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Con el jefe de una patrulla judía vecinal bajo la amenaza de Hezbolá: "La guerra se gana con fuego"
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Atacan las milicias proiraníes

Con el jefe de una patrulla judía vecinal bajo la amenaza de Hezbolá: "La guerra se gana con fuego"

Un militar retirado israelí lidera a un grupo de voluntarios que se resisten a dejar el enclave más al norte del país, entre Siria y Líbano, donde la comunidad internacional trata de evitar una escalada bélica en la región

Foto: Gidi posa para El Confidencial. (Alejandro Requeijo)
Gidi posa para El Confidencial. (Alejandro Requeijo)

"¿Has visto esa película que es tan famosa, El bueno, el feo y el malo? No tenemos que hablar, tenemos que disparar. Eso es lo que tiene que pasar ahora". Gideon Harari es un militar retirado del Ejército de Israel y a sus 64 años está dispuesto a hacer lo que sea para defender su valle. Se da la circunstancia de que está situado en territorio hostil, incrustado en uno de los puntos fronterizos más calientes del planeta. Sus vecinos son Siria y el Líbano, en concreto, la milicia proiraní de Hezbolá (en árabe, significa el partido de Dios) que aspira a la desaparición del Estado hebreo. “Tampoco nos disparan todos los días”, bromea este veterano reciclado ahora en jefe de una patrulla local de voluntarios. Se han quedado para defender su pueblo, prácticamente deshabitado tras el ataque de Hamás en el sur.

Botas de campaña, pantalón caqui, una camiseta vieja en la que apenas se deducen las letras de la marca Timberland y una pistola colgando del cinturón. Así se presenta Gidi al encuentro. Los misiles caen a menudo. Este es el frente norte, donde todo puede saltar por los aires en cualquier momento. “Lo que está pasando aquí no es otra cosa que una guerra, en un nivel bajo-medio, pero eso puede cambiar en cinco minutos. Si hoy disparan un cohete que cae en un supermercado israelí y mueren 20 civiles, eso lo cambia todo. Y lo mismo para el otro lado, así que es todo muy fácil”. La comunidad internacional y el propio Gobierno de Israel han verbalizado que no quieren una escalada de violencia en la región y este sería el siguiente escenario para que eso se produjera.

Gidi vive en la localidad de She’ar Yeshuv, es un tipo de aldea que recibe el nombre de moshav. Presentan un estado parecido al de los kibutz, las cooperativas agrarias que vertebraron el estado de Israel en sus orígenes y con las que se cebaron los terroristas de Hamás el 7 de octubre. En este caso, un moshav es algo más pequeño y sus habitantes, más independientes entre sí. Su aspecto es una mezcla entre área residencial privada y una aldea pequeña del norte de España con sus casas individuales y zonas ajardinadas o huertas sin vallas de separación entre ellas.

Foto: Una unidad de artillería israelí al norte del país, cerca de la frontera con Líbano, el pasado 2 de noviembre. (Xinhua News/Ayal Margolin, vía EP)
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Las labores de patrullaje voluntario comenzaron tras los ataques en el sur. “Hay un equipo de emergencia, si algo pasa entonces… Somos locos, lo puedes decir si quieres”, dice. Minutos después de explicar este dispositivo, una pareja de dos jóvenes circula a gran velocidad equipados con dos armas largas a bordo de un vehículo motorizado. Gidi pide preservar su identidad. Son las únicas personas que se ven tras varias horas en la zona donde abundan las casas cerradas y sin gente. En ese pequeño enclave residían el 6 de octubre unos 700 vecinos y ahora quedan solo 120. La vida ha cambiado mucho desde el ataque en el sur “porque la gente ha evacuado el pueblo”. Él es el mayor de la patrulla y también hay dos mujeres, pero matiza que ellas hacen labores de coordinación. Para todo lo demás, insiste, está el Ejército. “No se les ve, pero están”, afirma.

Reubicados en hoteles

El Gobierno pidió que salieran todos los residentes de She’ar Yeshuv y les reubicaron en hoteles en Tiberíades, a una hora de trayecto en coche hacia el centro del país. “La gente está acostumbrada a vivir aquí con los cohetes, pero el temor era que Hezbolá hiciera aquí lo que hizo Hamás”, explica Gideon. Comenta que la mañana de este lunes ha sido tranquila, pero que en la parte oeste “dispararon cohetes”. “No pasó nada, pero dispararon. Suenan las sirenas, se puede ver desde aquí donde caen. En mi pueblo tienes siete segundos para llegar al búnker”, añade en referencia a las habitaciones acorazadas que hay en casi todas las viviendas.

placeholder Imagen de la casa de Gideon. (A. R.)
Imagen de la casa de Gideon. (A. R.)

