Las cervezas de UK tienen menos alcohol, y eso es solo la punta del iceberg del estado de su economía
En agosto entra en vigor un nuevo régimen de impuestos sobre el alcohol. Anticipándose a la jugada, los cerveceros han reducido la graduación de cerveza, pero no los precios
Cuando el mes pasado Rishi Sunak, primer ministro de Reino Unido, se dirigió a la cumbre del G-7 en Japón, insistió en que el Brexit estaba funcionando, citando la reforma del impuesto a la cerveza como uno de los grandes éxitos del divorcio. También dijo que los ingresos de las familias estaban "superando enormemente" las expectativas y que había "muchas señales de que las cosas se están moviendo en la dirección correcta". Pero la realidad es muy distinta.
Alrededor de 1,3 millones de titulares de hipotecas tendrán que renovar sus condiciones con el banco antes de Navidad y para muchos los pagos de intereses se van a triplicar. Y respecto a la cerveza, resulta que los precios se mantienen, pero cada vez tienen menos alcohol. Y esto era algo que los clientes no sabían.
A partir del próximo 1 de agosto entra en vigor un nuevo régimen de impuestos sobre el alcohol. Y anticipándose a la jugada, los cerveceros han reducido la graduación, pero siguen cobrando lo mismo. Al fenómeno se le ha llamado "drinkflation". Se sigue así la estela del "shrinkflation", nombre que recibieron los recortes sigilosos en los tamaños de los paquetes y las porciones introducidos por los gigantes de la alimentación y los supermercados.
Según una investigación del Mail on Sunday, las marcas que supuestamente ya han reducido el contenido de alcohol incluyen Spitfire, Old Speckled Hen, Foster's y Bishops Finger. Por su parte, Heineken, Amstel, John Smith's y Newcastle Brown Ale no descartan un movimiento similar. Tan solo reduciendo el porcentaje un 0,35, podrían ahorrarse aproximadamente 250 millones de libras en impuestos.
Los cerveceros argumentan que el recorte los protege contra el aumento de los costos, en lugar de la especulación. Es más, algunos van más allá y aseguran que lo están haciendo por el "bien de la salud pública".
La "drinkflation" es pura anécdota de lo que acontece estos días en Reino Unido, donde el Banco de Inglaterra (BoE, en sus siglas en inglés) ha llevado a cabo este jueves su decimotercer aumento consecutivo de las tasas de interés (en esta ocasión de 0,5 puntos) hasta situarlo en el 5%, su nivel más alto desde antes del colapso de Lehman Brothers y los otros eventos principales de la Gran Crisis Financiera de 2008.
La institución considera que esta es la única vía para lidiar con los últimos datos publicados esta semana sobre la inflación de mayo, que se mantiene en el 8,7%, la más alta del G7 y el doble que la de Estados Unidos. Solo Italia se acerca, con una tasa general del 7,6%. Incluso su tendencia, a diferencia de Reino Unido, es firmemente a la baja. Uno tiene que mirar a países más pequeños, como Austria, Islandia o Suecia, o a las economías de Europa del este, las cuales todavía son golpeadas por la guerra en Ucrania. Para encontrar ejemplos de economías en el mismo barco inflacionario miserable al que además hay que unir un bajo crecimiento.
Más preocupante aún es que la inflación subyacente —que excluye el precio de la energía, alimentos no procesados, alcohol y tabaco— pasó del 6,8% en abril al 7,1% en mayo, cuando tanto en los Estados Unidos como en la zona euro —aunque sigue siendo alta— ha estado bajando suavemente (llegó al 5,3% en mayo, en ambos lugares).
Los datos no dejan en buen lugar al gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, cuyo trabajo precisamente es mantener la inflación por debajo del 2%. En julio de 2021, aseguró que el incremento de precios sería "transitorio" y en marzo recalcó que habría una "fuerte caída" este año. Pero todos los pronósticos han fallado.
La mayoría de las entidades financieras británicas han revisado al alza las condiciones de oferta de sus hipotecas, por lo que los propietarios se exponen a una subida anual de sus pagos de casi 3.400 euros. El impacto de las tasas de interés —que podría llegar al 6%— es particularmente severo en Reino Unido debido a la gran proporción de hipotecas (el 80% de las transacciones existentes y el 90% de las nuevas) respaldadas por tasas fijas a corto plazo.
