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"No está pensando en renunciar": los 87 años de Francisco, el Papa 'furbo'
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"No está pensando en renunciar": los 87 años de Francisco, el Papa 'furbo'

A pesar de su mala salud y de que en el pasado ha dicho que podría retirarse, no parece dispuesto a hacerlo de manera inmediata. "Se gobierna con la cabeza, no con la rodilla", dice

Foto: El Papa Francisco. (EFE/Ricardo Antimiani)
El Papa Francisco. (EFE/Ricardo Antimiani)

Ni se está muriendo ni se le pasa por la cabeza renunciar en este momento. El Papa Francisco, que hoy cumple 87 años y ha pasado un mes de noviembre complicado debido a una "inflamación pulmonar", más allá de sus evidentes problemas de movilidad, no se ve aún para tirar la toalla, como comenta a El Confidencial un cardenal de su estricta confianza y que ha despachado con él hace una semana, ya recuperado de su bronquitis. "Lo noté de lo mejor. Con el ánimo y la alegría de siempre, con una memoria envidiable y un análisis de los asuntos con plena lucidez. No oculta, él lo ha dicho, las limitaciones de la vejez, lo que da pie a que se hagan conjeturas".

Y tanto. Como que las declaraciones que acababa de hacer esos días a la decana de los vaticanistas, la mexicana Valentina Alazraki, encendieron todas las alarmas apenas un mes antes del primer aniversario del último enterramiento de un Papa, Benedicto XVI, fallecido el pasado 31 de diciembre. "Necesito que recen por mi salud. Y la vejez no viene sola. La vejez no se maquilla, es ella sola, se presenta como es", señaló Francisco. "Me siento bien, me siento mejorado. A veces me dicen que soy imprudente porque tengo ganas de hacer y de moverme. Entonces son buenas señales", añadió en la entrevista.

Si con eso pensaba que tranquilizaría a quien le ha visto este mes de noviembre fastidiado por no poder leer él mismo alguno de sus discursos, la posibilidad se disipó en la misma entrevista, cuando reconoció, con una naturalidad que desarbola a sus más cercanos colaboradores —sobre todo a los de la Sala Stampa, que ya se han resignado con él a olvidarse de emplear estrategias comunicativas al uso— que había estado preparando sus funerales. "[Estuve] con el ceremoniero preparando el rito de los funerales del Papa. Los simplificamos bastante". Y desveló incluso dónde quiere ser sepultado. "Como siempre le prometí a la Virgen, ya está preparado el lugar. Quiero ser enterrado en Santa María la Mayor", una basílica patriarcal romana a la que Francisco acude antes y después de cada viaje que emprende.

"El Papa Francisco desconcierta a muchos porque no tiene empacho en decir cosas que sus antecesores no decían. Es propio de su origen latinoamericano, más abierto y directo en expresar sentimientos y posturas, a lo que no está acostumbrada la prensa europea. Se dice, medio en broma y medio en serio, que Francisco juega con sus achaques o enfermedades, pues de pronto dice que está resfriado y no puede leer, y al poco rato recibe a otro grupo con los que comparte como si nada... Como dicen los italianos, es un papa furbo, pícaro o provocante, diríamos...", señala el cardenal, que prefiere guardar el anonimato.

Foto: El cardinal Giovanni Angelo Becciu. (EFE/EPA/Fabio Frustaci)

"Que ahora diga públicamente que desea ser enterrado en Santa María la Mayor no es extraño", añade este purpurado, que recuerda que ya en la catedral de Buenos Aires, antes de ser elegido Papa hace diez años, tenía escogida capilla para su entierro, había acondicionado una pequeña habitación con antesala y despacho para su jubilación y decidido que pasaría sus últimos años echando una mano en las parroquias, confesando y visitando a enfermos en aquella sede porteña.

Tampoco considera este muy cercano hombre de confianza del Papa que Francisco esté pensando en renunciar y seguir los pasos de su antecesor, Joseph Ratzinger, por más que en la citada entrevista haya vuelto Bergoglio a reconocer su admiración por el gesto histórico del pontífice alemán de abandonar cuando vio que no tenía ya las fuerzas necesarias para seguir al frente de "una viña devastada por jabalíes", en alusión a los entonces incipientes —en su conocimiento— casos de corrupción y abusos sexuales, que han acabado generando la mayor crisis de confianza en la institución en lo que va de siglo.

"Se gobierna con la cabeza, no con la rodilla"

"Benedicto era un grande, un hombre humilde, sencillo, y que cuando se dio cuenta de sus límites, tuvo la valentía de decir basta. Yo lo admiro a este hombre", señaló Francisco a la periodista mexicana. "A mí me hace bien eso como ejemplo y pido al Señor decir 'basta', en algún momento, pero cuando Él quiera", apostilló Francisco, sin dar señal de que eso fuera inminente.

"Si bien al inicio de su pontificado habló de su posible renuncia, creo que eso no está planteado en estos momentos, sencillamente porque las reformas en marcha requieren tiempo y asimilación", concede el cardenal. "Mientras no sienta que pierde la cabeza, las limitaciones de la edad no le incomodan, sino que le sirven para hacer chistes. Se gobierna con la cabeza y no con la rodilla, ha dicho en más de una oportunidad".

Pero es cierto que a Francisco cada vez se le notan más los años. Y tampoco quiere ocultarlo. La suya es una reivindicación de la vejez, de los achaques de la edad y de que no se debe "descartar a los ancianos", como ha señalado en tantas ocasiones. Ha sido el primer Papa en utilizar, a la vista de todos, una simple silla de ruedas, como las que usa cualquier mortal necesitado, en lugar de aquellas plataformas móviles que se idearon para Juan Pablo II o Benedicto XVI, que ocultaban las ruedas bajo unos faldones, como si en realidad se desplazasen levitando. Francisco ha desterrado el miedo a mostrar la vulnerabilidad de quien sigue siendo nombrado como Sumo Pontífice, cosa que tampoco le perdonan quienes le acusan de haber desacralizado el papado.

