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Los carteros del fin del mundo
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En la mira de Vladírmir Putin

Los carteros del fin del mundo

Los trabajadores del 'Correos' ucraniano, que gestionan paquetes hasta la mismísima línea del frente, se han convertido también en enemigos de las tropas rusas, a pesar de ser civiles

Foto: Militares esperando a recoger sus paquetes en una oficina de Novaposhta en algún lugar del frente del este de Ucrania (Fermín Torrano)
Militares esperando a recoger sus paquetes en una oficina de Novaposhta en algún lugar del frente del este de Ucrania (Fermín Torrano)
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Antes de empezar, un mensaje: los nombres reales de los protagonistas de este reportaje, así como su localización, han tenido que ser ocultados por motivos de seguridad. Solo se puede contar que transcurre en una de las oficinas de correos más cercanas al frente de Ucrania, la última antes de llegar a los confines del mundo como la mayoría de nosotros conocemos; donde se pasa de las leyes humanas a las leyes de la guerra. Será un reportaje sin localizaciones, más allá de uno de los pequeños pueblos ocupados, destruidos y recuperados en el frente noroeste, en el Donbás. No hay mapas, solo testigos y palabras.

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Cuando un soldado se alista al Ejército para luchar contra el enemigo, más o menos sabe a lo que se enfrenta. Es protagonista y actor, sabe que al otro lado de la trinchera, unos kilómetros más allá, quizá hay otro soldado que lo está apuntando, mientras lo observa entre la estática de la pantalla que retransmite las imágenes del dron de reconocimiento.

Pero, ¿y un cartero? ¿Sabe que trabajar en su oficina, como cada día, lo convertirá también en un enemigo militar de Vladímir Putin?

En esta oficina de correos, a pocos kilómetros del frente, todos en la cola visten de verde y pantalón militar. Pero, al otro lado del mostrador, cargando y descargando paquetes de todo tipo, tamaño y condición, el uniforme es rojo, el de la empresa de mensajería ucraniana Nova Poshta. Con una red que aguanta incluso en las ciudades más castigadas del frente de batalla, Nova Poshta se ha convertido en una vía más, civil, de la logística que mantiene vivo al Ejército ucraniano.

placeholder Militares esperando a recoger sus paquetes en una oficina de Novaposhta en algún lugar del frente del este de Ucrania (Fermín Torrano)
Militares esperando a recoger sus paquetes en una oficina de Novaposhta en algún lugar del frente del este de Ucrania (Fermín Torrano)

Mijailo acaba de dejar un paquete: "Enviamos unas placas [del chaleco militar] a unos amigos". En poco más de 24 horas, llegará a sus compañeros, desplegados en el frente sur. Otros, en cambio, reciben una caja que claramente contiene un terminal de Starlink. "Esta oficina es muy importante para los militares porque es la única forma de obtener lo que necesitan, trabajamos principalmente para ellos", explica María, jefa de la sucursal. Cada mañana reciben más de 650 paquetes, solo en esta pequeña sede. Para mediodía, decenas de militares habrán vaciado las estanterías.

placeholder Descargando los paquetes en una oficina de Novaposhta en algún lugar del frente del este de Ucrania (Fermín Torrano)
Descargando los paquetes en una oficina de Novaposhta en algún lugar del frente del este de Ucrania (Fermín Torrano)

Pocas empresas ucranianas han sido más rentables después de la invasión. Tras el durísimo golpe inicial, cuando las tropas rusas llegaron a ocupar casi un 30% del territorio ucraniano y casi un 10% del personal de Nova Poshta se alistó en el Ejército, esta empresa de correos redobló la apuesta y se convirtió en vital en la Ucrania que se defendía con uñas y dientes. En cada kilómetro y pueblo que Kiev iba liberando, primero llegaban los militares, pero los segundos eran los carteros de Nova Poshta, con chaleco antibalas y casco si era necesario. En los primeros seis meses de 2023, la compañía repartió 170 millones de paquetes, un 50% más que en tiempos pre invasión. Un voluntario en Alemania o Polonia puede enviar varias cajas con drones, que llegarán a su destino en apenas 2 días.

Pero esta misión les ha puesto también en el objetivo de las tropas rusas. "En cualquier momento un misil puede darnos", concluye María, lacónica.

placeholder Un puente destruido cerca de Limán, en el noreste de Ucrania (Fermín Torrano)
Un puente destruido cerca de Limán, en el noreste de Ucrania (Fermín Torrano)

Olga tiene guardados en favoritos de la galería de fotos de su teléfono móvil casi cada ataque que ha recibido una oficina de Nova Poshta desde el inicio de la invasión. Járkov, Mykolaiv, Irpín, Dnipro, un camión de reparto totalmente destrozado en un punto indeterminado del Donbás… "Estamos sufriendo mucho por los bombardeos rusos. Todo esto es por misiles rusos, o drones", lamenta, mientras muestra las fotos. Según datos de la propia compañía, los daños físicos podrían estar valorados en unos 25 millones de dólares.

