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La amenaza del 'castrochavismo' ya no basta para hundir a la izquierda colombiana
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La amenaza del 'castrochavismo' ya no basta para hundir a la izquierda colombiana

Las protestas de 2019 y 2021, sumadas a la crisis del coronavirus, han activado el voto popular en Colombia. El gran beneficiado es el izquierdista Petro

Foto: Petro y Márquez lideran las encuestas en Colombia. (EFE/Mauricio Dueñas)
Petro y Márquez lideran las encuestas en Colombia. (EFE/Mauricio Dueñas)

Algo cambió en Colombia durante las protestas antigubernamentales de 2021. Hasta entonces, las grandes manifestaciones habían tenido lugar en las principales calles de las grandes urbes. Esa fue la constante dos años antes, durante las primeras marchas masivas a nivel nacional contra el Ejecutivo del derechista Iván Duque. El escenario cambió con la pandemia. La explosión social se desarrolló a partir de entonces en los barrios. Los mayores focos de protesta, el año pasado, se dieron en las humildes calles de Siloé, Puerto Rellena, Bosa o Suba, arrabales de Cali y Bogotá, que llegaron a ser bloqueados por los manifestantes.

"Queremos igualdad y democracia. Que nuestros hijos tengan un buen estudio, que tengan oportunidades de salir adelante. Lo que no tengo yo ahora quiero que lo tengan ellos", decía, en mayo de 2021, un joven manifestante encapuchado en Puerto Rellena, un barrio caleño que en esos días fue rebautizado como Puerto Resistencia. Decenas de muchachos como él habían cerrado las calles de la zona. Los miembros 'barras bravas' de los equipos locales de fútbol, los rivales históricos América y el Deportivo de Cali, cocinaban juntos en las ollas comunitarias cuando unos días antes se estarían matando si se cruzasen por las calles. La conciencia había cambiado, una mutación quizás espoleada por el encierro social que supuso el coronavirus, cuando se crearon numerosas redes de ayuda en los barrios.

No se puede entender el proceso electoral de este domingo sin tener en cuenta el efecto de las protestas de 2019 y 2021 —que dejaron, al menos, 83 muertos—, protagonizadas por jóvenes que pedían educación, trabajo, mejores salarios, sanidad pública y seguridad. El principal beneficiado de este voto de protesta parece ser el izquierdista Gustavo Petro, exguerrillero del M-19 y exalcalde de Bogotá, quien lidera con solidez las encuestas de cara a las presidenciales. Según los sondeos, su intención de voto ronda entre un 35% y un 47% de apoyo para esta primera primera vuelta.

Foto: Protestas en Bogotá. (Reuters)

En 2018, el candidato perdió en la segunda ronda contra el líder de la derecha 'uribista', Iván Duque, por más 2,3 millones de votos. Pero, cuatro años después, la situación ha cambiado drásticamente. No solo por el desgaste del Gobierno y la activación política de los barrios y el mundo rural, sino también por la obsolescencia de algunos de los mayores argumentos utilizados contra el líder progresista, como la 'amenaza del castrochavismo' alimentada por la aguda crisis política, social y económica de la vecina Venezuela. Petro ha pasado los últimos años distanciándose de los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, reduciendo así el impacto en su popularidad.

"Estoy seguro de que cambiaremos la historia de Colombia", dijo el candidato en su mitin de cierre de campaña, en una abarrotada Plaza Bolívar de Bogotá, proponiendo un sistema público de salud, una subida de las pensiones, un modelo económico del conocimiento frente al extractivista y una reforma tributaria que ajuste la carga fiscal de los más ricos del país y las grandes empresas.

"Petro ejerce un liderazgo mesiánico, populista y aliado con todo lo que en el pasado denunció"

Su discurso enciende pasiones y odios en Colombia. Una parte del país le adora, la otra le repudia. Sus adversarios no dejan pasar la oportunidad de jugar la carta anticomunista y alertar acerca de la peligrosa personalidad del candidato progresista. "Petro ejerce un liderazgo mesiánico, populista y aliado con todo lo que en el pasado denunció", dijo hace unos días Juan Manuel Galán, líder del Nuevo Liberalismo, una escisión centroizquierdista del tradicional Partido Liberal. Como un "caudillo mesiánico" del cual está "prohibido discrepar sin caer en la lapidación pública" lo describió el conocido periodista Daniel Coronell, quien realizó una reciente investigación sobre el expresidente derechista Álvaro Uribe (2002-2010).

Pese a sus críticos, la mayoría de encuestas dan a Petro como ganador en segunda vuelta, prevista para el 19 de junio. Él cree posible incluso ganar en primera —para lo que necesita más del 50% de los votos—, pero el resultado será probablemente ajustado por el antivoto que también concentra el candidato progresista. Las dinámicas de campaña además cambian de cara a la segunda ronda. Si logra imponerse, sería la primera vez que un líder de la izquierda con mensaje antioligarquía gobierna en Colombia.

