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¿Y ahora qué? Las implicaciones de la fallida rebelión de Wagner contra el Kremlin
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Las grietas crecen en Moscú

¿Y ahora qué? Las implicaciones de la fallida rebelión de Wagner contra el Kremlin

La inteligencia de EEUU sabía desde hace dos semanas que Prigozhin preparaba el alzamiento. El fracaso abre un escenario inédito que puede tener amplias consecuencias

Foto: Soldados de Wagner en Rostov. (Reuters/Alexander Ermochenko)
Soldados de Wagner en Rostov. (Reuters/Alexander Ermochenko)
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Puede que Yevgueni Prigozhin no tenga formación como militar, pero no es idiota. El empresario ruso devenido en comandante del Grupo Wagner sabe lo suficiente del negocio de la guerra como para ser consciente de que, por eficientes que sean, con solo unos pocos miles de hombres, y sin que medie una deserción masiva de efectivos en el bando contrario, no podía tomar Moscú. Por eso, cuando sus fuerzas estaban apenas a 200 kilómetros de la capital rusa, Prigozhin anunció de forma anticlimática que Wagner se retiraba a sus bases. Un par de horas después, el portavoz del Kremlin Dimitri Peskov explicaba los supuestos términos del acuerdo al que se habría llegado con el caudillo militar: se retirarían los cargos contra él y no se perseguiría legalmente a aquellos miembros de Wagner que habían tomado parte en la rebelión. Y tanto a aquellos que sí como al propio Prigozhin se les permitiría instalarse en Bielorrusia, un aspecto del acuerdo que ha dejado perplejos a muchos observadores.

La retirada de Wagner de los edificios militares que en las 24 horas anteriores había ocupado en la ciudad de Rostov es un hecho, confirmada por un gran número de imágenes y vídeos, incluyendo varios de Prigozhin en persona abandonando en coche el cuartel general del mando militar de la región sur de Rusia donde se había instalado pocas horas antes. En el momento de escribir estas líneas, sin embargo, todavía no hay evidencias de que los paramilitares se hayan desplazado al país vecino o se estén preparando para hacerlo. De modo que es posible que la crisis no haya terminado todavía, porque la mayoría de los especialistas está de acuerdo en una cosa: Bielorrusia no es un lugar seguro para Prigozhin, y trasladarse allí sería un suicidio para él y para su organización.

Foto: El fundador del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin (Reuters)

La rebelión de Wagner era tal vez inevitable, porque se enfrentaba al espectro de su propia desaparición como organización independiente. De hecho, según publica este domingo el diario Washington Post, la comunidad de inteligencia de EEUU sabía desde mediados de junio que Prigozhin se preparaba para enfrentarse con las armas a la cúpula militar rusa. De acuerdo con anónimos funcionarios de Inteligencia citados por el diario, los espías estadounidenses eran conscientes de que se estaba cocinando algo, si bien desconocían los detalles. La situación, de hecho, generó una enorme inquietud ante la perspectiva de una posible guerra civil y la inestabilidad a la que eso sumiría a una Rusia con armamento nuclear.

El especialista en cuestiones militares Philip O'Brien ha resumido en un artículo en la publicación The Atlantic los motivos por los que Prigozhin ha debido pasar meses preparando la operación. "Suministros militares, incluyendo vehículos blindados y sistemas de defensa antiaérea, han tenido que ser almacenados y llevados a lugares dentro de la propia Rusia. Todas las quejas públicas de Prigozhin sobre el ejército ruso privándole de suministros parecen ahora haber tenido un elemento de lágrimas de cocodrilo. Prigozhin y sus acólitos no solo han sido capaces de poner en acción una fuerza militar significativa, sino que tenían una red logística para respaldarla capaz de moverse cientos de millas al día", escribe O'Brien, quien añade que el momento elegido para la insurrección también es significativo, tres semanas después del inicio de la contraofensiva ucraniana y con gran parte del ejército ruso comprometido en el frente. "La consecuencia de todo ello es que Putin no podía fácilmente recurrir a esas fuerzas para contener a Wagner", añade. Pero, tras el fracaso del alzamiento, ¿qué va a pasar? Las implicaciones pueden ser de largo alcance, y en muchos casos negativas.