Foto: Juan Antonio Guerrero. (Cedida)

Y es cierto que lo ha hecho. Por eso no esconde que no quiere en enterrado en las Grutas Vaticanas, en el subsuelo de la Basílica de san Pedro, donde reposan la mayoría de los papas, empezando por san Pedro, pero también santos y reyes y reinas desde el siglo X. Y, salvo una muerte repentina, tampoco quiere quedarse en el Vaticano cuando se retire. No le gustó demasiado la experiencia de tener tan cerca —en el monasterio Mater Ecclesiae— al Papa emérito, al que rondaban los que intrigaban contra el argentino, empezando por su secretario, il bello Giorgio Gänswein, ahora exiliado sin función clara en su Alemania natal.

Aunque recientemente Francisco ha llamado para que habiten ahora la que fue la última residencia de Benedicto XVI a seis monjas argentinas de clausura, lo que podría ser indicativo de que también ese puede ser su destino final, hace ya un tiempo Bergoglio no descartaba, una vez retirado de su función de Papa, retirarse como simple párroco "a confesar" y residir en la basílica pontificia de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, dado que para entonces él sería obispo emérito de la Ciudad Eterna, otro de los títulos que acarrean los pontífices. "Puede ser", reconoció hace un año y medio.

Un 2023 complicado

Pero es cierto que este 2023 no está siendo el mejor para la salud de Francisco. Y no lo oculta. Hace un mes —esto sería algo impensable no hace tanto—, en una audiencia con los rabinos de Europa, les espetó: "Gracias por esta visita que tanto me gusta, pero sucede que no estoy bien de salud y por eso prefiero no leer el discurso, sino dároslo y que vosotros lo llevéis". Pero no hubo mejoría. De hecho, se le llevó al Hospital Gemelli para hacerle unas pruebas, de donde sus colaboradores salieron un poco más aliviados al descartarse una pulmonía y quedarse con una simple "inflamación pulmonar", para la que pautaron antibióticos y olvidarse de viajar a Dubái para participar en la COP28.

En esta ocasión, Francisco se libró del ingreso hospitalario, que sería ya el tercero del año, y el segundo por cuestiones pulmonares en un paciente al que le extirparon parte de uno en su juventud. Fue en marzo cuando sufrió una "neumonía aguda y fuerte en la parte inferior de los pulmones". El otro ingreso ocurrió en junio, para ser intervenido por una hernia aparecida en la cicatriz de una operación anterior para tratar una diverticulitis, y que amenazaba con una obstrucción intestinal. Se temió entonces que no pudiese participar en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa de agosto, que resultó multitudinaria, con más de un millón de jóvenes en lo que fue la concentración más numerosa registrada en Portugal. Francisco fue obediente a los médicos y rebajó el ritmo de una actividad que comienza todos los días a las cinco de la mañana.

"¿Le preocupa la salud del Papa?", le preguntaron entonces a su médico, tras la operación que le tuvo diez días ingresado. "No, en el sentido de que el Santo Padre, comparado con otros coetáneos de 86 años, tiene un corazón perfecto, tiene análisis de sangre que envidiarían muchos cincuentones, porque no tiene un parámetro fuera de lugar, ni uno solo: glucemia, colesterol, glóbulos blancos... Tiene un valor de hemoglobina excelente, no tiene ningún problema. Tiene los órganos vitales, los que tenemos en cuenta en los pacientes cuando tenemos que valorar la criticidad o no, sanos. Su corazón está sano, nunca ha tenido problemas, sus riñones funcionan muy bien, sus pulmones funcionan bien".

No parece que contemple rebajar la intensidad mientras la salud se lo vaya consintiendo

La pasada semana, la Oficina de Prensa del Vaticano confirmó que Francisco presidiría "todos los actos litúrgicos de la Navidad". Se venía a decir que la crisis de noviembre parecía superada, porque ya simplemente asistir a las numerosas celebraciones de esos actos navideños, más las audiencias diarias (el mes pasado, todavía con tratamiento antibiótico, hubo días en que recibió a siete delegaciones, con sus respectivos discursos) debiera ser una tarea agotadora para un anciano de su edad.

Pero él no parece que contemple rebajar la intensidad mientras la salud se lo vaya consintiendo. Y ahora, tras confirmar un próximo viaje a Bélgica —"ese ya está asegurado"—, tiene otros en la cabeza un poco más lejanos. "Uno a la Polinesia y otro a Argentina, que están ahí pendientes. Veremos cómo se da la cosa. Pero con el tiempo voy retomando las cosas", le confesó a Alazraki. No parece, efectivamente, dispuesto a retirarse de manera inmediata.

Ni se está muriendo ni se le pasa por la cabeza renunciar en este momento. El Papa Francisco, que hoy cumple 87 años y ha pasado un mes de noviembre complicado debido a una "inflamación pulmonar", más allá de sus evidentes problemas de movilidad, no se ve aún para tirar la toalla, como comenta a El Confidencial un cardenal de su estricta confianza y que ha despachado con él hace una semana, ya recuperado de su bronquitis. "Lo noté de lo mejor. Con el ánimo y la alegría de siempre, con una memoria envidiable y un análisis de los asuntos con plena lucidez. No oculta, él lo ha dicho, las limitaciones de la vejez, lo que da pie a que se hagan conjeturas".

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