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"Dejadnos hacer nuestra guerra": Ucrania se revuelve contra la varilla occidental
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Guerra de filtraciones

"Dejadnos hacer nuestra guerra": Ucrania se revuelve contra la varilla occidental

El diario estadounidense 'Washington Post' publicaba artículos con "fuentes anónimas" que dibujaban un escenario en que Ucrania estaría desoyendo los consejos de sus aliados occidentales en la estrategia militar

Foto: El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Valerii Zaluzhnyi, estudia un mapa en una localización sin determinar. (FFAA ucranianas)
El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Valerii Zaluzhnyi, estudia un mapa en una localización sin determinar. (FFAA ucranianas)

Estas semanas hemos asistido a una guerra, paralela a la de cuerpos, barro y artillería en el frente ucraniano. La de filtraciones, mensajes vedados y expectativas. Una batalla que se produce a miles de kilómetros del terreno, pero de la que también depende el desarrollo de la guerra que Rusia ha desatado contra Ucrania.

A mediados de agosto, el diario estadounidense Washington Post daba el pistoletazo de salida con una serie de artículos en los que, citando a "fuentes anónimas", la mayoría relacionada con el Pentágono y la inteligencia estadounidense, dibujaba un escenario en el que Ucrania estaría desoyendo los consejos de sus aliados occidentales en la estrategia militar de la contraofensiva.

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En los siguientes días, artículos similares, también todos con fuentes anónimas, fueron apareciendo en el New York Times o el Financial Times. Aunque cada uno de ellos se centraba en elementos distintos, las ideas que sobrevolaban eran:

  • La contraofensiva de verano ucraniana está fracasando.
  • Kiev no está dirigiendo sus tropas como le han instado a hacerlo sus aliados de la OTAN.
  • Los dirigentes ucranianos son demasiado "sensibles" a las bajas entre sus filas, y eso ha hecho que sean más cautos —y, por tanto, más lentos— en sus operaciones.
  • Ucrania habría distribuido mal sus esfuerzos y sus tropas, ampliando el frente en lugar de centrarse en un único punto.
  • La guerra se encuentra ahora en un punto muerto.

El revuelo que causó la publicación de este tipo de artículos es entendible. En aquel momento (17-20 de agosto), la contraofensiva ucraniana no parecía haber obtenido grandes avances, más allá de algunos kilómetros cuadrados en el sur y la zona de Bajmut y un puñado de aldeas recuperadas.

Para la mayoría de los analistas militares consultados durante semanas por este periódico y otros, es natural. Los sorprendentes éxitos de las contraofensivas ucranianas en Járkov (septiembre de 2022) o Jersón (noviembre del mismo año) no iban a ser tan fáciles de replicar después de un invierno en el que, mientras las tropas de Kiev se formaban en países de la OTAN para utilizar sus nuevas armas, Rusia cavaba trincheras, levantaba obstáculos y reorganizaba sus líneas de suministro. El efecto sorpresa que, por ejemplo, ayudó al amplio avance de Járkov (más de 8.500 kilómetros recuperados por Kiev en dos semanas) tampoco existe (el eje más importante para Ucrania es el sur) y la memoria es, además, muy corta: también en Járkov y Jersón los avances se vieron precedidos de semanas de aparente atasco, y con la llegada del invierno, como ya pasó en 2022, se vuelve a dudar del aguante del apoyo occidental.

Pero en una guerra donde la opinión pública es casi un soldado más, el timing de las filtraciones anónimas ha sentado mal. Más viniendo de un país en el que ya hay voces dentro del Partido Republicano, especialmente, que piden limitar el apoyo a Kiev.

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La atención que generaron estos artículos obligó al consejero de Seguridad Nacional estadounidense, Jake Sullivan, a declarar públicamente que la Administración no considera que el conflicto esté estancado. Otras autoridades, tanto de EEUU como de la OTAN, han salido al paso, como el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, defendiendo la confianza en la estrategia militar de Kiev: "Los ucranianos han excedido expectativas una y otra vez". Pocos días después, el 29 de agosto, la Casa Blanca anunció un nuevo paquete de ayuda militar a Ucrania valorado en 250 millones de dólares, que incluía misiles AIM-9M para defensa antiaérea, munición, equipos de limpieza de minas, Javelin y otros sistemas y cohetes antiblindaje…

No es la primera vez tampoco que algunas fuentes estadounidenses —aunque, siendo de funcionarios anónimos, es difícil conocer si se trata de una opinión individual o hasta qué nivel del Pentágono llega— se han quejado de que Kiev no comparte toda la información. Pero, en este caso, los ucranianos se han revuelto.

"Todo el mundo es ahora un experto sobre cómo deberíamos luchar. Un gentil recordatorio: nadie entiende esta guerra mejor que nosotros", tuiteó el 31 de agosto el Ministerio de Defensa ucraniano. El comentario es cáustico y no añade nada más, pero que lo haya llegado a lanzar el propio ministerio es también señal de una cierta reacción ucraniana, una nueva narrativa, más en la línea de "dejadnos hacer nuestra guerra, que sabemos hacerla". Dmytro Kuleba, ministro de Asuntos Exteriores, llegó la semana pasada a decir que los críticos de la campaña deberían "cerrar la boca".

Entonces se anunció la liberación de Robotyne, un enclave en el frente sur, y con ella la rotura de las primeras líneas de defensa rusa. "En minoría, desafiando los cánones y las estrategias de los libros, sin dominio aéreo, sin sistemas de desminado a gran escala, en pequeños grupos de asalto, superando decenas de kilómetros de trampas, fortificaciones de ingeniería, trincheras, puestos de tiro, campos minados... Y, sin embargo, nuestras tropas avanzan con perseverancia, eficacia y éxito. (...) Simplemente, dejemos de escuchar a los pesimistas y a los expertos anónimos que le hacen el juego a Rusia", afirmaba Mykhailo Podolyak, asesor estrella del presidente Volodímir Zelenski.

Este pequeño éxito se ha leído como la primera puerta abierta a romper las líneas de defensa rusas en el sur y, al mismo tiempo, un espaldarazo a las tácticas militares de Kiev. La estratégica ciudad de Tokmak está apenas 20 kilómetros más adelante, a través de gruesas defensas rusas, y Melitópol, otros 50 kilómetros más allá.

Algunas de las críticas que se vertían contra la estrategia militar ucraniana eran, por ejemplo, que tras unas primeras pérdidas (un par de operaciones a finales de junio, donde los ucranianos perdieron varios Bradley), los mandos se habían vuelto muy conservadores, prefiriendo en su lugar avanzar menos, pero utilizar la artillería (otra crítica de algunas filtraciones de EEUU, que opinan que Ucrania estaría gastando mucha munición) para minar las posiciones de artillería rusas. Kiev ha insistido en que al final, mientras un Bradley se puede reparar, los hombres caídos en batalla, no.

Estas semanas hemos asistido a una guerra, paralela a la de cuerpos, barro y artillería en el frente ucraniano. La de filtraciones, mensajes vedados y expectativas. Una batalla que se produce a miles de kilómetros del terreno, pero de la que también depende el desarrollo de la guerra que Rusia ha desatado contra Ucrania.

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