Los aranceles de Trump al acero foráneo: ni creación de empleo ni renacer del sector
El crecimiento inicial del empleo se debilitó por la caída de la demanda y los precios; y las fábricas antiguas se enfrentan a un futuro difuso
El presidente Trump cumplió con su promesa de la campaña de 2016 a la industria siderúrgica estadounidense, al imponer aranceles del 25% al acero fabricado en el extranjero, en un intento de revivir una industria que una vez representó el poder industrial norteamericano.
Los aranceles consiguieron reducir las importaciones de acero y —por poco tiempo— permitieron a las siderúrgicas domésticas aplicar unos precios más elevados. También alentaron a las empresas acereras de más reciente creación a expandir sus operaciones al sur y suroeste.
Pero todavía no han provocado lo que Trump prometió: el renacimiento de la siderurgia y el sólido crecimiento del empleo en el corazón industrial de EEUU. Es más, los aranceles han perjudicado a los fabricantes estadounidenses, incluidos los del sector automovilístico y de los electrodomésticos, que afirman que las tasas del acero y el aluminio siguen manteniendo sus costes de metal más altos que lo que pagan los rivales extranjeros.
“Cuando impones un arancel a una materia prima, las empresas tienen que lidiar con una distorsión de precios”, dice Katheryn Russ, profesora adjunta de Economía en la Universidad de California en Davis. “Los aranceles exprimen sus beneficios, y eso puede llevar a que produzcan menos, contraten menos personas o realicen cambios ineficaces en su proceso productivo”.
Los productores de acero, incluida la US Steel, siguen apoyando los aranceles, argumentando que ayudaron a asegurar la base industrial de EEUU. Pero los productores de acero nacionales que convierten grandes placas de acero importado en láminas de acero terminadas dicen que están sufriendo.
Allegheny Technologies, con sede en Pittsburgh, puso fin a su negocio de acero inoxidable este verano, y NLMK USA, división de una siderúrgica rusa, ha despedido a un cuarto de los 600 empleados de su tren de laminación de Farrell, Pensilvania, tras no conseguir una exoneración arancelaria sobre las placas del Departamento de Comercio. “El Gobierno ha elegido ganadores y perdedores”, declara Bob Miller, director general de NLMK USA.
La Administración de Trump ha defendido los aranceles, aplicados sin el apoyo del Congreso a través de una ley conocida como Section 232, para la protección de industrias esenciales para la defensa nacional.
“Ninguna Administración ha hecho más para poner a los trabajadores estadounidenses primero, y las acciones de la 232 pretenden aumentar las oportunidades laborales en las industrias siderúrgica y del aluminio”, afirma el secretario de Comercio, Wilbur Ross, en una declaración escrita a ‘The Wall Street Journal’.
Con una producción expandida, se crearon cerca de 6.000 puestos de la industria siderúrgica de EEUU tras la imposición de los aranceles en 2018, según la Oficina del Censo. Sin embargo, a finales de 2019, esos avances se disolvieron con la caída de la demanda y los precios del acero.
Los altos precios también volvieron el acero más caro para los fabricantes que lo compran, lo que llevó a la pérdida de cerca de 75.000 puestos manufactureros en el país, según un estudio publicado el año pasado por el Consejo de Gobernadores de la Reserva Federal.
Estos aranceles condujeron a tarifas compensatorias en algunas exportaciones de EEUU. Harley-Davidson trasladó la producción de motocicletas para Europa a una planta extranjera en 2018, después de que la Unión Europea impusiera un arancel del 31% a las motos fabricadas en EEUU.
No se esperaban tales consecuencias cuando Trump esbozó su política comercial basada en aranceles y su política de infraestructuras en un discurso de campaña en 2016 en Monessen, Pensilvania, ciudad siderúrgica al sur de Pittsburgh.
“Vamos a volver a situar el acero producido en EEUU en la espina dorsal de nuestro país”, declaró Trump en 2016. “Solo esto creará innumerables puestos de trabajo”.
La estrategia de ‘America First’ del presidente para el comercio y su compromiso de restaurar el sector siderúrgico y el de la minería del carbón de la región atrajeron a trabajadores del sector metalúrgico que solían ser votantes fieles de los candidatos demócratas. Su apoyo ayudó a Trump a ganar Pensilvania por 44.292 votos en 2016.
