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¿Cuál es el sur del que se habla en la OTAN? Mucho más allá de Ceuta y Melilla
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DEL SAHEL A AFGANISTÁN

¿Cuál es el sur del que se habla en la OTAN? Mucho más allá de Ceuta y Melilla

La Alianza Atlántica se vuelca hacia el este tras la invasión rusa de Ucrania, pero todavía mantiene la vista en el flanco sur, un espacio que va desde el Sahel hasta Oriente Medio

Foto: Cumbre de líderes de la OTAN en Madrid. (EFE/EPA/Lukas Coch)
Cumbre de líderes de la OTAN en Madrid. (EFE/EPA/Lukas Coch)

Durante los meses y las semanas previas a la celebración de la cumbre de la OTAN, el embajador representante español en la organización tenía una misión: lograr que la Alianza, volcada ahora en el flanco este tras la invasión rusa de Ucrania, no olvidara por completo el flanco sur. El día antes del inicio de la cumbre, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, pedía a Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza, mantener una visión “de 360 grados” y mirar hacia el flanco sur. Pero ¿de qué hablan cuando mencionan ese 'flanco sur'?

Muchos identifican ese flanco sur únicamente con Marruecos y el debate respecto a las ciudades autónomas de Ceuta y de Melilla, que no están cubiertas por el paraguas de la cláusula de defensa colectiva de la OTAN, el artículo 5, al quedar fuera de la delimitación territorial que marca el artículo 6 del Tratado de Washington. La realidad es que el sur estratégico es mucho más amplio que el sur geográfico de España: va desde el Sahel hasta Oriente Medio e incluso hasta lugares tan lejanos como Afganistán. Y el Gobierno español no es el único preocupado con un vuelco total de la atención hacia el este de la Alianza.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), conversa con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, durante su visita a las instalaciones del recinto Ifema, donde se celebrará la cumbre de la OTAN. (EFE/Rodrigo Jiménez)

En el texto final, el sur solamente sale mencionado en un par de ocasiones. Se trata de una serie de países sometidos a riesgos que “afectan directamente a nuestra seguridad y la de nuestros socios”. El lenguaje es el de un diálogo con socios que requieren estabilidad y seguridad, y ni mucho menos asoma el uso de referencias que indiquen que se trata de rivales. Lo más parecido a un reto diseñado específicamente por estos países es una referencia a la instrumentalización de la migración. Sin embargo, la idea no se ha colado en el texto tanto por el incidente migratorio con Marruecos como por la crisis fabricada por Bielorrusia en la frontera con Polonia. Pero la comparación con las menciones a Rusia muestra hasta qué punto la OTAN está mirando hacia el este: hasta en 14 ocasiones se menciona la amenaza rusa.

El polvorín sur

El sur estratégico de la OTAN tiene unas necesidades distintas a las del este. La agresión de Rusia obliga a la Alianza a asumir una actitud de defensa colectiva y disuasión ante Moscú. Sin embargo, la relación con el sur se basa más en la gestión de crisis, la estabilización y la lucha contra el terrorismo. Y la mirada hacia el sur deja poco espacio al optimismo: Libia continúa consumida por la guerra civil, la tensión política vuelve a estar presente en Túnez, la salida de los aliados en Afganistán provocó el derrumbe del Estado a manos de los talibanes. Son solamente algunos ejemplos.

placeholder Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN. (Reuters)
Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN. (Reuters)

Aunque la atención estaba completamente centrada en el flanco este, España ha mantenido su postura histórica de defender la necesidad de mantener el flanco sur en el radar de la Alianza Atlántica. Se trata de una postura en la que el país suele contar con el apoyo de Italia, que también buscar garantizar la máxima estabilidad en la cuenca mediterránea y en los países que pueden alterar ese escenario.

Una de las situaciones más preocupantes es la del Sahel, que es un típico ejemplo de uno de los peores escenarios a los que se enfrenta la Alianza en la región, donde los grupos yihadistas han llevado la región a una inestabilidad continua durante la última década y que ha echado raíces gracias al derrumbe del Estado. Malí es, además, el mejor ejemplo de un país en el que en cuestión de unos pocos años Rusia es capaz de obtener un alto nivel de influencia. La partida de una Rusia que se ha convertido en el principal rival de la Alianza Atlántica también tiene su reflejo en el vecindario sur de la OTAN.

Francia y los aliados europeos han abandonado sus misiones en suelo maliense, al mismo tiempo que la milicia rusa Wagner tomaba las riendas de la situación invitada por la junta militar del país, instalada en el poder tras varios golpes de Estado. En otras ocasiones, la influencia rusa hace acto de presencia de una forma todavía más directa, como es el caso de Siria. También China, un competidor cada vez más directo de la OTAN, extiende su influencia por el flanco sur de la Alianza a través de sus grandes proyectos y sus inversiones en infraestructuras. Además, es en el flanco sur, con la retirada de Afganistán y la salida de las tropas del Sahel, donde se ha evidenciado la fatiga aliada en cuanto a intervención sobre el terreno.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), conversa con el vicesecretario general de la OTAN, Mircea Geoana, durante la primera jornada de la cumbre de la OTAN. (EFE/Rodrigo Jimenez)

El tipo de amenaza que puede llegar a la OTAN desde el sur es distinta a la que puede recibir desde el este. En su flanco oriental, la Alianza se enfrenta a un gran poder, una Rusia que proyecta su músculo de forma tradicional, con botas sobre el terreno y con violencia directa. En el caso de la cuenca mediterránea, el riesgo es el de una gran desestabilización, con sus efectos colaterales en términos de posible violencia terrorista y crisis migratorias, así que el acercamiento al problema es totalmente distinto.

Se trata, en este caso, no tanto de la búsqueda e identificación de rivales y de prepararse ante un eventual ataque por su parte, sino de reforzar a los socios de la región. En este sentido, mientras la OTAN tiene un pie en el mundo del mañana, en el de los grandes competidores y la defensa y disuasión, algo a lo que ha forzado Rusia, la Alianza tiene que mantener al mismo tiempo un pie en la estrategia que diseñó tras el final de la Guerra Fría y hasta la última década: es decir, la gestión de crisis, la prevención y la proyección de estabilidad a través de una extensa red de socios, que fue la estrategia que siguió la OTAN cuando la desaparición de un gran rival dejó oxidada la disuasión.

Durante los meses y las semanas previas a la celebración de la cumbre de la OTAN, el embajador representante español en la organización tenía una misión: lograr que la Alianza, volcada ahora en el flanco este tras la invasión rusa de Ucrania, no olvidara por completo el flanco sur. El día antes del inicio de la cumbre, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, pedía a Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza, mantener una visión “de 360 grados” y mirar hacia el flanco sur. Pero ¿de qué hablan cuando mencionan ese 'flanco sur'?

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