"[A pesar de que Nova Poshta es una compañía privada civil] Rusia nos considera objetivo militar legítimo, una compañía de logística militar. Sus enemigos", explica la mujer, trabajadora de la compañía y natural de Lugansk, ciudad de la que tuvo que huir hace ya más de nueve años y la que teme que nunca será capaz de mostrar a su hija pequeña. "Hace apenas unas semanas sufrimos un ataque con misiles, una de nuestras oficinas fue dañada. Fue un milagro que solo uno de nuestros empleados resultara herido, el ataque por suerte sucedió después de que cerráramos [la oficina]", cuenta Ruslán, trabajador de una de las oficinas centralizadas en Donbás que gestionan los paquetes que se enviarán a las sucursales del frente.

placeholder Un camión de Nova Poshta, destruido en un ataque ruso (cedida)
Un camión de Nova Poshta, destruido en un ataque ruso (cedida)

"Estamos ayudando mucho a nuestro Ejército. Pero no con armas, ni balas; no podemos. No tenemos derecho a comprar o enviar armas, no podemos mandar granadas, pero les da igual. Somos el enemigo de Putin", concluye Olga.

El correo ya no llega con cartas de amor o fotografías picantes de la esposa dejada kilómetros atrás, no cuando eso ya se puede hacer por Telegram. En su lugar, llegan paquetes con cascos, chalecos, uniformes, material médico o, por qué no, comida y recuerdos. "No alcohol, que hay ley seca", comenta con media sonrisa María, que ha tenido que confiscar algunos paquetes de este tipo.

Aunque el Ejército tiene su propio sistema de logística, especialmente para armamento y combustible, se apoya varios sistemas civiles para el resto de necesidades del Ejército, desde la sangre que salvará la vida a los soldados heridos hasta suministros militares no letales. "Toda la logística está mayormente conectada a Nova Poshta", sostiene Ruslán. "A veces hacemos bromas al respecto, sobre que Nova Poshta entrega hasta tanques", bromea, para rápidamente asegurar que "no es así". Por si acaso.

placeholder Un trabajador de Novaposhta saca un paquete para entregar (Fermín Torrano)
Un trabajador de Novaposhta saca un paquete para entregar (Fermín Torrano)

La oficina donde trabaja María lleva apenas unos meses operando. El pueblo donde se levanta sufrió cinco meses de ocupación rusa, en el verano de 2022, antes de su liberación por las tropas ucranianas. "Cuando terminó la ocupación, al principio pocos regresaron", cuenta. La mayoría de las casas del pueblo han quedado destruidas, y el otoño se acercaba. La de María fue una de esas, pero su casa no son las cuatro paredes llenas de agujero de metralla, sino el pueblo y, por qué no, la carrera que tenía ya en Nova Poshta.

"Cuando regresé, un mes después de la liberación, solo éramos dos personas, un operario y yo". No tenían oficina todavía, pero empezaron organizando una “sucursal móvil”, más habituales cuanto más cerca está la línea del frente. "Era terrible, con la nieve y la niebla, conduciendo [una furgoneta] por carreteras serpenteantes y semidestruidas", recuerda la mujer. Han pasado ya otros más de ocho meses, pero todos los puentes para llegar al pueblo siguen destruidos. El pueblo ahora apenas cuenta con 1.500 habitantes. Pero la oficina de Nova Postha ya está en pie, y operando. Como las otras 388 sucursales abiertas en zonas recuperadas a las tropas rusas en las provincias de Donetsk, Járkiv y Jersón.

En una tienda de la plataforma online ‘Etsy’, dedicada a antigüedades o artesanía, un mensaje advierte al comprador: “¡Queridos compradores! Esta noche, Rusia invadió Ucrania. Somos un país en guerra. Por desgracia, puede afectar a nuestros tiempos de entrega”. Ese es el nuevo rostro de las guerras del siglo XXI, y Nova Poshta juega su papel. "Quiero hacer la mayor contribución que pueda a la victoria. Así que ayudamos". Ruslán, Olga o María no son soldados. Pero para Putin lo son. Para sus ojos, en la defensa de Ucrania, también.

Antes de empezar, un mensaje: los nombres reales de los protagonistas de este reportaje, así como su localización, han tenido que ser ocultados por motivos de seguridad. Solo se puede contar que transcurre en una de las oficinas de correos más cercanas al frente de Ucrania, la última antes de llegar a los confines del mundo como la mayoría de nosotros conocemos; donde se pasa de las leyes humanas a las leyes de la guerra. Será un reportaje sin localizaciones, más allá de uno de los pequeños pueblos ocupados, destruidos y recuperados en el frente noroeste, en el Donbás. No hay mapas, solo testigos y palabras.

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