Trabajadores del sector del acero seguirán votando a Trump, pero habrá muchos que se pasarán a Joe Biden y será por la política arancelaria fallida
“Quieren proteger sus medios de vida”, dice Tim Ulery, de 43 años, trabajador por horas en la planta de US Steel Mon Valley Works, cerca de Pittsburgh, que dice que piensa votar a Trump de nuevo. “Creo que los aranceles ayudaron a nuestra planta”.
Ulery atribuye a los aranceles el otorgar a los directivos de la compañía la confianza para invertir en Mon Valley y hacerla más competitiva en costes con fábricas nuevas. En mayo de 2019, US Steel anunció su plan para reemplazar una rueda y una línea de laminación para reducir el coste de producir láminas de acero.
Justin Ellsworth, trabajador metalúrgico durante 15 años en Mon Valley, que se expande a lo largo de ambas orillas del río Monongahela, dice que cree que la mayoría de sus compañeros seguirán votando a Trump, pero que él piensa votar al candidato demócrata, Joe Biden —en parte, por lo que considera una política arancelaria fallida—.
Ellsworth, que votó a la demócrata Hillary Clinton en 2016, dice que tanto US Steel como otras compañías siderúrgicas siguen registrando pérdidas. El arancel también impactó a los fabricantes de coches y otras industrias obligadas a pagar más por el acero sin conseguir ningún beneficio a cambio, declara. “El planteamiento no me parecía bien”, afirma Ellsworth, de 39 años. “Los aranceles estaban politizados”.
US Steel fue uno de los defensores líderes del arancel, argumentando que se necesitaba para proteger el mercado de acero doméstico de un volumen creciente de acero barato fabricado en el extranjero. Al incrementar los precios del acero importado, los productores de acero nacionales podían elevar sus propios precios y aumentar sus beneficios.
“Al reducir las importaciones, los aranceles reforzaban la industria siderúrgica doméstica y nuestra base industrial nacional”, afirma US Steel en una declaración escrita.
Sin embargo, analistas de la industria dicen que los aranceles de Trump no han relajado la saturación mundial de acero que impulsa las exportaciones y reduce los precios. La industria ya había recibido alivios arancelarios en productos específicos de China, Corea del Sur y otros países que se descubrió que violaban la normativa comercial del Departamento de Comercio durante la Administración de Obama.
Con el arancel del 25% sobre las importaciones elevando los costes, el precio de referencia de la lámina alcanzó su récord, 920 dólares la tonelada
Con el arancel del 25% sobre las importaciones elevando los precios del acero doméstico, el precio de referencia de la lámina de acero alcanzó su récord en una década, 920 dólares la tonelada, en los cuatro meses siguientes a la aprobación de los aranceles en marzo de 2018.
Las siderúrgicas aumentaban su producción a medida que los precios subían. US Steel reactivó dos altos hornos en 2018 en su planta de Granite City, Illinois, que llevaban inactivos desde 2015, y volvió a contratar a 500 trabajadores que habían sido despedidos cuando se apagaron los hornos. Las empresas también pusieron en marcha planes para nuevas fábricas. Nucor, Steel Dynamics y otras empresas añadirán capacidad para cerca de 11 millones de toneladas anuales de acero laminado en Texas, Kentucky, Arkansas y otros estados.
Pero toda esa nueva capacidad saturará a la larga el mercado estadounidense, donde se espera que el consumo de acero caiga en los próximos años. Los analistas dicen que dudan de que los precios del acero, que han sido duramente golpeados este año por el impacto de la pandemia del coronavirus, vuelvan pronto a sus máximos de 2018.
Las nuevas fábricas altamente eficaces que entran al mercado ejercerán presión sobre las fábricas antiguas de Pensilvania, Ohio, Indiana y el resto del medio oeste, que necesitan más que nadie precios del acero elevados para operar con beneficios. Estas confían en un proceso de producción integrado con mayores costes que funde mineral de hierro en altos hornos alimentados por carbón.
Un tercio de la producción de estas fábricas corre el riesgo de ser suspendido en los próximos años, dice Christopher Plummer, director de la empresa de consultoría de mercado de Pensilvania Metal Strategies. “No hay forma de traer ese tipo de nueva capacidad sin generar un impacto negativo en los precios”, asegura.
El presidente Trump cumplió con su promesa de la campaña de 2016 a la industria siderúrgica estadounidense, al imponer aranceles del 25% al acero fabricado en el extranjero, en un intento de revivir una industria que una vez representó el poder industrial norteamericano.