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"Que en Europa disfruten de las vacaciones": En el frente de Bajmut, la Navidad llega con galletas y drones
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Segunda Navidad en el frente

"Que en Europa disfruten de las vacaciones": En el frente de Bajmut, la Navidad llega con galletas y drones

Dos voluntarios conducen, con la furgoneta llena de galletas, velas y drones, al frente ucraniano, donde los soldados luchan por segunda Navidad consecutiva desde la invasión

Foto: Soldados de la 93 Brigada en las cercanías de Bajmut. (Albert Lores)
Soldados de la 93 Brigada en las cercanías de Bajmut. (Albert Lores)

"Vamos a ver a los soldados para demostrarles que no nos hemos olvidado de ellos", dice Denis Martynyuk, mientras abre el maletero de su furgoneta Mercedes blanca. "Muchos de ellos están cansados y necesitan nuestro apoyo psicológico en momentos como este". Es sábado por la mañana a las afueras de Kiev, unos días antes de Navidad. El maletero ya está lleno a reventar. Entre bidones de agua con pepinillos en vinagre y bolsas de comida, más de doscientos kilos de galletitas navideñas, panqueques, salami de chocolate y otras delicias horneadas por los voluntarios.

Sus destinatarios este fin de semana: soldados de la 93ª Brigada, cerca de la línea del frente en Bajmut.

Pero el cargamento navideño de la furgoneta no solo contiene dulces para los soldados del frente. "Esta vez les llevamos galletas y drones", describe Petro Shamborovskyi, uno de los compañeros de Denis. Entre las galletas se apilan cuatro cajas blancas de "drones kamikazes FPV" de fabricación casera.

"No debemos olvidar que esta es una guerra del pueblo", asevera Petro, "financiada por el pueblo, por nosotros y por los propios combatientes". A menudo, el equipamiento proporcionado por el Estado solo basta para dotar a las unidades de lo estrictamente necesario, explica Petro con frustración. "Y si no tienen dispositivos de visión térmica, si no tienen drones, entonces están muertos. Por eso tenemos que ayudarles a sobrevivir y traerlos a casa sanos y salvos. Son nuestros familiares y amigos".

placeholder Soldados de la 93 Brigada se preparan para la Navidad. (Albert Lores)
Soldados de la 93 Brigada se preparan para la Navidad. (Albert Lores)

Petro y Denis se conocieron hace cinco años gracias a su pasión común por la escalada. En septiembre de 2021 escalaron juntos el Monte Cervino, en los Alpes. Cuando poco después Rusia invadió Ucrania, crearon juntos una iniciativa de recaudación de fondos dedicada íntegramente a ayudar a los soldados. Muchos de los militares a los que visitarán este fin de semana aún les conocen de la comunidad outdoor.

Antes de iniciar el viaje, Denis coloca rápidamente una vela encendida en la repisa frente al parabrisas. "Esta es la luz de la paz de Belén, que se pasa de vela en vela. Ha llegado esta mañana de Polonia". Su hijo de 16 años, que está en los scouts, tuvo la idea de pasársela a los soldados del frente.

placeholder Soldados de la 93 Brigada reciben la vela navideña. (Albert Lores)
Soldados de la 93 Brigada reciben la vela navideña. (Albert Lores)

Casi nueve horas, 650 kilómetros por carretera e innumerables puestos de control después, la furgoneta llega a su primera parada cerca de Pokrovsk. Hay que descargarla con cuidado, la carretera está helada. En el interior de una casa de la ciudad son recibidos calurosamente por amigo suyo, soldado, apodado Zorro. El olor a leña llena las habitaciones escasamente amuebladas, donde algunos de los soldados descansan en camas de campaña. "¿Té o café?", pregunta Zorro mientras despliega rápidamente una silla de camping para los invitados en su pequeño cubículo.

Tras recibir agradecido la luz de la paz en forma de vela y las galletas, Zorro dice: "No sé si sigo creyendo en la Iglesia, pero todavía tengo una chispa de fe en el corazón". Fue monaguillo en su adolescencia e incluso se planteó ser sacerdote durante un tiempo.

No se atreve a predecir si celebrará la Navidad con sus compañeros. "Por supuesto, todas las fiestas están asociadas a deseos y sueños", dice. "Pero la guerra no conoce fiestas. Puede ocurrir en cualquier momento que de repente solo tengas cinco minutos para sobrevivir". Zorro combatió por primera vez en el Donbás en 2014. Y ahora de nuevo desde 2022. En ambas ocasiones resultó herido. Hasta el final, evacuó a compañeros heridos de la línea del frente en Bajmut cuando los médicos ya no se atrevían a ir allí.

