Cuatro mapas para entender la OTAN: los retos presentes y futuros de la Alianza
De cara al esperado encuentro de los líderes de ambos lados del Atlántico, estos son cuatro mapas que revelan cuatro retos que deberán ser atendidos durante la cumbre
Con más de 70 años de historia a sus espaldas, la OTAN vive un momento clave en el que su propósito original, defender el territorio europeo frente a una Rusia expansionista, ha vuelto a la primera línea de importancia. La invasión rusa de Ucrania, que comenzó el pasado 24 de febrero, ha puesto la Alianza ante un punto de inflexión que deberá resolverse en la cumbre que empieza este miércoles en Madrid.
De cara al esperado encuentro de los líderes de ambos lados del Atlántico, estos son cuatro mapas que revelan cuatro retos que deberán ser atendidos durante la cumbre.
Una nueva ampliación
El artículo 10 del documento fundacional de la OTAN, el Tratado del Atlántico Norte, firmado en 1949, establece una política de "puertas abiertas" que da la bienvenida a cualquier Estado europeo que esté "en condiciones de promover los principios" del tratado para contribuir a la seguridad de la región. A lo largo de las décadas, esta política ha supuesto el mayor punto de ataque para los rivales de la Alianza, quienes lo consideran una provocación y una herramienta expansionista. Semanas antes del inicio de la invasión, Moscú exigió a la OTAN que renunciara a este principio y asegurara que a Ucrania nunca se le permitiría unirse a la organización, algo que los aliados rechazaron.
A lo largo de cuatro décadas de la Guerra Fría, la política de 'puertas abiertas' se utilizó para añadir cuatro miembros a los 12 que fundaron la organización. Grecia y Turquía se unieron en 1952. Alemania Occidental, en 1955, y España, en 1982. Pero fue en las décadas posteriores a la caída del muro de Berlín cuando la Alianza vivió su mayor expansión, agregando 14 países más y elevando la suma total de miembros a 30, muchos de ellos parte del antiguo bloque soviético. Moscú asegura que la OTAN ha violado las promesas que, supuestamente, hizo a principios de la década de 1990 de que la Alianza no se expandiría más hacia el este. Sin embargo, ese presunto compromiso nunca fue tipificado en ningún acuerdo y el organismo nunca ha reconocido que se produjera, ni siquiera verbalmente.
Tras la invasión de Ucrania, Finlandia y Suecia, dos naciones con una larga tradición de neutralidad, han dado el paso definitivo hacia la OTAN. Sin embargo, para unirse oficialmente a la organización militar, todo país solicitante debe contar con el apoyo unánime de la totalidad de sus integrantes. Por eso, en la antesala de esta cumbre de Madrid, Turquía, el único país que se había negado a respaldar la candidatura de los países nórdicos, ha sido uno de los países protagonistas. El levantamiento del veto por parte del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha sacado el proceso de ampliación a 32 países del punto muerto en que se encontraba. Ahora, está por ver la velocidad a la que se lleva a cabo y cuál será la respuesta de Vladímir Putin, quien ha amenazado con represalias.
Los rezagados en gasto militar
Durante las últimas décadas, una de las principales divisiones dentro de la OTAN ha sido la provocada por las discrepancias en el gasto militar de los países integrantes. Presionados por Estados Unidos, en 2006, los ministros de Defensa de la OTAN acordaron destinar un mínimo del 2% de su PIB a la defensa, pero muchos de los miembros de la organización siguen sin cumplir con este compromiso. Además de EEUU, solo Grecia, Polonia, Reino Unido, Croacia, Estonia, Letonia y Lituania rebasan el umbral pactado. España apenas supera el 1% del PIB, la cifra más pequeña de la Alianza, con la excepción de Luxemburgo.
El descontento estadounidense con los países europeos rezagados en su gasto militar estalló hace unos años. En 2018, el entonces presidente, Donald Trump, acusó a sus socios del otro lado del Atlántico de aprovecharse de EEUU al no gastar lo suficiente en defensa y llegó a sugerir que su país podría abandonar la Alianza. Con la llegada de Biden a la Casa Blanca, los ánimos se templaron, pero la insatisfacción de Washington persistirá mientras perciba que el Viejo Continente no arrima el hombro a nivel presupuestario.
Como en tantas otras cosas, la guerra en Ucrania ha supuesto un antes y un después para el gasto en defensa. Inmediatamente después del inicio de la invasión, el canciller alemán, Olaf Scholz, anunció un fondo de 100.000 millones de euros para mejorar las fuerzas armadas del país y se comprometió a mantener un presupuesto de defensa del 2% del PIB en un futuro. España ha prometido un aumento similar a lo largo de la próxima década.
