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Cinco cosas que necesitas saber sobre Argelia (antes de pontificar)
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Así es nuestro gran vecino magrebí

Cinco cosas que necesitas saber sobre Argelia (antes de pontificar)

¿Es Argelia un peón de Rusia? ¿Cuán importante es la migración hacia España? ¿Cuánto gas nos suministra? ¿Cómo es su Gobierno? ¿Y por qué está enfrentado con Marruecos?

Foto: Protestas en Argel en 2019. (Reuters/Ramzi Boudina)
Protestas en Argel en 2019. (Reuters/Ramzi Boudina)
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Pese a la cercanía geográfica, Argelia sigue siendo una gran desconocida en España. Todavía pesa el estigma de la violencia de la guerra civil que el país sufrió en los años 90 y no son muchos los turistas nacionales que optan por este destino, sin que las autoridades argelinas hayan hecho demasiados esfuerzos para cambiar la situación. Nuestro gran vecino magrebí rara vez acapara portadas periodísticas y el intercambio cultural es limitado. Sin embargo, Argelia es un país clave para España y basta mirar un mapa para entender por qué.

Lo que pasa en Argelia no se queda en Argelia

Según cifras oficiales, apenas un millar de españoles residen en Argelia, y los alrededor de 65.000 argelinos que viven en nuestro país palidecen ante los más de 800.000 marroquíes. Si Argelia es importante para España, lo es por otros motivos, básicamente económicos. Además de las cuestiones energéticas, dadas las facilidades de exportación derivadas de la mera proximidad física, es un mercado esencial para los productos españoles y de acuerdo con los datos del ICEX, España venía siendo en estos últimos años el quinto proveedor de Argelia.

Pero sobre todo, lo que lo convierte a Argelia en una prioridad diplomática para nosotros es su cercanía geográfica: la costa argelina se encuentra a apenas 130 kilómetros de Almería, y Barcelona está casi tan cerca de Argel como de Madrid. Tras la guerra civil, Argelia acogió a numerosos refugiados republicanos que huían desde los puertos de Alicante y Andalucía y ese flujo ahora se produce en dirección opuesta, desde la llegada de exiliados políticos a la mera inmigración irregular. En ese sentido, cualquier alteración de la estabilidad en Argelia tiene necesariamente repercusiones en nuestro país.

Foto: Amar Belani, embajador encargado del Sáhara Occidental en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Argelia. (APS)

Argelia no es una democracia

Teóricamente, Argelia es una república presidencialista donde existe división de poderes, tal y como reconoce la Constitución del país. De forma regular se celebran elecciones, existe cierta oposición parlamentaria y hay algún margen para la libertad de prensa, siempre que no se denuncie la corrupción o se mencione la represión política. Pero en realidad el gran poder en la sombra es el Ejército, que es quien decide hasta dónde llega cualquier tipo de apertura.

Lo ha demostrado varias veces en los últimos años. La primera y más sangrienta se produjo a raíz de las llamadas 'revueltas del pan' de finales de los años 80, que condujeron al primer experimento verdaderamente democrático en el país, las elecciones de diciembre de 1991, que se saldaron con un rotundo éxito del Frente Islámico de Salvación (FIS). Apenas dos semanas después, antes de que se celebrara una segunda vuelta que habría llevado al poder a este partido islamista, las Fuerzas Armadas dieron un golpe de estado e ilegalizaron el FIS, que se radicalizó y acabó llevando al país a la violenta guerra civil de los años 90.

Foto: El presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune. (EFE/EPA/Ettore Ferrari)

El segundo ejemplo es más reciente: en 2019, el llamado movimiento Hirak —una movilización masiva que exigía reformas políticas— tomó las calles del país. Las protestas consiguieron evitar que el presidente Abdelaziz Buteflika, que llevaba dos décadas en el poder y cuya salud estaba ya extremadamente deteriorada, se presentase a una quinta reelección. Pero el Ejército no permitió que el cambio fuese más allá. En la actualidad, varios centenares de activistas afrontan cargos por haber participado en las manifestaciones, en algunos casos incluso por terrorismo, y se han tomado represalias contra asociaciones y partidos políticos que apoyaron el movimiento. El panorama que pintan las organizaciones internacionales de derechos humanos sobre el país es bastante negro, y Freedom House califica al país como 'no libre'.

Argelia es un coloso energético

En 2018, durante la mesa redonda 'Geopolítica de la energía' organizada por El Confidencial en colaboración con Naturgy, los participantes destacaron el largo historial de Argelia como un proveedor fiable que jamás nos había fallado en medio siglo, ni siquiera durante los peores años de su guerra civil, y que incluso había cubierto el vacío dejado por la vecina Libia en momentos concretos. Esto da una idea de la gravedad de la situación actual.

El año pasado, Argelia suministró más del 45% del gas que consumió España, lo que lo convierte en uno de nuestros principales proveedores energéticos. El país es el 5º productor mundial de gas y el 17º de petróleo, así como el 11º exportador global de gas y el 17º de crudo. También cuenta con las segundas reservas gasísticas de África, tan solo por debajo de Nigeria, y proporciona alrededor del 10% de lo que importa Europa.

