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"Si Marine gana, pues que gane": los 2M de 'ni Le Pen, ni Macron' que dejan Francia a su suerte
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Entre el hartazgo y el asco

"Si Marine gana, pues que gane": los 2M de 'ni Le Pen, ni Macron' que dejan Francia a su suerte

En Francia el mantra del 'voto útil' para que no llegue la ultraderecha al poder ya no vende. El rechazo de muchos votantes a Macron generan una bolsa de 'ni-ni'

Foto: Pósteres electorales en Cambrai, Francia. (Reuters/Pascal Rossignol)
Pósteres electorales en Cambrai, Francia. (Reuters/Pascal Rossignol)
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Hace 20 años, el 21 de abril de 2002, Jean-Marie Le Pen se clasificaba para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales frente a Jacques Chirac. Francia (y el mundo) aguantaba la respiración. Traumatizada por ver a la extrema derecha a las puertas de la función suprema de la Vª República, la sociedad francesa se grabó en mente que "21 de abril" significaba "voto útil": aunque fuera introduciendo la papeleta con una pinza en la nariz. Pero en política las palabras se desgastan más rápido de lo que dura una generación.

“Frente republicano”, “cordón sanitario”... Se le podían dar las vueltas que se quisieran pero la idea estaba clara: impedir que hubiera un presidente de la República de extrema derecha en Francia. Y funcionó. Con una participación ocho puntos superior a la primera vuelta, Jacques Chirac ganó la segunda manga con un 82,2% de los votos, un porcentaje norcoreano que nunca nadie había conseguido, dejando a Le Pen padre en un 17,7%.

Foto: Mélenchon, en la sede de Francia Insumisa, tras conocerse los resultados electorales. (EFE/Mohamed Badra)

La victoria fue en las urnas pero sobre todo en la calle. Las manifestaciones en las principales ciudades empezaron el mismo domingo 21 de abril, tras conocerse los resultados. Quedaban dos semanas hasta la segunda vuelta, el 5 de mayo. El trauma era ya imborrable pero había que “faire barrage” (construir un obstáculo, en francés), a la extrema derecha. El 22, el 24, el 25, el 27… De decenas de miles de personas en las calles se pasó a cientos de miles, llegando al éxtasis del 1 de mayo: dos millones de personas, según los organizadores -1,3, según la policía- inundaron las calles del país. Tal era la afluencia que en París, la mayoría de los manifestantes no se movieron de su sitio durante todo el día.

Han pasado 20 años. Y ahora es la hija, Marine Le Pen, quien abre por segunda vez la posibilidad de un presidente de extrema derecha en Francia.

Para el 66% de los militantes izquierdistas, el domingo 24 rima con “ni un solo voto a Macron", aun a riesgo de que gane Le Pen.

A dos días de la segunda vuelta -domingo 24 de abril-, los sondeos sitúan a Le Pen con entre el 43-46% de intención de voto, por el 53-56% de su rival, Emmanuel Macron. Un margen estrecho, lejos del aplastante 66% contra 33% de 2017, que, pese a todo, no moviliza a los votantes del izquierdista Jean-Luc Mélenchon (tercer clasificado, con más de 7,7 millones de votos).

"Ni un solo voto a la señora Le Pen", lanzó cuatro veces desde su atril el candidato izquierdista el domingo de la primera vuelta, al conocer su eliminación. Pero, para un 66% de sus militantes, el domingo 24 rima también con “ni un solo voto a Macron", aun a riesgo de que gane Le Pen.

Ni Macron es Chirac ni Le Pen es Jean-Marie

"En 2002 voté Chirac en la segunda vuelta porque vengo de una familia obrera, de origen argelino, y Le Pen padre simbolizaba entonces el militar paracaidista de la época colonial, el hombre acusado de torturas durante la guerra de Argelia", explica Sophia, de 62 años, profesora en la provincia de Seine-Saint-Denis, al norte de París -y la más pobre de Francia- que se abstendrá este domingo, como ya lo hizo en 2017.

Tanto en 2002 como en 2017, cuenta Sophia, la presión social y en los medios contra la familia Le Pen era enorme: "Los amigos te mandaban mensajes y correos electrónicos, para que fueras a votar, los vecinos te paraban por la calle, te sentías acosado". Una movilización que no ha visto esta vez.

A su lado, su pareja Olivier, de 66 años, jefe de su propia empresa de comunicación. Ambos han votado Mélenchon cada vez que se ha presentado (2012, 2017, 2021) y no tuvieron dudas el domingo pasado en situarse en el ni-ni.

placeholder Foto: Reuters/Yves Herman.
Foto: Reuters/Yves Herman.

