecnología y conocimientos sensibles. En la práctica, se han convertido en lo mismo. Cuando cada microchip tiene una aplicación militar y civil y cualquier base de datos puede convertirse en un canal de influencia extranjera, entonces hasta las grúas de carga son un objetivo legítimo.

Y cuando Biden declaró la semana pasada su oposición a la compra propuesta por el gigante siderúrgico japonés Nippon Steel de United States Steel, con sede en Pittsburgh, demostró que su versión del capitalismo de Estado puede ser tan personal, política y, en última instancia, contraproducente como la de Trump. Biden dijo que US Steel debería permanecer en manos estadounidenses. Pero, ¿por qué?

El capitalismo de Estado de China ha inclinado el campo de juego internacional a su favor y ha obligado a EEUU a adoptar sus versiones

Los profundos bolsillos de Nippon, su estrecha relación con los fabricantes de automóviles japoneses y su experiencia en la fabricación de acero plano especializado para motores de vehículos eléctricos harían más fuerte al acero estadounidense. Un contrapeso nipoamericano a los gigantes chinos encarnaría la visión de Biden de cooperación entre democracias de mercado.

Pero los United Steelworkers dudaban del compromiso de Nippon Steel con sus plantas sindicalizadas y se manifestaron en contra. También lo hicieron los senadores de los estados indecisos de Ohio y Pensilvania, así como Trump. Temeroso de perder votantes en Pensilvania, Biden se unió a ellos. El miércoles obtuvo el respaldo de United Steelworkers.

La oposición de Biden aumenta las probabilidades de que US Steel sea comprada a bajo precio por Cleveland-Cliffs, siderúrgica con sede en Ohio, que el año pasado superó la oferta de Nippon Steel. Ello socavaría otra de las prioridades de Biden, impedir la concentración empresarial, ya que la entidad combinada dominaría algunos mercados.

Foto: El presidente chino, Xi Jinping, presta juramento durante una Sesión Plenaria de la Asamblea Popular Nacional (APN). (EFE/Mark R. Cristino)

Aunque EEUU no es China, y ni Trump ni Biden pueden simplemente dictar su resultado preferido a las empresas, la expectativa de que lo intenten influye en el comportamiento de las empresas. Las inversiones no se diseñan para obtener el máximo rendimiento, sino por conveniencia política. Los ejecutivos evitan decir cualquier cosa que pueda ofender a la gente en el poder. La línea que separa el capitalismo de Estado del capitalismo de amiguetes se difumina a medida que las empresas tratan de derrotar a sus competidores en los pasillos del poder y no en el mercado.

Tras perder en la sala de juntas, Cleveland-Cliffs se propuso acabar con la oferta de Nippon Steel colaborando con sindicatos y políticos. También incorporó a su consejo a Ron Bloom, que había trabajado anteriormente para United Steelworkers y en la administración Obama.

Cualquier comprador de TikTok presumiblemente tendrá que ser aceptable para una futura administración Trump. Por lo tanto, no es sorprendente que el exsecretario del Tesoro de Trump, Steven Mnuchin, dijera a principios de mes que estaba organizando una oferta de compra. Como escribió Bill Bishop, autor de una newsletter especializada en China: "No podrías escribir un mejor argumento para el Ministerio de Propaganda si lo intentaras".

¿Quién decide si TikTok sigue siendo chino, se prohíbe o se vende? Washington. ¿Quién decide si una empresa estadounidense o japonesa puede comprar acero estadounidense? Washington. ¿Quién concede a Intel 8.500 millones de dólares para fabricar semiconductores en Estados Unidos? Ya se hacen una idea.

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