Gideon hace gestos con el brazo para delimitar una zona que él cifra en 75 kilómetros y explicar que detrás de las montañas “hay dos brigadas de Hezbolá, la del este y la del oeste. Cada una es autónoma, disparan cuando quieren. No tienen que preguntar a sus jefes en Beirut”. Pero a lo que de verdad temen es a una unidad de élite de los leales a Hasan Nasrallah que se llama la Fuerza Radwan, cuya misión, según dice, es infiltrarse en territorio israelí y conquistar pequeñas poblaciones como la suya en la región de Galilea. “Son más o menos 4.000 combatientes, están entrenados por la Guardia Revolucionaria de Irán”, dice.

Ya vivió ahí la segunda guerra del Líbano de 2006. “Este es mi país, si no vives aquí no eres parte del país. Cuando llegué aquí me enamoré del lugar, es uno de los más bonitos de Israel, mucho verde, mucha agua, gente buena”. En ese presunto lugar idílico resuenan las baterías de disparos de las tropas israelíes, este lunes de maniobras. En el monte que se eleva detrás de la casa de Gideon se aprecia ya el primer pueblo libanés de musulmanes chiíes.

placeholder El exmilitar señala la zona. (A. R.)
El exmilitar señala la zona. (A. R.)

Gidi, prepara un té en la parte trasera de su furgoneta. En el asiento del copiloto tiene apoyado un fusil de asalto. Saca un mapa para explicar qué papel juega cada agente en una de las fronteras más calientes del mundo. Se remonta a la revolución islámica de Irán, explica los odios entre los suníes y los chiíes y señala las similitudes entre la simbología de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán porque para él su principal preocupación es el gigante persa y la milicia Hezbolá que ocupa el sur de Líbano. “El plan de Hezbolá era invadir el valle, no es secreto, nos preparamos mucho. Lo que pasa es que Hamás no compartió el plan de lo que iba a hacer el 7 de octubre y se les adelantó”.

Gideon sirvió en una unidad de Inteligencia, la llamada 504. Tras pasar 25 años en esas funciones, la mayoría de ellas en Líbano, se siente autorizado para decir que los servicios secretos de su país “tenían todo en su mano para anticiparse a lo que pasó, tenían toda la información, pero no la supieron leer y eso la última vez que nos pasó fue en la guerra de 1973”.

"No nos vamos a ir"

El abuelo de Gideon Harari, de origen húngaro, luchó en un batallón de judíos junto a las tropas inglesas en la segunda guerra mundial. Gideon nació en Tel Aviv, pero pasó la niñez en Buenos Aires hasta que su familia se trasladó de nuevo a vivir a Israel. Se esfuerza por dejar claro por qué no abandona ese lugar: “Un argentino sabía que si se iba de su país por la dictadura, cuando se fueran los militares, su país seguiría ahí, lo mismo un español con Franco. Nosotros no tenemos la certeza de que, si nos vamos, nuestro país siga existiendo, por eso no nos vamos a ir”.

placeholder Gidi, con la bandera de Hezbolá. (A. R.)
Gidi, con la bandera de Hezbolá. (A. R.)

El Gobierno de Israel ha articulado un discurso que pasa por evitar regresar al escenario del 6 de octubre, es decir, que Hamás no vuelva a tener capacidad de lanzar un ataque sobre Israel desde el sur. En caso de que lo consiga, la amenaza de Hezbolá seguirá presente en el norte. “No va a desaparecer ―tercia Gideon―, son un partido político legítimo en Líbano con presencia en el parlamento de Beirut, pero la ONU no es una organización de la que nos fiemos”. Tras la guerra de 2006, las Naciones Unidas aprobaron la llamada resolución 1701. Entre otras cosas, establece un perímetro de seguridad para que no haya presencia judía ni de Hezbolá al sur del río Litani, a unos cuatro kilómetros de la frontera con Israel. “La ONU no nos ayuda”, se queja.

A su juicio, “no habría que hacer guerra contra el Líbano, sino contra Hezbolá para que se aleje unos 25 kilómetros de la frontera y comprendan que no vale la pena pelearse con este vecino que está aquí”. Preguntado sobre cómo se consigue eso, su respuesta es inequívoca y directa: “Con mucho fuego, nos asiste la razón

"¿Has visto esa película que es tan famosa, El bueno, el feo y el malo? No tenemos que hablar, tenemos que disparar. Eso es lo que tiene que pasar ahora". Gideon Harari es un militar retirado del Ejército de Israel y a sus 64 años está dispuesto a hacer lo que sea para defender su valle. Se da la circunstancia de que está situado en territorio hostil, incrustado en uno de los puntos fronterizos más calientes del planeta. Sus vecinos son Siria y el Líbano, en concreto, la milicia proiraní de Hezbolá (en árabe, significa el partido de Dios) que aspira a la desaparición del Estado hebreo. “Tampoco nos disparan todos los días”, bromea este veterano reciclado ahora en jefe de una patrulla local de voluntarios. Se han quedado para defender su pueblo, prácticamente deshabitado tras el ataque de Hamás en el sur.

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