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En la guerra entre humanos y osos, este pueblo rumano ha escogido la convivencia
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La unión que nadie vio venir

En la guerra entre humanos y osos, este pueblo rumano ha escogido la convivencia

Un pueblo rumano en Transilvania está aprendiendo a cohabitar con osos y ha sido bautizado por la prensa como una "comunidad inteligente" por su gestión del conflicto

Foto: Unos vecinos observan a un oso en Baile Tusnad. (EFE/Nandor Veres)
Unos vecinos observan a un oso en Baile Tusnad. (EFE/Nandor Veres)
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En un bar con bolera en un pueblo llamado Baile Tusnad, una pareja está comiendo un guiso de goulash y una cerveza. Junto a la ventana, un cartel alerta: "Atentie, gard electric" ("Atención, cerca electrificada"). Esta imagen se repite por todo el municipio rumano. Las puertas de las viviendas, los contenedores y las iglesias. Casi todo está protegido por estas vallas. "Hace tres o cuatro años, un oso adulto y tres cachorros entraron en mi casa. Hicieron algunos destrozos", explica Joseph, un vecino.

Esta ciudad de 1.600 habitantes, la menor de Rumanía y resort turístico con gran tránsito de visitantes, fue construida justo en el corredor verde entre dos macizos, en una zona con una alta densidad de osos. Su lugar estratégico, sumado a la huella de turistas y vecinos, ha favorecido históricamente la interacción entre humanos y estos animales. Los cubos de basura, las mascotas y los árboles frutales se convirtieron en un reclamo para estos grandes mamíferos, que, en vez de sortear el pueblo, empezaron a ser frecuentes en sus calles.

En una tienda de alimentación junto al Hostal Lala, donde los hombres de la zona se reúnen para beber, un vecino afirma que antes había muchos problemas con los osos, "pero ya no". Los incidentes se han reducido en los últimos dos años y este municipio es hoy conocido como una "comunidad inteligente" por su gestión del conflicto humanos-osos.

"Históricamente, hemos tenido grandes problemas con los osos que venían al pueblo y, los turistas tenían miedo", asegura Ákos Molnár, presidente de la Asociación de Turismo de Baile Tusnad, que dice que cuando alguien veía un oso, avisaba a emergencias, y sonaba una alerta en todos los teléfonos localizados en la zona. "Los turistas se despertaban en medio de la noche asustados".

Foto: Joe Biden y Volodimir Zelenski. (EFE) Opinión

El primer paso que se tomó para atajar el problema, explica Ákos, fue la instalación de cercas eléctricas para evitar que los osos entraran en las propiedades de los vecinos. También se protegieron los contenedores de basura. Pero esta medida no fue suficiente y "los osos seguían viniendo al pueblo".

La solución definitiva estuvo marcada por las elecciones municipales de 2020. En Baile Tusnad salió elegido un alcalde independiente y, según el ecologista y biólogo Imecs Istvan, de la Organización Accent GeoEcological, eso fue clave para abordar el problema de otra manera. "Porque el alcalde dijo que no lo sabía todo sobre la gestión de osos y que necesitaba expertos". Con ayuda de la Orden 81, se fomentó la creación de equipos de intervención.

placeholder Baile Tusnad, Rumanía. (LGA)
Baile Tusnad, Rumanía. (LGA)
placeholder Contenedores de basura con vallas electrificadas. (LGA)
Contenedores de basura con vallas electrificadas. (LGA)

En febrero de 2021, se creó un grupo de trabajo con biólogos, ecologistas y expertos en osos, que colabora con el ayuntamiento para facilitar la convivencia entre osos y humanos. "Cuando hablamos de convivencia, significa que hay reglas escritas y no escritas", que hacen que los implicados —osos y humanos— "puedan estar presente en tiempo y espacio sin entrar en conflicto", explica Istvan, que coordina uno de estos grupos locales.

Una de las primeras acciones del equipo de expertos fue supervisar el estado de las 400 cercas eléctricas que hay activas en la ciudad; una actividad que continúan haciendo cada verano. "Hay muchos tipos de cercas, que habían recibido los vecinos por distintas vías y no todas son útiles para los osos ni estaban bien utilizadas", explica Lászlo Gál, un ecologista, que se ocupa del trabajo de campo del grupo. Él, a su vez, mapeó los contenedores de la ciudad, con el objetivo de estudiar el número, su estado y uso, para luchar contra el principal reclamo para los osos: la comida.

Gal sostiene que el oso es una criatura particular. "En la nomenclatura científica se encuentra entre los grandes carnívoros, pero en realidad pasta como una vaca y come más fruta que carne", explica en su investigación Mapeo y evaluación de las papeleras y contenedores de basura en la localidad de Baile Tusnad, donde detalla que la dieta de los osos de la zona se basa sobre todo en plantas (40.31%), manzanas y ciruelas (17%) y trigo (14%), mientras que la carne procedente de cadáveres encontrados y la caza se limita a un escaso 2.49%.

A vueltas con la basura

Unos futuristas contenedores de basura destacan junto a la casa de Jacky y Sorin, un matrimonio de jubilados —ella estadounidense, el rumano— que desde 2017 pasan el año entre California y Tusnad. Según ellos, desde que compraron la casa no han visto "ni un solo oso", aunque "el vecino intenta asustarnos diciendo lo grande que tienen la boca". Aunque no los hayan visto, la gestión de residuos sigue siendo uno de los retos más complicados en este conflicto entre los humanos y los animales.

