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Cómo se puede negociar con un Estado fallido: el 'all in' gasístico de Italia en el Mediterráneo
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Nuevos aliados energéticos

Cómo se puede negociar con un Estado fallido: el 'all in' gasístico de Italia en el Mediterráneo

En medio de la competencia energética que vive Europa, Giorgia Meloni busca intensificar el suministro de combustibles fósiles del norte de África, en especial, de Libia y Argelia

Foto: La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, visita Libia. (EFE/Filippo Attili)
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, visita Libia. (EFE/Filippo Attili)

Enrico Mattei, el célebre fundador del ente petrolífero estatal italiano (ENI), falleció en 1962 en un sospechosísimo accidente de avión. Mattei, que era un verdadero monstruo de la empresa y que los italianos consideraban como una especie de héroe nacional, se había ganado muchos enemigos en el mundo, sobre todo después de chocar con los intereses de las siete hermanas (Exxon, British Petroleum, Royal Dutch-Shell, Texaco, Gulf Oil, Mobil Oil y Standard Oil of California), empresas que entonces eran verdaderas mandamases del sector. La paradoja es que ha sido Giorgia Meloni, la primera ministra ultraderechista de Italia, la que ha recuperado en estos días su nombre. El de un empresario que, irónicamente, era democristiano y que incluso luchó contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial.

La razón es que Meloni considera que la hoja de ruta para acabar con la dependencia energética de la Unión Europea de Rusia pasa por el norte de África. Y por ello, para asegurarse nuevos suministros de gas, la política ha viajado en las últimas semanas primero a Argelia y luego a Libia, un país que es una excolonia italiana y en donde ENI tiene presencia desde 1959. Y desde allí ha defendido lo que ha llamado el plan Mattei, una estrategia que, según dijo ella, prevé que exista entre Italia y estos países una relación "no depredadora", sino "de colaboración".

Foto: La primera ministra italiana, Giorgia Meloni. (EFE/Fabio Frustaci)

El nexo aquí con el pasado es, de nuevo, Mattei. De hecho, en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, el difunto empresario italiano puso en marcha una estrategia para reforzar su empresa y romper el oligopolio que las siete hermanas ejercían sobre los países africanos. Básicamente, Mattei les ofreció acuerdos con condiciones muy ventajosas que les permitían superar la regla de que solo podían quedarse con la mitad de los beneficios generados de la extracción de petróleo.

Con esto como punto de partida, Meloni aterrizó el pasado 28 de enero en Trípoli para reunirse con Mohamed Yunus al Menfi, el presidente del Consejo Presidencial de Libia, que es el Gobierno reconocido por la ONU. Y, aunque sobre la mesa también estaba discutir sobre las pateras de migrantes que desde este país van hacia Italia, el objetivo económico del desplazamiento fue principalmente uno: presenciar la firma de un nuevo pacto entre la petrolera italiana ENI y su homóloga local NOC para potenciar los envíos a Italia (que actualmente fluyen a través de un gasoducto llamado Green Stream, construido hace 20 años).

Coherencia útil (y arriesgada)

¿Cómo ha logrado Italia negociar con un país partido en dos? El preámbulo político, también en este caso, es importante. Roma, desde la caída del dictador Muamar el Gadafi, siempre se ha mantenido del lado del Gobierno de Trípoli. Y nunca ha apoyado a los otros que han intentado hacerse con el poder en Libia, transformándola en lo que es hoy, uno de los países más inestables y peligrosos del mundo. Tanto es así que en 2019 Italia incluso se enzarzó en una pública disputa con el Gobierno francés por los supuestos vínculos de París con los otros supuestos gobernantes de Libia, los liderados por el general Jalifa Haftar, una figura que también ha sido vinculada a Rusia.

Foto: Inmigrantes en una patrullera de la Guardia Costera libia, en Trípoli, en mayo de 2017. (Reuters)

Además de ello, Italia tiene una relación consolidada en el país, también precisamente gracias a ENI. Una empresa que solo en contadas ocasiones ha interrumpido la extracción de hidrocarburos en el país, incluso en los momentos en que las hostilidades han sido particularmente intensas. Y todo también acompañando sus actividades con proyectos como el destinado a mejorar el maltrecho sistema sanitario local, y para mejorar el aprovisionamiento energético de las familias libias.