Foto: El presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune. (Reuters/Ministerio de Exteriores ruso)

Esto ha llevado a que, en el contexto actual de confrontación con Rusia, sea visto como una alternativa apetitosa por otros países del entorno, como Italia, Francia e incluso Alemania. Pese a que la cercanía geográfica con España nos convierte en el socio natural para las exportaciones energéticas argelinas, la actual coyuntura política se mezcla con factores técnicos —según algunos expertos, Argelia considera que las empresas de estos estados cuentan con mejores conocimientos tecnológicos para la exploración de futuros yacimientos y la construcción de plantas de gas natural licuado o de tuberías submarinas— para dejar fuera de juego a nuestro país.

Argelia es un actor geopolítico independiente

Argelia es el país más extenso de África y cuenta con el segundo mayor Ejército del continente. Es miembro tanto de la Unión Africana como de la Liga Árabe, y su influencia diplomática en la región es considerable.

La exitosa lucha contra el colonialismo francés, que acabó con la independencia argelina en 1962, le confirió al Frente de Liberación Nacional un enorme prestigio internacional, que lo llevó a convertirse en una de las capitales del Movimiento de los No Alineados, así como en refugio de los líderes anticoloniales de todo el continente. La Argelia independiente se posicionó como firme partidaria de la causa palestina, y llegó a enviar cuerpos expedicionarios tanto a la 'Guerra de los Seis Días' como a la del 'Yom Kippur'. También ha jugado un papel clave en la crisis de Libia, acogiendo a desertores del régimen de Gadafi durante la guerra de 2011 y tratando de estabilizar a las autoridades libias apoyadas por Naciones Unidas en los últimos años.

Foto: El presidente de Argelia, Abdelmajid Tebboune. (Reuters/Ramzi Boudina)

Argelia es, además, el tercer principal comprador de armamento de Rusia después de China e India y es el destinatario de la mitad de las ventas de armas rusas en el continente africano. Las relaciones entre Argelia y Rusia han sido siempre excelentes, ya desde los tiempos de la URSS, y ambos estados cooperan en algunos sectores económicos y energéticos. Sin embargo, en áreas como la exportación de gas, ambos países son más bien rivales. Argel está muy lejos de ser un peón de Moscú y se considera que Francia, por ejemplo, tiene un peso mucho mayor que Rusia en la política y la diplomacia argelinas.

Raíces muy profundas del enfrentamiento

La confrontación entre los dos principales países del Magreb tiene que ver con sus respectivos procesos de descolonización en el contexto de la Guerra Fría: mientras la Argelia independiente se declaraba socialista, Marruecos corría a posicionarse como firme aliado del bloque occidental. Ambos estados mantuvieron un breve conflicto armado en 1963, la llamada 'Guerra de las arenas', a propósito de las fronteras en la zona del Sáhara (que Francia había delimitado a favor de una Argelia que pensaba mantener como parte del imperio, y que Marruecos cuestionaba). Incluso hoy, el grueso de las Fuerzas Armadas argelinas está desplegado en la región militar de Tindouf, la fronteriza con el Sáhara marroquí. Las fronteras terrestres entre ambos países están cerradas desde 1994, cuando Rabat acusó a Argel de haber permitido la entrada de un comando yihadista que cometió un atentado en Marrakech.

De esta enemistad procede, además, el apoyo argelino al Frente Polisario y al movimiento de independencia saharaui, que sigue teniendo sus bases en los campos de refugiados de Tindouf. Durante décadas, Argelia fue casi el único suministrador militar de la guerrilla saharaui, así como su principal valedor diplomático. Hasta principios de este siglo, las frecuentes advertencias saharauis sobre un retorno a la guerra si no se producía un cambio en el status quo fueron consideradas una amenaza hueca, puesto que la medida no contaba con el beneplácito de Argel, sin el que la República Árabe Saharaui Democrática carecía de margen de maniobra. Ya no es así, y desde hace más de un año el Polisario está librando de nuevo un conflicto armado de baja intensidad con el Ejército marroquí. En ese sentido, el Gobierno español ha cometido un grave error al subestimar el respaldo argelino a la causa saharaui: pese a que a este lado del estrecho parezca que este problema ya no goza de la atención de nadie, para Argelia sigue siendo un asunto de primer orden, como se ha visto.

Pese a la cercanía geográfica, Argelia sigue siendo una gran desconocida en España. Todavía pesa el estigma de la violencia de la guerra civil que el país sufrió en los años 90 y no son muchos los turistas nacionales que optan por este destino, sin que las autoridades argelinas hayan hecho demasiados esfuerzos para cambiar la situación. Nuestro gran vecino magrebí rara vez acapara portadas periodísticas y el intercambio cultural es limitado. Sin embargo, Argelia es un país clave para España y basta mirar un mapa para entender por qué.

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