Un historial mixto de operaciones
El artículo 5 del tratado de la OTAN establece como núcleo del pacto de la Alianza el principio de defensa colectiva, una cláusula que implica que todo ataque contra un aliado se considera como uno dirigido contra todos los miembros. Junto a la posesión de armas nucleares, se trata de uno de los factores de disuasión más fuertes que puede tener un Estado, como demuestra el hecho de que durante todo el periodo de la Guerra Fría la Alianza no participó en un solo enfrentamiento militar. Sin embargo, a partir de la década de los noventa, la organización dejó de tener una función puramente defensiva y comenzó a asumir un papel cada vez más proactivo dentro de la comunidad internacional.
Las primeras operaciones militares de la OTAN llegaron durante la guerra de Bosnia, la cual estalló en 1992 debido a la desintegración de Yugoslavia. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una resolución en octubre de ese año en la que se decretó el embargo de armas en el mar Adriático y el establecimiento de una zona de exclusión aérea, los cuales fueron ejecutados por la Alianza Atlántica. Más adelante, en 1995, también participaría en una campaña de ataques aéreos contra las fuerzas serbobosnias. Años más tarde, otra ex república yugoslava se convertiría en el escenario del episodio más polémico de la historia de la organización: la operación Fuerza Aliada. Entre el 24 de marzo y el 11 de junio de 1999, las fuerzas aliadas bombardearon la República Federal de Yugoslavia, dirigida por Slobodan Milosevic, de forma unilateral y sin la autorización previa del Consejo de Seguridad de la ONU. La legalidad de esta guerra continúa, a día de hoy, siendo objeto de debate.
Más allá de los Balcanes, la Alianza ha participado en más de una decena de operaciones a lo largo de las tres últimas décadas, en la mayoría de las ocasiones en labores de entrenamiento y apoyo logístico a los ejércitos de otros países. En toda la historia del organismo, el célebre artículo 5 solo ha sido invocado en una ocasión, a raíz de los atentados terroristas contra Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Actualmente, la misión más importante de la OTAN sigue siendo aquella que cobró más importancia tras la anexión rusa de Crimea en 2014: las labores continuas de vigilancia aérea en los países bálticos y en el resto de países de la organización limítrofes con Rusia. Durante la cumbre de Madrid, analistas mirarán con lupa el nuevo concepto estratégico para determinar si da pie a ampliar esta operación o, incluso, a iniciar una nueva en el frente oriental.
Un flanco oriental al rojo vivo
El tema más urgente de la reunión de líderes atlánticos este miércoles es el flanco oriental. La OTAN se prepara para aprobar su mayor movimiento de tropas desde la Guerra Fría, aumentando significativamente la cantidad de soldados asignados para defender a los países del Este y comprometiéndose a desplegar una gran cantidad de armamento pesado en la zona. Además del refuerzo de la vigilancia aérea, la OTAN desplegó en 2014, por primera vez, grupos de batalla (de menos de 1.000 soldados) listos para el combate en Estonia, Letonia, Lituania y Polonia. Desde el inicio de la actual invasión de Ucrania, también se han creado estos grupos en Bulgaria, Hungría, Rumanía y Eslovaquia. Ahora, podrían verse reforzados a brigadas (entre 3.000 y 5.000 unidades).
Paralelamente, la OTAN ha anunciado que ampliará por encima de los 300.000 efectivos sus fuerzas de respuesta rápida, unas unidades terrestres en constante estado de alerta que pueden ser desplegadas en cuestión de días en caso de emergencia. “Transformaremos la fuerza de respuesta de la OTAN y aumentaremos el número de nuestras fuerzas de alta disponibilidad. A más de 300.000”, aseguró Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza Atlántica, durante una rueda de prensa celebrada el pasado lunes. Se trata de una cifra de soldados siete veces mayor de la actual, que asciende a 40.000.
Pero a pesar del aumento de tropas, los Estados fronterizos con Rusia continúan nerviosos y exigen más garantías. La estrategia de la Alianza se conoce como de 'tripwire' (cable trampa) y consiste en una serie de unidades militares de pequeño tamaño que rotan a lo largo del flanco oriental para disuadir la acción militar rusa, pero sin las fuerzas necesarias para repeler por completo una invasión. La primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, dijo recientemente que, con los actuales planes de la OTAN, su país sería "aniquilado" por Moscú en caso de una invasión y solo sería liberado meses después, cuando ya fuera demasiado tarde para la población del país. Mantener un equilibrio entre el desgaste logístico que implicaría un despliegue militar excesivo en el este y las preocupaciones de sus integrantes más vulnerables será uno de los principales retos de esta cumbre.
Con más de 70 años de historia a sus espaldas, la OTAN vive un momento clave en el que su propósito original, defender el territorio europeo frente a una Rusia expansionista, ha vuelto a la primera línea de importancia. La invasión rusa de Ucrania, que comenzó el pasado 24 de febrero, ha puesto la Alianza ante un punto de inflexión que deberá resolverse en la cumbre que empieza este miércoles en Madrid.
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