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El nuevo acuerdo de Italia y Libia es, además, muy ambicioso. Según lo comunicado por ENI y NOC, las dos compañías se han comprometido a explorar dos nuevos yacimientos offshore que empezarían a producir en 2026 y que se estima que puedan llegar hasta los 21,2 millones de metros cúbicos de gas combinado producidos al día. Para alcanzar este objetivo, Italia ha previsto una inversión mayúscula, unos 8.000 millones de dólares, que ENI destinará a este proyecto en Libia. País que en la actualidad es el quinto en África por sus reservas gasísticas después de Nigeria, Argelia, Mozambique y Egipto, pero que últimamente había reducido sus exportaciones por el aumento de la demanda interna.

Ante todo, la voluntad de Meloni de apostar por un país inestable en el que las inversiones a largo plazo están lejos de estar garantizadas demuestra hasta qué punto la seguridad energética se ha vuelto un asunto crítico para el país. "La cooperación en el ámbito energético entre Italia y Libia es antigua", subrayó la primera ministra desde Trípoli. "ENI tiene presencia aquí desde 1959, y ha contribuido de hecho a una parte importante de la historia libia de estos años, al desarrollo económico de Libia", añadió en su discurso.

Oportunismo político

El otro viaje de Meloni ha sido a Argelia. Y aquí, acompañada por el consejero delegado de la petrolera ENI, Claudio Descalzi, la ultraderechista se ha reunido con el presidente Abdelmadjid Tebboune, a quien ya había visto el pasado noviembre en la cumbre COP27 de Egipto. El fin del viaje fue firmar un acuerdo que prevé la construcción de un gasoducto entre ambos países para aumentar las exportaciones de gas y también para enviar a Italia hidrógeno, amoniaco e incluso electricidad.

Foto: La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y el presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune. (EFE/Filipo Attili)

Se trataría de un conducto submarino de 284 kilómetros de longitud y una profundidad máxima de 2.880 metros, que desde el puerto argelino de Koudiet Draouche llegue hasta la ciudad sarda de Olbia. Desde allí, el plan es conectarlo con otro gasoducto que alcanzaría la localidad de Piombo, en la Toscana.

En este caso, sin embargo, Meloni se benefició de la herencia de Mario Draghi, su predecesor. De hecho, la relación entre Roma y Argel se ha intensificado en los últimos meses, justamente en coincidencia con las desavenencias de Argelia con Madrid por la postura española sobre el conflicto en el Sáhara Occidental.

Y, de esta manera, Argelia se ha convertido el último año en el principal vendedor de gas a Italia y un aliado aún más estratégico para la estrategia italiana de disminución de la dependencia de Moscú. De hecho, el país transalpino, que antes de la guerra de Ucrania importaba el 40% del gas que consume de Rusia, actualmente importa el 40% de Argelia (antes, el 22%), mientras que la cantidad procedente de Moscú supone ahora menos de la mitad de lo que importaba hace un año.

El objetivo de Meloni, sin embargo, puede ser aún mayor. Lo ha dado a entender ella misma y lo llegó a decir Tebboune, que calificó su proyecto con Italia como una oportunidad para que Roma se convierta en "un distribuidor de energía para toda Europa".

Enrico Mattei, el célebre fundador del ente petrolífero estatal italiano (ENI), falleció en 1962 en un sospechosísimo accidente de avión. Mattei, que era un verdadero monstruo de la empresa y que los italianos consideraban como una especie de héroe nacional, se había ganado muchos enemigos en el mundo, sobre todo después de chocar con los intereses de las siete hermanas (Exxon, British Petroleum, Royal Dutch-Shell, Texaco, Gulf Oil, Mobil Oil y Standard Oil of California), empresas que entonces eran verdaderas mandamases del sector. La paradoja es que ha sido Giorgia Meloni, la primera ministra ultraderechista de Italia, la que ha recuperado en estos días su nombre. El de un empresario que, irónicamente, era democristiano y que incluso luchó contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial.

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