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Hoy ya no puede caminar rápido y podría solicitar inmediatamente su baja del ejército. Pero esa no es todavía una opción para él. "La historia nos enseña que cuando vienen los rusos, vienen bestias. Violan y matan todos los días".

En la cómoda junto a su cama del campamento hay un pequeño árbol de Navidad que su esposa Natalia, con la que tiene una hija, le envió por correo. Ella ha colocado un mensaje para él en cada uno de los dulces que cuelgan de las ramas. "Deseo que te sientas feliz y seguro", lee Zorro en uno de sus mensajes.

La siguiente parada lleva a Denis y Petro unos pueblos más allá, a un refugio para soldados, donde se alojan con su amigo Dan. Antes de descargar y entregarle algunos regalos, le cantan un villancico tradicional ucraniano. "En realidad no me importan los regalos", admite Dan un poco más tarde. "Pero estoy muy contento de que hayan venido a visitarme. Y de que no hayan olvidado la guerra".

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Dan ya perdió el ojo derecho durante su despliegue en 2014-2015 en Donbás en un bombardeo ruso. Desde el inicio de la invasión, en febrero de 2022, combatió primero en Járkiv hasta su liberación, y después en Soledar y Bajmut. Ahora mantiene en funcionamiento el alojamiento para soldados y lleva vituallas al frente casi todos los días.

En casa de Dan, los soldados pueden ducharse y descansar unos días antes de volver a sus posiciones. "Calientan su ropa, se calientan ellos mismos", explica. Sin embargo, las tuberías están congeladas debido a las temperaturas bajo cero.

Espumillón navideño rosa serpentea a lo largo de una bandera ucraniana que cuelga de una de las puertas de la habitación como pantalla de privacidad. "He decorado un poco la casa con adornos navideños para que la gente que viene de frente se ponga de otro humor y les ayude a relajarse un poco".

placeholder Llevando un árbol de Navidad en el Donbás. (Albert Lores)
Llevando un árbol de Navidad en el Donbás. (Albert Lores)

Al día siguiente, los cuatro drones kamikaze llegan a sus destinatarios. Una unidad los recibe agradecida, junto con un pastel de cerezas casero. Colocan la vela con la luz de la paz en una larga estantería de pared en la que se apilan docenas aparatos similares. En una caja se pueden ver pequeñas bombas que se fijan a los drones antes de lanzarlas sobre atacantes y posiciones rusas sobre la línea del frente o dirigirlas directamente contra ellos.

"Que disfruten de sus vacaciones", dice uno de los pilotos de drones, en referencia al resto de Europa, que este 24 estará poniendo la mesa de la cena para celebrar con los seres queridos. Dentro de unas horas, él se dirigirá a su posición con diez drones en su equipaje a pie a través de un campo abierto a temperaturas gélidas y bajo cero, en plena noche oscura, sin luces, para que los rusos no puedan detectarlo.

placeholder Soldados de la 93 Brigada ucraniana. (Albert Lores)
Soldados de la 93 Brigada ucraniana. (Albert Lores)

"Celebraremos la Navidad después de la guerra, cuando estemos de vuelta en casa", añade su jefe de pelotón. Hasta entonces, todo sigue igual. "No tenemos otra opción. Este es nuestro hogar. No podemos huir". La caja de pasteles que Petro y Denis trajeron para los pilotos se vacía poco a poco.

Los drones son una alternativa esperanzadora para muchos de los cansados soldados de la brutal guerra de desgaste de Rusia contra Ucrania, explicó la noche anterior Zorro, el casi pastor. "Debemos minimizar el uso de fuerzas humanas y combatir a los rusos con tecnologías avanzadas. La respuesta más importante son los drones".

—¿Qué deseas esta navidad?

Deseo la paz para todos. Quiero que la gente que lleva casi dos años en guerra pueda volver a casa y celebrar la Navidad con sus seres queridos.

"Vamos a ver a los soldados para demostrarles que no nos hemos olvidado de ellos", dice Denis Martynyuk, mientras abre el maletero de su furgoneta Mercedes blanca. "Muchos de ellos están cansados y necesitan nuestro apoyo psicológico en momentos como este". Es sábado por la mañana a las afueras de Kiev, unos días antes de Navidad. El maletero ya está lleno a reventar. Entre bidones de agua con pepinillos en vinagre y bolsas de comida, más de doscientos kilos de galletitas navideñas, panqueques, salami de chocolate y otras delicias horneadas por los voluntarios.

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