Disolución del cordón sanitario

Para el sociólogo Manuel Cervera-Marzal, la disolución del cordón sanitario tiene mucho que ver con la “desdiabolización” de la imagen de Marine Le Pen y del Frente Nacional, “que se rebautizó Agrupación Nacional en 2018, para dar una mayor imagen de unión”, cuenta.

Autor de 'Le Populisme de gauche, sociologie de la France Insoumise', un libro sobre la sociología y el funcionamiento interno del partido de Mélenchon, Cervera-Marzal afirma que “desde que Marine se hizo con el partido, buscó alejarse de los elementos más radicales y nazis, a pesar de que el programa siguió siendo muy violento”. Además, la propia sociedad fue acostumbrándose a escuchar sus propuestas en los medios “y los partidos de la derecha tradicional integraron algunas de sus tesis”, según este sociólogo.

Foto: Marine Le Pen durante la campaña presidencial. (EFE/Guillaume Horcajuelo)

Para algunos jóvenes como Mehdi (que eran muy pequeños en 2002), no votar Macron en la segunda vuelta, dejando la puerta abierta a la posible elección de Le Pen, es una posición firme y asumida.

“Ya en 2017 me abstuve, aunque no me sentí muy cómodo, no lo hablé mucho con mis padres porque pensaba: ¿se sentirán orgullosos de mí? Pero después de los cinco años que hemos pasado con Macron, que no hizo ninguna concesión a los que le apoyaron entonces, no puedo votar por él”, explica este empleado de una compañía de comunicación de 28 años, que viene de una familia de origen marroquí. “Sé que es una posición egoista, y que por suerte hay personas que votarán a Macron el domingo. No estoy orgulloso, pero lo asumo”.

Mehdi no mete en el mismo saco a Le Pen y a Macron “está claro que no son lo mismo”, afirma este joven, que recuerda que 2002 fue el primer momento de su vida en que vio a sus padres “tener miedo, perder el control de sus emociones”. “Pero creo que, gane quien gane, la izquierda va a estar ahí, vigilando a la derecha”, concluye.

Foto: Macron y Le Pen, frente a frente en el plató del debate. (EFE/EPA/Pool/Ludovic Marin)

Las encuestas de los últimos días también influyeron en la decisión de algunos electores, como Jean-Paul Petit, un jubilado parisino de 74 años: “Dudé hasta hace poco, pero los sondeos dan mucho margen entre Le Pen y Macron", afirma.

"Se eligió a Macron para detener a la extrema derecha, pero en cinco años ha llevado a cabo una política social muy dura, que derivó hacia la extrema derecha"

Petit, que votó a la extrema izquierda en la primera ronda (sin concretar el partido), añade que "votaría por Macron si fuera un demócrata. Se lo eligió en 2017 para detener a la extrema derecha pero en cinco años ha llevado a cabo una política social muy dura, que derivó hacia la extrema derecha".

Deriva “facciosa”

En esta última semana de campaña electoral, los focos mediáticos y las propuestas de Le Pen y Macron fueron dirigidas a los más de 7,7 millones de votantes de Jean-Luc Mélenchon, el “hacedor de reyes” de la segunda vuelta, como le bautizó la prensa. Según una encuesta de Ifop-Fiducial, del 11 de abril, casi el 23% de ellos podría votar por Marine Le Pen este domingo.

Una cifra altísima, de casi 1,8 millones de personas, que podrían dar la vuelta a los comicios. Para Guillaume Tricard, del instituto de encuestas Cluster 17, este electorado que votó Mélenchon en la primera vuelta y votará Le Pen en la segunda está formado por personas “antisistema, antiélites, que son de izquierdas en lo económico pero contrarios a la inmigración”, muchos de ellos, explica, chalecos amarillos de las periferias pobres francesas.

Foto: Mercadillo de los martes por la mañana en Bondy. (Á. F. C.)
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Sin embargo, para Cervera-Marzal, la importancia que se le da al voto de los electores de Mélenchon en la segunda vuelta, es una construcción mediática, para seguir atacando a la izquierda: “Ya lo vivimos en 2017, las encuestas decían que el 31% de los votantes de Mélenchon votarían por Le Pen, pero no fue así, solo fue el 7%. Son los columnistas macronistas los que alimentan esta idea de la unión de los extremos”.

"Ya lo vivimos en 2017, las encuestas decían que el 31% de los votantes de Mélenchon votarían por Le Pen, pero no fue así, solo fue el 7%"

La posición de Jean-Michel, un profesor de unos cuarenta años que votó Mélenchon en la primera vuelta de 2017 y de 2022, explica por qué Macron se ha quedado sin en el frente republicano de cordón sanitario a Le Pen. “En 2017, voté a Macron por miedo, por los amigos inmigrantes que no tienen una situación estable. Pensé que Macron respetaría un poco el Estado de Derecho, pero está claro que no lo conocíamos bien”.

