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Prigozhin cede a pocos kilómetros de Moscú y volará a Bielorrusia, pero deja a un Putin debilitado
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Consecuencias todavía por aclarar

Prigozhin cede a pocos kilómetros de Moscú y volará a Bielorrusia, pero deja a un Putin debilitado

Cuando apenas quedaban 200 kilómetros para llegar a Moscú, las tropas de mercenarios Wagner, comandadas por Yevgeni Prigozhin, decidieron no cruzar el Rubicón

Foto: Un tanque de Wagner con el nombre de 'Siberia' en Rostov-on-Don. (EFE)
Un tanque de Wagner con el nombre de 'Siberia' en Rostov-on-Don. (EFE)
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Cuando apenas quedaban 200 kilómetros para llegar a Moscú, las tropas de mercenarios Wagner, comandadas por Yevgeni Prigozhin, decidieron no cruzar el Rubicón. En las apenas 18 horas anteriores, varias columnas, de como mucho unos 25.000 hombres, se hicieron con el control de varias ciudades, recorrieron casi sin oposición alguna los 800 kilómetros rumbo a la capital, derribaron un puñado de helicópteros, hicieron centenares de prisioneros. Entonces, la noche del sábado, Prigozhin y el gobierno ruso llegaron a un acuerdo. Las columnas se retiraron y volvieron a sus bases, y el líder mercenario, que con su rebelión ha puesto a Rusia al borde de un golpe de Estado y posible guerra civil, volará al exilio a Bielorrusia.

"Salimos el 23 de junio en la marcha de la justicia. En un día, avanzamos hasta casi 200 kilómetros de Moscú. En ese tiempo, no derramamos ni una gota de sangre de nuestros combatientes. Ahora, sin embargo, ha llegado el momento en el que se puede derramar sangre rusa por ambos lados. Entendiendo esta responsabilidad de un baño de sangre rusa, estamos haciendo retroceder nuestros convoyes y regresando a los campamentos, de acuerdo con el plan", declaró Prigozhin en un audio distribuido en sus canales de Telegram.

Foto: Mercenarios del grupo Wagner. (EFE/Stringer)

Las nuevas, que de golpe y plumazo mandan a la papelera miles de análisis a punto de publicarse e incluso han sorprendido a los kreminólogos más curados de espanto desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, vienen tras la mediación del líder bielorruso, Alexandr Lukashenko, presuntamente a instancias de Vladímir Putin.

No se han filtrado todos los detalles del presunto acuerdo entre las partes. Según el servicio de prensa de Lukashenko, el pacto "es absolutamente ventajoso" e incluiría "garantías de seguridad para los combatientes Wagner". Poco después, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, detallaba que Prigozhin, así como los combatientes Wagner que hayan participado en la rebelión, se exiliarían a Bielorrusia. La justicia rusa cerraría el caso ya abierto contra Prigozhin como líder de la revuelta y ofrecerá amnistía a los mercenarios que tomaron las armas. Aquellos wagneritas que, por el contrario, no participaron en la aventura, tendrán la opción de firmar contratos con el Ministerio de Defensa.

No hace, por el contrario, referencia alguna a un posible cambio de nombres en la cúpula del Ministerio, la principal demanda pública de Prigozhin. La prensa local rusa especuló sobre que el acuerdo incluyera la defenestración del actual ministro de Defensa, Sergéi Shoigú, y del jefe del Estado Mayor ruso, Valery Gerásimov. No hay confirmación al respecto.

Foto: Gente posando frente a un tanque del Grupo Wagner, en Rostov. (EFE/Arkady Budnitsky)

La alocución de Peskov termina diciendo que Putin no hará más comentarios y que la invasión de Ucrania continuará como hasta el momento.

Si el pacto no está del todo claro, menos aún están los porqués. Con su paseíllo militar, Prigozhin mostró al mundo y, sobre todo, al público ruso, la debilidad del estamento militar y del propio Vladímir Putin. A las desprotegidas líneas rusas (los de Wagner se hicieron con Rostov-on-don, capital logística clave en la frontera ucraniana, avanzaron sobre Voronezh y Lipetsk) se añade el muy llamativo silencio de muchos gobernadores y altos cargos del Gobierno, que han preferido no posicionarse, o incluso la reticencia de muchas tropas rusas a actuar. Tampoco han quedado muy bien los abrazos y vítores de los ciudadanos de Rostov-on-don al paso de las tropas de Wagner, que hasta hace apenas un año ni siquiera eran conocidas entre la población rusa. En las últimas imágenes publicadas de Prigozhin, en un coche abandonando la sede del Estado mayor en Rostov-on-don, la gente se acerca, entre risas, aplaudiendo y grabando, pidiendo estrecharle la mano, como si fuera una estrella de rock.