La gran apuesta del 'establishment'

Su principal rival en las urnas es el derechista Fico Gutiérrez, quien aglutina el apoyo del 'establishment' colombiano. El exalcalde de Medellín es respaldado por los dos grandes partidos de Colombia, el Liberal y el Conservador, y tiene el patrocinio tácito del Centro Democrático del expresidente Uribe, que retiró a su candidato, Óscar Iván Zuluaga, después de perder en las legislativas de marzo la mitad de su representación en el Congreso.

El apoyo de esas formaciones —que no es en bloque, porque parte de los liberales está con Petro— garantiza a Gutiérrez una gran cantidad de votos, debido a su control de las "maquinarias" electorales locales. El candidato derechista cuenta con entre un 20% y un 33% de intención de voto en los sondeos, defendiendo el continuismo en la política macroeconómica, aunque diferenciándose del actual gobierno en su frontal apoyo al cumplimiento del pacto de Paz firmado entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la extinta guerrilla de las FARC en 2016.

placeholder Fico Gutiérrez, candidato de la derecha colombiana. (EFE)
Fico Gutiérrez, candidato de la derecha colombiana. (EFE)

Gutiérrez se presenta como una cara amable, centrada, reduciendo el número de personas que nunca votarían por él, algo que puede ser decisivo en el balotaje. Una estrategia similar a la del 'uribismo' en 2018 con el ahora presidente Duque. Desde hace dos décadas, Uribe es el protagonista en la sombra de todas las elecciones, aunque no se presente: Santos y Duque fueron sus candidatos, y logró que el 'no' se impusiese en el plebiscito sobre el acuerdo de paz. Su legado levanta pasiones, pero también el rechazo de alrededor de la mitad de los colombianos; por lo que busca apoyar a políticos con piel de moderados para ampliar su potencial apoyo electoral.

Fico —nadie le llama por su apellido— es el favorito de quienes defienden el libre mercado y se oponen a subidas de impuestos a las empresas. El candidato ha defendido el derecho a la manifestación, pero ha criticado duramente los actos de desorden público ocurridos durante las protestas, galvanizando el apoyo de quienes estaban en contra de quienes marchaban. El paro nacional fue apoyado por el 73% de la población, según una encuesta del Centro Nacional de Consultoría (CNC); pero, al mismo tiempo, un 60% se consideró perjudicado de alguna manera por unas manifestaciones que supusieron bloqueos de carreteras y cierres de negocios.

Foto: Mujeres ucranianas protestan frente a la embajada de Rusia en México. (Reuters/Luis Cortes)

El Trump de rigor

En el tercer puesto en las encuestas, con entre un 12% y un 21% de apoyo, aparece el populista Rodolfo Hernández, un acaudalado constructor bautizado como el 'Donald Trump' colombiano, que, a falta de un programa amplio y detallado, en el que apenas se dan unas pinceladas de política social, ha ganado preminencia con un duro discurso contra la corrupción —a pesar de que él mismo está citado a un juicio por corrupción— y un magistral uso de las redes sociales.

Es conocido por haber abofeteado a un concejal del ayuntamiento de Bucaramanga cuando él era alcalde del municipio. Previamente lo había llamado en repetidas ocasiones 'hijueputa'. "Un bufón y un truhan", lo describió el periodista Daniel Coronell en una columna de opinión; reconociendo, eso sí, que es un "fenómeno" de la comunicación política.

"Yo mismo financió los edificios que hago y yo cojo las hipotecas, que esa es la vaca de la leche. Imagínese, 15 años un hombrecito pagándome intereses. Eso es una delicia", dijo el constructor en un audio que fue filtrado a la prensa. Entre sus propuestas está la construcción de una cárcel en el Meta para albergar a 200.000 presos que trabajen para comer.

placeholder Rodolfo Hernández, apodado el 'Trump colombiano'. (EFE)
Rodolfo Hernández, apodado el 'Trump colombiano'. (EFE)

Aglutina el voto protesta de quienes no quieren ni a izquierda ni a derecha ni al 'establishment'. Su discurso ha ganado relevancia por el total hundimiento del centro político, liderado por el exalcalde de Medellín Sergio Fajardo, quien apenas supera ya el 6% en las encuestas devorado por la trampa de polarización cuya triste e insípida campaña electoral no ha logrado superar.

Lucha a muerte por el territorio

Quien gane los comicios heredará un país con altos índices de desigualdad e inmerso en su peor ola de violencia en los últimos seis años. En 2021, se produjeron 96 masacres en el campo colombiano con 338 víctimas mortales. Este año ya van 44, con 158 víctimas, según la organización Indepaz. El terror está, sobre todo, en las áreas rurales y las zonas rojas más permeadas por las economías ilegales. Más de 1.300 líderes sociales y comunitarios han sido asesinados en el país desde la firma del acuerdo de paz —79 en lo que va de año— en un contexto de recrudecimiento del conflicto armado con las rutas por donde se trafica la coca y el oro como principal punto de disputa.