En 2016, antes de la creación de este grupo de trabajo, se instalaron unos contenedores anti-osos, "pero nunca hubo un experto involucrado ni se probaron antes", por lo que, dice, no han dado mucho resultado, explica Imecs Istvan. Por ahora, asegura, solo las cercas eléctricas están evitando que los osos se acerquen a las basuras. Por un lado, porque la gestión de residuos es un tema que implicaría a otros actores, no solo el municipal. Segundo, porque el comportamiento humano juega un papel clave en su eficacia. "Si pones contenedores anti-osos, no sirven si la gente deja la basura fuera", lamenta. "Esta es una ciudad particular: es la más pequeña de Rumanía, pero muy turística, con cientos de miles de visitantes de paso". Es por eso que está convencido que la conversación debe tener lugar tanto con vecinos como con turistas.

Foto: Uno de los ciclistas frente al oso (@lasgafasdesolda).

El comité se ha propuesto la ardua tarea de educar tanto a vecinos como a turistas por diferentes canales. "Porque son los que no tienen el conocimiento adecuado de cómo deben comportarse en un pueblo en el que pueden aparecer osos". Ákos Molnár recuerda el caso de un turista borracho, que se quiso hacer una foto con un cachorro de oso, la madre lo sorprendió y lo hirió. El turista fue ingresado en el hospital y tuvieron que matar al animal.

Después de casos como este, elaboraron una estrategia de comunicación con cuatro pilares. Un festival anual, Tusnad Eco Bear Fest, "en el que aprendes de una forma divertida". Una conferencia anual, TusnadEcoBear, que reúne a especialistas de distintos países. La aplicación Tusnad Eco Bear Watch para consultar o reportar problemas por el móvil. Y un centro permanente, llamado La Cueva, con información para visitantes.

Siguiendo a una osa con un collar GPS

Además, en octubre empezaron a colaborar con WWF Rumanía y han adquirido cinco collares GPS para observar el comportamiento de los osos de la zona. El primero ha sido instalado en una que vive cerca, pero nunca ha entrado a la ciudad. Al biólogo Istvan no les gusta hablar de estas iniciativas como "soluciones" sino de "medidas de gestión". "Hablar de solución significaría que tenemos una herramienta para acabar con la situación y eso no es verdad en absoluto". "Nuestro trabajo es reducir el conflicto, evitando daños físicos a las personas y daños materiales, a la vez que protegemos a los animales, con medidas, con tecnología".

Además, sostiene que no se trata del número de osos que pasan, eso no lo pueden controlar, sino de reducir el tiempo que los osos pasan en el municipio. De ese modo, se reducen las posibilidades de conflicto.

placeholder Un oso en Baile Tusnad. (LGA)
Un oso en Baile Tusnad. (LGA)

En cuanto a resultados, el grupo de trabajo de Tusnad asegura que, en estos dos años, se han producido progresos. Por ejemplo, en 2021, hubo unas 160 llamadas a Emergencias por avistamientos de osos, en 2022, tuvieron menos de 50. Esta cifra se repite en lo que llevamos de 2023. En 2021, hubo unos 60 daños por osos que se comunicaron al ayuntamiento y en 2022 y 2023, no se registró ninguna denuncia de este tipo.

El problema es que, si los osos vienen por la comida, los turistas vienen por los osos. "Y aunque oficialmente es ilegal alimentar a animales salvajes en Rumanía, no se sanciona", asegura Molnar. Lo pone de manifiesto un simple recorrido por la carretera que lleva al lago volcánico de Santa Ana, a unos kilómetros de Tusnad. Durante la realización de este reportaje, un oso aguardaba en la carretera a la espera de su aperitivo.

Foto: Apicultor, durante su trabajo con una colmena de abejas. (iStock/Flyparade)

¿Cómo es trabajar entre científicos y políticos? Gál sonríe. "Difícil. Hay conflicto de intereses. Hay extranjeros dispuestos a pagar hasta 20.000 euros por cazar un oso", añade. En 2016, Rumania prohibió la caza de trofeos de grandes carnívoros, entre ellos, lobos y osos. Sin embargo, los sucesivos gobiernos han establecido cuotas anuales para reducir el número de estos últimos en el país.

Las organizaciones y el Gobierno no se ponen de acuerdo, pero, según cifras oficiales, hay 8.000 osos en Rumanía, el mayor de toda la Unión Europea y de Europa, después de Rusia. La cuota para matar algunos osos en virtud de solucionar el conflicto, satisface a los cazadores y enerva a los ecologistas, como Csaba Domokos, del Grupo Milvus, quien subraya que hay decisiones políticas que se centran en las consecuencias y no en las causas del conflicto, "como sería mejorar la gestión de residuos de estos lugares".

En un bar con bolera en un pueblo llamado Baile Tusnad, una pareja está comiendo un guiso de goulash y una cerveza. Junto a la ventana, un cartel alerta: "Atentie, gard electric" ("Atención, cerca electrificada"). Esta imagen se repite por todo el municipio rumano. Las puertas de las viviendas, los contenedores y las iglesias. Casi todo está protegido por estas vallas. "Hace tres o cuatro años, un oso adulto y tres cachorros entraron en mi casa. Hicieron algunos destrozos", explica Joseph, un vecino.

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