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La 'revolución Berlusconi': cómo el italiano cambió la mentalidad de la derecha europea
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Una época de la política de la UE

La 'revolución Berlusconi': cómo el italiano cambió la mentalidad de la derecha europea

La admisión de Berlusconi en el PPE cambió para siempre la fisionomía de la familia conservadora europea y ha abierto la puerta a otros líderes populistas

Foto: Silvio Berlusconi. (EC Diseño/EFE/Oliver Hoslet)
Silvio Berlusconi. (EC Diseño/EFE/Oliver Hoslet)

Silvio Berlusconi, antiguo primer ministro italiano y fundador y líder del partido Forza Italia, una de las figuras políticas italianas más relevantes de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, ha muerto este lunes en el hospital San Raffaele de Milán a los 86 años. Con él muere no solamente una personalidad clave para entender la Italia contemporánea, sino también una figura europea. Detestado, intransigente, polémico, Berlusconi también marcó una época de la política de la Unión Europea y contribuyó de manera decisiva en cambios profundos que todavía se notan hoy en la principal familia política de la Unión, el Partido Popular Europeo (PPE).

La relación entre Berlusconi y la Unión Europea siempre fue tensa. La llegada del magnate al Gobierno marcó un fin de época para Italia dentro del club. A partir de entonces Roma se alejó del eje franco-alemán y Berlusconi buscó alianzas más dinámicas en las que en muchas ocasiones tuvo una sintonía especial con el primer ministro británico Tony Blair y con el presidente del Gobierno español, José María Aznar. La visión de Forza Italia nunca fue la de una Europa federal, sino la de un mercado abierto, un motor para una "hiperglobalización", como la han definido algunos expertos, y la idea de una economía abierta y desregularizada.

Foto: Silvio Berlusconi en septiembre del año pasado. (Getty/Mondadori Portfolio/Massimo Di Vita)

Berlusconi y Aznar eran políticos europeos de una cuña similar y los dos jugaron un papel muy importante a la hora de revitalizar el Partido Popular Europeo (PPE). Los democristianos empezaban a pasar dificultades en los años noventa cuando Helmut Kohl, entonces canciller alemán y líder de la CDU, decidió inyectarle una nueva vida a la familia política, ampliando sus horizontes y admitiendo a sus filas a formaciones que hasta entonces se habían encontrado fuera de los límites de lo aceptable. Ese proceso ya se había iniciado años antes, cuando en 1990 se empezó el proceso para integrar al recientemente refundado Partido Popular español bajo la batuta de Aznar, que todavía generaba cierta preocupación en muchos sectores más liberales del PPE.

Fue en 1998, una noche en el Kanzlerbungalow de Bonn, cuando cambió la historia. Allí, con la cúpula del PPE reunida, Kohl decidió darle un giro de guión a la derecha europea. El temor a que el bloque se acabara rompiendo entre un sector democristiano moderado y un grupo de la derecha más dura era real. El Rassemblement pour la République (RPR) en Francia y Forza Italia avanzaban para formar un grupo Parlamento Europeo y tenían fuerza. Uno de los presentes en aquella reunión fue Wilfried Martens, histórico dirigente democristiano, fundador del PPE en 1976, primer ministro belga entre 1979 y 1992, líder del PPE en la Eurocámara entre 1992 y 1998. El nuevo frente que se abría a la derecha del PPE era "una amenaza directa para la cohesión del partido y del grupo".

La Democracia Cristiana, el gran partido conservador italiano tras la posguerra, dominante durante casi cuatro décadas, llevaba sufriendo malos resultados en las elecciones italianas desde los años ochenta antes del descalabro monumental de 1992 y su disolución en 1994. Muchos de los miembros de la DC acabaron uniéndose al movimiento de Berlusconi, mientras el PPE veía como uno de sus partidos fundadores se disolvía y la formación europea quedaba sin representación en Italia.

"No podíamos aceptar este vacío en Italia. Desde el punto de vista formal (aceptar a Forza Italia) no había ningún problema. Era el único partido (en Italia) que decía que su programa era el del PPE", explicó Martens en una entrevista, en la que admitía que, en la práctica sí que había problemas, enormes diferencias entre Forza Italia y el proyecto del PPE. "Esperé durante cinco años a que hubiera una alternativa en Italia, pero no apareció y finalmente aceptamos", señaló el histórico lider del PPE durante aquella entrevista, contando cómo se tomó la decisión en el bungalow de Kohl.

Foto: ¿Cómo y cuándo será el funeral de Silvio Berlusconi en Italia? (EFE/EPA/Guido Montani)

En aquella "política del bungalow" de apertura del PPE a fuerzas más derechistas dar el paso de Berlusconi fue determinante. Era una decisión de realpolitik que marcaría para siempre al PPE: la formación estaba dispuesta a aceptar a líderes políticos caprichosos, populistas y problemáticos, su ideología era muy flexible con el objetivo de seguir siendo la primera fuerza política, pero a cambio solicitaba disciplina interna. Así se explica que el PPE tolerara durante mucho tiempo la deriva autoritaria del primer ministro húngaro Viktor Orbán, y solamente le expulsara cuando el líder magiar cargó contra la cúpula política del PPE y todos los puentes se habían roto.

Una de las palabras más utilizadas para referirse a Berlusconi era la de "populista". Un avanzado a su época, un visionario de la política de impulsos emocionales. Pero por encima de todo Berlusconi era un hombre pragmático con una hoja de ruta en la que el norte era su supervivencia política. Su interés por la ideología era puramente instrumental, como se puede observar en los pocos cambios estructurales de Italia bajo su mando, más allá de dejar una política más empantanada, más enfrentada y populista.