Foto: Protestas contra la invasión rusa en Caracas. (Reuters/Leonardo Fernández Viloria)

"Todo es por el territorio", dice el indígena Nasa Fabián Camayo, mientras se recupera en un humilde camastro de los dos tiros que le pegó un grupo disidente de las FARC; los mismos que asesinaron a su hermano Marcos en noviembre y a su otro hermano, Albeiro, líder de la Guardia Indígena del Cauca, mientras él estaba en el hospital.

Su casa está sobre un risco, desde donde comienzan a apreciarse los cultivos de coca contra los que lucha junto a sus compañeros y que han atraído a los grupos armados a la región. El verde intenso de las plantaciones comienza a inundarlo todo a apenas diez minutos en camioneta de la puerta de su casa. Lo mismo sucede en otras zonas rojas, siempre a rebufo de las plantaciones. En Colombia hay 245.000 hectáreas de coca, unas 33.000 más que en 2019, y se producen 1.010 toneladas de cocaína anuales, según datos del Gobierno de EEUU, que difieren con los de Naciones Unidas, organización que registra 100.000 hectáreas menos.

Foto: El candidato presidencial Gustavo Petro. (EFE) Opinión

La cifra es, en cualquier caso, la mayor del mundo con diferencia, y continúa espoleando el conflicto en las regiones —junto con el auge del oro como gran alternativa en la cartera de negocios ilegales—. Las distintas estrategias para hacer frente a las plantaciones ilícitas, como la sustitución de cultivos, avanzan lentos y entre denuncias de incumplimiento, con apenas un puñado de éxitos aislados. Para muchos campesinos, los cultivos ilegales siguen siendo la única forma de ofrecer una vida digna a sus hijos.

"Si nos quitan la coca, sigue la guerra en Colombia. Estamos obligados porque no tenemos nada. No podríamos mantener a la familia", dice el propietario de un campo cocalero comunitario situado en una de las veredas cercanas a Tumaco, una ciudad de la costa pacífico muy importante en el tráfico de narcóticos.

En su comunidad no se vive con lujos. La aldea es apenas una hilera de casas fabricadas con destartalados tablones de madera y coronadas con techos de uralita vieja. "En la mente de nuestros mayores estaba que todos viviésemos en el campo. Nosotros hemos cambiado. Queremos que nuestros hijos salgan adelante y no se queden aquí. Que sean alguien en la vida", dice otro campesino cocalero.

Una campaña inflamada

En muchas zonas de Colombia dicen no tener otra opción que recurrir a las economías ilegales por la situación de carestía que se vive en ellas. El 39,3% de los colombianos sufre pobreza monetaria y el 12,2% pobreza extrema, según cifras oficiales. Los datos son todavía cuatro puntos superiores a los registrados antes de la pandemia, que acabó con numerosos puestos de trabajo, formales e informales. La tasa de desempleo fue del 12,9% en febrero, todavía 2,4 puntos superior a la recabada en 2019 en un país que registró una inflación anualizada para abril del 9,23%, el mayor desde julio del 2000. Alimentos básicos, como los huevos, el pollo y la patata, están por las nubes.

Foto: El nuevo presidente de Bolivia, Luis Arce, en un acto institucional. (EFE)

Todo ello propicia el aumento de la tensión social. La temperatura electoral está disparada por las acusaciones de fraude y las acciones de los grupos armados. Petro denunció trampas en las elecciones legislativas de marzo. Su campaña y su ejército de testigos electorales consiguieron que la registraduría, el órgano encargado de contar los votos, sumase cerca de un millón de votos adicionales para el Pacto Histórico, la coalición liderada por el líder progresista, tras denunciar inconsistencias.

Un logro para su movimiento que fue calificado igualmente de fraude por sus detractores, que denuncian que la institución electoral sumó de manera irregular esos sufragios. La tensión podría estallar si el resultado de este domingo, o el de la segunda ronda del 19 de junio, fuese muy ajustado.

El grupo narcoparamilitar conocido como el Clan del Golfo añadió más combustible al explosivo cóctel político colombiano imponiendo a principios de mes un paro armado en cuatro departamentos del país en protesta por la extradición a EEUU de su líder, alias Otoniel. Parte de los colombianos considera el envío de Otoniel al país norteño como acelerado, debido a su conocimiento de la posible colusión entre elementos del Estado y el narcotráfico. No pudo declarar en profundidad ante los jueces de Colombia, un país que enfrenta un proceso electoral clave para su historia reciente.

Algo cambió en Colombia durante las protestas antigubernamentales de 2021. Hasta entonces, las grandes manifestaciones habían tenido lugar en las principales calles de las grandes urbes. Esa fue la constante dos años antes, durante las primeras marchas masivas a nivel nacional contra el Ejecutivo del derechista Iván Duque. El escenario cambió con la pandemia. La explosión social se desarrolló a partir de entonces en los barrios. Los mayores focos de protesta, el año pasado, se dieron en las humildes calles de Siloé, Puerto Rellena, Bosa o Suba, arrabales de Cali y Bogotá, que llegaron a ser bloqueados por los manifestantes.

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