La unidad militar rusa salta por los aires

La primera consecuencia es que la ya frágil unidad de las fuerzas militares rusas se ha quebrado de forma irreversible. Según los términos del acuerdo anunciados por el Kremlin, Wagner desaparece como fuerza de combate en Ucrania, algo probablemente inevitable: si hasta ahora Prigozhin ya era visto como un elemento impredecible y peligroso por gran parte del estamento de seguridad ruso, tras la rebelión la desconfianza es totalmente insalvable. Y es muy difícil que esto no se plasme de un modo u otro, en detrimento de Moscú, en el campo de batalla en Ucrania.

El experto Dimitri Alperovich, del think tank de seguridad Silverado Policy, apunta: "Todo este episodio hay que verlo a través de la lente de lo que en Rusia se denomina razborki, guerra entre bandas criminales. A veces termina en muerte y en cambios de liderazgo, y a veces en reuniones donde ambas partes se dan la mano y acuerdan seguir adelante, al menos por algún tiempo". Y es cierto que tanto Putin como Prigozhin son hijos del ecosistema de las guerras mafiosas en San Petersburgo en los años 90. No obstante, en el caso de ambos existe una dimensión nueva y fundamental: la proyección de su imagen pública, y la necesidad de salvar la cara de algún modo ante sus seguidores. Algo que ahora no sucede, y que augura futuras turbulencias.

"Tanto Putin como Prigozhin son hijos del ecosistema de las guerras mafiosas en San Petersburgo en los años 90"

Eso nos lleva a la cuestión de la propia supervivencia física de Prigozhin y los otros mandos de Wagner. Pese a las garantías ofrecidas por el Kremlin, es improbable que las autoridades rusas se limiten a dejarlo correr. En su avance hacia Moscú, los combatientes de Wagner derribaron al menos seis helicópteros de combate y un caza, una cifra significativa por la que muchos querrán pedirles cuentas. Prigozhin ha salvado la vida por ahora, pero el Estado ruso ha mostrado una y otra vez su disposición a toda costa a eliminar físicamente a sus enemigos en el extranjero, especialmente aquellos que el Kremlin considera traidores. Prigozhin ha humillado a Putin, y eso tiene un coste.

Pero también ha mostrado su debilidad, en un sistema de poder vertical y de corte mafioso donde el respeto y temor al líder resulta esencial. El hecho de que una fuerza militar no convencional haya sido capaz de llegar a las puertas de Moscú es un torpedo a la imagen de invencibilidad que el presidente ruso tanto se ha ocupado de cultivar. Para muchos rusos, de repente la idea de que no existe una alternativa real a Putin se ha hecho añicos.

El único reemplazo posible de Putin es alguien más radical

Las imágenes de Prigozhin saliendo de Rostov entre aplausos y apretones de manos, y de la policía siendo recibida con abucheos e insultos a su regreso a la ciudad, muestra que la intentona no ha sido ni mucho menos impopular. Aunque no existen estadísticas fiables al respecto, es evidente que muchos rusos están hartos de la gestión del Kremlin y no se opondrían a un cambio de liderazgo, incluso aunque este fuese el de un personaje tan oscuro como el propietario de Wagner.

Lo sorprendente es que esto incluye a una parte significativa de la oposición rusa: mientras Wagner avanzaba hacia la capital rusa, Prigozhin fue alabado públicamente por varias figuras de diferente relevancia. "Aunque estamos en lados diferentes de las barricadas y tenemos un punto de vista diferente sobre el futuro de la Federación Rusa, puedo decir que es un verdadero patriota de Rusia, sin sarcasmo o ironía", declaró, por ejemplo, el neonazi Denis Nikitin, líder del Cuerpo de Voluntarios de Rusia, que ha cobrado relevancia en los últimos meses con sus incursiones en la región rusa de Belgorod.

Foto: El presidente de Rusia, Vladímir Putin. (Reuters/Mikhail Klimentyev)

También lo hizo, con matices, el oligarca exiliado Mijaíl Jodorkovski, quien tuiteó: "Extraño como suena, creo que los rusos antiguerra deberían apoyar a Prigozhin en este momento. No es nuestro aliado, y este apoyo será muy temporal y condicional, pero su marcha es un gran golpe a la legitimidad de Putin, y todo aquello que fracture al régimen es bueno". Por su parte, Sobol Lubov, la abogada de Alexéi Navalni y una de las figuras más importantes de su Fundación Anticorrupción, también alabó al líder de Wagner e hizo un llamamiento a Occidente a aceptarle como aliado y ayudarle "a salvar a Rusia de China". Otros cabecillas opositores, como Ilya Ponomarev y Garry Kasparov, mostraron su desdén por ambos bandos.