Foto: Silvio Berlusconi. (Reuters/Max Rossi)

La entrada de Berlusconi en el PPE abrió una época de pragmatismo en el PPE con un claro objetivo: seguir dominando la política europea, seguir siendo la familia política más grande del continente aunque eso obligara a abarcar a formaciones muy dispares y creara tensiones en el seno del partido. Berlusconi no fue un fin, fue un medio. Fue el resultado de decidir que se quería seguir dominando, y que eso requería de algunos sacrificios. El liderazgo del PPE tiene claro que tiene que hacer lo que hay que hacer para seguir siendo la primera fuerza.

Eso se traduce no solamente a la hora de admitir a formaciones políticas muy dispares. Si el PPE quiere dominar necesita entrar en Gobiernos, y la derechización de buena parte de la política europea, en la que asuntos como la inmigración o la seguridad han ganado peso, algo a lo que contribuyó también Berlusconi, hace cada vez más necesario que partidos miembros del PPE tengan que pactar con formaciones de extrema derecha para entrar en los Ejecutivos. Solamente aquellos políticos democristianos que compiten en la arena nacional con formaciones de extrema derecha, como es el caso de Plataforma Cívica en Polonia, presentan resistencia que socios de otros países lleguen a acuerdos con la extrema derecha para alcanzar el poder. Y ese es otro legado de Berlusconi.

Más allá de Berlusconi

El vacío del que hablaba Martens en el 2010 para referirse a la derecha italiana en los años noventa tiene su eco en la situación actual. El poder de los partidos europeos se miden de dos formas: en el número de escaños que aportan al grupo en la Eurocámara cada delegación nacional, y al número de asientos con los que cuenta cada familia política en el Consejo Europeo, donde se reúnen los jefes de Estado y de Gobierno. Y hace mucho tiempo que Forza Italia no aporta ni al primer factor ni tampoco al segundo.

Desde hace tiempo se viene hablando en Bruselas sobre la posibilidad de que el PPE tenga que mover ficha en Italia. Durante una etapa un sector del partido, que coincide más o menos con los beneficiados por esa "política del bungalow" de los años noventa, apostaron por acercarse a la Lega de Matteo Salvini, un partido derechista y poco compatible con otros sectores moderados del PPE. Pero ahora Lega está también de capa caída y algunos miran a Fratelli d’Italia de la primera ministra Giorgia Meloni, que aspira a ser la fuerza hegemónica en la derecha italiana.

Foto: Silvio Berlusconi con el título de la Champions. (EFE/EPA/Orestis Panagiotou)

El alemán Manfred Weber, uno de los hombres que más poder ha acumulado en la familia democristiana en los últimos años al lograr ser al mismo tiempo presidente del PPE en la Eurocámara y presidente del partido, no está cerrado a ampliar la familia política en Italia. Se ha reunido con Meloni y el PPE ha ido adoptando algunas posturas políticas que coinciden con las de Fratelli d’Italia.

Para muchos dentro del PPE se trata de una maniobra muy peligrosa. FdI es miembro de los Conservadores y Reformistas (ECR), una formación europea de la que Meloni es presidenta y que incluye a los ultraconservadores polacos de Ley y Justicia (PiS), enemigos directos de Plataforma Cívica, miembro del PPE. Y aunque la idea de que el PPE pueda intentar seducir a Meloni es difícil de digerir para muchos, los rumores respecto a un posible pacto entre ECR y el PPE después de las elecciones europeas de 2024 irritan todavía más a algunas delegaciones, y por eso Weber las ha atajado: "No hay posibilidad de acuerdo entre el PPE y ECR. Ninguna. Cero", señaló recientemente.

Foto: Escándalos con menores y espionaje: todas las polémicas que protagonizó Berlusconi (EFE/EPA/Ettore Ferrari)

Pero si hay un legado político en los últimos años por parte de Berlusconi ese es el de la necesidad de abandonar la gran coalición del PPE y los socialistas que ha marcado la política europea e intentar alcanzar una mayoría alternativa en la Eurocámara con los grupos más a la derecha del PPE. En 2019 Berlusconi ya lo pidió, y ha mantenido ese mensaje durante estos últimos años. Si alguien se ha esforzado por hacer tolerable a ojos del PPE los nuevos líderes de la derecha italiana, tanto Meloni como el líder de Lega, Matteo Salvini, este ha sido Berlusconi, a lo que también ha cooperado con sus mensajes contra Ucrania en los últimos tiempos, que han hecho que la figura de Meloni, que se ha mostrado como una de las principales aliadas de Kiev, parezca incluso más fiable que la del líder de Forza Italia.

En un mensaje halagador, en el que identifica al antiguo primer ministro como una de las personas "más influyentes de la historia de Italia", Meloni presenta su candidatura para ocupar todo el espacio de la derecha transalpina que alguna vez controló Forza Italia. A nadie se le escapa, ni en Roma ni en Bruselas. Tampoco en París o en Berlín, donde ha calado la sensación de que la primera ministra no es una más en la ristra de líderes fugaces de la política italiana. Y el vacío del PPE es tan real como su voluntad de seguir dominando la política europea. Así que la pregunta que algunos se hacen ahora en Bruselas es: el rey ha muerto, ¿viva la reina?

Silvio Berlusconi, antiguo primer ministro italiano y fundador y líder del partido Forza Italia, una de las figuras políticas italianas más relevantes de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, ha muerto este lunes en el hospital San Raffaele de Milán a los 86 años. Con él muere no solamente una personalidad clave para entender la Italia contemporánea, sino también una figura europea. Detestado, intransigente, polémico, Berlusconi también marcó una época de la política de la Unión Europea y contribuyó de manera decisiva en cambios profundos que todavía se notan hoy en la principal familia política de la Unión, el Partido Popular Europeo (PPE).

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