Forzó también a que Putin diera un corto discurso en la televisión estatal catalogando la avanzada de "traición" a Rusia y asegurando que sus protagonistas serán "duramente castigados". Todo eso para luego guardar las amenazas en un cajón y permitir su mudanza a Bielorrusia, como si no hubiera pasado nada. La autoridad de Putin como líder ha quedado seriamente afectada.

El objetivo de Prigozhin, muy probablemente, nunca fue tomar Moscú —con 25.000 hombres sería una misión suicida—, sino salvarse del ajustado cerco que le estaban tendiendo Shoigú y Gerásimov. Tras semanas de acusaciones cruzadas y meses de tensión, el destino de Wagner quedó sellado el pasado 11 de junio, cuando el ministro Shoigú firmó un decreto ordenando que todas las compañías militares privadas se sometiesen al control del Ministerio de Defensa antes del 1 de julio, incluyendo a Wagner. Ese mismo día, Prigozhin respondió diciendo que no acataría la orden, y Putin, que tradicionalmente había preferido no tomar un bando claro y dejar que los diferentes círculos de poder se equilibraran entre ellos, cambió de estrategia esta vez, en una declaración pública en la que apoyaba la posición de Shoigú.

Foto: Los combatientes de Wagner salen de Rostov. (Reuters/Stringer)

Esto puede haber sido percibido por la cúpula militar rusa como la luz verde para actuar contra Prigozhin. El viernes, horas antes de que comenzara la marcha hacia Moscú, canales rusos de Telegram reportaron que el Ejército se disponía a actuar contra Wagner, lo que podría haber disparado la operación de Prigozhin: era un "ahora o nunca". "Iban a desmantelar Wagner", se justifica en su último audio. Prigozhin necesitaba una gran jugada para asegurarse su supervivencia, aunque muy pocos se imaginaban el alcance del órdago.

Sin más datos de lo que se ha movido entre las bambalinas para llegar al acuerdo, Prigozhin salva la vida a corto plazo, aunque no parece tener garantizada su seguridad o supervivencia en Bielorrusia, en una clase política donde es relativamente habitual caerse de una ventana. Sin el apoyo del Ministerio de Defensa ruso, la mayoría de las operaciones Wagner (en Ucrania y en el resto del globo, sobre todo en África) dejan de ser posibles o rentables. Sin Wagner, su propio ejército privado, Prigozhin pierde también prácticamente sus bazas de garantía de seguridad. La cesión de Prigozhin tampoco ha sentado bien entre sus propias filas de mercenarios, a los que convenció de embarcarse en esta andadura militar hacia Moscú y que se ven armados, fuertes y aplaudidos por la población, creyéndose la narrativa —quizá cierta— de que los rusos han visto cómo "los burócratas" mandan a morir a sus hombres, mientras que Prigozhin se rompe la garganta pidiendo munición mientras enseña las pilas de cadáveres. Pero también son cadáveres los de los al menos 13 pilotos rusos derribados por las tropas Wagner en su avance hacia Moscú y cuya muerte, si efectivamente se cumple la amnistía, quedará impune.

Rusia intenta vender que ha cerrado el episodio: "La operación especial rusa en Ucrania continúa como lo planeado". Pero el rey está desnudo y las consecuencias de esta aventura militar de Prigozhin y Wagner todavía están por desarrollar.

Cuando apenas quedaban 200 kilómetros para llegar a Moscú, las tropas de mercenarios Wagner, comandadas por Yevgeni Prigozhin, decidieron no cruzar el Rubicón. En las apenas 18 horas anteriores, varias columnas, de como mucho unos 25.000 hombres, se hicieron con el control de varias ciudades, recorrieron casi sin oposición alguna los 800 kilómetros rumbo a la capital, derribaron un puñado de helicópteros, hicieron centenares de prisioneros. Entonces, la noche del sábado, Prigozhin y el gobierno ruso llegaron a un acuerdo. Las columnas se retiraron y volvieron a sus bases, y el líder mercenario, que con su rebelión ha puesto a Rusia al borde de un golpe de Estado y posible guerra civil, volará al exilio a Bielorrusia.

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