Pero estas discrepancias muestran una vez más lo divididos que están los adversarios políticos de Putin dentro de la propia Rusia. El pasado 12 de junio, por ejemplo, la conferencia de la oposición rusa en Bruselas para crear una plataforma unificada contra Putin fracasó, principalmente debido al rechazo de la organización de Navalni a figurar como un simple grupo más, que le llevó a negarse a asistir. El panorama que todo esto nos deja es muy inquietante: si Putin desapareciese, es probable que la única opción viable para gobernar un país tan grande y complejo como Rusia sea alguien como Prigozhin, cuya popularidad en muchos sectores de la sociedad rusa es innegable.

Un daño irreversible a la marca Rusia

Ayer, en mitad de la crisis, circuló la noticia de que Putin había llamado al presidente de Kazajistán, Kasim-Yomart Tokayev, para informarle de la situación, y este le respondió que era "un asunto interno de Rusia", y, por lo tanto, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva no tenía ningún papel que jugar ahí. El último episodio en la cada vez más larga lista de discrepancias y rechazos del Gobierno kazajo al Kremlin desde el inicio de la invasión de Ucrania, que, sumado a los de otros países como Armenia, muestra cómo la influencia antaño hegemónica de Rusia en su vecindario se desvanece.

La única nación importante que se pronunció públicamente a favor de Putin en este conflicto fue Irán, cuya alianza con Rusia se ha estrechado enormemente en el último año y a la que, por tanto, le interesa sobremanera la supervivencia del actual régimen ruso. Quizás es normal que el resto del mundo estuviese a la espera de acontecimientos: durante horas, parecía que Prigozhin podía tener las de ganar, y, en un conflicto civil de este tipo, apostar por el caballo perdedor puede ser una mala idea en el ámbito diplomático. Pero no deja de ser significativo que la mayoría de los aliados de Rusia hayan esperado a ver cómo evolucionaba la situación antes de hacer declaraciones en apoyo del presidente ruso.

Foto: Caretas de Vladimir Putin, Yeugeny Prigozhin, Ramzan Kadyrov y Alexander Lukashenko en un mercado de San Petersburgo. (EFE) Opinión

La marca Rusia en el extranjero también ha quedado muy dañada. Hasta ahora, para un Estado, recurrir los servicios de Wagner implicaba contar con el respaldo implícito del Estado ruso. Rota la alianza entre Prigozhin y el Kremlin, ese contrato desaparece. Y no está claro que otras compañías militares privadas rivales de Wagner —como Patriot, la firma del ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu— vayan a poder copar ese vacío.

La presencia de Wagner en gran parte del mundo, de hecho, peligra: la organización no puede sobrevivir sin el apoyo del Estado ruso, con el que cuenta para obtener armamento y para operar sus finanzas, y el escenario más previsible es que el Kremlin deje que la firma de Prigozhin se vaya consumiendo y degradando poco a poco, si es que no contribuye activamente a su desaparición. Esto llevaría a la retirada progresiva de sus combatientes de la decena de países donde están desplegados, lo que a su vez podría abrir la puerta a una inestabilidad aún mayor en lugares como el Sahel o la República Centroafricana, donde las autoridades locales han colocado a Wagner en la vanguardia de la lucha contra los yihadistas o los rebeldes.

La rebelión de Prigozhin quizá no haya servido para derrocar a Putin, pero supone un antes y un después no solo en el devenir de la invasión de Ucrania, sino de la propia Rusia. Pase lo que pase a partir de ahora, el paisaje, tanto dentro como fuera del territorio ruso, ha cambiado.

Puede que Yevgueni Prigozhin no tenga formación como militar, pero no es idiota. El empresario ruso devenido en comandante del Grupo Wagner sabe lo suficiente del negocio de la guerra como para ser consciente de que, por eficientes que sean, con solo unos pocos miles de hombres, y sin que medie una deserción masiva de efectivos en el bando contrario, no podía tomar Moscú. Por eso, cuando sus fuerzas estaban apenas a 200 kilómetros de la capital rusa, Prigozhin anunció de forma anticlimática que Wagner se retiraba a sus bases. Un par de horas después, el portavoz del Kremlin Dimitri Peskov explicaba los supuestos términos del acuerdo al que se habría llegado con el caudillo militar: se retirarían los cargos contra él y no se perseguiría legalmente a aquellos miembros de Wagner que habían tomado parte en la rebelión. Y tanto a aquellos que sí como al propio Prigozhin se les permitiría instalarse en Bielorrusia, un aspecto del acuerdo que ha dejado perplejos a muchos observadores.

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