Los problemas, además, se han exacerbado aún más por los paquetes de apoyo del Gobierno introducidos en los últimos años para respaldar el mercado de la vivienda, como el plan Help-to-Buy del ex Chancellor George Osborne o las medidas impuestas por el propio Rishi Sunak durante la pandemia, cuando eliminó el pago del impuesto por la compra de una propiedad en las primeras 500.000 libras de su valor.
El golpe a las finanzas personales de la nación representa ahora una auténtica pesadilla para el Partido Conservador de cara a los comicios previstos para 2024. Tras el terremoto que supuso Liz Truss, Sunak se presentaba como el hombre capaz de recuperar la estabilidad. Pero los tories van perdiendo credibilidad en materia económica —el que siempre fue su fuerte— a pasos agigantados.
Pese a las presiones, ni Sunak ni su ministro del Tesoro, Jeremy Hunt, están dispuestos a intervenir directamente para apoyar a quienes tienen dificultades, a pesar de ser conscientes de que, como resultado, pueden ser golpeados en las urnas. "Los planes de alivio hipotecario solo empeorarían la inflación, no la mejorarían", asegura al responsable de Economía. Lo único que ha hecho el Ejecutivo es llegar a un acuerdo con los principales bancos y sociedades de crédito inmobiliario para ofrecer a los ciudadanos una serie de medidas de alivio y facilitar el pago de sus préstamos, incluyendo la introducción de una moratoria de al menos 12 meses antes de llevar a cabo embargos.
Quizá, después de todo, se haya aprendido la lección. Porque lo cierto es que las presiones inflacionarias que sufre ahora Reino Unido son abrumadoramente el resultado de decisiones tomadas en casa. Las viejas excusas de que es importado, debido a la guerra, las cadenas de suministro o los altos precios mundiales de los alimentos, ya no sirven.
La ironía es que fue el propio Sunak, un político que se deleita con sus credenciales fiscalmente conservadoras, quien elaboró los programas de asistencia covid multimillonarios mientras se desempeñaba como canciller durante la pandemia. Su famosa promesa de marzo de 2020, haciéndose eco del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, de hacer "lo que sea necesario" para proteger a los hogares de Reino Unido parece de otra era. Pero fue el comienzo de todo. Solo Estados Unidos repartió un estímulo mayor. Reino Unido gastó mucho más que otros vecinos europeos: alrededor del 23,1% del ingreso nacional, mucho más, por ejemplo, que el 13,3% en Francia.
Por otra parte, los responsables de establecer la política monetaria del Banco de Inglaterra también tienen responsabilidad. En retrospectiva, fueron demasiado cautelosos. Y tampoco puede obviarse que la participación en la fuerza laboral se mantiene por debajo de su nivel previo a la pandemia. Una parte de los trabajadores desaparecidos son aquellos (quizás medio millón más que antes) que están demasiado enfermos o cansados para buscar trabajo. También faltan trabajadores de la UE. Y mientras que, después del Brexit, han llegado inmigrantes de fuera del bloque, muchos son refugiados o estudiantes, no trabajadores a tiempo completo.
La alta demanda con una oferta restringida ha dejado algunas partes de la economía, como los servicios profesionales y la hospitalidad, funcionando al máximo, mientras que otras, incluido el servicio de salud, luchan con cuellos de botella y huelgas.
Fullers, una cervecera, dice que está recurriendo a menores de 18 años y mayores de 50 años para trabajar en pubs este verano. Otros bares y restaurantes simplemente están recortando horarios. En banca, consultoría y contabilidad, el crecimiento salarial interanual es de dos dígitos ante la competencia de las compañías por retener o conseguir nuevos empleados.
Cuando el mes pasado Rishi Sunak, primer ministro de Reino Unido, se dirigió a la cumbre del G-7 en Japón, insistió en que el Brexit estaba funcionando, citando la reforma del impuesto a la cerveza como uno de los grandes éxitos del divorcio. También dijo que los ingresos de las familias estaban "superando enormemente" las expectativas y que había "muchas señales de que las cosas se están moviendo en la dirección correcta". Pero la realidad es muy distinta.
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