Y como ejemplos, las crisis de los chalecos amarillos, la dura represión de las manifestaciones, que dejó decenas de mutilados; la política de educación y sanidad, con amplios recortes y poniendo en duda el estatuto de funcionario de los profesores públicos; la violencia verbal del presidente, que quiso “joder” a los no vacunados...

“Macron gobierna echando la culpa a los demás de sus errores, atacando a los funcionarios y trabajadores públicos, y eso es una deriva facciosa”, asevera Jean-Michel. Una deriva que también se ve en la sociedad, donde cada bloque sociológico solo mira por sus intereses: “Dominique de Villepin (primer ministro de Chirac entre 2005 y 2007), un hombre de derechas, dijo hace poco que ninguno de los últimos presidentes han gobernado pensando en el conjunto de la sociedad. Cuando se eligió a François Mitterrand en 1981, el bloque burgués y el bloque popular trabajaron juntos, eso ya no existe”.

Foto: Emmanuel Macron y Marine Le Pen, durante el debate electoral. (Reuters/Pool/Ludovic Marin)

Con los partidos tradicionales por debajo del 5% de votos, el frente republicano francés solo se sostiene por los apoyos del propio Macron. Algo que, según Tricard, es una consecuencia del último mandato del presidente: “Cinco años después, su base de votos son los socialdemócratas y la derecha de 2017. Ha cumplido el sueño de reunir al centro izquierda y al centro derecha bajo su mando”, dejando en los márgenes a los extremos.

Sin embargo, históricamente la posición “ni-ni” en Francia no es una creación de la izquierda, ya que el primero en romper el tabú del Frente Nacional fue Nicolas Sarkozy en las elecciones cantonales de 2011, donde llamó a sus militantes a abstenerse en caso de duelo entre el Partido Socialista y el partido de extrema derecha.

“Si es tan peligrosa como dicen, que la prohíban”

Olivier, la pareja de Sophia, explica con una leyenda de la Antigua Roma la transformación de la sociedad francesa estos últimos 20 años, construida a base del descrédito de la política y de los viejos partidos. “Es la historia de la revuelta del Monte Aventino: cuando los gobernantes de Roma dejaron de responder a las reclamaciones del pueblo, este se fue de la ciudad y se refugió en el Aventino. Los gobernantes perdieron su sentido porque ya no tenían sobre quién gobernar”.

En el foco del desencanto, sobre todo, se encuentran tanto el sistema electoral de doble vuelta, que obliga a buena parte de los ciudadanos a votar “contra”, sin pasión alguna, como la Constitución, que da amplios poderes al presidente de la República y vacía de poder las cámaras parlamentarias. Por eso, Olivier votó a Mélenchon, que propone crear una nueva Constitución.

Foto: Carteles electorales en Gundershoffen. (Á. F. C.)

“Este sistema de voto está completamente trucado. En cuanto aparece un peligro, los medios ponen sobre la mesa toda la carga moral. No es democrático. Si Le Pen gana, pues gana”, añade Olivier. “Es un sistema protege a una casta que odia la democracia”, afirma a su lado su pareja, Sophia. “Si es tan peligrosa como dicen, que la prohíban”, concluye.

Para Jean-Paul, el propio sistema de la Vª República lleva a esto, “porque la Asamblea se elige después de las presidenciales y el partido del presidente electo tiene las de ganar”. En este sentido, el partido Francia Insumisa de Mélenchon lo apuesta todo para las elecciones legislativas de junio, que han bautizado como la tercera vuelta de las elecciones. ”Si la Asamblea fuera contraria a Macron, cambiaría todo, ya que no podría gobernar”, explica Jean-Paul.

“Por suerte, la primera vuelta de 2022 permitió limpiar la palabra ‘izquierda’. Ahora queda claro lo que significa, por lo que hay mucha esperanza para el futuro”, afirma, confiado ante la defunción del Partido Socialista y el Partido Comunista, Olivier.

Hace 20 años, el 21 de abril de 2002, Jean-Marie Le Pen se clasificaba para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales frente a Jacques Chirac. Francia (y el mundo) aguantaba la respiración. Traumatizada por ver a la extrema derecha a las puertas de la función suprema de la Vª República, la sociedad francesa se grabó en mente que "21 de abril" significaba "voto útil": aunque fuera introduciendo la papeleta con una pinza en la nariz. Pero en política las palabras se desgastan más rápido de lo que dura una generación.

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